A veces- solo a veces- me despierto como si nada ha pasado. Vivo unos efímeros minutos de feliz ignorancia. No me martillan en la cabeza sus palabras, ni este silencio. El corto efecto pasa y empieza a latirme una vena, algunas veces pausadamente, espesa, y otras rápida, frenética. Me gusta sentir que le robé ese adjetivo. Probablemente porque sea todo lo que pude haberle quitado o quizá sea solo porque me parece una palabra suya. Al final, es como si él se hubiera robado la palabra y no yo. Así es siempre: te quitan algo. Y hay casos en los que eso que te quitan, no se lo llevan consigo, sino que lo rompen y lo dejan tirado. Como este caso.

No hay forma de reparar esos cristales del alma. Es probable que pierda mucho tiempo tratando de hacer algo con los vidrios rotos, pero la verdad no les encuentro utilidad y envidio su manera de ignorarlos.

Eso es lo que quiero para Navidad, aprender el fino arte de la ignorancia. Lástima que mis vidrios sean escandalosamente brillantes y estén regados por todas partes y sea tan difícil no verlos. Dicen que a quienes nos da por escribir cosas, solemos estar dañados. El daño se lleva de maravillas con la tinta y te permite, en muchos casos, pegar los cristales y hacer figuritas que con suerte se ven bonitas. Esta es una figurita de esas de media noche (aunque no creo que sea una de las que tienen suerte).

En la oscuridad y el frío, el silencio aturde más y la esperanza de tener una de esas mañanas de la primera línea, se esfuma. Las fuerzas se pierden en el aire viciado de una respiración a tres mil metros de altura. A mis escasas fuerzas les gusta quedarse dando vueltas sobre los vidrios.

Y sigue el silencio. Y la bolita verde fosforescente a veces está iluminada. No para mi. Estalla otro vidrio. Saltan todos los pequeñitos demonios y hacen fiesta conmigo. No son Luzbel, sino cositas más pequeñas y molestas, y, ciertamente, con mucha menos personalidad. Pero ya que están… ¡Vengan chicos!, escribamos juntos. De este pacto no deseado entre ustedes y yo, pueden seguir saliendo figuritas. Hagamos una colección rocambolesca y quemémonos juntos en un fuego alucinado. Que quede algo. Salvémonos de la nada, y si él no nos quiere, no importa, que nosotros ardamos y brillemos, y que la hoguera la sienta en la punta de los dedos, como soñando.

Mariel Carrillo García
Publicado en: https://ceremoniadeletras.wordpress.com/2014/12/23/deseo-de-navidad/