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¿Qué sería de la vida sin la música? No quiero imaginarlo. La música la llevo en la sangre. Lo supe desde que fui a un concierto. Tenía doce años y se organizó un concierto de rock estudiantil. Solo me dejaron ir con mis hermanos.
Los guitarristas se ven tan geniales en el escenario. Fuertes, seguros de sí mismos. Rasgan la guitarra con intensidad. Se le rompen las cuerdas, pero ellos siguen en pie.
Nací y crecí en una familia numerosa. Soy el menor de cinco hermanos. Es duro. Pero sobreviví. Me registraron con el nombre de Enrique. Ahora tengo diecisiete. Mis cabellos crecieron. Escapo de las clases aburridas durmiendo en mi escritorio o en el patio. No soporto a la sociedad. Es muy hipócrita. En la calle me conocen como “el chico de la guitarra”. Siempre voy con mi guitarra a cuestas. Y algún día deseo formar mi grupo de rock.
Hace un mes me sentía deprimido, incomprendido. Mis padres me reprochaban por tener notas bajas y mis hermanos se burlaban de mi talento, llamándome guitarrista frustrado. Eso conllevó a sentir deseos de dejarlo todo, marcharme y convertirme en un guitarrista andante. Sería genial. Tocaría en las calles, la gente me pondría monedas dentro de mi sombrero y dormiría a la intemperie, encima del banco de una plaza. El problema serían los días de lluvia. Pero como dije, las soluciones llegan cuando menos se los esperan.
Un día, en aquella época de mi depresión, fui hasta una plaza junto a mi guitarra, lamentando mi infortunio. No deseaba regresar a casa. Al final, para no llenar mi cabeza con pensamientos negativos sobre la vida, saqué mi guitarra de su estuche y empecé a tocarla con mucha intensidad.
Una mujer me vio a lo lejos. Tendría unos dos o tres años más que yo. No recuerdo su aspecto físico. Solo sé que se mantuvo a cierta distancia, me escuchó cantar y sonrió. A lo mejor me confundió con algún mendigo. Si lograba conmoverla, me daría dinero. O eso creía. Cuando terminé con la canción, ella aplaudió y me dijo:
- sos muy bueno. Deberías estudiar guitarra.
- Ya estudié - le respondí - Pero no me gustaba cómo enseñaban en el conservatorio.
- Aún vas al colegio.
- ¿Acaso no parezco un vago?
- Estás con tu uniforme
Lo había olvidado. Tenía puesto el uniforme de educación física. Es una chica lista.
- Estoy triste - le dije - todos creen que terminaré mal, que nunca progresaré en nada.
- Sí. Entiendo tu situación - me dijo la chica - yo terminé el colegio el año pasado y aún no sé qué carrera estudiar.
- ¿Y qué te gusta?
- Me atrae diseño gráfico. Pero mis padres prefieren que estudie contabilidad. Porque me conviene. Y no sé si estudiar algo que me gusta o que mis padres quieren.
- Típico. Los padres son todos iguales.
- ¿Y qué harás cuando termines el colegio?
- Aún no lo sé. Tal vez me dedique a la música. Es lo único que sé
- Me alegra que tengas definida tu vocación. Desearía ser más decidida
- Yo soy un inseguro. Ni siquiera sé si me gustan los hombres o las mujeres
- Hay gente que les gusta ambos, así como también que no les gusta nadie
- Es verdad. Entonces solo tengo que definir si me gusta alguien o carezco de sentimientos
- Un artista siempre tiene sentimientos. Por algo es artista.
Fue la primera vez que alguien me reconocía como artista. Me sentí halagado. Y más porque venía de un extraño. Por lo tanto, desde aquel día, decidí luchar para que mi familia reconozca mi talento, me apoye y se percate de que puedo llegar a ser alguien en la vida.

Texto agregado el 02-06-2015, y leído por 71 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-06-2015 Éste último me supo a poco . autumn_cedar
 
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