Cuando corro hacia el viento, para embarcarme en el, para regresar al sol, el viento se mete hasta mi corazón y remueve las hojas de esos arboles donde duermo.

Mi cuerpo desnudo siente frio, mirando al infinito cielo pidiendo no sentir el frio, la lluvia cae sobre mi, hasta los huesos siento que estoy vivo, que no es una fantasía.

La duda se encarna en lobos que me rodean, buscando devorar mi esperanza, lo mucho que tengo dentro de mi, quieren arrancármelo con el frio que me recorre.

Ya antes me he encarado con la duda, corro siempre a lo alto de la montaña, sintiendo la vida de las piedras que me conducen a la cima, estando ahí abro mis brazos y en un grito que alimenta a los lobos, llamo al sol y le entrego mi corazón, que lo haga su rayo y que en un amanecer me lo regrese al sentir su calor en mis ojos, al sentir que la esperanza no tiene depredador realmente.