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La marca de Alfonso

Jorge Cortés



Pues sí me marcó, Marito. Tú no lo conociste, pero igual habría quedado en tu ánimo, estoy seguro. Fue una persona que mantenía la sonrisa constante; la propia y la de quienes le rodeábamos. Al menos las veces que lo vi, parecía que nada era capaz de ensombrecer su inmutable buen humor.
En la UAM le hicieron su homenaje, alumnos y maestros parecieran haber tenido la misma imagen que tengo yo en cuanto a su humanidad.
Sí, Marito, ya se que no hay gente mas buena que los muertos, se que sus cualidades se hacen descomunales y sus defectos parecen desaparecer. Yo no tuve la suficiente convivencia para hablar de esas virtudes o de sus vicios, pero lo que me tocó de él, me hizo ver que era un tipazo, tú también le habrías querido.
Alfonso fue el segundo esposo de Margarita, la prima de mi mujer, también de él era su segunda vuelta; tenían un hijo de Margarita, uno de él en sus primeros matrimonios, y dos de ambos en ese segundo matrimonio. Me acuerdo un día en una reunión familiar, la gente adulta estaba platicando en las mesas del jardín, y los niños corrían y hacían lo que querían. El mas pequeño de sus hijos, de pronto llegó a nosotros, tendría unos cinco años, escurría agua por todo su cuerpo, y brotaba sangre profusamente desde sus labios; se había caído en la alberca. Alfonso, sin perder la sonrisa, limpió la sangre del chiquillo con una servilleta, cohibió la hemorragia durante unos minutos y lo mandó a jugar de nuevo; mientras el niño corría hacia sus amigos, Alfonso nos decía, con ese humor que nunca abandonó: “Le digo a Márgara que hagamos otro, éste nos salió medio pendejo”, siguiendo la exquisita y divertida charla que siempre tenía. De ése mismo niño, recuerdo otra anécdota; un día cuando era muy pequeño y era “hora de su leche”, todos esperábamos la típica escena del biberón hervido, la preparación de la fórmula, etc. Y vimos como Alfonso sacaba un litro de leche de esas, envasadas en cartón y de ahí la vertía directa y suavemente en la boca del bebé, como llenando un recipiente. Podría pensarse con eso que Margarita y Alfonso eran unos seres deshumanizados, ¡como es posible que se trate así a un bebé de un año! , pero la verdad es que siempre fue un padre estupendo, tremendamente cariñoso a su manera.
Es muy probable que su formación de médico veterinario lo haya hecho así, ver a sus hijos biológicamente como cachorritos, evitando las complicaciones que nos hemos formado con los avances y la modernidad. Tenía su clínica allá por Desierto de los Leones, también era una clínica sui-géneris. Empleaba a sus alumnos de la Universidad y les trataba no como aprendices, sino como iguales; les imbuía una confianza que le regresaban con gran empeño. En la cuestión financiera también era un tipo de lo más campechano, no había un control real de lo que se erogaba al consultorio, él confiaba plenamente en sus muchachos. “Toman su parte y me dejan la mía” les decía, con un afán social impresionante. Lo suyo no fue nunca la acumulación, siempre hubo una real consecuencia entre su decir y su hacer.
Él venía de una familia de actores, y por un tiempo también anduvo en eso, pero a mi ya no me tocó verle, aunque ya sabes Marito, su hermano es uno de los que salían en casi todas las películas de ficheras y albañiles, ahí como lo ves es un gran actor aunque esté encasillado en lo cómico; su mamá también era actriz de carpa y luego de teatro, murió hace no mucho. Yo ya lo conocí siendo veterinario, la primera vez que fui a su casa, comencé a notar que clase de ser era. Me llamó mucho la atención la arquitectura, pero mas me impresionó, cuando me comenzó a platicar como la habían construido entre él, Margarita y sus hijos. Desde armar varillas, mezclar y colar el concreto, pegar tabiques, soldar estructuras metálicas, poner pisos, todo, todo, todo lo habían hecho con sus propias manos, y de verdad que había un sabor riquísimo en esa casa, donde habían detalles como escotillas y ojos de buey de viejos barcos en desuso, haciendo las veces de ventanas , pisos de madera, desniveles exóticos, arcos de medio punto en lugares insospechados todo en una disposición verdaderamente agradable . Tenía una colección envidiable de música barroca y clásica; en eso si había el gusto de acumular, era un melómano irremediable.
Sus orígenes eran pobres, había una anécdota que él mismo contaba con un sabor incomparable, trataba de la primera vez que se subió a un avión.
Margarita, que es psicóloga, se había ido a París a hacer una maestría, entonces sólo había tres hijos que se habían quedado en México, con Alfonso. Después de mucho tiempo, pudieron irla a alcanzar. Era un viaje con muchas escalas, esa tarifa económica los llevaría a Dallas, a Nueva York y a Islandia antes de llegar a Francia. Su hermano, mas versado en las cuestiones del viajar, le había indicado: “Sus lugares no están reservados, van sujetos a espacio, de manera que hasta no estar sentados en el avión no es seguro que se vayan, eh?” Alfonso no hablaba inglés, de manera que en la primera escala efectuada, se bajaron del avión, abordaron el siguiente, y tomaron sus lugares. Varias personas de la aerolínea pasaban y le decían algo incomprensible, le señalaban el boleto, y le mostraban la salida del avión; pero el decía: “ ni madres yo no me bajo!, ya tenemos nuestro lugar, no nos movemos ”, tuvieron que traer a un traductor, para explicarle que habían tomado la conexión equivocada y que estaban a punto de perder el avión que les correspondía. Después, ya en el avión correcto; les asignaron asientos muy separados, y como iban muy escasos de dinero, Alfonso les advirtió a los hijos que no fueran a pedir nada, que se aguantaran el hambre y para la sed solo pidieran agua, de modo que cuando las sobrecargos pasaron a servir la cena, los volteaba a ver con cara de “ no vayan a pedir nada!!! no traemos dinero...” Ese era el sencillo de Alfonso, lo contaba de una manera genial, te digo que te habría caído excelente.
Ya estando un tiempo en París, Alfonso encontró la forma de llegar a alguna Universidad y especializarse en Cirugía de perros, o algo así. Un día que tenían que reducir una fractura de hueso de un perro, el profesor en turno, se quejaba de que no estaba listo el dispositivo para entorchar el alambre que usarían para tal efecto, ya con el animal dormido y la exposición de los fragmentos de hueso realizada. Alfonso salvó el caso y después recibió un reconocimiento público. Fue el ejemplo de ese “ingenio del mexicano” que muchos dicen existe. Esterilizó rápidamente una alcayata, y procedió a entorchar el alambre al estilo de los albañiles, cuando fijan las varillas de los castillos y las trabes. La impecable técnica, bien conocida por Alfonso, sorprendió a los franceses, que desde entonces la usan como una alternativa al dispositivo propio para tales casos.
Mucho tiempo después, y mientras colocaba unas duelas en su casa, se le inflamó alarmantemente una rodilla, Margarita lo llevó al hospital, para ver de que se trataba, y ya no le dejaron salir, tenía muy obstruidas unas arterias y estaba apunto de un infarto fulminante, lo que son las cosas, ¿no Marito?, Llegar por una rodilla hinchada y quedarse a una operación de corazón a cielo abierto. Pues al otro día de la cirugía estaba echando un relajo que nadie hubiera creído lo que le había pasado Y a los pocos meses lo vimos en su casa que estaban construyendo también ellos allá en Morelos, a la orilla del río. Trepando como chiquillo en los árboles para bajarnos uno mangos de su huerta, y saliendo de ahí como alma que lleva el diablo, cuando perturbaba un avispero que no había visto allá arriba. Era divertidísimo; de los seres mas inventivos y sencillos que conozco. No terminaría de contarte las puntadas que se alcanzaba, pero bórralo de la lista, Marito, no irán con nosotros... ésta vez no pudo burlar a la huesuda; un colectivo lo atropelló con todo y motocicleta, ya muy cerca de su casa, no traía casco el buen Alfonso. Margarita está inconsolable, se llevaban increíble.
Nosotros posponemos el viaje unas semanas, Marito, pero por allá nos veremos, primeramente Dios., lástima que ya no lo conociste.

Texto agregado el 03-09-2004, y leído por 122 visitantes. (0 votos)


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