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La Parábola del Estafador y la Musa

La capacidad de juzgar los hechos tomando una parte por el todo provoca que determinadas circunstancias dejen de ser inobjetables para ser subjetivas. Los mecanismos dialécticos que se utilizan para defender algo que ha caído en esta categoría no conciernen ni a la metafísica ni a la adivinación. El uso de la razón pura impera... o a lo menos debería hacerlo. Empero, transitando la misma lógica, el dilatar la perspicacia a niveles siderales hasta lograr la exención de conciencia otorga la inmunidad necesaria para mentir sin escuchar el murmullo de la circunspección tras los pasos de aquella mentira. Es menester recurrir a estratagemas cada vez más complejos para persuadir receptores cada vez más escépticos. Verosimilitud, ese es el término.

El Tren...

El episodio en la estación llegó a afectarlo tanto que el tiempo en el tren fue sólo una circunstancia incuantificable que pasó desapercibida a su noción del tiempo. Estuvo ahí, en medio de sillas que para él únicamente representaban objetos amorfos sin ningún valor o utilidad. Flemático, vertical, sólo ocupado en su disertación interna sobre aquello que había visto y que, al parecer, fue limitado sólo al acto por los demás mientras que para él fue una señal, un signo en que coexistían la claridad y la confusión en proporciones análogas. Aquel corcel, desproporcionadamente grande, irremediablemente iracundo, insoportablemente fuerte, había encontrado en el ambiente el oxigeno necesario para respirar por si mismo, dando paso a la insurrección, destrozando todo a su paso en su motín, llegando a la misma estación, atravesando con sus furiosos cascos nudos de gendarmes y puertas giratorias. El pánico fue una epidemia que se instaló en la estación mientras duraba la caótica escena. De un tren, que venía de un poco más al sur, descendió un hombre con un pequeño maletín de cuero. Su pasmosa tranquilidad en medio de esa convulsión humana llamó la atención inmediatamente, hasta el caballo mismo pareció calmarse un poco y concentrase en aquel hombre. Sus pasos, algo anquilosados por su misma cautela, eran firmes, pertinentes, como si cada uno fuera dado a conformidad de los que estaban presentes, como si todos los estuvieran dando por él. El caballo, a pesar de su momentánea parálisis, conservaba el brillo devastador en los ojos. El hombre se detuvo y de su maletín extrajo una pequeña flauta de madera. El animal, visiblemente atraído por la pasividad del único que parecía no temerle, se acercó a éste relinchando de forma amenazadora, amedrentando a todos los presentes, menos al objeto de sus pasos, quien se limitó a acercar la flauta a sus labios y a soplar despacio algo como...

Re-do-sol-re-si-do-fa
Re-do-sol-re-si-fa-fa
Re-do-sol-re-fa-fa-fa
Re-do-sol-fa-fa-fa-f a
Re-do-fa-fa-fa-fa-fa
Re-fa-fa-fa-fa-fa-fa
Fa-fa-fa-fa-fa-fa-fa
¡Faaaaaaaaaaaaaaaa!

La última nota, la más prolongada de todas, causó un efecto inmediato en el animal, que no sólo dejó su cólera sino que sucumbió ante el encanto del flautista y se dejó montar de éste, quien sonreía y se alejaba por la puerta destrozada en medio de la ovación de los hombres y los suspiros de algunas mujeres. Al salir, sobre el caballo, todos comentaron por algún tiempo su proeza, pero la rutina que secundó a esta reacción dio visos de que para todos fue sólo una anécdota más, un suceso sin relevancia alguna cuya única consecuencia fue un pequeño atraso en el orden de las salidas. Pero para él, que lo había observado todo desde su silla, esto fue algo que predestinaba su futuro, una metáfora a la que en el momento no podía hallarle significado pero que ocupaba su pensamiento infatigablemente.
La llegada a la estación final fue para él un tanto simbólica. Daba por vencido su plazo para deducir lo que esta experiencia le habría dejado y para razonar sobre su utilidad. El tren se detenía con lentitud mientras a sus ojos se iba mostrando una edificación de madera, ligeramente descuidada, pero llena de imágenes que se le hicieron familiares. Tantos rostros, el humo de la locomotora que se mezclaba con la neblina que aún no se difuminaba, tantas personas, tan sumergidas dentro de sí, nadando en quién sabe qué fosas en la cabeza, tantos mundos, tantos destinatarios, ¡tantos destinatarios!... bajó las exiguas escalinatas y aterrizó en el maderamen mientras sentía que dentro de él algo se procesaba.

Estación Final...


Pensó casi en voz alta todo esto y se quedó en medio de la plataforma de llegada mientras ráfagas de personas bajaban y subían interminablemente. Todo estaba en continuo movimiento, tanta fluidez y efervescencia parecía asfixiarlo. Tomó asiento en una banca que se encontraba no muy lejos del lugar en donde estuvo todo ese tiempo. Entonces se distrajo levemente de su descubrimiento y pensó en su inquilino, en la discusión que habían tenido el día anterior, antes de él marcharse al sur, a arreglar ciertos asuntos, recordó la forma en que el inquilino prometió no pagarle si él no mejoraba la apariencia del lugar, recordó como había explotado, la rabia que lo invadió, recordó la bofetada y la sentencia que sobre el inquilino había dejado caer, gritándole que si a su regreso no tenía el dinero se iba a arrepentir, recordó el rostro de los vecinos entrometidos, su aparente solidaridad con el inquilino que se negaba a pagar, todos son igual de incumplidos, pensó en ese momento, todos son unos miserables inquilinos que se niegan a pagar. Se vio recordando tantas cosas que quedó tan exhausto que en poco tiempo se quedo dormido casi que desparramándose a lo largo del banco.
Al despertar creyó haber olvidado todo en lo que invirtió las horas recién pasadas. Lo hizo sobresaltado, totalmente extraviado, ajeno a todo lo que se movía a su alrededor. Miraba para los lados en busca de algo que lo ayudara a hallarse, entonces, de soslayo, vio una silueta tan bien delineada que se le hizo ultraterrena. Al fijar su mirada en aquella forma pudo notar que era una mujer, una mujer delgada, blanquisima, garbosa y de pelo negro, fatalmente negro.

La mujer, que notoriamente poseía algo tan particular que escasamente le cabía el adjetivo mujer, estaba a tantos metros sobre el nivel de la tierra, y de los demás humanos, que él la vio tan lejana e indiferente a sus capacidades que se entristeció antes de intentar hablarle. Sin embargo recordó entonces los instantes pasados y las conclusiones a las que había llegado. Sonrío. Casi pudo ver las consecuencias de lo que ahora estaba a punto de intentar. Sonrío con más ganas al sentir algo en su bolsillo derecho y constatar que era el antiguo reloj, legado de innumerables generaciones, que le había dado su padre al marcharse de casa. Con más agrado aún constataron sus ojos ese irresistible brillo dorado que lo cegaba. Esta es mi flauta, pensó.
Tomó el reloj sus dedos y le tocó ligeramente el hombro a aquella mujer.
- Creo reconocerte, le dijo mirándola tranquilamente, pero seguramente no te acuerdes de mí. Nos hemos visto en otros lugares, bajo otros cielos, y, por favor créeme, me reconforta tanto volver a verte que te he traído un pequeño regalo desde mi mundo.
Le pasó el reloj y la mujer al mirarlo dijo fascinada – es hermoso, es lo más hermoso que he visto- y le sonrió. A su vez él estirando la mano le dijo –mucho gusto de nuevo, me llamo Antonio- y besó su mano suavemente mientras casi se podían escuchar sus risas por dentro – la tengo- pensó. Luego...
- ¿Sabes qué te he dado?
- No.
- Tiempo.
- ¿Tiempo para qué?
- Tiempo parea conocerme nuevamente.
Ella, sorprendida, sonrió algo apenada ante la atrevida insinuación del hombre. Quien luego, sin decirle nada, la tomó de la mano y la condujo fuera de la estación. No podía creerlo, él, quien nunca había tenido ninguna clase de éxito con las mujeres, ahora llevaba a la más bella de todas sólo por haberle mostrado un reloj.

- Mucho gusto en conocerte nuevamente – le dijo la mujer siguiendo el juego- Me llamo Mariana.
- Estás más hermosa que antes, por eso te daré más tiempo.
- ¿Tiempo para qué?
- Tiempo para besarnos.
- Atrevido.
- Si soy atrevido ¿por qué permites que me acerque?
Y Antonio llegó a estar tan cerca que efectivamente la besó.
- Ahora te puedo dar más tiempo aún.
- ¿Más tiempo para qué?
- Más tiempo para llevarte a mi casa.
- Atrevido
- Si soy tan atrevido ¿por qué no le pides a taxista que pare y te bajas?
Antonio ya tenía todo controlado, al fin estaba plenamente confiado de sí mismo. Sólo le preocupaba que su inquilino estuviera en ella, eso dañaría todo lo planificado. Al llegar al edificio subieron los cuatro pisos dándose besos y al llegar al suyo un hombre, que bajaba apresuradamente, casi los devuelve rodando hasta el primero. Antonio no le prestó atención al hecho y abrió la puerta.
- Entra, Mariana.
- Gracias, es linda tu casa Antonio.
- Ahora es de los dos – le dijo sonriendo- siéntate.
- ¿Vives solo?
- Ehhh... sí – dijo Antonio al constatar que su inquilino no había salido a decirle que no le pagaría hasta que no pintara las paredes, cosa que siempre sucedía después de un viaje.
- ¿Ahora qué me darás? – le preguntó Mariana quitándose los zapatos.
- Ahora te daré tiempo para llevarte a mi cuarto – pero en eso Antonio recordó que su pieza estaba realmente desordenada y que esto podría sacar del encanto a la mujer. Entonces decidió llevarla al cuarto de su inquilino, que siempre permanecía impecable.
- ¿Ahora me darás tiempo para acostarme supongo? – le dijo la mujer tocándose los labios.
- Sí, claro que sí.
- Creo que tomaré ese tiempo – dijo Mariana mientras se acostaba y arrastraba consigo al ahora estupefacto Antonio. Esto era más de lo que él esperaba. Los dos se acostaron y en poco tiempo estaban desnudos, húmedos, muy húmedos, mojados, demasiado mojados.
- Estás sudando demasiado.
- Entonces te daré tiempo para secarme
- Hablo en serio.
- Espera yo me seco entonces – dijo Antonio tomando su camisa que reposaba a su lado. Al terminar de hacerlo se la dio a Mariana quien gritando sorprendida se la tiró de vuelta.
- ¿Qué pasa?
- ¡Sangre!
- ¿Dónde?
- La camisa.
- ¡Por Dios! – Gritó Antonio al tiempo que Mariana se arrastraba por la cama descubriendo que estaba empapada en sangre, al igual que Antonio, al igual que la cama, en la misma medida en que toda la pieza lo estaba. Siguió arrastrándose hasta el otro extremo y, previsiblemente, terminó cayéndose. Al hacerlo aterrizó sobre algo blando.
- ¡Un muerto! – Antonio corrió a asomarse.
- ¡Oh por Dios! Es Manuel.
- ¿Quién es Manuel?
- Mi inquilino.
- ¿No me dijiste que vivías solo?
- ...
- Ahora te voy a dar tiempo yo a ti. Te daré tres segundos para que me expliques todo esto, entonces comenzaré a gritar.
Entonces Antonio recordó la escena del caballo, su reflexión, su conclusión. Recordó al hombre bajando apresuradamente por las escaleras, quiza bañado en sangre, recordó los besos que los distrajeron de tomar en cuenta ese pequeño detalle. Recordó el rostro desafiante de los vecinos mientras discutía con si inquilino, los besos al entrar al cuarto, un cuarto visiblemente ensangrentado, un cuarto en el que cualquiera hubiera notado lo que en él había pasado, cualquiera menos él, quien estaba tan distraído con Mariana que no notó lo imposible de no notar. El sofisma, su lección del día, su brillante deducción, también pasó por su cabeza. Pero ya habían pasado más de tres segundos y se encontraba rodeado de vecinos que murmuraban señalándolo, pasaron unos segundos más mientras sintió que alguien lo esposaba y que era arrastrado hacia una patrulla, entonces, vio a Mariana, la mujer que lo distrajo de todo. Llegó al asiento trasero de la patrulla mientras pensaba, con algo de remordimiento, que el único sofisma había sido esa mujer. El policía arrancó y para la gente del lugar esa fue sólo una anécdota más, un hecho irrelevante que sólo significaba dos habitantes menos en el edificio.

Texto agregado el 27-09-2002, y leído por 503 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
28-11-2002 te felicito pues tienes un lexico muy amplio pero talvez podrias ser mas claro y especifico,ya que resulta complicado comprender , pero el cuento es muy bueno missmakmilo
03-10-2002 Muy complejo y algo confuso el comienzo, pero al leer todo el texto es claro porque lo pones ahí, me pareció muyy bueno. alegutis
29-09-2002 !Que estratagema tan complejo! muy inteligente y raro... muy bueno. exterminador
 
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