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Inicio / Cuenteros Locales / andueza / 11 septiembre 73...gran giro para salir del fondo del pozo.

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Ha pasado una buena hilera de años, uno tras otro, pero recuerdo muy bien aquella madrugada histórica en la que supuestamente era un día más, otro más, y que salía a trabajar como siempre, todavía en pleno invierno, y finalmente sucedió que ese día jamás llegué a trabajo ninguno, pues la historia de Chile hacía el gran giro que todos conocemos y celebramos. Aconteció aquel día n su comienzo que un soldado armado y equipado,y para detalles con la cara pintada de negro, ell único que vi en ese momento, que estaba apostado en las afueras de mi casa, en el dintel de la puerta, y con su fusil apuntado hacia la escuela de economía, un edificio enorme y vetusto ubicado en la parte trasera con relación a la posición de mi casa, por donde yo salía al pasaje. Salí, y con tranquilidad el conscripto me mandó a volver para adentro, y sin ninguna otra explicación, claro. El soldado tendría mi edad, más o menos, y fue al único que en aquellos instantes yo vi en acción. Antes de aquella visualización no hubo ningún sonido atípico que alertara de cualquier movimiento anormal, y comprobé que ni siquiera el perro de la casa se dio el trabajo de ladrar. Quedé desconcertado por unos instantes, medio dormido aún, y no supe hacerme una idea aproximada de lo que estaba aconteciendo. Estaba entero nublado aquel amanecer, y frío, y el resto de los habitantes de la casa todavía dormía. Yo era el madrugador. Después me ocupé de lo práctico : que si yo no me presentaba a trabajar aquel día, varios vehículos descompuestos continuarían fuera de servicio. El mío, que era mi primer trabajo, requería una destreza básica, pues recorría la ciudad con una maleta llena de papel dinero, (otras formas de cancelamiento no eran aceptadas), en busca de los muy escasos repuestos de automóviles que habían en el mercado. Ese era yo, comprador de repuestos y piezas. Por ahora no era posible salir de casa y no había más remedio, pues nadie en sus sentidos discute una orden de un soldado en operación. Además, aunque no se veían, era obvio que no se trataba de un combatiente solitario, sino que evidentemente formaba parte de un grupo organizado tras una misión específica. Y, claro, a mis 17 años yo quería saberlo todo. Decidí investigar lo que estaba ocurriendo. Me deslicé haciéndome el disimulado hacia la parte alta de la casa para averiguar desde esa visión si tal vez por un acaso ya se había retirado el hombre de armas. Pero no. Por el contrario. Había en desarrollo todo un operativo en la escuela de economía de la Universidad de Chile y se veían tropas sigilosas y perfectamente sincronizadas ocupando lugares estratégicos de aquel viejo caserón universitario, y mimetizándose en seguida detrás de los muros, debajo de las escaleras. Se me ocurrió que estaban buscando armas. Seguí observando desde mi posición, y pude comprobar que por la otra parte, en la universidad todavía no llegaban alumnos ni profesores. Así que a falta de acción y bulla inmediata y sin salirme de mi posición me puse a repasar en lo que por lo demás siempre se pensaba: la idea de uno irse del país. La verdad es que todos barajábamos siempre esa idea, unos más y unos menos, y era algo que siempre estaba presente, pues en Chile francamente estábamos cada día más pobres, más humillados, más desnorteados y más sin esperanzas. Claro que no faltaba el de siempre que intentaba levantar el ánimo y hablaba de revoluciones fantásticas e intentaba convencernos con el tema de nuevos tiempos y también por la radio se oían discursos delirantes, y cada uno de los locutores lo hacía con tanto convencimiento, que uno medio que quedaba dudando de su propia capacidad de rebeldía, pues se suponía que joven es ser rebelde, pero en aquello yo no estaba ni cuestionaba mi posible falta de coraje para“ atrapar las utopías ”, así, como si las utopías fuesen algo que se abrazara colectivamente. Pero eso le habían hecho creer a uno : un mundo o una sociedad en el cual seríamos todos iguales y todos parte de un sistema revolucionario perfecto. Nada muy profundo ni estudiado tampoco. Lo peor era que había gente grande, en general, aunque la más amarga, es cierto, que le creían a aquellos políticos desorbitados. También habían seguidores y partidarios del presidente. Pero yo no, nunca lo fui y nunca conocí a nadie que lo fuera. Solamente tenía noticias de unos primos de mi padre adictos a la Unidad Popular y que habían amenazadfo de muerte a mi padre y que “disfrutarían de verlo ahorcado en un árbol de la plaza de Viña del Mar. Y la usanza era así : si uno se enteraba que Fulano o Mengano o su familia era partidario de la Unidad Popular, en adelante y de inmediato ya no lo conocía más, se le retiraba todo tipo de saludo y atención y pasaba a la lista negra de la cabeza de uno. Yo no era mucho de política, de cualquier manera, y me daba mucha rabia que la situación nos obligara a vernos a cada uno con desconfianza y en base a sus simpatías políticas. A eso habían ido las cosas. En lo íntimo yo era más era partidario de pololear, eso sí, de perseguir a las muchachas, de salir a fiestas y no mucho más, porque a mis 18 años no tenía aún un planteamiento sensato y definido de todas las opciones que se le ofrecían a uno en este mundo. Y aquel día jamás hubiera podido imaginar que 10 o 15 años más tarde estaría viviendo malalimentdo por propio gusto en la selvática región de Caranda, en el oriente boliviano, trepado para vivir en una especie de ruca o semigranero de hojas de palmas e infectado de garrapatas, boros y bichos de puerco. Y escribiendo mucho, muchas líneas que nadie nunca leería. Y a todo esto, volviendo a los temas bélicos que me estaba refiriendo, la mañana aquella que narraba los sucesos en la universidad dertrás de mi casa, ya había clareado totalmente. Y así como iban las cosas, el clima de guerra, ya no iban quedando dudas : aquel sería uno más de tantos días perdidos. Aunque claro, este sería de características distintas. No el de uno y 30 feriados que se celebraban en el país en ese tiempo, ni una más de tantas huelgas que se verificaban a diario. Mi trabajo consistía en realizar una rutina simple, aunque fundamental en aquellos tiempos de desolación : dotado de un rudimentario automóvil, propiedad del taller mecánico que me había contratado, y con una buena suma de dinero en efectivo, recorría las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar buscando los repuestos que diariamente el taller necesitaba para llevar a efecto sus reparaciones. Eso era toda la responsabilidad que recaía sobre mis hombros. Había que recorrer con la muestra del repuesto descartado en mano por cada uno de los desabastecidos puntos de ventas de las ciudades buscando piezas originales, usadas o diferentes pero posibles de ser adaptadas. Había que pagar en efectivo y sin regatear nunca, nada. Ahora, cuando la pieza no era hallada, se le traspasaba la responsabilidad de conseguirla al propietario del vehículo. Eso nada más ni nada menos era mi función. El salario era bastante extraño, pues aunque yo vivía en mi casa paterna, no conseguía comprender bien qué conseguía hacer con el. Debido a la insensata situación económica, lo razonable era invertirlo apenas se recibía para evitar los efectos de la devaluación diaria de la moneda. Los que ganaban más recurrían a la moneda extranjera, aunque fuese aquel, quién sabe por qué, un procedimiento prohibido. Pero lo mío era poca cosa, así que compraba lo que hubiera en ese momento disponible en el mercado, para después canjear o negociar. Una vez compré 25 baldes de plástico, recuerdo que todos color verde, los que fui de uno en uno revendiendo en el curso del mes. Todos los años, en el verano, se producía una avalancha de turistas argentinos, y faltaban tres meses para que llegaran a nuestra ciudad aquellos argentinos. Siempre existió una rivalidad entre chilenos y argentinos, pero nunca mezclada con odios ni sentimientos violentos. Pero ese último año hubo peleas con los puños en la Av. Perú, pues ellos nos ofendían, tal vez sin proponérselo, con sus autos deportivos, camisas nuevas listadas, relojes y principalmente sus famosos mantecoles. Nosotros ni repuestos teníamos, había que remendar las camisas y no teníamos ningún acceso a los mantecoles. Éramos pobres, el camino al socialismo nbos había dejado en la ruina, aunque era evidente que otros gobiernos nos tenían cariño. Ahora parecerá absurso, increíble, pero nos mandó el gobierno de Cuba de regalo, aparte de lo que nos exportaba, unas veinte mil toneladas de azúcar de caña a medio refinar. Nunca uno iría a imaginar que muchos años más tarde llegarían a nuestro país miles y miles de cubanos como refugiados huyendo de la miseria a que la indigna dictadura de aquel país los tenía y tiene sometido. Hubo discursos y publicidad revolucionaria de parte de los gobiernos por causa del noble gesto. Como siempre, bellos y encendidos discursos llenos de dificultad para hilvanar con la realidad. Pero nosotros nos sentimos humillados una vez más por causa del origen absurdo de aquella donación. Efectivamente no se conseguía azúcar en el mercado interno, a pesar de tener en nuestra ciudad la enorme Refinería de Azúcar de Viña del Mar. Sucede que a pocas cuadras de la casa estaba en funcionamiento aquella enorme refinería de azúcar. Pero, claro, sin poder trabajar debido al despiadado acoso del gobierno, que odiaban cualquier cosa que fuese de origen privado. Los utópicos entonces estaban loquitos y ansiosos por meterle mano a la empresa, y como segundo paso tal vez saquearla, desmantelarla, como ya había ocurrido con muchas, miles de otras industrias. Nada bueno se podía esperar de una expropiación, pues se llevaban a cabo hasta para poder manipular la venta del producto. Pero uno no podía chistar mucho, pues en el mejor de los casos lo tapaban a uno a garabatos. El arma de esa gente intelectualmente siempre ha sido la misma: descalificar severamente a todo aquel que no entra a su rebaño. A uno lo trataban de idiota, de débil mental o subnormal, primeramente, como para empezar.

-Tú no alcanzas a entender el proceso debido a la superficialidad de tu pensamiento –

Luego ya eras catalogado de escaso de entendimiento, de momio, de ignorante, o de fascista por añadidura, de servir intereses oligárgicos, o de transnacionales, un mercenario, en otras palabras, insultos que se repetirían sempiternamente hasta el fin de los días del gobierno. Por eso nadie hacía amistad con gente del gobierno. Ellos siempre junto los impávidos ilusos o menos letrados que les creían, más alguna figura que canalizaba sus iras a través de la política, estaban allá, muy bien demarcados en su trinchera, y nosotros estábamos acá, coco a codo en la nuestra. Los dos grupos irreconciliables de compatriotas ya habían sido fatalmente formados, y eso sería para siempre. Los militares hicieron lo posible para terminar con aquello, pero fue una de las pocas cosas que no consiguieron lograr ver realizado. Explicaron una y mil veces la irresponsabilidad de los señores políticos, tanto de derecha como de izquierda, su falta de ética, lo poco confiables que eran, lo vanidosos que podían llegar a ser, pero ellos consiguieron mantener siempre un grupo de obsecuentes que jamas dejaron de mantener viva la llama del odio. Muchas veces esta llama del odio se expresaba en luchas callejeras. A veces había escaramuzas y enfrentamientos, y muchas veces las brigadas de choque, a saber violentas de sobra las que ellos disponían y nos dejaban a bastante mal traer. Ellos eran mucho más guerreros, si es justo reconocer. Usaban técnicas vietnamitas de combate callejero, con elementos realmente conmovedores, como aquellas batatas que les insertaban hojas de afeitar oxidadas o clavos limados y en el momento oportuno se las aventaban a los opositores en las marchas organizadas, sin omitir que también se escuchaban estampidos de disparos que venían al montón sumados a una lluvia de piedras y hondazos. Soltaban alambres de púas que se robaban de los campos expropiados y esos alambres largos hacían las veces de redes de pescar de pavimento. En aquellas marchas contra el gobierno resultaba comúnmente algún saldo de muertos y heridos. Ellos, sin embargo, y esto resultaba muy curioso, cuando se producía el cuerpo a cuerpo, salían siempre perdiendo, y quedaban con la cara llena de chichones, y sus hocicos hinchados. No tenían entrenamiento para la lucha corporal. Las brigadas Ramona Parra y Elmo Catalán eran buenos grafiteros y a la vez grandes provocadores, amenazadores, pero en la lucha a mano limpia, eran nada. Gracias a Dios. Así de paso a más de alguno pudimos romperle la jeta. Muchos años después vine a saber que el mundo de las artes marciales era de dominio y control de las fuerzas armadas, de modo que podían negar a cualquier extremista o delincuente el permiso de entrenar. La academias de artes marciales eran siempre controladas de cerca. Por aquella razón esa gente de las brigadas carecía de cualquier preparación para la lucha sin armas. Como ya se explicó, no existía ninguna persona a esas alturas del caos a mediados de 1973 que no estuviera obligatoriamente ya situada dentro de este segmento político de oposición, o por el contrario o dentro de este ese bando marginal del partidarios del gobierno.. Ya nadie consiguió ser neutral en aquella división descarnada. Ni lo sería en el siglo siguiente, ni lo sería nunca más. Ahora yo estaba viendo soldados desde mi balcón, pero no pude juntar las actividades como el comienzo de una jornada que todos esperábamos desde hacía tiempo: una solución militar al entuerto político. Porque un pueblo no puede transitar engañado por una minoría con ilusiones y con odio de clases hacia una revolución…digamos…romántica, abstracta, bautizada como una revolución con sabor a empanada y vino tinto, como le gustaba anunciar el gobierno en sus discursos. Los políticos de gobierno decían muchas cosas: decir cosas era el fuerte de ellos, nada sabían hacer mejor que decir cosas, hablar contra las empresas, los bancos, los comercios, como si ellos hubiesen descubirto algo mejor que aquello todo. “ El pueblo unidos, jamás será vencido”, “avanzar sin transar”, “patria o muerte”, “venceremos”, ese tipo de frases viejísimas que que no sirven para nada y que aún así en algunas partes se escuchan todavía, a pesar de todo. Pero en la práctica aquellos políticos hacían metódicamente y en todos los ámbitos todo aquello que se sabe que es errado, inconveniente, y probadamente lesivo para el bien común. Otra extraña dicotomía. Muchos años después escuché esas mismas frases en calles de Bolivia, y hasta de Brasil, incluso después de finalizada la guerra fría en los años 90. Y siempre con la existencia de un grupo de obsecuentes perdidos con marcada cara de reclutados repitiendo esa bosta una y mil veces. Y el país de caía en pedazos irremediablemente. Y en el mejor de los casos y eso ya es mucho decir el gobierno no hacía ninguna cosa. Esa parecía ser una estrategia, pero no, daba la impresión de que se hallaban atrapados en su propia trampa. Se habían metido en la revolución hasta llegar al final del camino que es ninguna parte. Es que además era gente que tomaba mucho, vino tinto y tambien destilado escocés, y ahí sí que hablaban bonito, cuando estaban pasados de copas. Viendo los hechos acontecer en el día a día, vivir en Chile era como asistir a una comedia interminable de equivocaciones. Otros decían que la destrucción sistemática obedecía a una siniestra planificación originada en mandados soviéticos, aunque yo sigo insistiendo y me mantengo en en lo que digo y es que esa gente no estaba capacitada para planificar ninguna cosa. Pronto se envalentonaban, claro está y no cabe ninguna duda, y entusiasmados como entusiasma aquello de las tomateras ya nomás amenazaban con balas y con paredones definitivos para nosotros los del momiaje, los fachos, los burgueses. Y aquella mañana histórica fue mi hermano mayor quien apareció sin ningún aviso en el balcón donde yo estaba parapetado con la noticia definitiva de la sublevación militar que se estaba verificando en todo el territorio nacional. Y no sé por qué agregó, algo displicente : “ En la Isla de Pascua también”.

- Hermano - me dijo- , parece que le ha llegado al pihuelo a este gobierno. Ha dicho la radio que se ha revelado la Armada, y ya sabís que la armada no anda nunca en chacoteos.

La emoción y la alegría que daba a uno la noticia de este escenario de desenlace era algo obvio. en un instante abrió paso a la esperanza, a toda una esperanza sumergida por los hechos de los últimos tiempos. Luego aquella esperanza se volvió seria y se instaló en el alma, a pesar que uno perfectamente podría temer que las acciones no estaban siendo dirigidas del modo que uno suponía sino que estaba la posibilidad que fuese a ocurrir un movimiento orientado todo lo contrario a las expectativas de uno. Es decir, que el alzamiento fuese para apoyar al gobierno y hasta para consolidarlo, puesto que tiempo atrás gente exaltada del oficialismo, había cometido barbaridades como los señores Garretón y Altamirano que habían llamado a las tropas de la armada para sublevarse a sus superiores institucionales. Pero en aquella época como ya se explicó uno era apenas un adolescente, no hubo ningún temor que todo aquello fuese al contrario, y como la mayoría nos fuimos muy contentos y conformados a escuchar el rumbo de las acciones al lado de la radio. Al final, no hubo escaramuzas ni tiroteos en la escuela de economía. Solamente llegaron paveando dos activistas simpatizantes del gobierno que yo conocía pues una y otra vez nos habían buscado pelea y también amenazados de muerte en repetidas oportunidades, y además sospechábamos que eran ellos que noche por medio pintaban el muro de nuestra casa con consignas revolucionarias pavorosas advirtiendo del ya famoso paredón listo para ser utilizado por nosotros. Francamente yo pude avisar a los soldados que ahí habían dos activistas muy testarudamente gobiernistas, pero no lo hice porque en honor a la verdad yo estaba seguro que a ellos no eran otra cosa que niños rebeldes y juguetones, idiotas, pero sin vinculación a grupos extremistas de izquierda. Y el tiempo me dio la razón, pues años después los vi en el centro de Santiago muy encorbatados y ya de economistas trabajando por la reconstrucción del país. Me vieron en aquella ocasión, pero bajaron la vista. Nunca supe si supieron reconocer mi gesto de silencio. Y nunca lo sabré, pues los años nos deterioraron y ya ninguno nos reconoceríamos. Nunca imaginaría que muchos años después la radio sería mi único medio de comunicación con el resto del mundo, metido en el Bajo Mamoré. En esos momentos de 1973 había una sola radio ocupada del alzamiento de la Armada. La radio Agricultura. Informaba que la escuadra había salido a ejercicios en alta mar pero volvió rápidamente y ya decididamente sumada a la rebelión. En minutos se sumaron otras radios a la transmisión, anunciando la adición del Ejército y la Fuerza Aérea a la tarea de derribar al gobierno, además de Carabineros. O sea que se venía en minutos la violencia, una violencia necesaria en aquellos momentos para terminar con la violencia. Seguramente que las fuerzas del gobierno se iban a poner en situación de resistir. En realidad, no había dudas de aquello. Estaban operando grupos armados significativos que se habían colocado en el sector extremo del mapa político de la izquierda, y que ya habían debutado realizando numerosas acciones terroristas. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria y la Vanguardia Organizada del Pueblo, eran dos ejemplos claros de activismo extremo marginal y que se encontraban plenamente organizados, armados, financiados y jerarquizados. En cuanto las radioemisoras chilenas, a esas alturas, se habían dividido en dos bandos : las que transmitían adhiriendo al pronunciamiento militar, y otras dos o tres que se mantenían leales al gobierno. Por una de estas radios fue que el presidente Salvador Allende se mandó uno más de sus discursos insultando a los militares y llamando a “ todos los trabajadores”. “Que ocupen sus puestos de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan la calma y serenidad” Se espera que trabajadores del llamado “cordón industrial”, una serie de industrias y fábricas recientemente expropiadas, salgan en armas a defender a su gobierno. Yo también era un trabajador, ciertamente, pero en nada me sentía identificado por aquellos discursos.Y de aquel discurso también se desprendía que Allende todavía abrigaba la esperanza, fuera de la realidad, es cierto, de que la defensa de su gobierno vendrá además de la eventual desobediencia de oficiales y suboficiales dentro de las propias fuerzas armadas. Textualmente dice : “ En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación ”. Eso es lo que declara en la ahora única radio que lo apoya, la radio Magallanes. Es decir, ilusoriamente él cuenta para su defensa con tropas regulares. Pero en la realidad no era así y jamás lo sería. Cierto también resulta el hecho que gracias a la ley Carmona de control de armas, que daba poderes de fiscaçlización de armas a las Fuerzas Armadas, innumerable armamento pesado de origen soviético había sido incautado en los meses anteriores en diversos lugares estratégigos, como sindicatos controlados por la izquierda, en cloacas especialmente habilitadas y también en residencias particulares. Aquel día de la rebelión fueron cinco discursos despachados por Allende en poco más de una hora. Y hablaba bien el hombre. Eso ni quién lo ponga en dudas. Bien y bonito. Sus discursos eran grandilocuentes y magníficos, convincentes, dignos de ser constantemente interrumpidos con aplausos. Eran universales, por lo demás, pues se vio que hablando en las Naciones Unidas fue bastante aplaudido y luego provocó una ovación cerrada. Recuerdo que estábamos extremadamente molestos con aquel mentado discurso, pues conseguía burlar a corresponsales y representantes del mundo entero, para colmo personas muy inclinadas a las comilonas bien regadas pero muy poco dadas a estudiar la veracidad de las palabras.

-“Pero este tipo parece que fuera candidato a presidente, y no el presidente desastroso que es”, y esa gente de las Naciones Unidas le cree -. Recuerdo que alguien dijo esto con bastante molestia.


Es extremadamente curioso comprobar cómo esa dicotomía del discurso excelente y al mismo tiempo la inutilidad de la obra se puede dar de manera tan simple, tan descarnada. Mucho tiempo después vería el mismo fenómeno en el Perú, escuchando en las afueras de un bar de Piura al entonces presidente Alan García. Sus responsabilidades las lavaba en una suerte de discurso futurista, como si fuese un flamante candidato y no el responsable de los hechos. Allende llegaba a culpar a la Coca Cola de sus propios fracasos. Exactamente lo contrario a su sucesor, el general Augusto Pinochet, bastante flojo en el discurso, ni quien lo quiera negar, pero a la vez notablemente fecundo y acertado en las directrices, en su visión de la realidad y en la obra, contundentemente asentada en el país.. Aquella mañana de septiembre iba pasando minuto a minuto, y Salvador Allende no daba luces de renunciar de acuerdo a lo que informaba la radio. Se sujetaba mandando discursos. Es que se daba por hecho que tanto él como sus seguidores y partidarios presentarían una resistencia contundente, consecuente al discurso violento y amenazador que una y otra vez hasta la majadería habían utilizado para amedrentar a la población. También era esperable que habrían de usar la parte del arsenal oculto que no se logró localizar ni requisar por la ley Carmona del control de armas. Eso era un hecho de la causa.
Aquella mañana histórica estaba nublada y fría en la zona central de Chile, y ya nuestra casa se había convertido en un verdadero reducto de expectante atención a las noticias que venían de la radio, situados lejos de las ventanas y dispuestos a obedecer la orden no salir de las casas hasta que fuese debidamente notificado por las, ojalá Dios lo permitiera, nuevas autoridades. También se sabía que era muy posible que en los días siguientes comeríamos muy poco, debido además del desabastecimiento generalizado en todo el país, a la escena de guerra intestina que se había planteado. Es decir, aquel 11 de septiembre terminó convirtiéndose en un día feriado debido a su transcendencia, y lo sería festivo por mucho tiempo más, hasta que los políticos, ya devueltos al poder dos décadas más tarde, quién sabe si se sintieron enrostrados por el recuerdo anual de la degradación a que llegaron, en una de sus primeras actividades se juntaron y en nombre de curiosas justificativas, dejaron sin efecto la pompa de aquel día. Esa revocación convocó la voluntad de casi todos los políticos. Pero todo aquello fue después. Ahora, la presentación radial del nuevo gobierno por medio del Bando número uno de las fuerzas armadas resultó siendo algo dramático, pues su texto estaba bastante bien explicado y comprimido es sus fundamentos, y además llegaba con el primer éxito implícito : las fuerzas armadas y carabineros estaban actuando unidos en estos delicados momentos de la historia, lo que alejaba la posibilidad cierta de una guerra civil. Y aquello era sumamente relevante, pues la llamada unidad popular había amenazado hasta el cansancio con la esta posibilidad de guerra civil, con la idea bastante delirante de una supuesta lucha armada “revolucionaria”. Entonces sucedió que mientras el gobierno se aferraba más y más al poder y las fuerzas armadas lo desalojaba sin miramientos, para uno que era un joven común y corriente comenzaba de inmediato, se abría mágicamente un nuevo escenario futuro de posibilidades para hacer toda la vida que teníamos por delante. Ya todo dependía nada más que del éxito de la asonada. Y en el terreno de lo concreto : ¿ qué pasaría con los militares que estaban con el gobierno de Allende ? ¿Con el general Prats, que había colaborado como ministro del interior ? ¿Con el general Bachelet, que había colaborado en las JAP, en el racionamiento de alimentos para la población ? Ya habría respuesta para aquellas preguntas. Aunque era obvio, hubo un firme castigo militar para ellos y contaron también con la absoluta indiferencia de la población civil, debidamente enterada de los hechos por la prensa. En lo personal cuando fui noticiado de la detención de Bachelet y el exilio de Prats, me parecieron dos eventos completamente normales dentro de una revolución de esta magnitud y por causas completamente conocidas. No era por nada que fueron castigados. Había racionamiento en el país, como se ha dicho, pero lo que no estaba racionado en aquel tiempo eran los libros. Se habían publicado obras como nunca antes en la historia del país, pues la gente de la izquierda siempre atinó bien en cuanto al valor del arte y la cultura, prestigiando y dándole el valor que efectivamente merece, aunque siempre que sirva, aunque sea en algo, en una mínima medida, a sus intereses, claro. El grueso de los autores de la época eran decididos militantes de izquierda, comprensiblemente, partiendo por el flamante premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, además de dramaturgos, poetas, pintores, músicos y actores. Muchos intelectuales, o casi todos, eran también gente que abrazaba fervorosamente las ideas marxistas. Fue esta dedicación a complacer a los intelectuales, en última instancia, la que salvó al presidente Allende y a su gobierno de la Unidad Popular del desprecio y histórico en el futuro siglo debido a su pésima gestión como gobernante, al desastre que habíamos llegado. Los intelectuales, hay que reconocer, nacionales y extranjeros, fueron capaces de construir un mito a partir de la nada. Hay veces que Allende aparece como ejemplar. Ese es el mito. Construir mitos es algo que la gente de la derecha tradicional desconocerá siempre. Derribarlos, también. Ni sospecha que hay cosas e imposibles que no son algo que se consigan al contado, sino todo lo contrario : esta es una virtud reservada al arte y como sólo puede conseguirlo el arte en sus diversas expresiones. Algo imposible de comprar. Muchos años más tarde, toda una vida después, pude saber que así como la gente de izquierda es más solidaria pero se puede caracterizar también por su ineficacia para gobernar, los políticos y la gente de derecha pueden ser más egoístas, son notables por su nula sensibilidad artística, por su pereza intelectual, por la vulnerabilidad de sus convicciones y por su eterna tendencia a ceder ante la presión ajena, estériles en el ejercicio de sustentar convicciones propias. Aquella camada de artistas e intelectuales habían sido considerados, mimados y prestigiados por primera vez en todas sus carreras aquí en el gobierno de la Unidad Popular, y por cierto guardaban una entusiasta gratitud. Fue justamente este grupo, y no otro, el que devolvió y con creces, la calidad de la atención brindada por el gobierno de izquierda. Fueron capaces de construir en el curso de los años posteriores un mito universal en cuanto a la figura de Salvador Allende, dibujándolo generosamente en el imaginario histórico como un gran líder y un luchador social incansable que sucumbió ante la traición del fascismo reaccionario y del imperialismo norteamericano. Eso es lo que ingenuamente creen muchas personas. Y por el contario, se consiguió demonizar al general Augusto Pinochet y a las fuerzas armadas chilenas, construyendo sobre él un estigma de hombre déspota, sanguinario e insensible que sólo trajo dolor y una pesada y larga noche al pueblo chileno. Y esto también es lo que creeen incautamente numerosos seres humanos. Para lograr esto se necesitó años y años de noticias, crónicas, películas, libros y discursos alineantes y falseados que finalmente por cierto rindió sus frutos. Las escuelas de teatro, filosofía, docencia y periodismo de algunas universidades han sido determinantes en este adiestramiento, sin que hasta ahora consiga explicarme el por qué. Hasta sus propios partidarios del mundo político al ser militantes de la derecha fueron sucumbiendo debido a sus ya conocidas huecas convicciones. Hay ejemplos que dan vergüenza.
Una vez un personaje político que casi logró la presidencia de la república, colaborador del gobierno de las fuerzas armadas, y también autor de un ensayo que elogiaba claramente lo que el llamó la “revolución silenciosa” llevada a cabo por este gobierno, confesó muchos años después que sus hijos lo habían hecho migrar hacia una mirada bastante más crítica al gobierno militar. Al pobre hombre practicamente le hicieron llegar a creer que en algún delirio formó parte de alguna patrulla militar que se excedió con algún opositor, o que tal vez fue un centinela despiadado de presos políticos. Pero él, como la gran mayoría de nosotros, simples ciudadanos, como también oficiales, suboficiales, tropa, colaboradores y partidarios nunca participó de labores de represión ni de inteligencia. Y claramente ese fue el sector que pudo haberse excedido y que fueron envueltos en hechos debidamente visto en tribunales. Sucede que la gente de izquierda es unida y ataca en grupo : lo primero que hace es descalificar brutalmente a quien no les lleva el amén, a quien les enrostra sus históricos errores : que eres simplemente tontito, o mejor todavía idiota, derechamente ignorante, fascista o subnormal. Por ahí comienza y es lo mínimo del calibre de sus descalificaciones. También sugieren que sirves intereses foráneos, a las multinacionales, al imperialismo, a los terratenientes, a la oligarquía, a la burguesía, a los monopolios. Y lo enrostran con toda convicción, muy en serio, como si aquella palabrería fuese cierta. Quien es débil, acusa el golpe y desde luego que sucumbe : el hombre de derecha se pregunta : ¿ será que soy idiota ? ¿ Insensible ? Hoy, cuarenta años después, hay gente que se dice allendista aunque no sepa por qué. Hay partidarios del guerrillero argentino Ernesto Che Guevara, aunque tampoco sepan por qué. Objetivamente no existen obras en estos dos ejemplos citados que respalden ese entusiasmo. Los pinochetistas, en cambio, pudiendo ser arrogantes y triunfalistas, al menos orgullosos, por la tremenda magnitud de la obra realizada, hacen cualquier pirueta retórica para encubrir su partidismo y muchos políticos disimulan hasta para esconder sus raíces, tal vez para no no perder votos, tal vez para no ser tratados con una sarta de garabatos y catalogados de estúpidos, fachos, momios o asesinos. Sin embargo, nada de este comportamiento histórico antiético que se verificaría décadas más tardes, era previsible aquel 11 de septiembre de 1973. Los problemas inmediatos eran otros. Algún capital político había logrado consolidar el presidente Allende, gracias a otro acierto suyo: la estatización de la gran minería del cobre. Ese dinero proveniente del metal rojo y que fue llamado “el sueldo de Chile”, representó alguna cosa en la economía, poca cosa, pero era algo más que nada, y tal vez fue lo que nos salvó de la miseria absoluta, y se cumpliría una promesa de campaña que ahora sería una pura burla : se garantizaba a cada niño chileno una ración de medio litro de leche al día. Y se cumplió aquello del medio litro. Un mes antes de estos sucesos me había correspondido hacer una fila, desde la medianoche del día anterior, en un almacén del barrio para comprar con la libreta de racionamiento un pollo congelado. Cuando ya me faltaban pocos minutos para acceder a la compra del producto, aparece el almacenero, evidentemente allendista y me visualiza en la fila. “ Tú tienes los ojos azules, así que eres burgués. Para ti no hay pollo”. El infeliz prepotente, acomodado ya como miembro de la Junta de Abastecimientos y Precios contaba el tiempo todo, por supuesto, con protección policial, de modo que ni siquiera había posibilidades de ejercer el derecho a pataleo. De cualquier modo, por suerte conseguí a alguien que me reemplazara en la fila y no perder toda la noche de sacrificio por obtener un pollo congelado. Años más tarde sobrarían los pollos, congelados o frescos, carne de pavo y codorníz y hasta de avestruz. Pero lo que iría a ser muchísimo más difícil de enmendar, y traería consigo mucho sufrimiento, es la lucha de clases al viejo estilo marxista que había instalado el gobierno. Eso sí que daría trabajo al gobierno. Y valga hacer notar que aún en pleno siglo 21 existen políticos inescrupulosos que utilizan el recurso de culpar a los ricos de sus propios desatinos. Se suponía que la novedad era el alzamiento de los oprimidos en contra de las clases opresoras para obtener alguna cosa que nunca se llegó a saber qué era. Había canciones, murales, discursos y ejemplos de mucha provocación en las calles y colegios, en torno a aquella lucha absurda, también denominada “odio de clases”. ¿ Quiénes son unos y quiénes son los otros en esta división que implantó y generó la Unidad Popular ? ¿ Quién es burgués ? ¿ Quién es proletario ? ¿ El que tomaba whisky o el que poseía un automóvil ? ¿ Y el que no tenía automóvil pero era propietario de una casa ? ¿ O el que era muy blanco y con ojos claros ? ¿ Cómo quedaba un mapuche, que era propietario de tierras ? Se sembró el odio sin tener claros los límites, y ese fue otro gran error del gobierno de Allende. La división entre nosotros mismos que se había instalado ya no tenía vuelta atrás, y si uno no lo sabía, al menos lo sospechaba. El hombre que lucraba vendiendo los pollos racionados por el gobierno en el barrio evidentemente que no se adaptaría a él mismo instalarse con una pequeña granja avícola, ni a regatear precios a otros productores. Ya se había acostumbrado a obtenerlo todo a base de su prepotencia. Cualquier fábrica de cordones de zapatos era intervenida, requisada por el gobierno y entregada a la gestión de un interventor, obviamente amigo de ellos. No hay que ser adivino para saber qué pasaba con la marcha de esa empresa, de esa fábrica, de ese campo. Por otra parte, el objetivo inicial de la denominada Reforma Agraria, fue la de impedir que grandes latifundistas, que habían tenido un fácil acceso a las tierras en el pasado, permanecieran sin hacer producir aquellos campos, y continuaran siendo tierras ociosas aún considerando el aumento de la población. Estas tierras, de acuerdo a la ley, eran susceptibles de ser expropiadas en todo o en parte por el gobierno, y entregadas a los que la trabajaban. Sin dudas una ley inspirada en motivaciones nobles. Pero en el período de Allende la especialidad era apagar las cosas nobles, y hacerle perder su escencia, y la Reforma Agraria se transformó en un simple ejercicio de abuso de poder, en el cual los trabajadores más exaltados simplemente con el apoyo del gobierno simplemente ocupaban los campos y desalojaban a los propietarios mediante el uso de las mismas táctica : la lucha de clases, las amenazas, los insultos y la descalificación, y si esto no bastaba, simplemente recurrían a la viuolencia y ponían fuego a las casas. Y como el gobierno se preocupaba de estimular el odio de clases, y jamás de capacitar a los trabajadores, no se encontraban beneficios después del desalojo. Fue una serie de actos de matonaje que nunca generó ningún resultado positivo. De modo que pásado el odio inmediato y el desalojo del propietario, rápidamente llegaban las plagas a los frutales, si no el hacha para hacer carbón de ciruelo, castaños o higueras, mientras las piscinas se transformaron en lugar de diversión para los patos y en prolíferas colonias de zancudos. Además, la falta de atención veterinaria y vacunación a los animales, diezmó la masa ganadera. Las casas eran desmanteladas. La pobreza avanzaba, y con ella el analfabetismo, la altísimas cifras de mortalidad infantil, las bajísimas tasas de esperanza de vida, la desnutrición, y en general la cruda realidad de los índices que nos situaban como uno de los países más pobres del mundo, de los más corruptos y los más burocráticos.
Por eso que a menudo rondaba siempre la ilusión de irse al exilio para siempre, y siguió rondando por varios años más, por que la sola idea de lograr componer esta debacle en que estaba sumergida el país era algo extremadamente complicado, sin que hubiera visible algún lider verdaderamente preparado, capaz de medidas impopulares. Y mucho menos en vigencia de la democracia. Por esta razón, el escepticismo también se había hecho presente en el país. En otras palabras, claramente la situación no la iban a resolver los políticos, y peor todavía los mismos que eran los mismos que la habían provocado. Ni siquiera el país contaba con alguna cantidad de hidrocarburos en sus reservas naturales. Chile no es un país productor de petróleo. Uno como joven prácticamente no tenía nada que hacer en nuestro país, a falta emprendimientos, de oportunidades ni de clima propicio a causa de la agresividad y el odio expandido dolosamente por el gobierno de la Unidad Popular. Entonces se comprende sin ninguna dificultad que el pronunciamiento militar se hacía efectivo en medio de un apoyo popular muy significativo y que estaba harto del gobierno allendista. Esa mañana de septiembre el único que parecía defender su gobierno era el propio señor Allende, pues muchos de sus cercanos ya estaban huyendo para fuera del país o pasando a la clandestinidad. Las fuerzas armadas chilenas sabían que la insurrección y el desenlace de los acontecimientos tenía que ser muy rápido, pues no había condiciones ni morales ni logísticas para resistir una guerra prolongada. Después de los 5 discursos de Salvador Allende, por la radio se avisó a la población y al gobierno que el Palacio de la Moneda sería bombardeado por la Fuerza Aérea de Chile, conminando a que se rindieran de inmediato, entregaran las armas o de lo contrario se atuvieran a las consecuencias. El gobierno y seguidores armados respondieron a tiros la intimidación. Unos, parapetados junto a Allende en el palacio de gobierno disparaban con sendas ametralladoras a las tropas rebeldes, otros hacían la resistencia haciendo fuego desde ministerios situados al frente del palacio. Las dos radioemisoras proclives al gobierno fueron silenciadas con bombardeos a sus torres de transmisión al no obedecer al cese de transmisiones. La cosa iba en serio y nosotros recién llegamos a la conclusión de que podíamos respirar aliviados. La Fuerza Aérea bombardeó con precisión quirúrgica el palacio de gobierno, y sucedió el momento supremo en el que el presidente Allende recibió, como corresponde por lo demás, el famoso pago de Chile : no vinieron sus compañeros de los grupos armados, ni sus políticos exaltados, ni mucho menos el pueblo, y así quedó absolutamente solo en su lucha revolucionaria y en cosa de minutos se suicidó. Y lo hizo con el mismo fusil AK-47 que le había obsequiado el tristemente célebre dictador cubano, Fidel Castro. Su cuerpo fue trasladado a la ciudad de Viña del Mar, y sepultado por un puñado de familiares y sin ninguna ceremonia en el mausoleo familiar de la familia Grove, en el cementerio Santa Inés de Viña del Mar. Las Fuerzas Armadas, entretanto y en los días siguientes, buscaron frenéticamente el armamento que estaba escondido en los cordones industriales, principalmente, en las industrias Indumet, que las habían convertido en un polvorín, y rápidamente, seguramente por accions de inteligencia la búsqueda se amplió a locales absolutamente impensados. Se esperaban columnas de jóvenes comunistas alzados en armas, pero esa gente jamás llegó. Se esperó también otras tropas organizadas y al mando del general allendista Carlos Prats, pero esas fuerzas tampoco jamás llegaron, y rastrearon en diversos lugares que pudieran haber sido utilizados por los grupos extremistas armados afines a Allende. Se supo de la existencia de armamento hasta en los escondites más inauditos, por ejemplo, en el sótano de la embajada de Cuba. Eso se supo recién en el siglo siguiente, ahora hace poco tiempo, por declaraciones en un libro de un señor extremista llamado Max Marambio. Eran cerca de un millar de fusiles AK M, y una importante cantidad de lanza cohetes RPG7, y munición antitanque PG-Protivotankovaya, todo de origen soviético. Las huellas delirantes del dictador cubano estaban en todas partes avivando la repetición de su triste revolución. Mucho se hablaba nuevamente de columnas de combatientes del MIR en marcha hacia el centro de Santiago, y como ya se dijo hasta una columna del ejército comandada por el general allendista Carlos Prats. Habían, al menos en las amenazas, numerosos combatientes cubanos dispuestos a consolidar su revolución, tal vez miles, pero la verdad es que poco aparecieron presentando resistencia. Pero todas estas realidades sólo se saben después de la batalla. Mucho se había hablado, también, de la posibilidad de dividir al país en dos, Chile del norte, supuestamente socialista marxista, y el del sur, que sería liberal, una división al más puro estilo vietnamita o al modo coreano. Pero no llegaron a plantearse proyectos oficiales al respecto, sino que fueron meras sugerencias, al igual, en el fondo, que la idea recurrente de irse a vivir a otro país como refugiado político. Ya se había establecido mejor esa opción : por de pronto ella aseguraba pasaje gratuito al país de destino y sustento económico durante el primer tiempo de estadía. Y el país que hacía mejores ofertas en este sentido era Suecia. Sólo faltó en el ofertón mujer rubia incluída. No se consideraba necesario comprobar la verdadera condición de perseguido polítíco, sino que bastaba con una declaración firmada del solicitante en la cual juraba sentirse perseguido por las nuevas autoridades. Para un joven común y corriente no había muchos incentivos para quedarse en Chile. La verdad es que había una severa escasez de productos básicos, una inflación superior al 400 % anual, pero si algo sobraba en aquel tiempo, eran problemas. Para eso, se vivían delirios de los más variados géneros. Las autoridades, desde solicitar a gritos desde sus tribunas que los tenientes se sublevaran a los generales y los sargentos a los capitanes, y que eran las más exaltadas, o planteaban la hipótesis de dividir en dos el país, pasando por la supuesta construcción de utópicas sociedades felices, justas e igualitarias, pero las describían como si hubiesen sido imaginadas por niños de 10 años… o por algún pasado de copas. Pero la realidad del momento era otra. La gran mayoría de colaboradores del presidente Allende, ministros, subsecretarios e interventores se escondieron rápidamente en las diferentes embajadas que se hallaban instaladas en el sector oriente de Santiago. Curiosamente, muy pocos lo hicieron en países de la antigua órbita socialista. Suecia, España, Alemania y Francia, además de los Estados Unidos, fueron destinos muy preferidos. Bastaba ingresar clandestinamente,( tampoco eran muy custodiadas a una embajada y ya el viaje estaba armado).
Aquel día martes el palacio de gobierno es ocupado y ya al atardecer los combates cesan en el centro de Santiago, y la resistencia se traslada ahora y definitivamente a la clandestinidad. Asume en gloria y majestad el gobierno de las Fuerzas Armadas. Los cuatro comandantes en jefe que formaron la Junta de Gobierno, coincidentemente, cuya presidencia le correspondió al general Augusto Pinochet, por ser el ejército la rama en servicio más antigua del país, habían logrado una excelente hoja de vida en sus respectivas carreras militares. El almirante José Toribio Merino asumió casi de inmediato las tareas legislativas y económicas de la nación. Tanto Pinochet como Merino, así como el comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile, general Gustavo Leigh, y el Director General de Carabineros, César Mendoza Durán, fueron por cierto las cabezas visibles del flamante nuevo gobierno, pero es necesario considerar que cada uno de los miembros de las fuerzas armadas, oficiales o suboficiales, tanto activos como en situación de retiro, formaron una sólida unidad, armónica e indivisible, lo que a la larga fue fundamental para el éxito de la titánica tarea de reconstrucción del país. Es muy interesante dejar bien en claro este hecho fundamental. Ni quién les quite el mérito.
El nuevo gobierno recibió una envidiable bienvenida popular desde los más diversos sectores, aunque ya se sospechaba que la grave situación requeriría de medidas drásticas e impopulares, pero que el gobienrno tuvo la paciencia y el acierto de explicar con detalles y profusamente. Es decir, no las comprendió únicamente quien no quiso. Reducir el tamaño de la carga fiscal y del aparato estatal a la mitad es, sin dudas, una tarea extremadamente valiente y difícil en todos los sentidos, casi imposible de conseguir por la cantidad de intereses en juego, desde sindicateros a directoriales. Pero no existía otra salida, no se tenía en ninguna parte ni manera alguna de financiarlo. Al contrario del gobierno depuesto de Salvador Allende, que nunca tuvo mayoría popular en los votos, el cobierno militar encabezado por el general Augusto Pinochet sí tuvo el apoyo y el beneplácito de la gran mayoría del pueblo chileno, y por eso los partidarios de la Unidad Popular al final no presentaron ninguna defensa en serio, por el contrario, en su gran mayoría se asilaron en embajadas o simplemente pasaron a la clandestinidad. Al nuevo gobierno militar lo aplaudió también los tres ex presidentes de la república que se hallaban vivos : Gabriel González Videla, Jorge Alessandri y Eduardo Frei Montalva, y los dos primeros colaboraron por el éxito del gobierno militar hasta el fin de sus días. Casi todas las naciones latinoamericanas, europeas y asiáticas reconocieron de inmediato al nuevo gobierno de las Fuerzas Armadas, aunque no los de la órbita soviética, es claro. Y de esta forma el nuevo gobierno comenzaba con el pie derecho. Estaba venciendo cada uno de los obstáculos. Así y todo se levantaron algunas suspicacias. Dado la evidente destrucción y el estado caótico de la economía del país, dado también la efervescente y peligrosa situación social producto del profundo y diseminado odio de clases introducido por Salvador Allende, considerando, además, la colapsada organización política de la nación, la precaria situación de la salud pública, de la educación y de las inversiones públicas, hubo muchos que dudaron de la capacidad y preparación de las nuevas autoridades para llevar a cabo la colosal tarea de reconstrucción. Los militares pudieron hasta haber sido mirados en menos por los poderosos tradicionales. El parlamento, que en el último tiempo se las había llevado parlamentando mucho más de la cuenta, casi de manera francamente insoportable, con puñetes, empujones y garabatos, finalmente fue disuelto hasta nueva orden, y no huno más explicaciones. Así es que pudimos ver con verdadera perplejidad que la totalidad de las nuevas autoridades provenían del mundo militar, ya sea quienes estaban en situación activa como los ya retirados. No demoraron en aparecen los desmerecedores de siepre. En su implacable afán obsesivo de desmerecer y roer todo mérito que no provenga de ellos, en el posterior éxito del gobierno de las fuerzas armadas, no faltó quienes aseguran como si contaran con pleno convencimiento que los Estados Unidos habrían sido los arquitectos intelectuales del derribamiento del gobierno de la Unidad Popular. Como si no fuese cierto que han existido pocos gobiernos que hayan hecho tantos méritos para errar y hastiar al pueblo como lo hizo el penoso gobierno de Salvador Allende, tan pobre en aciertos, con todo un historial de incompetencia política y manifiestas equivocaciones de conducción. Estados Unidos ha sido un país muy eficiente en cuanto a sus políticas internas, más muy errático en sus relaciones exteriores, especialmente con los países más pequeños. La verdad es que Estados Unidos no tiene ni el más mínimo interés en países sin importancia. Por eso despierta tanta antipatía, si no una definición más dura y que directamente algo que podríamos definir como odio. El ladino general Pinochet, nunca se hubiera fiado de ellos, me refiero a los Estados Unidos, no hubiese estado dispuesto a depender un solo día de ellos. Como nunca se fió de la clase política. Y estuvo acertado, por que la clase política, escasa de valores morales, ha defraudado como siempre una y otra vez al pueblo. De modo que aquello de involucrar a Estados Unidos en estos asuntos no es otra cosa que una vieja y conocida táctica de la antigua izquierda.
Ya en el poder, Pinochet puso su marca, marcó la cancha y casi de inmediato mostró su incansable manera de gobernar y una tremenda disposición a solucionar los más diversos problemas y desafíos que a todo momento la situación caótica de Chile le presentaba. Esto, es fácil concluir, incomodó a los políticos tradicionales, pues todos estábamos siendo testigos de una manera inédita y extremadamente eficiente de gobernar en nuestro país, algo que la sociedad política francamente nunca pudo conseguir mostrarnos. Y si este verdadero enrostramiento de su impericia no los incomodó, directamente los ofendió.
Y, como sabemos, parece que mientras más a la izquierda estatista están situados los actores políticos, aunque sin dejar de reconocer su preparación intelectual y el hecho de que realmente sus discursos pueden ser muy seductores, paradójicamente mayor es también su fracaso en aquello que suele ser tan difícil revertir en la vida real : su pobreza de obras y su estilo negligente de gobernar. Parece que el suyo fuese un estilo suicida: siguen caminos probadamente errados. Ya en el poder parecer delirar en su modo de ver las cosas, de interpretar la realidad, yendo de tumbo en tumbo intentando en vano torcer aquella realidad. Y curioso resulta ver que aún así los sigue un grupo de obsecuentes los elogian y hasta los reeligen. Este tipo de políticos parece que llevan dentro de sí el germen de la destrucción. Parece que les incomodara de sobra que lo que hay es lo que hay, que otro haya sido el reconstructor, o esté siendo otro el realizador, y que definitivamente las utopías no se pueden plantear defraudando al pueblo. En el orden político, no hay una fecha establecida de cuándo, cómo y por qué la Democracia Cristiana chilena, ya en los primeros años del nuevo gobierno, se pasó a la oposición, y a formarla, en la práctica. Hay quienes sostienen que cuando Pinochet aclaró a los políticos, y sin discriminar las tendencias, que “ No descansaremos hasta hacer de Chile una gran nación”, se vio que la cosa venía para largo y ellos no serían considerados para esta magna tarea. Probablemente ahí fueron pasando unútil y lentamente hacia la oposición. Aquello tampoco incomodó a Pinochet, pues era claro en afirmar que él no confiaba, ni un poco, en los tan mencionados “señores políticos”, ni esperaba nada de ellos. Esto se ve reiterado años más tarde en su libro : “ Política, politiquería y demagogia”. Han pasado más de 30 años y su obra sigue ahí, presente, vigente, enmarcando la estructura del país, tal vez ofendiendo a los políticos que han vuelto a las esferas del poder, quienes la estudian minusiosamente todos los santos días para intentar cambiarla, roerla, disminuirla, hacerla desaparecer. Pero aquello hasta ahora les ha dado mucho trabajo. Gracias a esa descopmunal estructura, ahora Chile está primero en prácticamente todos los índices económicos y de calidad de vida que antiguamente nos avergonzaban. No existen actualmente ni señas de la tan temida desnutrición infantil, batalla vencida gracias también a la decidida acción del doctor Fernando Monkeberg. Ni rastros de la tan baja esperanza de vida que existía, de la intervención en la economía, de la inflación galopante, de la burocracia de antaño, de la temida corrupción que desangra hasta estos dias América Latina. Ahora Chile se ha transformado orgullosamente en el destino preferido de inmigrantes latinoaméricanos y refugiados políticos que han debido dejar sus países devastados por la corrupción, las guerras, la incompetencia de sus gobernantes y el fracaso estruendoso de la clase política. Los políticos nuestros prefieren rebajar, insultar, carcomer, degradar, destruir o ceder a las presiones antes que tomar el camino difícil que significa hacer las cosas bien. No trepidan en insultar en cuanta oportunidad tienen o se inventan al gobierno militar. Mantienen prisioneros a un grupo de militares que se vieron envueltos en actos violentos e irregulares hace 30 o 40 años atrás, cuando casi eran unos adolescentes. No se escuchan reclamos de algun politico decente ante esta situacion deleznable. Hubo jueces que se prestaron a reinterpretar las leyes e inventar figuras jurídicas para perseguir a estos militares. Hubo un oscuro juez de provincia, Juan Guzmán Tapia, apenas una minúscula sombra de su padre el poeta, que llevó la batuta de de la personificación del hombre mediocre, el hombre sin mérito, del hombre que se presta para opacar, del Sancho Panza chileno. Hay que ver como son las cosas. Muchos años después de vestirse su disfraz medio encumbrado gracias al mérito ajeno, cometió el atrevimiento de presentarse como candidato al senado de la república, sin conseguirlo, por cierto. Esto, a pesar que existen votantes chilenos dispuestos a sufragar por todo aquello que botó la ola en materia de personajes de dudosa reputación, como este juez.
En lo interno, no es necesario ser un avezado economista ni un informado ingeniero para entender que para normalizar un país en aquel estado de destrucción era menester aplicar casi únicamente medidas impopulares, y era requisito tener suficientes cojones para mantenerlas contra viento y marea hasta que se divisaran los resultados esperados, se vieran luces que el camino que se había tomado, era el correcto, aún en contra de la opinión de los políticos profesionales, que auguraban solamente fracasos en todas y cada una de las materias que fueron abordadas para aprimorarlas, y para comenzar a romper la inercia que se opone siempre a las reformas estructurales. Al nuevo gobierno no le tembló la mano, gracias a Dios, y a largo plazo los chilenos fuimos muy afortunados al comprobar que el grueso de las medidas, las de la doctrina del shock , la de la austeridad, el recorte gigante del gasto público, tarea casi imposible de realizar, y estimular el desarrollo de una nueva economía en base a las llamadas ventajas comparativas y a la iniciativa privada, fueron acertadas. Se consiguió rápidamente normalizar y comenzar a superar aquellos pobrísimos indicadores económicos de nuestro país hundido en el subdesarrollo. Frenar la hiperinflación fue otra conquista feliz. Siempre en contra de la opinión de los políticos, es claro, que para todas y cada una de las reformas, algunas de ellas sacadas directamente de las universidades e inéditas en el mundo, veian los políticos un seguro fracaso. Así sucedió que se logró reimponer gradualmente la paz social, se fueron tranquilizando los ánimos de los más exaltados de uno y otro lado, y se usó buen criterio para informar detalladamente a la población del origen de las medidas, cómo ellas actuaban y lo que se pretendía corregir. En ese sentido los ciudadanos tuvimos clases obligatorias de introducción a la economía. De paso se devolvió el autoestima a una importante rama de la defensa nacional, como es Carabineros de Chile, que había sido groseramente utilizado, sometido y vejado, Puso la proa el gobierno y se lanzó a diseñar el largo y costoso camino para sacar a Chile de la postración, del atraso y de la pobreza extrema. Otra gracia de nuevo gobierno fue su carácter inclusivo. Uno, por humilde que fuese, se comenzó a sentir parte activa e importante de la tan anhelada reconstrucción nacional. Y aquella sensación de estar formando parte activa de la reconstrucción de un país devastado, el país de uno, es un sentimiento extremadamente positivo. Me parece que no son muchos los ciudadanos del mundo que lo han experimentado. Francamente es una experiencia muy saludable, especialmente cuando uno es joven y sabe que podrá ver en el futuro los frutos de este esfuerzo colectivo. Tal vez es uno de los sentimientos más nobles que existen, pues no importa ni involucra un afán de ganancia personal en aquello. Y se torna todavía mucho más profundo cuando los hechos van demostrando que los líderes van a paso firme y sin titubeos por el camino correcto, solucionando de raíz los escollos y creando de la nada futuros ordenamientos. Esto también es una sensación muy sorprendente. Comenzábamos a salir penosamente del fondo del pozo.
Paralelamente, sucedió en aquel tiempo una situación impensada que a la larga cambiaría tal vez para siempre lo que es una versión certera de la realidad aquí narrada. Quizás en su momento debió haberse dado mayor atención : sucedió que personeros del nuevo gobierno militar encabezado por el general Augusto Pinochet fue convertido ya en sus primeros días en un blanco implacable y odioso de insultos, mentiras y distorsiones. Este hecho, que en un primer momento hasta llamaba a la risa por lo obviamente falso de las afirmaciones, algunas de ellas delirantes e inundadas de imaginación, y que se mantendría dia a dia, mesa a mes y año a año incluso hasta los días de hoy, disciplinadamente, y por cierto se acrecentaría a través de los años. Ahí, por cierto, los políticos guardaban silencio. Tal vez el ex presidente Eduardo Frei Montalva tuvo un gesto decente al aclarar la realidad de nuestro país en una carta dirigida a su amigo Mariano Rumor, en ese entonces primer ministro de Italia. El ex presidente Patricio Aylwin también hizo lo suyo, pero fueron una gota en aquel océano de mentiras. Los demás políticos nada decían ni reclamaban de aquellas infamias. La mano que lanzó la primera piedra en este sentido fue la vieja y conocida radio Moscú, en su programa “Escucha, Chile”, de la extinta Unión Soviética. Su poderosa señal de onda corta con cobertura mundial se dedicó todas las noches durante los próximos 17 años a insultar, ofender, desprestigiar y denostar a las nuevas autoridades chilenas. Hubo quienes escuchábamos aquellas tétricas historias inventadas por la radio nada más que por la curiosidad de ver cuán lejos podía llegar la propaganda soviética, dirigida por fugitivos chilenos, pensando ingenuamente que todo aquel despliege era inocuo para nuestro país. Escuchando las historias de terror aquellas en realidad uno llegaba a comprobar que la mentira, el odio y la maldad de esa gente no conocía de límites ni mucho menos de dignidad. Nunca nadie sospechó que aquella práctica siniestra lograría a largo plazo conseguir resultados concretos en el resto del mundo, primero, y en nuestro país, después, especialmente ya terminado el exitoso gobierno. Hubo en aquel entonces, un asomo de evitar la propagación de aquella antipropaganda. Se le ofreció a Pinochet por parte de empresas del rubro de las comunicaciones hacer contraataque comunicacional en el área de las relaciones exteriores, aduciendo las complicaciones que aquella campaña si se consolidaba podría traer para las todavía precarias relaciones internacionales. Y negarse a aquello fue un error. Pinochet rechazó aquella propuesta debido a los elevados recursos financieros que debían desviarse para el contraataque, los que consideró más oportuno aplicar a necesidades imperiosas e internas de nuestra realidad. Este gesto equivocado comprometió para siempre el prestigio externo del nuevo gobierno, y quién sabe si indirectamente anuló los ejemplos que se podían obtener del gobierno militar para la lucha contra la pobreza en otros países de la región. Llegó a tanto el delirio y la infamia de aquella campaña , que este autor personalmente llegó a leer, en páginas en portugués, aseveraciones de que en ese tiempo las instalaciones militares del ejército en Santiago eran ocupadas en la producción de pasta base y de clorhidrato de cocaína, entre otras drogas ilícitas. También se ha leído que aquel gobierno era inspirado en la ideología nazi, entre otras barbaridades. Muchas aberraciones como éstas se pueden leer en páginas en portugués. Imagine lo que se puede leer en páginas alemanas, o búlgaras, o rusas. Es verdad que uno no va a pretender cambiar el mundo. Pero sería interesantísimo saber quién se da el largo, disciplinado y arduo trabajo de inventar estas cosas. ¿ Qué buscan esas personas ? ¿ Qué las motiva ? ¿ Por qué una enciclopedia mundial, como Wikipedia, miente descaradamente y es controlada por voluntarios de la forma que es efectivamente controlada ? Cualquiera puede comprobar lo férreamente controlada que está esa enciclopedia “libre”. Trate de incluir una frase en aquella enciclopedia para comprobar que saldrá en poco tiempo su frase del aire. Vi insultos a Pinochet de políticos importantes de Brasil, como José Serra o Fernando Henrique Cardozo, pero ellos olvidaban que el pueblo brasilero literalmente le tiene más confianza a las máquinas tragamonedas que a ellos, sus políticos, hundidos sin vuelta en la corrupción. En Brasil, la fuerzas armadas son las instituciones con más credibilidad popular, con un 66 por ciento de aprobación. Es necesario hacer notar que en Brasil los militares no aceptan ningún tipo de juzgamientos ni interpretaciones de la ley de amnistía ni manipulaciones ni eso que se vino a llamar reinterpretaciones de actos sucedidos en la época de la guerra fría, aunque hayan algunos políticos obsesionados por llevarlos al banquillo de los acusados. Y en Brasil los partidos políticos tienen la peor imagen, un 8 por ciento de credibilidad, incluso menor que las máquinas tragamonedas, arregladas y todo. Hay quién afirma que la clase política es un gremio multinacional y que en el fondo es una sola y en comunidad de apetitos en todos los países, simplemente se siente incomodada y no acepta que se conozca la realidad, y no escatiman esfuerzos por sofocarla : es cierto : existen militares que han gobernado infinitamente mejor que ellos y de una forma mucho más decente. Ni los políticos ni los partidos han sido nunca centro de respeto ni refugios del pensamiento. Nunca han sido puntos de reservas éticas y morales. Son, en verdad, todo lo contrario : están convertidos en centros de poder, de vanidad y de articulaciones sistemáticas de intereses políticos y personales.
XXXXPues muy bien, volviendo al conflicto interno, en cuanto a la consolidación del poder, los enfrentamientos armados con el paso de los días se fue reduciendo, se encontró numeroso armamento y explosivos, pero faltó quien estuviese dispuesto a utilizar este material. Se escuchaban tiroteos durante la noche, especialmente en las periferias de las ciudades, y se veían pasar algunos detenidos en camionetas improvisadas, muchas de ellas facilitadas por civiles comunes y corrientes que deseaban colaborar con el éxito del nuevo gobierno. Hubo muchísimos ciudadanos que donaron el oro de sus argollas matrimoniales a favor de la reconstrucción, y lucían orgullosos sus nuevas sortijas de cobre que el gobierno les entregaba a cambio. Así fue como fueron designados nuevos alcaldes y suspendidos de sus funciones los regidores municipales. El almirante José Toribio Merino asumió también tareas legislativas y fue cerrada la cámara de senadores y la cámara de diputados hasta nuevo aviso. Tendría esta gente muchos años para reaprender a llevar una vida civilizada y a legislar con mayor acuciosidad a favor del país.


B A medio camino…


Luego de algunos años productivos , de exitoso caminar y de vencer una considerable cantidad de escollos, de implementar reformas estructurales de importancia y de orientar la economía hacia el mercado externo, apareció de pronto arriba de la mesa un problema de aquellos grandes. Es problema tenía un nombre bien conocido : República Argentina. Efectivamente, Gran Bretaña había sido solicitada por ambos países como árbitro arbitrador sobre cuestión de límites pendientes en la zona del Canal del Beagle. Gran Bretaña presentó aquel Laudo Arbitral a la consideración de ambas partes en 1977. A las autoridades argentinas, encabezadas por l general Jorge Rafael Videla, no les gustó el tenor de aquel documento, que en parte favorecía a Chile reivindicando algunas islas que formaban parte del litigio al sur del estrecho de Magallanes, y declaró aquel laudo, un año más tarde, insanablemente nulo. Anunció la intención final de capturar aquellas posiciones con el uso de la fuerza. En otras palabras, hacía un anuncio de guerra. La posición de Chile aún era muy desventajosa en términos financieros, además de las dificultades que podía hallarse en la compra de armamentos. En aquel tiempo, ahora se ve como una curiosidad, el producto per cápita de Argentina no sólo era superior al de Chile, sino que lo doblaba. Como se sabe, hace tiempo ya dejó de ser así. Y, en cuanto a las hostilidades, la guerra hasta se dio con fechas : 21 y 22 de diciembre de 1978, fechas que la armada trasandina haría ocupación de las islas.
Como suele suceder, de un día para otro la fragilidad de la paz daba paso a la antesala de una zona de guerra.
Las autoridades argentinas, porteñas, en su mayoría, iniciaron muy pronto su ya conocido arte de provocar. Comenzaron a montar escenarios de maniobras de guerra y simulacros de guerra a lo largo de las fronteras, de lo cual los ciudadanos comunes y corrientes éramos informados con clara perplejidad y normalmente por la prensa. También se les ocurrió en estas formas de presión cerrar las fronteras en varias oportunidades para impedir el libre tráfico de productos entre Chile, Brasil y Argentina, se informó de la expulsión de más de cuatro mil chilenos residentes en Argentina. Se realizaron ejercicios de oscurecimiento, incluso en ciudades que difícilmente podría haber sido atacadas. Puso su parte también el almirante argentino Emilio Massera, que realizó una "vigilia de armas" en Ushuaia, una costumbre medieval de tono místico. Sucedió también que cantantes populares argentinos concurrieron a los cuarteles para actuar y entretener a las tropas, y el general Luciano Benjamín Meléndez, que en la posterior guerra de Las Malvinas tuvo una destacada labor tanto en la impecable ocupación de las islas y en la honorable rendición, se lanzó esta frase respecto a la guerra con Chile : “En seis horas estamos en Santiago, tomando champaña en La Moneda y después vamos a orinar en Valparaíso.
En nuestro país, en cambio, en momento alguno las autoridades se hicieron cargo de los hostigamientos. No hubo alardes ni discursos ni apagones ni nada. El país continuó trabajando en plena normalidad. Pinochet recorría el país de norte a sur, frenéticamente. Amanecía en Arica, hacía un almuerzo de trabajo en Ovalle y probablmente dormía en Coyhaique. Una vez más, nuestras fuerzas armadas eran um solo bloque, una sola pieza, ordenadas ejemplarmente. Al contrario a todo el despliege realizados por los hermanos, en nuestro país se buscó específicamente no involucrar en nada bélico a la población civil. Fueron pasando los meses sumergidos en este clima, y las autoridades argentinas pudieron comprobar que a pesar de tanta puesta en escena, la posición chilena se mantenía fríamente inalterable : no habrían cesiones. La suerte estaba echada. Ya se sabía que la guerra estallaba en cualquier momento, es decir, en el momento en que tropas argentinas pisaran las islas chilenas del extremo sur.
A pesar de llevar muy pocos meses en el cargo, el Papa Juan Pablo Segundo, intervino directamente en esta situación, alarmado por las consecuencia que el conflicto traería. Ofreció sus buenos oficios como mediador, envió a Buenos Aires al Cardenal Antonio Samore, y la escalada logró detenerse, calmarse, o desinflarse. Habría uma nueva mediación y un nuevo laudo arbitral. Pero pasaron tres años en que los militares argentinos una y otra vez desairaron al Papa. Cuando finalmente el Vaticano presentó su propuesta, Chile, que continuaba en poder de las tres islas australes, le contestó al Papa positivamente en tres días. Las autoridades argentinas no le contestaron nunca.
Pocos años más tarde, volvería a nuestras vidas la amenaza Argentina.
En los años 80, el país ya había preparado su nueva Contitución Política, con la valiosa colaboración del ex presidente Jorge Alessandri, y el destacado jurista, Enrique Ortúzar. Y el 11 de septiembre de 1980 los chilenos concurrimos masivamente a las urnas para aprobar en un plebiscito nacional el texto constitucional y las medidas provisorias. Un 67,04 % de los ciudadanos votamos por la aprobación de la constitución, que le dió estabilidad al país, y que está vigente hasta el día de hoy, año 2014. La oposición a la aprobación de la carta fundamental la asumió el ex presidente, Eduardo Frei Montalva, y el momento álgido de esta acción opositora la constituyó la concentración popular realizada el 27 de agosto de 1980 en el Teatro Caupolicán de Santiago, con el discurso del ex presidente como corolario de la manifestación cívica. Es curioso releer, 35 años después, el tenor de este discurso, pues aquel documento em la práctica no incluye críticas a la gestión del gobierno militar ni a la conducción de éste en los últimos, ni al modelo neoliberal, y sí es categórico en reinvindicar , casi ingenuamente, las bondades de la antigua democracia, lo efectiva que era, lo pacífica que era la vida con ella, que los errores cometidos no se volverían a repetir. Reclamó lo extenso de los plazos de la nueva Carta Fundamental, que el general Pinochet podrá ser elegido para un nuevo período, es decir, para gobernar prácticamente hasta el nuevo siglo. Le faltó reclamar que los plazos de aquella Constitución eran demasiado largos como para él esperar. Por cierto, incluso reconociendo que dadas las condiciones poco favorables para él, no logró despertar el entusiasmo popular.
Los chilenos seguimos viendo realizaciones. Ya teníamos nueva institucionalidad, ya estaba funcionando la regionalización del país, se construían carreteras, puertos y aeropuertos, el metro de Santiago con más de 27 kilómetros de vías, centrales hidroeléctricas, embalses, redes de agua potable al 98 % de la población, innumerables puentes y carreteras, obras de infraestructura, se continuó estimulando las exportaciones, especialmente en el ámbito de la agricultura, las frutas, vinos, subproductos, la producción y la diversificación por cuenta de la iniciativa privada, se vieron los primeros avances en la complicada industria de armamentos : fusiles, morteros o granadas, hasta hoy, que además se exportan desde anfibios, aviones, blindados y hasta se construyen barcos de guerra. Gracias al aporte del doctor Fernando Monckeberg, se había logrado vencer la enorme verguenza de la desnutrición infantil. Otro orgullo fue reducir la mortalidad infantil, que bajó de 79 por mil con Allende al 17 por mil en 1990, y hasta hoy, que llega a menos de 9 por mil. Venía el período de reformas extructurales. Hubo muchas privatizaciones de medios de producción y servicios, y en su gran mayoría fueron una buenísima experiencia para todos. Aquí habría que hacer un reparo : otros países de sudamérica intentaron implantar con éxito este sistema de privatizaciones para intentar remontar sus precarias economías. Pero no siempre fueron experiencias muy exitosas. La verdad es que la corrupción instalada en aquellos países, (recordemos que Chile es considerado el país menos corrupto de América Latina), dejaba contratos de privatización amarrados, con sobornos ya prefijados, con períodos de explotación desventajosamente cortos, obligándolos constantemente a renegociar todas las condiciones con las autoridades políticas de turno. De esta forma, no se puede esperar otra cosa que servicios deficientes y muy escasa inversión. En general, cuando los políticos alegan que se debe estatizar tal o cual empresa, significa que ahí es donde quieren clavar sus uñas, ahí quieren instalar a sus compañeros a recibir salarios, de ahí pretenden que salga el dinero de sus campañas. ¿ O alguien cree que es por lo que planteaba Karl Marx ? Es así que se da en la práctica que una empresa privada es extremadamente eficiente en Chile, pero es totalmente problemática en Brasil, y hablamos de la misma empresa, los mismos dueños. El año 1982, el país sufrió un serio tropiezo en su economía. Hubo gran cesantía, que en parte se palió con programas mínimos de trabajo dados por el gobierno. Pero en poco tiempo ya la crisis estaba superada. Ese año de 1982 nació otro problema serio : nuevamente aquel problema se llamaba República Argentina. El presidente Leopoldo Fortunato Galtieri dio la orden de ocupar militarmente y sin ningún laudo previo la posesión inglesa de Islas Malvinas, en el atlántico sur. Y realizaron la ocupación de bastante buenas maneras, aún considerando que los ingleses en aquel momento no disponían de fuerzas militares en aquel territorio. Las amenazas a Chile no se demoraron en llegar : Hubo una arenga de Galtieri que decía “ Que (los chilenos) saquen el ejemplo de lo que estamos haciendo ahora, porque después les toca a ellos”. Y no era novedad : después de tantos años de incumplimientos de laudos, amenazas y provocaciones, que en la oportunidad del Beagle sólo se apaciguaron gracias a los buenos oficios del Papa Juan Pablo Segundo, envalentonados por el éxito de la conquista de Malvinas, nadie de nosotros, en su sano juicio, dudaba que aquellas amenazas se convertirían en realidad. Más envalentonado estaba Galtieri después de su famoso discurso de victoria lanzado desde los balcones de la Casa Rosada ante un millón de argentinos enfervorizados. Pero Galtieri y los militares argentinos habían calculado erróneamente las estrategias. Inglaterra reaccionó y anunció acciones bélicas por la recuperación de sus islas. El pueblo que vivía en aquellas islas, llamados kelpers, de orígen británico, se sentían ultrajados por la presencia de unas tropas argentinas que nadie había llamado. Gran Bretaña, se preparó para la defensa, y nosotros, por cierto, apoyamos a Gran Bretaña desde nuestro anonimato, y nos pareció como caído del cielo o una gracia divina que fuesen los ingleses los que hicieran el trabajo sucio y asumieran el costo financiero que significaba enfrentar a estos generales porteños bravucones y en lo posible retirarlos de la escena por un buen tiempo. En este sentido, hay que reconocer que chilenos de izquierda tuvieron la intención de convertirse en soldados voluntarios por argentina y se inscribieron para aquellos fines en el Consulado argentino, aunque fuese nada más que un acto simbólico.. Es bueno destacar también que a nivel de ciudadanos nunca hubo problemas entre chilenos y argentinos. El intercambio turístico siguió dándose naturalmente como tradicionalmente y año a año se da entre ambos países. Resumiendo, Inglaterra planteó batalla, ganó bajo rendición de las tropas argentinas, y los generales porteños fueron detenidos port la responsabilidad de la derrota. Se acabó el gobierno militar argentino, llegó a la presidencia el doctor Raúl Alfonsín y se firmó el tratado de Paz y Amistad con Chile. ¡ Buen trabajo, señores británicos , nos vemos en una próxima oportunidad …y muchas gracias ! En adelante, el país siguió como por un tubo, y para mí se comenzó a perder el interés de la novedad.
Por mi parte, también el año 1982 publiqué mi primer libro de cuentos, que tuvo una especial buena repercusión en la crítica nacional. Alguna vez lo releí, y no puedo dejar de sentir un pequeño desprecio por la mala calidad de la prosa. Pero se dice que aquella apreciación es normal.
Creo que hasta esas alturas de aquel siglo duró para mi lo que se llama llevar una vida normal. Un empleo, una casa, una familia, un prestigio que cuidar era una realidad que para mi comenzaba a desdibujarse. Y principalmente se desdibujaba en mi mente la facultad innata de tratar con las personas en base al interés práctico. A veces llegaba a mi oficina alguna persona en busca de algo, y al rato me daba cuenta de que yo no tenía la más remota idea que qué era lo que aquella persona quería, qué buscaba ahí, y lo único que le pedía a Dios era que se fuera lo más rápido posible.Venía llegando una inquietud mayor, la de conocer otras tierras, otros países, otras realidades, otras costumbres, observar, escribir. A pesar de estar apenas en los 28 años ya había sido tratado de viejo, viejo verde, por muchachas santiaginas nada más que por haberles recalcado la belleza que poseían. Me crecía la barriga y en las mañanas me levantaba con poco ánimo. Merecía un cambio radical. Planeamos tal vez radicarnos en Santa Cruz, Bolivia. Había mercado, como se decía. Respecto a mi primera obra, con crítica y todo, los libros no se vendían, y aquello era un tremendo traspié. De modo que decidí tomar el toro por las astas y salir de casa todos los días con una buena cantidad de libros en mi maletín. Los comencé a vender uno por uno. Entré a ministerios, juzgados, Banco de Estado, colegios, y poco a poco se vendió toda la edición de mil ejemplares. Ese ejercicio no tardaría jamás de realizarlo, hasta hoy, bien entrado el siglo 21. He vendido miles de libros en Bolivia, Argentina y Chile. Sólo en Brasil, más de quince mil ejemplares vendidos uno por uno y traducidos al portugués. Ese ejercicio de venta sí consigo hacerlo, pues es corto y rápido. Si quieres el libro, bien, si no, bien también, pero ya no hay más conversa, no hay más que convencer.Sin embargo, cuando alguien se desvía del hecho mismo de la transacción y me lleva por el camino de otra conversa, lo que a veces ocurre, yo hasta la puedo seguir en la conversa de buena forma, pero sintiendo cómo si me chupara las energías, agotándome de anticipo, y ya sabiendo que después debo retirarme a mis silencios, poniendo fin a mi jornada de trabajo. En 1984 partí a Santa Cruz de la Sierra, con familia y todo. No recuerdo nada en mi vida más alucinante que llegar a vivir a esas tierras. Semitropicales y llenas de olores, de sabores y de amores, fuimos recibidos cariñosamente por un tío llamado Carlos Rodríguez Gana, y toda su acogedora familia, radicado por allá desde la guerra de Chaco. Fueron épocas de un conocimiento asombroso, del descubrir realidades que ni en sueños hubiese imaginado, lejos de la melancolía y de la tendencia a lo morboso del chileno. Cualquier conversación con cruceños y ya salía la pregunta de rigor : ¿ Y el general Pinochet ? Muy bien, gracias, allá, gobernando, firme junto al pueblo. Y los cruceños sabían. Los almacenes y supermercados bolivianos estaban invadidos de productos chilenos, desde leche chocolatada hasta pañales descartables.. El sueño del muchacho de clase media cruceña era estudiar universidad en Chile. Cualquier emergencia médica hacía indispensable viajar urgente a Chile. Era mediados de la década de los 80 y ni siquiera existía la alimentación parenteral en Santa Cruz. Un niño o persona que la necesitara, simplemente moría de inanición, en una cama de hospital o en una incubadora. ¿ Y cuándo nos devuelven el mar ? En cualquier momento, cualquier cosa te estoy avisando. Ya habíamos cambiado.
Ya a esas alturas sentíamos orgullo de ser chilenos. Ya no eramos los miserables
de los tiempos de Salvador Allende, los hijos de otrora deprimente revolución socialista. Ahora éramos un país osado, que producía, que invadía mercados, que había desarrollado sus industrias, por ejemplo, la farmacéutica, éramos una nación que tenía autoestima. Ni puede uno imaginar cuánta gente boliviana pudo recuperar su salud gracias a lo accecible de los remedios producidos a bajos precios por Laboratorios Chile, todo un suceso en la Bolivia de esa época. Los alrededores selváticos de Santa Cruz era una maravilla de la naturaleza que había que comenzar a explorar.












Texto agregado el 11-09-2015, y leído por 98 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-09-2015 En resumen: 1. ya está comprobado que Pinochet robó al estado de Chile por diversas vías, hasta tenía cuentas en el extranjero con nombres falsos. 2. se cometieron gaves faltas a los DDHH bajo sus órdenes: personas desaparecidas (muchos fueron tirados al mar), torturados con métodos infrahumanos, exiliados, etc., etc. gsap
11-09-2015 Amo la libertad y el libre pensamiento, por lo cual me pareció importante escribir estos comentarios y, sobretodo concluir diciendo que es fundamental, leer textos objetivos, con datos duros, ir a los informes, a los estudios, etc. solo así se puede llegar a la verdad y opinar con conocimiento de causas. En Chile aún hay detenidos desaparecidos y sus cuerpos jamás serán encontrados porque hasta hoy el ejercito de Chile tiene un pacto de silencio. gsap
11-09-2015 Cuando el primer presidente democrático desde allende, el Sr. Patricio Aylwin Azócar, leyó el Informe Rettig realizo una cadena nacional de televisión y recuerdo que con los ojos llenos de lágrimas pidió perdón a Chile por los graves atropellos a los derechos humanos. gsap
11-09-2015 Cada cual tiene su visión de los hechos y me parece que cada cual debe formarse propia idea pero leyendo relatos objetivos, serios, por lo cual los invito a leer el Informe Rettig, por ejemplo, que es un documento que hace un catastro de las violaciones a los derechos humanos acaecidas durante la dictadura de Augusto Pinochet. gsap
11-09-2015 Al momento del Golpe de Estado, yo aún no nacía, todo lo que sé es a través de la lectura, reportajes y vía oral por parte de familia y amigos, entre los cuales hay personas a favor y en contra de la dictadura. gsap
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