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CAPITULO VII

Karina bajó las escaleras. Vestía de una manera elegante. Su madre se encuentra sentada en el sillón. Se padre leía el periódico. Parece que no la han notado.
-Ya me voy –dice Karina abriendo la puerta.
-¿A dónde vas? –pregunta la madre.
-A ver a Fernando.
-Que te diviertas –dijo el padre. Karina se sorprendió de esas palabras.
-¿Qué dijiste? –preguntó Karina.
-Que te diviertas.
¿Te sientes bien?
-Mejor que nunca.
-OK… adiós.
Karina cerró la puerta. El padre sonrió. La madre miró de manera sospechosa a su esposo.
-¿Qué planeas?
-¿Yo? Nada –dijo el esposo aún sonriendo. Luego de diez minutos el padre se levantó y se dirigió a la puerta.
-Ya regreso –dijo abriendo la puerta.
-¿Hacia dónde te diriges?
-A ningún lado. Solo daré un pequeño paseo a pie.
El padre salió de la casa y comenzó a caminar. Luego de caminar unos metros sacó su celular e hizo una llamada.
-¿Hola…? ¿Con la policía…? Quisiera que mandaran a dos policías al parque… estaré en la acera, esperándolos… bien, gracias.
Colgó. Siguió su camino y en diez minutos llegó al parque. Se colocó en la acera contraria al parque. Unos segundos después vio a Fernando y a Karina caminando hacia la sorbetería, tomados de la mano. Los siguió con la mirada hasta que entraron en la sorbetería. Instantes después llegó una patrulla. Dos policías se bajaron.
-¿Cuál es el problema señor? –preguntó uno de los policías.
-El problema, agentes, es que un hombre acosa a mi hija.
-¿Desde cuándo?
-Desde hace cinco meses. Es más, hasta creo que ya la violó porque he visto que su vientre es más prominente que de lo
normal.
-¿Su hija ha hablado con usted sobre eso?
-No. Creo que le da miedo.
-¿Y ese acoso continua?
-Claro que si. Desde que supe lo del acoso, siempre vigiló los pasos de mi hija. Hoy, por ejemplo, mi hija me pidió permiso para salir. Acepté. Salió y yo salí también, pero a cierta distancia. Entonces vi a un hombre que la seguía. Hice la llamada a ustedes y me vine aquí. Nuevamente vi a mi hija que se dirigía a la sorbetería seguida de ese hombre. Entonces vinieron ustedes.
-Correcto. ¿Quiere que ingresemos al recinto y capturemos al acosador ahora mismo?
-Claro.
El padre de Karina y los policías se dirigieron a la sorbetería.

***

Eran la una con cinco minutos. Marcos iba a llegar en cualquier momento. Era la primera cita que tenía en la vida y quería que fuera perfecta. Un vestido rojo era la mejor opción que tenía. Era hermoso ya hacía resaltar mi figura. Se hicieron la una y diez.
¿Qué pasa? –Pensé-, ¿por qué aún no ha venido? ¿Será que solo lo hizo por hacerlo? ¿No siente nada por mí?
Mientras cavilaba esas ideas sonó el timbre de la casa. Corrí como loca a abrir la puerta. Era Marcos. Suspiré de alivio. Todos mis pensamientos eran, por fortuna, erróneos.
-Lamento la tardanza.
-Está bien. Lo importante es que viniste. ¡Mamá ya nos vamos, nos vemos más tarde!
Salimos de la casa y caminamos. No sabía donde sería la cita.
-¿Dónde será la cita? –pregunté.
-Vamos a ir al cine.
-¿Y qué película vamos a ver?
-Bajo la misma luna.
Me detuve. No lo podía creer. Siempre había querido ver esa película. Decían que era muy conmovedora y te hacía llorar.
Yo ya había leído el libro de Jhony Brown, pero no era suficiente. Debía ver la película.
-Yo, yo… no se que decir Marcos.
Marcos solo sonrió y me tomó de la mano. Me sonrojé. A la una y veinticinco llegamos al cine. Aún faltaban cinco minutos para que comenzara. Compramos las entradas y nos instalamos de la sexta fila de la sala de cine. Quería tener el mejor lugar para disfrutar de la película y de la cita con Marcos. La película terminó a eso de las 3: 45 PM. Fue increíble. La mejor película sobre enfermos con leucemia que he visto. Fue tan conmovedora que unas veces inclinaba mi cabeza sobre el hombro de Marcos para llorar. El me acariciaba el pelo y de vez en cuando besaba mi cabeza.
Terminada la película, después de tanto llorar, se me antojó un sorbete, así que caminamos a la sorbetería que estaba al lado del parque. El parque o estaba tan lejos del cine (a unas dos cuadras). Cuando estábamos a punto de llegar al parque vi a Karina y a Fernando agarrados de la mano, caminando hacia la sorbetería. Me entró un no se qué en el estómago. Cuando caminamos media acera del parque me detuve.
-¿Qué pasa? –me preguntó Marcos.
-Nada, solo que ya no quiero sorbete.
-¿Segura?
-Si.
-Bueno… -Marcos jugueteaba con sus dedos-; bien, creo que ya es el momento.
-¿De qué hablas?
-Sandra… he disfrutado todo el tiempo que hemos pasado juntos. Desde aquella tarde por el servicio social, hasta la cita de hoy. Sandra, creo que siento algo por ti; y aunque es nuestra primera cita formal, quisiera dejar de ser ya más que un simple amigo solamente. Sandra, ¿quisiera… ser mi novia?... ¡Sandra!
Voltee mi cabeza. Había visto al padre de Karina hablando con dos policías. Una gran angustia en mi pecho.
-¡Sandra!
-¿Qué pasa?
-Te pregunté si querías ser mi novia.
-A eso… lo siento Marcos, pero no aun no estoy lista para eso. Una amiga me necesita.
-Pero…
-¡Adiós!

Texto agregado el 17-10-2014, y leído por 129 visitantes. (0 votos)


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