Pasó la tarde entera trepado en el árbol del patio de su casa. El motivo, la visión privilegiada que desde ahí tenía de una de las ventanas de la casa vecina, que dejaba ver un ambiente lleno de libros cubierto por la luz amortiguada del sol de la tarde. Casi podía sentir el ambiente de aquel estudio, casi podía sentir el olor de los libros. Encaramado en el árbol, en febríl estado, repetía para sí mismo que aquel era el mejor lugar del mundo.