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EN EL APOSENTO DE LUCIFER
- Hijo mío, me carcome el alma verte así, eres un reflejo de mi. Ahora de este punto de vista me lamento tanto no haber estado a tu lado, pero entregué mi vida a una muerte continua, sin destino ni metas. Veo mi pasado y me odio tanto pero tanto... Dejarte con tu padre y llegar en la mitad de la madrugada sin noción era tan cotidiano que ya me esperabas escondido. Tu padre siempre tirado en cualquier parte de esa pocilga que de chiquito llamabas casa y luego te escapabas para evitar nuestra presencia. Tu padre tan borracho te confundía con su amante, yo inconsciente siempre te mal hería, te golpeaba e insultaba, te insultaba, golpeaba y te mal hería. Tardaría otra vida para pedirte perdón, porque estás donde estás por mi culpa, no por lo que has hecho. Te espero mi vida.-
Su voz fue una puñalada en mi corazón, y las lágrimas emanaban de mis ojos ardosos por su cara ante mí, después de tanto tiempo sin poder verla, unos 6 años.
- ¡Te perdono mamá! ¡Pero no te vayas por favor, dime que hice, te imploro que te quedes, no me dejes solo! -.
Pero su imagen fue fusionándose con la oscuridad total y desperté de un letargo tan pesado que no tenía fuerzas para levantarme y con un dolor punzante en la cabeza me quedé acostado en la oscuridad inmóvil, sin poder ver, sin poder escuchar. El sentido del oído fue volviendo, pero como si estuviera debajo del agua, sentía mucho bullicio y solo escuchaba mi latir. Me sentía en un terror abismal, me encontraba en el pandemonio de mis pesadillas.
Pude levantar mi cabeza para mirar sobre mi pecho, con los ojos saliéndose de sus órbitas, por tan abiertos para ver aunque fuera mis pies. Pero la negrura gobernaba en el vacío existencial que me encontraba. Empecé a darme por muerto, no recordaba absolutamente nada. Desde que me levante entre una noche con mi cotidiano consumo, hasta este momento, hay un lapso que desconozco totalmente. En un instante el infierno se subió al firmamento de mi mente, gritos agonizantes, de sufrimiento, de ruegos y clemencia me helaban todo mi ser. Fui recuperando la audición, no sé si completamente, pero escuchaba claro ese coro infernal de gritos, aparentemente sin destinatario, era como tirar un anzuelo sin carnada en un océano infértil con la intención de enganchar una pizca de clemencia. Mis ojos aún no veían más que el ambiente atezado por una deidad enfermiza.
-Estoy en mi destino- salió de mi boca como un suspiro y asumí que me encontraba en el infierno, no me lamenté, en el fondo de mi sabía que debía estar acá por una razón, mi madre me lo dijo, algo hice y algo muy feo para condenarme a las tinieblas, en el límite de la existencia. Estaba en un estado de demencia adormecedora, que experimentaba cotidianamente, pero esta no era alucinógena ¡esto era real!
Unos pasos pesados y muy firmes sentí a un metro de mis pies. Me sacaron en un instante de mi inmovilidad. Me alejé de eso arrastrándome con mis manos hacia atrás, mirando allí con los ojos bien abiertos esperando ver un contorno de luz o algo. Me arrastre medio metro y me choque con una pared helada que me erizo la piel. Eso se paró ante mí, seguido de un estrepito que me estremeció alterándome convulsivamente, temblando y transpirando al mismo tiempo, sentía como el corazón se me atoraba en la garganta queriendo salir y cerré los ojos fuertemente, esperando el sufrimiento y el mayor dolor. Escuché un sonido chirriante de óxido, y mi garganta empezó a gemir de miedo, y sentí una brisa, con fuerzas abrí los ojos y vi… ¡luz! Pero también una sombra, yo hecho una bolita en el rincón veía con un ojo entre abierto cómo se acercaba pesadamente, se inclinó para agarrarme el brazo y como un reflejo me paré con todas mis fuerzas golpeándolo con mi hombro en el pecho, tirándolo en el piso, en ese momento me subí sobre él para golpearlo. Por el tiempo que estuve en la oscuridad, la luz que entraba me encandilaba tanto que no veía a que golpeaba, y con el frenesí cerré los ojos y comencé a golpear con mis dos manos juntas como si fueran una maza, una y otra vez. Antes de dar mi último golpe resonó mi cabeza con un estallido en mi oído derecho iluminando toda la vista y oscureciendo mi ser.
Desperté sentado en una silla en medio de una habitación cuadrada con un tono muy gris oscuro, aunque muy iluminada. Delante de mí había un espejo que ocupaba casi toda la pared. Me quedé contemplándome en mi reflejo, tan sorprendido con mi imagen que me creía dentro de otra persona. Empecé a tocarme la cara, la gran densidad de barba cuando jamás tuve me inquietó a tal punto que comencé a desesperarme. Tenía arrugas en los contornos de los ojos, mi frente estaba más ancha y las ojeras me demacraban. En forma de desesperación acompañado de llanto, salieron desde el profundo de mí, los gritos desconsolados - ¡Qué me hicieron hijos de puta! - cayendo de mi silla y rasguñándome la cara. Entraron 2 seres de negro, cubriendo toda la superficie de su piel con un material parecido al metal, pero que al tratar de defenderme salté hacia ellos, de la misma manera que con el que trato de agarrarme, pero al embestirlo con mi hombro, un choque eléctrico me tiró contra la pared dónde estaba el espejo, dejándome casi inmóvil.
Me agarraron y me ataron a la silla, los dos salieron y entró una persona elegante y muy formal, comenzó a mostrarme fotos que no presté atención y agachaba la cabeza, hasta que me agarró de los pelos y me dijo: - ¡Mira! ¿Reconoces a esta persona? -. Cuando vi a Matt mis ojos se derritieron en lágrimas, mi hermanito menor que yo mismo adopté de la calle. El estaba exactamente como lo recordaba, con su gorro bordo, con sus manos siempre en los huecos dónde tendrían que estar los bolsillos y su buzo negro con capucha.
-Veo que sí - dijo bruscamente la única persona que me acompañaba en la lúgubre habitación - murió a los 11 años, y así lo encontramos -. Me mostró una foto, una pequeña ventana al más horrendo lugar del que sueña el dios del terror. Vomité y volví a ver la escena más escalofriante de mi tétrica vida. Yacía acostado del lado izquierdo, su lengua arrancada colgaba casi tocando el suelo, sus brazos izquierdo no se veía y el derecho aún estaba en el bolsillo pero ya no era parte de su cuerpo, su oreja derecha no estaba y sus ojos tan abiertos que parecía que estaban salido de sus comisuras o si de hecho era así no lo sé.
- Y y y quien hi hizo e esso? - pregunté como un tartamudo sin aliento.
- No sé. Hemos estado esperando 10 años a que despertaras para que vos nos lo dijeras, te encontramos al lado con un pedazo de su lengua en tu boca –
Fue como un mazazo en la cabeza y lo quedé mirando atónito por 5 minutos sin poder racionalizar con nada, sentí varias bofetadas pero la imagen de Matt y las palabras del aparente detective consumieron mi mente.
- ¿Co co cómo pue e e de ser? -
- Mira, te encontramos el 27 de julio del año 2011 en una construcción abandonada junto a la víctima, estabas inconsciente con sobredosis, te internamos en un hospital y te declararon en coma. El 15 de septiembre te trasladamos a un calabozo especial por seguridad y para que siguieras vivo para esperar tus declaraciones. En mayo de 2013 estaba en discusión el desconectarte pero yo pude mantenerte con vida para poder seguir con mis investigaciones psicológicas que provoca el consumo excesivo de drogas y alcohol. Exactamente estuviste 9 años y 10 meses en coma. -
Yo sin aliento me quedé moviendo la boca sin poder emitir una sola palabra - Yo yo nn no fui - fue lo único que salió de mi boca antes de sentir todo el peso del espacio sobre mí y quedar inconsciente en la silla.
Al volver en sí, ya me encontraba en mi celda, pero ahora con luz. Una camilla era lo único que adornaba el gélido calabozo, y yo en un rincón, en medio de un charco de llanto, con mi pera entre mis rodillas con el grabado en mi mente de esa foto, torturándome y enloqueciéndome, matándome profundamente. Hubiera preferido que fuera real mi primera impresión de estar en el aposento de Lucifer, siento mi alma completamente demacrada y que soy el verdadero diablo en esta maldita sociedad.
Me llevaron a rastras otra vez a la habitación del espejo, parecía un hombre de trapo, no tenía fuerzas ni ánimo para vivir y mucho menos para caminar. Me miraba en el espejo más detenidamente y odiaba de tal manera mi imagen, mi cabeza tirada hacia atrás, el pelo muy largo pero escaso y la barba comenzando debajo de mi nuez extremadamente punzante. Pedí darme vuelta, y me di cuenta que no odiaba mi imagen sino que me aborrecía mi propia presencia.
- ¿Qué es lo último que recuerdas? - Preguntó una persona a mis espaldas de aspecto rígido y de fuerte carácter. Lo único que recibió de respuesta fue el movimiento oscilante de mi cabeza gacha. Y seguido de un chirrido de dientes agarro el poco flequillo que me quedaba e hizo poner mis ojos ante los suyos y me dijo
- Mira, sé que nunca hubieras hecho algo así, que aparentemente era el único familiar que te quedaba. Pero tienes que esforzarte para recordar algo, si recuerdas alguna voz en tu mente desconocida o rara. Tienes que recordar algo - cada vez alzaba más el volumen de su voz y me zamarreaba. Tiró mi cabeza hacia atrás y se puso bien al frente del espejo, mirándose, con sus manos en las espaldas. Y comenzó hablar con una voz sombría.
- Soy escritor, mi hermano perdió la vida por culpa de la droga y mi intención es escribir sobre eso, por lo menos para hacer recapacitar a diez personas, con eso me conformo, salvar 10 vidas. La droga ha hecho caer nuestra sociedad, se esclaviza para hacerla, se mata gente para trasladarla, hay guerras por ella, se asesina y roba para comprarla, cuando la consumes te mata lentamente y te hace matar inconsciente a quien más quieres. Por eso necesito tu testimonio, no creo que quieras que alguien esté en tu situación. -
- ¿Y qué diablos quieres que te diga? –
- Lo que sentiste y sientes ¡Simplemente eso! – Gritó el hombre con lágrimas en los ojos
- Recuerdo la cálida compañía de Matt, mientras yo consumía y consumía. Me pidió que parara, pero yo seguí. Línea tras línea aspiraba como un poseído, hasta que de una patada me tiró todo al suelo, y pasó a ser totalmente un desconocido, aún más, mi peor enemigo. Ciego de furia mordí, desgarré, golpeé y me perdí. Luego tuve infinidades de sueños que no recuerdo, y esto creí que era uno de ellos. Pero esa foto fue lo peor que jamás vi, y mostró mi horrenda alma. Hoy mi desgracia y la tristeza son mi única compañía, me odio y no tardaré en asesinarme, porque no siento ser yo, me siento en otra persona, pagando los actos que yo jamás hice. La droga, esa pequeña sustancia extraída del infierno fue mi verdugo, además la vida se me ríe en la cara, ya no tengo más nada porque pelear. Pero sé que iré al cielo porque allá me espera Dios, para tirar todo su odio sobre mí y me lo merezco, por eso lloro, porque todo el horror me espera aún en mi vida eterna. –
Al día siguiente de su conversación conmigo, asesinó a quién más odiaba. Por cómo se encontró la celda, dicen los guardias que corrió una y otra vez contra las paredes, poniendo su cabeza contra ella. Alrededor de 7 estallidos de sangre en las paredes. Por último lo que me hizo un nudo en la garganta: al encontrarlo muerto, vieron su mano inmóvil extendida, donde con sus últimas fuerzas escribió “Perdón Matt”.

Texto agregado el 03-03-2015, y leído por 46 visitantes. (3 votos)


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