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Obligado a cuidar el árbol se sienta frente a él.

A veces su color verde me causa tanta melancolía que me impide la tranquilidad. Desgasta senderos pastosos hasta su banca frente al árbol. Detrás el agua fluye, pero sin ruido. Sentía la presencia del árbol y sin quererlo, le temía. Temblaba con una absurda impotencia, tres horas después se iba.

Tengo cinco minutos esperándolo, hoy se ha tardado. El disfrazado paisaje imponía una oscuridad notable, nadie venía, quizás por miedo, quizás por el gran y temible árbol que tornaba su aura negra cuando su cuidador llegaba.


Durante años ha venido y fumado sus cigarros, no hace otra cosa. Se sienta y observa al árbol fumando, el jardinero es quién en realidad lo cuida. Él solo le hace compañía.

Nunca había ido a la universidad, no salía del pueblo, incluso no tenía amigos. Solo tenía al árbol y por eso lo visitaba todos los días por la tarde. Pasaba sus tres horas observándole, casi rogándole las palabras. Siempre puntual, llegaba y se iba a una hora exacta. La mirada tranquila se contrarrestaba con la abrumada corteza del agotado tronco.

Nadie que lo haya visto conocía en realidad la verdadera razón de su sistema, nadie excepto yo. No tengo otro tipo de relación con él que no sea la del trabajo. Sabía que salía e iba al parque todas las tardes porque tomabas el mismo transporte para regresar del trabajo. Pero no quiero ahondar en mí, yo no soy importante en esta historia.

Para explicar su historia, necesito contar lo que él me dijo en una fiesta del trabajo después de algunas copas. Me retornó a un lugar hace treinta años, cuando él tenía seis. El parque en el que se encontraba el árbol aún no existía como tal, pero el árbol sí. El árbol lo había sembrado su padre cuando joven. Me dijo que su padre era excepcional como persona pero nunca tenía dinero y eso lo había acabado.

No quiero ser muy subjetivo, solo digo lo que él me contó. Su padre era una buena persona que explotó emocionalmente; una tarde mientras jugaba con su hijo en el baldío más cercano, hoy el parque, decidió quietarse la vida colgándose de la rama más alta, todo frente a su hijo.

A mi mente llegó la imagen de un sujeto con una cuerda en el cuello, colgando del árbol, con un niño pequeño mirándolo desde abajo, preguntándose qué sucedía. Y así fue. Él no lloró nunca desde ese día, no porque no haya querido, no puede.

No sintió nada cuando su padre murió, pero lo quiere sentir es por eso que todas las tardes va a visitar ese árbol dónde hace veinte años regó las cenizas de su papá.

Lo visitaba todas las tardes esperando sentir la tristeza que en ese momento no pudo sentir, tratando de sentirse menos culpable de algo que no fue su culpa.

Yo me interesé, no por él sino por la historia, comencé a venir una vez por semana, hoy vengo tres, aunque no siempre me quedo las tres horas, y no siempre son tres veces a la semana. Hoy vine, pero él no llega.

Desde ese día de copas, él me habla más a menudo y en ocasiones me cuenta cosas a la hora del almuerzo, pero no me siento su amigo. De hecho, no es divertido estar con él, tampoco cómodo, su apariencia, a pesar de limpia, es sombría y temible, tal parecía que había tomado la personalidad del árbol que visitaba. Él recordaba nuestra plática en aquella fiesta, por lo que me actualizaba sobre el tema. En ocasiones, pues no hablábamos todos los días, me decía que pensaba dejar de ir a aquel árbol, unos días después lo veía con absoluta tranquilidad en aquella banca.

Hoy no llegaba, había pasado ya media hora, pensé en retirarme. Como ya era costumbre, el parque estaba solo a esas horas pues todos temían al tipo que solo se sentaba a mirar al árbol. Caminé hacía la calle para tomar el autobús, decidí rodear el árbol para llegar más rápido, fue entonces que lo vi.

Añoraba las lágrimas desde pequeño, no porque quisiera llorar, sino porque no quería seguir sin sentir nada, quería saber porque no había sentido nada cuando su padre se suicidó. Hoy no estaba en la banca, no se adueñaba del árbol como de costumbre. Sus piernas colgaban, se movían como un péndulo, jalado con una cuerda por el cuello desde una rama, quizás la misma que jaló a su padre hace treinta años, pensé. Pero no sentí tristeza alguna por su muerte, él sonreía, y una pequeña lágrima estaba colgando de sus cansados ojos.

Texto agregado el 13-05-2015, y leído por 64 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-05-2015 Excelente narración . autumn_cedar
 
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