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Inicio / Cuenteros Locales / Lughaidh / Reflejo: Capítulo I – El fusible

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Ha sido sólo el viento. Otra cosa sería imposible pensarla. ¿Fantasmas, algún monstruo? ¡Bah! Falsas justificaciones que mi mente me otorga, sólo me tranquilizan momentáneamente. Estaré bien después de un rato de sueño. Aunque, he de decirlo, estar en la oscuridad siempre me ha causado pavor; no por creer en “criaturas de la oscuridad”, sino por mera costumbre que la gente me ha… obligado a soportar. En ese sentido, soy un reflejo de la sociedad humana.

¡Otra vez se fundió el maldito fusible! Tendré que buscar el repuesto, pero antes una linterna. Me parece que guardo una justo… ¡aquí! Qué útil es tener una al lado de la cama, en el primer cajón del buró. A veces me gustaría no tener que pasar por estas situaciones. Pero, como dije, la costumbre. Ya ni me impresiona el hecho de que, en temporada de lluvias, estas tormentas terminen jodiendo mis fusibles. Digo, los de la casa y los de mi cabeza. ¡Son ruidos espantosos los que producen los relámpagos al caer! Al menos no vivo en ningún lugar cercano a la civilización moderna, con sus automóviles, máquinas horrendas, sólo tragan energía, sólo fomentan pereza.

Me levanto de la cama, ¡ah! Ya estaba a punto de dormir. (Supongo que podría dormirme ahora; de cualquier forma no duermo con las luces encendidas.) No, se echará a perder la comida del refrigerador, y eso no lo puedo permitir. Tomo el fusible nuevo de la caja de repuestos, colocada justo donde la linterna. Salgo de mi recámara, lo primero que hago es mirar a los lados; este pasillo siempre me provoca terror. Es por los ladrones, luego no sabe uno cuándo será sorprendido. ¿Fantasmas? ¡Ja, ja, já! Como si existiesen tales cosas. Lo único que existe para mí, ahora, es un fusible que necesita ser reemplazado.

Bajar las escaleras nunca me pareció tan pesada labor. El escandaloso chirrido que produce el pisar un escalón, solamente no lo aguanto. Necesito hacer algo al respecto. Igual sobre mi linterna, que no alumbra a tan larga distancia, y yo muy precavido. No me acerco a algo, a menos de que esté seguro que no es peligroso para mi persona. ¡Ah, lo que me faltaba! Malditas baterías, yo abajo, a oscuras. Regresar sería tonto de mi parte; además de no ver ni mis manos en tan profunda oscuridad, el horrísono que produce la tormenta me descamina. En caso de llegar donde las baterías, decidiría quedarme dormido. A estas horas ya debería estar en el quinto sueño. Me guiaré por la intuición, ni qué hacerle. Cada paso me parece cargado de más peso; siento un escalofrío recorriendo mi piel; y ni se diga de la humedad que uno puede oler en las paredes de la casa. Las desventajas de vivir solo. No tengo a nadie que me ayude en estas situaciones. Eso me llevo por ser tan intratable.

¿Ahora qué? ¿Qué ha sido ese extraño sonido? Parece haber provenido de mi recámara. Eso es raro, no hay nada en ella que pueda producir tal sonido. Se escuchó como alguien moviendo un mueble pesado, arrastrándolo sin cuidado. Aunque… no puede ser eso. Los únicos muebles pesados que ahí hay son mi cama, mi ropero, mi gabinete y dos burós. En primer lugar: los buros están atornillados al suelo, sería imposible moverlos sin quitar los soportes. En segundo lugar: la cama, el ropero y el gabinete pesan demasiado para un hombre promedio. Ni arrastrarlos podría uno. Yo, que me considero una persona, en cierto sentido, fuerte, no puedo concebirme empujando solo uno de esos muebles. Además, incluso si pudiese hacerlo, eso dañaría terriblemente mi piso de caoba. Cosa que odiaría hacer. En último lugar: ¡no hay nadie aparte de mí en esta casa!

Termino convenciéndome de la posibilidad de que hay alguien más en la casa aparte de mí. Cada vez que la niego, más la asimilo. Ahora sólo quiero terminar lo mío e irme a dormir. No quiero volver a pensar en ello. Siempre se me ha facilitado el pensar demasiado las cosas. Tengo una imaginación demasiada libertina. Se va a lugares donde el entendimiento no puede llegar por sí solo; e incluso si éste llegase a éstos, le resultaría difícil comprender lo que está ante sus ojos. Esa es mi maldición: pensar demasiado las cosas. Cambiar un fusible no debería quitarme mucho tiempo, pero ya llevo quince minutos tratando de llegar a salvo a la caja de fusibles del sótano. Resbalarme sería trágico, pero irónico, a decir verdad. Tanto cuidado para llegar a morir de un resbalón.

Por fin he llegado, estoy frente a la caja de fusibles. Dentro de ella, falta el fusible. Eso sí me resulta incomprensible. ¿Cómo es que no está? A menos que haya salido disparado por una sobrecarga eléctrica, pero es poco probable. Normalmente sólo se chamusca, pero hasta ahí. ¿Algún animal? No lo creo, su inteligencia no da para tanto. Además, el lugar es algo alto para cualquier animal que habitase los alrededores. Claro, ahora lo que queda pensar es que un ladrón se escabulló en la casa. Eso debe ser. No tengo amigos que hagan este tipo de bromas, es más, no tengo amigos en absoluto. Así que, lo único que me queda es encontrarlo y pedirle que se lleve lo que desee, con la condición de que me deje en paz. Peor si resultase ser un asesino serial, algún sociópata activo. ¡Maldita suerte! Tendré que buscar por quien sea que esté aquí.

Lo peor sucede al reparar en que no tengo conmigo el fusible. ¿Lo habré dejado caer mientras caminaba hacia el sótano? No lo creo, estaba en mi bolsillo. No es de esos bolsillos con poca hondura, es de los que guardan una mano entera. Sólo que alguien me lo hubiese arrebatado de ahí. Sin embargo, creo que hubiese sentido una mano extraña entrar en mi bolsillo. ¡Me carga la mierda!

Texto agregado el 30-09-2014, y leído por 45 visitantes. (0 votos)


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