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El día transcurría perezoso y Emilia Cruz decidió dar un paseo por los jardines de la enorme hacienda de su tío donde vacacionaba por unas semanas. Mientras se inclinaba para acariciar una rosa, se acercó Carl Rulmar, un vecino de la hacienda próxima.
- ¡Hola! ¿Cortarás una rosa para adornar tu recámara? - Dijo Carl con voz dulce.
- Las rosas no son para adornar las habitaciones, ellas pertenecen a los jardines.- Respondió Emilia con la misma dulzura que habló el gentil hombre.

Los jóvenes conversaban casi todos los días. Eran pocas las distracciones del lugar, y se entretenían intercambiando opinión sobre libros, música, arte y otros temas. Así, el romance comenzó a anidar en el corazón. El asueto terminó, mas el amorío continuó por un tiempo, sin embargo, después de varias desavenencias, la relación terminó, y cada cual siguió su camino.

Pasaron varios años y Emilia no supo nada más sobre Carl. Ella tuvo que mudarse de su país natal y estableció residencia en Bélgica, no obstante, viajaba constantemente por el mundo. Un día, estando en Victoria, British Columbia, visitando el Butchart Gardens, oyó una voz a sus espaldas, la cual reconoció de inmediato como la de Carl Rulmar. Se volteó con rapidez y vio a un hombre que lucía más envejecido de lo que realmente Carl era, empero, los ojos del hombre le confirmaron tratarse del mismo Carl Rulmar que ella conoció años atrás.

Carl, acompañado de Natalia, su madre, parecía no darse cuenta de nada. Emilia se acercó y saludó. Al hombre se le notó, sólo por segundos, un brillo en los ojos como si reconociera la voz de ella. Emilia sonrió y Carl devolvió la sonrisa sin dar muestras de conocerla.

Los ojos de Natalia estaban bañados en lágrimas. Carl estaba inquieto, saltaba como un niño y manoteaba el aire como si espantase algún insecto. Emilia le habló, pero Carl continuó con la misma actitud de desconcierto. La expresión de sus ojos mostraba curiosidad como si quisiese recordar quién era esa mujer, pero volvía a manotear el aire sin coordinación de sus movimientos.

Natalia le informó a Emilia que ellos se habían mudado para Canadá hacía ya varios años, buscando ayuda médica porque Carl sufrió un accidente cerebro vascular y estaba incapacitado en muchos aspectos, sobre todo, en su memoria, y su salud en general muy comprometida. Le reveló también que durante los primeros días del incidente, él mencionaba constantemente el nombre de Emilia, pero ya lo hacía con menos frecuencia. Emilia, estremecida por la noticia, lloró al enterarse del mundo de enajenación en el cual Carl vivía.

Una semana después, Emilia presentó problemas de salud y asistió a una consulta médica en el mismo hospital donde se trataba Carl. Al entrar, vio a Carl y a su madre aguardando a ser llamados a otro consultorio. Emilia los saludó y cuando ella sonrió, a él se le iluminaron los ojos, trataba de recordar quién era ella, pero nada.

Emilia fue llamada para su cita médica, la enfermera dijo.
- Sra. Ángela Prado, pase por favor.
Emilia se levantó para entrar. Al escuchar el nombre “Ángela Prado”, Carl exclamó con toda lucidez.
- ¡No! ¡No puede ser! ¡Ella es Emilia Cruz! ¡Ella es Emilia Cruz!
Luego de esas palabras, se desplomó. Las mujeres gritaban desesperadas y el médico tratante de Carl le dio los primeros auxilios. Después, dijo.
¡Falleció!

Natalia abrazó a Emilia y llorando con insondable dolor, le comunicó que el día anterior, Carl había pronunciado el nombre de ella varias veces. Emilia, a su vez, le notificó que ella fue testigo de un crimen en su ciudad natal y para proteger su integridad cambió de nombre y de residencia.

La madre dirigiéndose al doctor, le explicó quién era Emilia en la vida de Carl y lo sucedido cuando oyó el nombre de “Ángela Prado”. El médico comentó.
-Tal vez haber reconocido a su amiga y pensar que no era ella por el cambio de nombre, lo impactó al punto de provocarle la muerte.

Texto agregado el 07-04-2015, y leído por 1592 visitantes. (64 votos)


Lectores Opinan
10-04-2017 Tus exquisitas letras en una trama donde el amor imposible es marca y abismo. Dura y romántica a mi parecer. Deja ver a veces la bestia que llevamos adentro. Sólo basta un nombre para enajenarnos. Bello como todo lo que haces mi Musa querida Sofi. Besos. deojota51
22-01-2016 Está muy pero muy bueno este cuento a pesar de la tristeza me agradó leerlo. Un beso para ti. ome
28-12-2015 No, me parece muy bien escrito, no hay que anticipar el problema, el cuento debe tener ese misterio escondido que se devela al final. Muy bien ¡ munda
26-11-2015 Maravillosa forma de narrar tienes.Me ha fascinado.mis ***** blasebo
24-09-2015 Que triste historia, que dolorosa también Carmen-Valdes
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