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Hubo una vez un jarrón de horrible color verde lagarto que cayó en desgracia desde el mismo momento en que salió del horno. La prueba de un nuevo esmalte había sido tan desastrosa, que el impacto que causó en el pobre ceramista le dejó de recuerdo un puñado de canas que envejeció su negra cabellera y le quitó de un plumazo toda intención innovadora en cuanto a nuevos esmaltes.
El hombre, triste y abochornado, se devanaba los sesos sobre lo que habría podido fallar pero a su mujer le faltó tiempo para recriminarle con su acritud acostumbrada:
- ¡Tú y tus nuevas ideas! ¡Cuánto dinero malgastado! Ya te dije que no saldría bien, a ver ahora que hacemos. Por lo pronto quítalo de mi vista inmediatamente, me molesta. Mira, se me ocurre que será el regalo de boda para tu sobrina.
- ¿Pero qué dices, mujer? ¿Cómo le vamos a hacer semejante regalo? Lo mejor será que lo rompa y me olvide de mi torpe experimento.
- Eso, eso, malgasta lo poco que tenemos. Eres un desastre. Ya me lo decía mi pobre madre que en gloria esté, no te cases con él, ese nunca te dará lo que te mereces. Menos mal que tu pobre hija me tiene a mi. Ya me encargaré yo de sacar buen partido de ella aunque para ello tenga que quitarme el pan de la boca. ¿Que no ves que ella será el sustento de nuestra vejez, zopenco?
Fue así como el jarrón de horrible color verde lagarto se convirtió en regalo de boda acatando la voluntad de la codiciosa esposa. Como nadie podía soportar su horrible verde presencia el jarrón fue pasando de mano en mano causando una sensación tan nauseabunda como la del lagarto cuyo color recordaba inevitablemente.
Al verlo las novias gritaban, las madres de las novias blasfemaban y el jarrón de horrible color verde lagarto no tenía nunca una ubicación fija. Sin embargo, a nadie se le caía de las manos y si alguien procuraba romperlo como por descuido comprobaba asombrado que era extrañamente resistente.
El tiempo fue pasando y al fin llegó el esperado día de la boda de su hija. La mujer del ceramista estaba alterada, nerviosa, tan inquieta que la hija le decía:
-Pero madre ¿no está contenta de verme casar?
-No es eso hija mia, perdona. No sé lo que me pasa, es que tengo el presentimiento de que algo puede salir mal y deseo con todas mis fuerzas que todo sea perfecto el día más importante de tu vida. Estoy muy orgullosa de ti, te vas a casar con un hombre muy importante, de muy buena familia y me moriré de vergüenza si no estamos a su altura.
La hora de la ceremonia se acercaba y mientras acababan de acicalarse llegó un ultimo regalo. Era de la sobrina de su marido y la mujer del ceramista se acordó de repente del jarrón de horrible color verde lagarto que regalara hace tantos años y palideció de pronto. Pero no, era un hermoso jarrón de cristal de Bohemia, caro y elegante que devolvió la tranquilidad a su conciencia.
Al cabo del tiempo la mujer del ceramista enviudó. Vieja y sola, medio ciega y desvalida tuvo que cambiar forzosamente de residencia. Su querida hija era ahora una mujer importante, demasiado ocupada para cuidar de ella por eso le había buscado una residencia estupenda solo para gente selecta, carísima, con vistas a la sierra, que contaba con una decoración exquisita y un personal muy cualificado.
Una enfermera de aséptica amabilidad le acompañó a su habitación. Cuando se quedó solar se acercó al amplio ventanal con los pasos tristes y sin ganas de levantar la vista del suelo se sentó en el cómodo sillón de diseño. En ese momento sonó el teléfono.
Cuatro horas más tarde encontraron muerta a la mujer del ceramista. Estaba recostada en el sillón con el auricular en la mano y una extraña mueca en los labios. El único testigo de tan fulminante suceso fue el jarrón de horrible color verde lagarto brillando desafiante sobre la mesilla de noche.

Texto agregado el 20-05-2003, y leído por 413 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-05-2003 Este cuento la verdad que no me gustó. Hay una parte que no le veo sentido. Elisa le propone a su esposo que le regale el jarrón a su sobrina, este le responde que no porque es muy feo, ella lo reta y le recuerda que su madre le advirtió que no se casara con el y que ella misma se encargara de sacar adelante la hija de ellos y le señala que ella (la hija) será el sustento para la vejez. De ahí deciden reglarle el jarrón a la sobrina. Creo que la hija no tiene nada que hacer ahí, estaban discutiendo si le regalan o no el jarrón a la sobrina y de repente sale la hija en el tema. Otro punto que no me gustó fue el final. Me parece poco convincente al muerte causada por el jarrón, además que es bastante predecible. E aquí mi humilde opinión. Saludos. andes
20-05-2003 Me cautivó el alma de ese jarrón. Una historia viva... Máxime que yo he sido ceramista y luchado con los esmaltes. saludos Alejandra AlejandraCV
20-05-2003 Ahora si me gusto y lo entendí. Te cuento en el foro estamos haciendo un cuento comunitario, unete. Sagitadei
 
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