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Tan Tan Tanuki no kintama wa,
Kaze mo nai no ni,
Bura bura
“Testículos de Tan-tan-tanuki, ni siquiera hay viento pero se mecen-mecen”


El primer trueno se dejo escuchar a lo largo del valle de Saipán iluminando la media tarde. Satori Toyoda volaba hacia la finca azucarera comprada por su abuelo un año atrás al ser nombrado comandante en jefe de la armada imperial japonesa.
El motor de su Kuro Hagane (Hierro Negro) opacaba el canto de las aves, las mismas que en parvadas buscaban refugio al acercarse el fin de la tarde y sobre todo la tormenta.
La maquina, modificación de la Rikuo de mil doscientos centímetros cúbicos, dos cilindros en V, válvulas laterales y tres velocidades era usada por el ejército Nipón para sus fuerzas armadas y el anhelado regalo de su abuelo por cumplir los 20 años de edad.
Sensaciones de libertad y a la vez de angustia recorrían el pecho del muchacho quien aceleraba a más de 40 km por hora en aquel largo camino de terracería que serpenteaba a orillas del monte Tapochau en la más grande de las quince que comprendían el archipiélago de las islas Marianas. A medida que corría el tiempo la ansiedad iba en aumento, contando los segundos para llegar a la finca.
Se encontraba en el bar del puerto cuando escucho por la radio imperial el aviso de la victoria de los aliados en Tinian y la inminente llegada al pacifico de las fuerzas al mando del almirante Chester Nimitz. La armada imperial esperaba el ataque en Tawitawi por lo que se disponían a enviar toda la fuerza aeronaval a esas islas Tras años de recibir panfletos indicándoles que los Americanos eran unos barbaros y que era mejor opción el suicidio que caer en manos de semejantes bestias, no era de sorprenderse la reacción de terror y angustia de los pobladores de aquel bastión militar arrebatado a los Alemanes a fines de la primera guerra mundial.

Lo primero en lo que pensó al escuchar esto fue en sus dos hermanas pequeñas y en el juramento que hizo a sus padres de protegerlas con su vida cuando estos faltaran. Juramento que tendría ocasión de hacer valer pues habían muerto en un naufragio casi tres años antes en diciembre del cuarenta y uno, días después de que la armada Japonesa en su ambición de establecer el control del pacifico atacara a buques americanos, firmando así la entrada de la nación nipona al horror de la segunda guerra
La arenga nacionalista del locutor de radio terminaba con la invitación del emperador Hirohito a hacer uso de las pastillas de cianuro repartidas por la milicia semanas atrás.
“Todo por el imperio” terminaba el funesto mensaje. Sin despedirse de sus dos amigos Senji y Okumura saco un billete con la cara de Hirohito, agradeciendo al cantinero, tomo la chamarra de aviador que estaba sobre la barra, bebió el ultimo trago de sake y salió corriendo del establecimiento en el que siendo las cinco de la tarde comúnmente se encontraba lleno de marinos y pilotos,
La “Harley Japonesa” conocida así por ser una modificación de la desaparecida Rikuo fabricada bajo las técnicas de producción en masa de la planta de Milwaukee, rugió cuando Satori insertó la llave y giro el mecanismo de ignición, para acelerar repentinamente tanto que la mole de hierro se tambaleo en el suelo de arcilla del camino principal, esquivo unas gaviotas que peleaban por una cabeza de pescado como si de marineros ebrios se tratara y en filo su destino al extremo sur de la isla hacia la pequeña población agrícola de San Antonio nombrada así por Magallanes cuando desembarco al servicio de la corona española a unos quince kilómetros de su ubicación actual.
Un repentino cambio de clima oscureció la tarde y lleno de nubes de tormenta el cielo que cubría la isla, los truenos comenzaron con su impresionante danza, el joven piloto tomo consciencia cuando sus gafas de aviador comenzaron a empañarse y el golpeteo de las gotas de lluvia se hizo sentir en su cuerpo entumido por el sake , conforme avanzaba en el camino costero la tormenta se iba volviendo mas furiosa e intensa, oscureciendo la tarde con sus nubes negras por lo que encendió el faro de la motocicleta, tenia que embarcarlas hacia Okinawa de donde la familia era originaria, tenia que sacarlas cuanto antes, en cualquier momento comenzaría la batalla y el no permitiría que Hotaru y Umiko vivieran tal horror o tomaran la pastilla de cianuro. Por momentos ya acuatizaba debido al nivel de lluvia que estaba cayendo sobre las isla y a la velocidad con la que tomaba las curvas, al salir de Chalan kiya entro en una curva cerrada con la que no tenia problema alguno hasta que la luz del faro se refracto en un par de ojos amarillos y grandes, Satori trato de maniobrar para esquivar al animal pero ya no logro controlar la moto y salió disparado por un claro de escasos tres metros de altura, mientras su cuerpo giraba en el aire la motocicleta se estrellaba en la maleza para hacer lo mismo en una fracción de segundo después, golpeando su costado derecho contra una piedra y rodando unos cuantos metros colina abajo.

Hotaru, Umiko …
La oscuridad se apodero de la consciencia del joven , cayo desmayado en medio de la noche, por suerte un granjero que arreaba a su búfalo de agua observo el impacto y decidió bajar con mucho cuidado por la colina húmeda y resbaladiza , tras confirmar que aquel desconocido aun respiraba le ato una cuerda y haciendo un chasqueo de labios llamo a caminar al animal que conociendo la orden comenzó a tirar, con el cuerpo desvanecido de Satori amarrado por la cintura, no estaban muy lejos de la comisaria de Chalan Kiya territorio perteneciente hasta hace unos años a la etnia de los Chamorros habitantes originales de las tierras. Cuando por fin salieron de la hondonada puso al muchacho sobre el lomo de la bestia protegiéndolo de la lluvia con tan solo una capa de cuero y enfilo con rumbo a la enfermería militar que estaba al lado del edificio de gobierno.
El oficial a cargo reconoció en el instante al nieto del almirante Toyoda por lo que le ordeno a los dos enfermeros de turno poner inmediatamente al joven en observación mientras el se disponía a llamar por radio a la finca y a su vez enviar un telegrama a Tokio donde Toyoda dirigía la campaña naval del pacifico.
El vaivén que producía la marea despertó al hasta ahora inconsciente nipón, quiso ponerse en pie pero los golpes sufridos se lo impidieron exclamando un grito de dolo al tratar de incorporarse para mirar por la ventanilla del camarote, la enfermera que estaba en el cuarto contiguo escucho el gemido e inmediatamente entro en la habitación para atender al convaleciente Satori quien al verla pregunto.- ¿Dónde están? ¿Qué paso?
La enfermera que amablemente ayudaba a acostar al joven respondió.- Esta usted muy débil señor llamare a uno de sus acompañantes.
La mujer de mediana edad salió del camarote dejándolo con mas preguntas de las que tenia al momento de recobrar la consciencia, la angustia de no saber de Hotaru y Umiko lo comía por dentro, aunado al desconcierto de encontrarse en alta mar siendo que hasta donde el recordaba volaba por los aires en una carretera de Saipán.
Hideo kobayasi administrador de la finca fue quien apareció tras abrirse la puerta nuevamente del camarote marcado con el numero quince clase A, Satori al ver una cara conocida por un momento olvido la angustia que lo rodeaba y extendiendo la mano al visitante pregunto .- ¿Dónde estamos señor Kobayasi? Hideo se quito el sombrero para ponerlo sobre un pequeño taburete de madera que estaba al lado de la cama y cuidando sus palabras dijo.- Vamos rumbo a Okinawa el capitán me ha dicho que llegaremos en un día por mucho, tu abuelo ordeno que se te subiera al barco junto con las demás familias de los oficiales.
¿Cuánto hace de eso? Inquirió el muchacho. ¡Hoy es quince de Junio Satori, llevas cinco días inconscientes! Respondió el hombre de figura delgada y ojos apacibles.
Tienes dos costillas fracturadas y sufriste una conmoción por lo que los doctores temían lo peor, menos mal que has despertado.
¿Y mis hermanas?
Hideo abrió la puerta e hizo un ademan, la primera en entrar fue Hotaru quien llevaba un vestido blanco con un moño azul a la espalda y lo miro tímidamente pero con una sonrisa en los labios al ver que su hermano estaba bien, después entro Umiko ataviada en un vestido de flores mas acorde a sus catorce años, llevaba en brazos a un Akita o Kuare –Inu (perro de guerra) a lo que Satori inquirió.- ¿Y eso? Es Tanuki y te salvo la vida respondió Hotaru.
¿Salvarme la vida? Pregunto asombrado el piloto. ¡Si! Si no lo hubieras atropellado no hubieras chocado y te hubieras marchado a la batalla. Completo Umiko
Satori quien hasta ese momento había olvidado la guerra miro al administrador y este entendiendo la pregunta que con su mirada le hacia solo alcanzo a responder.- Toda la flota aérea esta destruida, bombardearon los aeropuertos y a los Zeros antes de despegar, toda tu unidad murió y en estos momentos reportan que las tropas aliadas están desembarcando en la costa occidental de Saipán, el mismo día del accidente el almirante Toyoda dio instrucciones de sacarlos de la isla pues temía por ustedes tres, la única familia que le queda.
Si no fuera por Tanuki en este momento estarías muerto Jovencito.
Hotaruo beso al perro y le mostro a Satori la pata rota entablillada resultado del encuentro con la llanta delantera de la motocicleta.- será tu guardián el te acompañara en tus días de tormenta, se que te lo mando Amaterasu y que con el estarás bien.








"La noche de Hell´s pocket"


El orgullo no permitió que los demás lo vieran a la cara, justo en ese momento en el que la imagen de él, huyendo de ellos; En el bar, entre reclamos y bromas.. Los amigos, desaparecieron, diluyendo el recuerdo en una lagrima que a todas luces buscaba ocultar.
Satori se enorgullecía de ser un piloto de la armada imperial nipona y como tal ningún asomo de flaqueza o debilidad deberían de ser mostrados ante los presentes, por lo que amablemente se excuso con el argumento de aún sentirse débil.
Hideo Kobayashi quien entendiendo el momento asintió con la cabeza y solicito a las niñas retirarse para que el muchacho pudiera descansar, Hotaru se acerco a la cama delicadamente, tomo entre sus manos la mano con rastros de raspones y casi sin tocar la piel deposito un beso en la muñeca

—Te curarás pronto..nano—

—Lo sé— Respondió el joven, con cierto tono de tristeza, se acomodo de costado mirando fijo a la pared tratando de no entregarse al rumor de muerte que acompañaba a la conversación anterior; Una enfermera entro a la habitación para convenir a salir a los presentes, Umiko sólo observaba, exhalo un suspiro, tomo de los brazos de Hotaru al perro para después salir de la habitación no sin antes musitar un —Te quiero— entre dientes. La menor de las niñas también se despidió tímidamente y deposito una foto familiar que guardaba entre sus manos en la pequeña mesa al lado de la cama. En ella se veía a la familia Toyoda.

El administrador fue el último en salir, cerrando la puerta delicadamente para no molestar al convaleciente, una vez que Satori se sintió solo, giro con mucho dolor hacia el lado en donde se encontraba la mesa y con un esfuerzo se estiro para tomar la foto que su pequeña hermana había dejado minutos antes, observo detenidamente a sus padres abrazados junto con las niñas a su alrededor, el día en que él se graduaba como piloto imperial de la armada.
Kenzo Toyoda lucia tan orgulloso de que su heredero continuara con la tradición militar familiar, su madre radiante enfundada en un hermoso kakeshita sonreía a la cámara, lo recordaba muy bien, esa mañana recibieron un informe que indicaba que se acercaba un tifon a la isla y llegaría en unas horas, por lo que se había adelantado la hora de la ceremonia siendo las ocho de la mañana con cuarenta minutos, el pelo de la señora Yumiko Toyoda volaba al ritmo del viento, que comenzaba a silbar y empujar con más fuerza a la familia la que ante el embate del viento se abrazo fuertemente para no ser empujada al mar que se abatía furioso detrás de ellos sobre los buques amarrados en el muelle. En el verano del cuarenta y uno.

Al dejar nuevamente la imagen sobre la mesa no pudo evitar pensar en el destino de su clase, Satori desconocía que justo esa noche más de trescientos vehículos anfibios desembarcaban marines en la costa Occidental de Saipán logrando establecer una cabeza de playa de aproximadamente diez kilómetros que penetraba hasta uno en el interior insular, tras una cruenta batalla entre tanques anfibios y la artillería que se extendió por más de dos horas, el contraataque japones se produjo entrada la noche, siendo repelido por las fuerzas americanas causando muchas bajas en el frente nipón. Entre las cuales se encontraban Sen ji y Okumura sus más entrañables amigos.
El sonido del golpe de unos nudillos en la puerta de madera del camarote lo sacaron por el momento de su marasmo, indico que la puerta estaba abierta y vio entrar a la enfermera que traía con sigo una charola metálica donde cargaba un vaso de papel con píldoras, una jarra llena de agua y una jeringa. —¿Cuánto durara el efecto del sedante?— Pregunto ansioso el muchacho — Ocho horas, le permitirá dormir sin molestia alguna, recuerde que se le rompieron dos costillas— Respondió ella.
Hideo le indico que faltaba un día, por lo que podría estar despierto antes del amanecer, una vez su tesoro más preciado a salvo en tierra, regresaría al frente sin que nadie lo notara, su calidad de guerrero y la ideología Samurái que le inculco su abuelo no le permitían renunciar a la batalla, sería un grave deshonor para el y su familia.

Un ligero pinchazo en el brazo, seguido de una cálida ola de entumecimiento, pastillas que son difíciles de tragar y un vaso de agua que sabia a cloro es lo último que recuerda de esa noche, lo demás fueron una serie de alucinaciones provocadas por la morfina administrada para calmar el dolor, aunque Satori en ese momento no sabia cual dolor era el que se lo estaba comiendo. Tuvo ratos lucidos a lo largo de la noche, como pequeños despertares, segundos que sustituían a la imagen del cadáver de Yumiko Toyoda en el fondo del mar, De Kenzo Toyoda mirándolo desde esa tumba fría, De los 4Fu-1a de origen francés soltando bombas sobre la costa de Saipán, de los muertos apilados en la playa, de Hotaru y Umiko, de los Ojos de Tanuki en plena tormenta, de su cuerpo volando por el aire, del golpe seco contra el suelo.
Justo en ese momento su abuelo el almirante Toyoda ordenaba mucho más al sur el inicio de la operación A-Go en el mar de Filipinas, cometiendo un error del cual jamas la armada imperial podría recuperarse teniendo graves consecuencias para el futuro y la gente de Saipán.

Antes que la luz que se filtraba por la persiana en la ventanilla del camarote, el dolor fue lo que lo trajo de vuelta al día, su cabeza daba vueltas, la boca la tenia seca, ese dolor que lo quemaba, volteo hacia el otro lado de la cama, con mucho esfuerzo logro sentarse, tomo el vaso con agua, ignoro las pastillas que la enfermera dejo sobre la charola y tras una breve mirada a su alrededor en búsqueda de su ropa, se puso de pie.
Satori temblaba, se sostenía con dificultad, en parte por su propia debilidad y en parte por el vaivén del barco, de un armario saco un abrigo y unos pantalones expresamente guardados ahí para él. con dificultad logro vestirse, las vendas no le permitían mover su brazo izquierdo, así que el abrigo sólo pudo acomodarlo por encima, calzo sus botas de aviador, vació en el lavabo un poco de agua para con una mano limpiarse la cara . Una vez que se sintió cómodo se enfilo hacia la salida, al abrir la puerta vio a la enfermera que plácidamente dormía sobre la silla en el pasillo del buque, delicadamente la cerro tras de si, temiendo despertar a su guardián y así cortar su escapada, sus pasos fueron ligeros, casi con la punta de los dedos, el dolor seguía fuerte, pero había decidido no seguir tomando ninguna clase de analgésico que le impidiera estar lucido, poco a poco se arrastro hasta la cubierta del barco.
Al ir subiendo por la escotilla de popa lo primero que pudo percibir fue la brisa, luego el rumor en el viento del vapor de agua salada al ser calentada por los primeros rayos del sol en plena alba. El sonido del mar combinado con el de los motores y el de la estela de espuma que dejaba a su paso el monstruo de acero. las gaviotas revoloteando en derredor esperando algún desecho arrojado al mar desde la escotilla de la cocina o de cualquier otro camarote, el ver como la noche quedaba atrás, pues hacia el oriente en plena proa el sol nacía radiante y majestuoso, bañando las costas de Okinawa que en el horizonte se alcanzaban a percibir...


—Casi hemos llegado nano— se escucho a sus espaldas, Satori salto al sentirse sorprendido, nunca sintió la llegada por detrás de su hermana, después de que hubiera pasado la sorpresa la miro detenidamente, le sonrió, trato de ocultar la mueca de dolor que se había estacionado en él y delicadamente corrió el flequillo que cubría el rostro de la niña.
—¿Qué haces despierta tan temprano mi trozo de cielo?
¿Acaso el pulgoso que encontraron no te dejo dormir?— Hotaru también sonrió, agacho la mirada hasta entonces clavada en el horizonte y tímidamente le pregunto
—¿Te vas a ir nano... Como mamá y papá?—
—¡Quién te ha dicho esa locura!— Balbuceo el piloto sin voltear a verla.
—Tanuki me lo ha dicho nano, durante un sueño que tuve anoche, me dijo que te irías, y que al igual que papá y mamá jamas regresarías— El joven Toyoda abrazo a su hermana, la cobijo bajo su abrigo y con la mano libre le acarició el cabello al tiempo que al oído le decía:
—No mi niña, el perro mapache miente— con una voz calmada, con un tono de convencer a quien se sabe que jamas se engañara pero que está de acuerdo en el amable intento.
La humedad en el aire, el sentimiento de inmensidad del océano, el silencio de lo sabido, el continuo vaivén de las olas, la estela de espuma que dejaba el barco, la bruma que hacia pesado respirar el aire, se mezclaban para no dejar que ese silencio se convirtiera en algo incomodo hasta que Satori le dijo:
—En algún momento tendré que ir a la guerra, espero que entiendas que lo hago por ti y por tu hermana, por cumplir la promesa que le hice a nuestros padres de defender las con mi vida, en verdad espero que algún día lo entiendas—
Él deposito un tierno beso en la frente de la niña, seria la ultima vez que tendrían una conversación a solas.
En la mente del muchacho sólo daban vueltas las noticias escuchadas en su camino a cubierta al preguntarle a los diferentes marinos que se encontraba a su paso, las noticias que se oían por la radio eran macabras; La mayoría de la población civil se había suicidado con cianuro al percatarse de la llegada de la división veintisiete de infantería al aeropuerto de Aslito, el comandante Saito abandonaba el aeropuerto para junto con las tropas restantes formar una linea de defensa a lo largo del monte Tapotchau en la noche de Hell`s pocket, una de las más cruentas batallas que hubo a lo largo del frente en el pacifico. Toda la flota de Portaaviones y de submarinos se había perdido en la fallida operación A-go por lo que lo único que llegaría a Saipán serían las tropas aliadas.
Al llegar a Okinawa, Satori ordeno a Hideo Kobayashi subir a las niñas en otro barco hacia Tokio lo que este protesto inquiriendo
—Pero señor las ordenes de su abuelo son traerlos aquí y que usted no vuelva al frente—
Satori miro fijamente al administrador y le dijo
—Mi abuelo no está más al frente de la operación en el pacifico sr Kobayashi ha sido cesado junto a todo el gabinete de defensa, por lo que no tiene nada que temer, mi lugar está en la batalla, la que pronto llegara hasta estas tierras, por lo que es imperantes que las embarques hacia Tokio y le digas a mi abuelo que estos son los deseos de un soldado— Se despidió del administrador y de sus hermanas con un fuerte abrazo, nuevamente no podía mostrar debilidad alguna por lo que rápidamente se desembarazo y apresuro su paso hacia la capitanía de `puerto que quedaba a unos metros para en listarse lo antes posible en un batallón con plazas vacantes por baja.
Él se quedaría para preparar la defensa del puerto de Okinawa junto a los demás soldados de la armada.

Texto agregado el 05-03-2015, y leído por 145 visitantes. (0 votos)


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