Hogar
Pateando piedras mientras el viento silba levantando hojas, el frío que cala hasta los huesos, caminando por la berma, encarando el tránsito de la carretera, los perros compañeros de vida trotando a su lado, el cielo se va cerrando cada vez más negro. Apura el paso antes que la lluvia se desplome sobre él, el hambre le aguijonea.

Pero su hogar está cerca, allí, debajo del puente viejo, en el cementerio de trenes, con sus más valiosas pertenencias, cama de cartones, el calorcito de los quiltros, una botella de vino barato y marraquetas con mortadela que reparte para la cena.