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Me interesa saber a qué se dedican las personas de mi ciudad. Me gustaría saber qué hacen en sus tiempos libres, en sus momentos más íntimos y también deseo saber si en algún momento de sus cortas vidas tuvieron algún sueño muy profundo; o si sólo se dedicaron a dejarse llevarse por la primera impresión. En todas partes, por donde sea que camine, veo las señales del miedo, las caras cuadriculadas de miles y miles de personas me indican que están dentro de una organización, una que sé cómo funciona pero que prefiero no describirla. Las personas allá afuera siempre están pensando en algo sucio; y no sólo lo piensan, sino que además lo hacen, y la prueba del delito son los niños, los bebés.

Los rostros de hombres y mujeres al lado de sus hijos siempre me muestran que han hecho algo malo, y siempre se sienten culpados por su consciencia. Yo los miro y sé que han caído; saben que han hecho algo malo y deberían pagar, pero caminan invulnerables. Con otros ojos los veo y trato de descubrir sus hipocresías, y todos se me alejan. Son seres humanos pero se comportan como los marranos; en todos lados, en cualquier institución, en cada edificio; allí están. En el día salen a estudiar y trabajar; y por las noches, generalmente se encierran. Muchos quisiéramos saber qué es lo que hacen en las habitaciones de sus residencias, en los hoteles, en los baños y en todos los lugares en los que generalmente se encierran a intimar.

Les pregunté a muchos qué era lo que hacían en esos sitios y ninguna persona me quiso responder; me dijeron que cada uno tenía que descubrirlo, y que cuando se descubría nadie podía comentarlo con los demás, pues era algo muy personal. Con dificultad me decían que se daban besitos y se acariciaban, pero no querían decirme qué más hacían. Yo necesitaba averiguar, y un día, espié a una pareja, en un motel me ubiqué estratégicamente y con unos binoculares observé lo que estaban haciendo. Había un hombre y una mujer desnudos, y se estaban abrazando y besando.

El hombre tenía su objeto metido dentro de la mujer, y además también pude ver su bolsa colgándole debajo del pene. Al ver el hueco de la mujer penetrado, la imagen me hizo acordar de un documental en el que dos cerdos se estaban apareando; la imagen era muy perturbadora. Yo ya había visto pornografía, pero yo quería ver a dos personas en el acto. No podía oír lo que decían, sin embargo, sí pude observar que sus bocas se asimilaban mucho a las de los marranos. La imagen era muy molesta, pero por morbo, me quedé observando un poco más. El hombre la penetraba una y otra vez y ella sonreía cochinamente; los vi en varias poses; el hombre se hacía arriba, luego el hombre se hacía abajo, se hacían al lado de la cama; la mujer le hacía sexo oral al hombre y viceversa, y luego los dos lo hacían mutuamente.

Inmediatamente en mi cerebro se activó algo, y sin la venda del amor; les dije a la distancia que eran unos puercos; no pude contener el hecho de que se me aguaran un poco los ojos, nunca había visto algo tan traumático, quedé con un trastorno que me generó mucho estrés. No quería verlos más, pero en ese desagrado me quedé detallando mejor el hecho. Sus cuerpos eran flácidos, y pude notar que se encontraban bastante alienados; me pareció que no comprendían la cochinada que estaban cometiendo, porque si hubieran podido ver lo que yo estaba viendo quizás no lo hubieran hecho; y en ese desagrado sexual, no querían detenerse sino que querían revolcarse más y más hasta cansarse.

La tristeza de sus almas me pareció evidente, se habían rebajado a sus instintos sexuales más oscuros y aparentemente lo estaban disfrutando. Si hubiera podido, los habría hervido en aceite, por hacer semejantes cosas tan aborrecibles. Yo no creo en libros sagrados, ni nada de esas cosas, pero por ahí leí que los fornicarios y los asesinos están en el mismo costal, y en eso concuerdo con la Biblia. No voy a poder sacarme esas imágenes de mi cabeza en mucho tiempo; las tendré dentro de mí toda la vida, porque uno nunca olvida las cosas más repugnantes y detestables.

Me devolví para mi casa sin poder dejar a un lado los ojos turbios de la mujer mientras el hombre se acercaba al momento de mayor excitación. Puedo describir el contacto sexual con otros como algo sucio, asqueroso, deprimente, violento, alienante, puede dar enfermedades venéreas, genera tristeza, hace perder la dignidad pensante como ser humano, es una instigación del organismo, en algunas infidelidades pueden haber agresiones (es peligroso), da mucha rabia, no es algo puro, es desordenado, da la sensación de vacío, es una arrogancia miserable de gente insensible, no produce paz ni alegría; debido a eso a veces se cosifica a los demás porque se les ve como objetos sexuales, también se cosifica a los demás porque como la lujuria es tan extrema hacen ciego el momento de la muerte (el propio y el de los demás) porque no se pueden controlar, y algunas veces conduce a la muerte (cuando se reproducen o cuando se enferman). Los más promiscuos son los más morbosos.

Ahora sé a qué se dedican las personas cuando nadie las ve.

Texto agregado el 17-01-2015, y leído por 137 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
18-02-2021 Es la triste realidad de la humanidad. robert90
 
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