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De todos los primos y primas fallecidos y mi relación con todos ellos, quiero dejar los pensamientos que me inspiraron y los lazos que nos unieron.
RAUL fue el tercer hijo de mi tío RAUL y mi tía ANA. Tres años mayor que yo, era un bandido, en el buen sentido de la palabra si es que lo hay. Cuando anochecía en Zapallar, Raúl y yo tomábamos la carretilla y partíamos a algunas casas de los veraneantes a buscar entre los tarros de basura todo lo que sirviera para alimentar a los chanchos que mucha gente en el pueblo tenía, algunos en sus propias casas y otros en chiqueros que estaban en el cerro cerca de ellas.
Era un aventurero, le gustaba ir al cerro, a pescar, solíamos salir a cazar pájaros cada uno con una honda, tenía buena puntería, buscaba zorzales y generalmente volvía con un par de ellos en su morral, lo que yo nunca hice pues jamás la pude acertar a ningún pájaro, además él se los comía y yo les tenía repugnancia.
Si ganaba algún dinero por realizar algunos mandados, (existían en esos años los billetes de cinco y diez pesos), los guardaba en la calle debajo de alguna piedra grande y que sabía que a nadie se le ocurriría levantarla o moverla. Ya adolescente se vino a trabajar a Santiago, desempeñándose como junior en “American Screw” una empresa de tornillos, tuercas y accesorios. Antes de eso fue operado de apendicitis y su recuperación la paso en nuestra casa.
Fue una oferta de trabajo en el lejano Sur de Chile el detonante que ocasionó la tragedia. Volvió a Zapallar por unos días para despedirse de la familia y amigos. Un día antes de iniciar su viaje, como una despedida organizaron un paseo al cerro él y tres amigos (Guayo,Toto y Naldo ). Ya al promediar la tarde bajaron por el cerro EL Morro hacia el Mar Bravo con la idea de sacar pejesapos, para lo cual se consiguieron coligües con un anzuelo en la punta. El mar estaba calmo como una taza de leche, quizás fue el motivo que los llevó a Raúl y Naldo a perder toda prudencia y acercarse más de lo conveniente a las rocas más cercanas a la zona donde se pegan los pejesapos. Sin que ellos se percataran apareció la ola que los levantó y los dejó caer de forma muy violenta contra las rocas aturdiéndolos. Raúl, perdido el conocimiento o quizás ya muerto comenzó a hundirse junto con la resaca hacia los caletones, mientras que Naldo, muy golpeado pero de milagro todavía consciente vio cómo su amigo se sumía hacia el fondo del mar sin poder hacer nada, pues su instinto de sobrevivencia lo mantenía aferrado a las rocas y sólo atinaba a gritar para dar aviso a los amigos que estaban más arriba haciendo una fogata. Así terminó la vida de Raúl, el fatídico año de 1964 a los 18 años, se lo tragó ese mar traicionero y nunca más lo devolvió. Hasta la fecha un monolito de piedra con su nombre y la fecha de la desgracia, frente al lugar donde ocurrió es el único testimonio mudo de su paso por este mundo.

ANTONIO, el mayor de los hijos de mis tíos FEDERICO y ANA ISABEL, tenía tres hermanas menores. La diferencia de edad conmigo no la sabría con certeza pero era más que la diferencia con Raúl. Definirlo sin ser injusto es difícil, se fue al Norte cuando yo era un niño, se había casado y separado y se había ido a vivir sus aventuras a la zona norte. Volvía de vez en cuando a Santiago y nunca se olvidó de traer algo para mí, (bolitas de acero, libros de cuentos, juegos etc… ). Buen narrador, versero, de mucha labia. Cuando contaba sus aventuras de cómo se arrastraba por el suelo mientras las balas silbaban sobre su cabeza esperando un contrabando que venía por mar, para mí, que ya leía mucho y tenía bastante imaginación era como estar viendo una película en cinemascope, yo cerraba los ojos y sentía las balas silbando por encima. Era buen conversador, entretenido, culto, cada vez que venía a Santiago pasaba por casa de mi prima Lala y se las arreglaba para sacarle algunos pesos a pesar de que ella se preparaba para no caer en sus cuentos, pero no había caso, siempre tropezaba en la misma piedra y él se iba muy contento. Así era el Toño, se fue de nuestra casa una vez que nos visitó y nunca más supimos de él. Hace poco me enteré que murió por lo menos diez o quince años atrás. Vaya un recuerdo para él, de su primo, que era su admirador número uno. Toño nunca dejes de contar tus historias, donde quiera que estés habrá mucha gente a quien entretener.

PATRICIO, el pato para la familia y los amigos, segundo hijo de mis tíos ABEL y BERTA. Fue un afortunado, pues le tocó crecer en lo que fue para mí la mejor época para la vida de un adolescente. La época del rock, de Elvis Presley, de Bill Halley, Paul Anka y tantos más. La época delo blue jeans “LEE”, esos pantalones que eran verdaderamente importados de E.U.A. no chinos como los que se venden ahora, las casacas de cuero, las motos, Marlon Brando, James Dean, esa fue la época de mi primo y creo que disfrutó mucho de ella. En ese tiempo los jóvenes se reunían en alguna esquina y vestir casaca de cuero y pantalones “LEE” le daba a uno cierto status sobre los demás. El pato no podía darse esos lujos, pero su versatilidad, mucho tema para discutir pues era un ávido lector además de una simpatía innata para comunicarse lo ubicaban en un lugar de privilegio dentro del grupo. Vivíamos cerca y muchas veces me pasaba a buscar y aunque yo era unos años menor me divertía mucho con él. Así conocí la Feria Internacional que en ese tiempo se realizaba en la Quinta Normal. Los matinales de los días Domingo en el cine Maipo donde mi tía BERTA vendía los boletos, seguíamos las seriales de El Zorro, El Llanero Solitario y otras. Me enseñó a jugar ajedrez, me prestaba novelas. Se fue durante un tiempo al Norte siguiendo los pasos del Toño donde compartieron aventuras durante un tiempo. Cuando regresó pasaba por casa de vez en cuando y nos entreteníamos mucho con él al oírlo contar sus aventuras y a mi mamá que le encantaba conversar y escuchar se divertía mucho escuchando sus anécdotas. Se fue un día en silencio, pero dejó un legado de simpatía, anécdotas, aventuras y cultura que para los que como yo compartimos parte de su vida es muy difícil de olvidar.

ANA ISABEL, hermana mayor de RAUL, la gorda, cariñosa, trabajadora, excelente cocinera, tuvo su momento de mala suerte al casarse con un irresponsable que después de tener cuatro hijos se fue a Brasil y nunca más volvió abandonándola a su suerte con sus hijos. Pero con mucho espíritu, sacrificio y tenacidad se las arregló para salir adelante. Educó a sus hijos, supo de privaciones, pero todo el amor que entregó le fue devuelto con creces lo que sirvió para olvidar en parte todo tiempo malo pasado. No tengo claro en qué tiempo se nos fue, pero los Ángeles del cielo deben estar felices con sus comidas, sus queques y su cariño.

ANTONIO, segundo hijo de mis tíos AURELIO y MARGARITA. Toño, el cacho para todo el mundo, nació para el deporte, futbolista destacado, pretendido por varios clubes profesionales pero el siempre privilegió su trabajo en la aduana de Valparaíso. A los quince años comenzó a participar en los campeonatos locales de la zona ( La Ligua, Zapallar, Papudo, etc…)., de físico privilegiado para este deporte participaba en cuanto campeonato participara el club de toda su vida, el Club Deportivo Zapallar. Siempre invitado a jugar como parche de otros clubes, mostró la jerarquía que lo hizo querido y admirado en la zona. Una cruel enfermedad a los huesos terminó con su vida a los sesenta años cuando todavía tenía mucho por que vivir. Dejó una esposa, tres hijos y el recuerdo de un gran jugador y deportista.

EDUARDO, el gualo, fue el segundo hijo de mi tío ELEODORO. Era un virtuoso de la construcción: remodelaba, construía, transformaba, reparaba. Su propia casa que demoró años en construir, sin planos ni nada, pieza por pieza, se convirtió en una hermosa casa destacada entre las otras de la población.
Era sincero, emotivo, muy querendón con sus dos hijos, un tercero desgraciadamente falleció antes de los cinco años en forma trágica, que quizás fue el detonante que los llevó a él y su familia a trasladarse a Santiago y trabajar hasta que se jubilaron él y su esposa. Pasado un tiempo compraron un terreno en Catapilco y construyeron allí su casa para pasar en ella el tiempo que les quedara. No pudo disfrutar mucho de su casa pues murió poco después víctima de una enfermedad que no perdona. No pudo ser enterrado en su querido Zapallar debido a los manejos de un cura párroco corrupto que convirtió la iglesia de Zapallar en un medio para enriquecerse. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Catapilco. Su recuerdo nos acompañará siempre.

MAXIMILIANO, fue el cuarto hijo de mis tíos JAVIER y UBERLINDA. Criado en la población Dávila, buen estudiante, se hizo profesional primero como constructor civil y luego como ingeniero. Exitoso en su vida laboral, lo que le permitió comprar varias casas, parcelas y autos para sus hijas, máquinas para la construcción propias etc… No fue lo mismo en su vida afectiva, se casó, tuvo dos hijas, separado cuando aún eran niñas nunca dejó de velar por ellas. De carácter duro, quizás las consecuencias de un padre bebedor y golpeador. Era extravagante, como anécdota, tuvo muchos vehículos y nunca los mandaba a reparar, simplemente cuando ya no daban más los dejaba de lado y se compraba otro.
Compartíamos los veranos en Zapallar. Éramos muy compinches y a pesar de tener la misma edad él siempre me trató como su primo chico. Compartir idas hacia el cerro o a la playa en aquellos veranos me llevó a conocer una faceta de su personalidad hasta ese momento desconocida para mí. Sucedió que mi primo tenía una mascota, un pollo, una pequeña ave que el crió desde que salió del cascarón. En esos tiempos los padres nos mandaban a la casa de mi abuela al comenzar el verano y ellos se juntaban con nosotros cuando salían de vacaciones. Lo que pasó nadie lo sabe a ciencia cierta, da la impresión de que faltó que echarle a la olla y no encontraron nada mejor que comerse a la mascota de Max. Todo esto pasó mientras Maximiliano estaba en Zapallar y sólo se dio cuenta cuando llegó el resto de la familia a veranear. Yo estaba presente cuando recibió la triste noticia y me impresionó la cara de desesperación y pena que mostró como tampoco entendí en ese momento su actitud de correr hacia el cerro a llorar. Esa sensibilidad era la faceta que Maximiliano nunca mostraba. Vivió sus últimos doce años con un trasplante de hígado. Distintos factores impidieron que me contactara con él meses antes de su muerte. Murió en la compañía y los cuidados de sus hijas que lo asistieron hasta el final. Era valiente y quedó la impresión de que no se cuidó como debiera después del trasplante. Buen conversador, nunca se iba antes de las tres de la mañana cuando nos visitaba. Te recordaremos Max.

MARIA ELENA, hija menor de mis tíos AURELIO y MARGARITA, fue probablemente la prima con la que más compartí durante los veranos. Fue una niña y una mujer de buenos sentimientos, sin envidia, de buen carácter, cariñosa, en fin además de esas tenía muchas otras cualidades que la hacían querida en la familia.
Ya adolescente se fue a estudiar a Valparaíso. ¿Qué pasó allí , lo que fuera motivó un cambio brusco de su carácter y ya nunca fue la misma. Se casó y tuvo un hijo, el cual trajo alegría a su vida, pero eso duró poco, su esposo, que nunca fue bien recibido en la familia se fue a Francia y nunca regresó. Mientras todo esto pasaba empezó a dar muestras de la enfermedad que la acompañó hasta el final de sus días, una enfermedad cruel que la hacía evadirse de la realidad cada vez más a menudo. Pasado un tiempo se fue a España, pero no estoy seguro si lo hizo con su hijo o sola, pero no pasó mucho para que el muchacho siguiera los pasos de su padre y se fuera a Francia. Así, sola y no tener a su lado su único motivo de alegría, dio la ocasión para que su enfermedad avanzara en forma incontenible ya sin vuelta atrás. Hubo que traerla de España , pues no llevaba una buena vida. Pasado un tiempo hubo de ser internada en un hogar ya que necesitaba atención para su enfermedad todo el día. Cristina, su hermana, que se había encargado de su cuidado, tenía a su vez su propia familia y le era muy difícil atenderlos a ellos y a su hermana. A pesar de todo siguió preocupándose de que estuviera bien cuidada. Cristina sufría de una hernia en la columna que le ocasionaba terribles dolores y aunque pasaron los años nunca dejó de lado a su hermana. Fue generosa con su tiempo, descuidando quizás un poco a su familia, generosa dejando de lado su propia enfermedad para atender las necesidades de su hermana. Aunque fue operada de la columna con todo lo que eso implica nunca la abandonó.
María Elena falleció hace poco menos de dos años, encontrando así, por lo menos, la paz que le fue tan esquiva durante gran parte de su vida. Siempre te recordaré prima querida.

Escribí esto como una forma de expresar mis afectos con todos ellos y ellas, pues todos dejaron algo para recordarlos con cariño y amor.

NOTA: ESPERO NO TENER NADA QUE ESCRIBIR DE TODO EL RESTO DE PRIMAS Y PRIMOS ASI QUE… VIVAN PARA SIEMPRE.














Texto agregado el 18-11-2014, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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