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COMPADRE

Se dirigió al centro del redondel con garbo afeminado al caminar. Vestido de seda en negro con adornos de plata y oro, bien ajustados los machos a la taleguilla. Sobre el piso enarenado esperó a su oponente.

Por toriles salió Compadre, un toro de 537 kg. Magnifico ejemplar entrepelado, sobrado de fuerza, astinegro y gacho de cornamenta, de envestida limpia y combativo con los caballos.

Transcurrió la lidia entre pinceladas de plasticidad, demostración de fuerza y fiereza, para regocijo de muchos del público presente, enojo y asco de otros, todos tránsfugas por unas horas del televisor y sus noticieros saturados de información acerca de otras “costumbres” humanas también aceptadas social y culturalmente, como las masacres de niños, mujeres y ancianos en la zona geográfica más “religiosa” del planeta, sólo por motivos políticos y de religión.

Espectadores indolentes ante la mortandad por hambruna o epidemias mortíferas en el área laboratorio de nuestro civilizado mundo. Finalmente, todas son expresiones provenientes de la condición humana, paliativas del aburrimiento, ejercicios sadomasoquistas que algo de bueno han de tener pues son muchos los taurófilos y televidentes que gustan de ver y aceptan eso.

Torero y astado seguían en lo suyo, uno por afición, fama y dinero, la bestia, porque lo llevaron allí para morir. Cuando Morenito de Cali se perfiló ante Compadre para entrar a matar y completar lo que era ya una extraordinaria faena, como un relámpago acudió a su mente la imagen de su amada Teresa, sonrió y “poniéndose el mundo por montera” se tiró a matar…

Fue una estocada atravesada, había que intentarlo de nuevo. Otra vez ejecutar la suerte final, el torero frente a su formidable e inerme oponente herido. El hombre con la muleta en alto, estoque en la diestra y la mirada fija en el morrillo del astado, el toro puesta la mirada en la muleta ensangrentada aceptando el envite mortal. De nuevo la espada en busca de la carne del toro, un instante antes del encuentro el astado desvía la mirada hacia los machos del matador y enviste con fuerza, el encontronazo fue brutal en medio del alarido del público.

Por un lado cae muerto el toro, por el otro un chorro de sangre humana brota a borbotones, Morenito de Cali tiene la arteria femoral destrozada, mal herido fue llevado a la enfermería, sintiéndose morir pidió un teléfono para despedirse de Teresa, su amada demoró en contestar, cuando se estableció la comunicación, el afamado torero en los estertores de muerte alcanzó a escuchar por el auricular tras el “Halo” de su amada la voz de su apoderado y compadre quien le susurraba a la mujer:

—Vístete de prisa, la corrida está por terminar, él regresará pronto.

La crónica taurina no registró que Morenito de Cali es el único torero en la historia de la tauromaquia que murió víctima de dos cornadas de astados distintos, una en la entrepierna y la otra en el corazón.

Texto agregado el 16-09-2014, y leído por 523 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
02-10-2014 Que buen manejo de la historia haces, como es tu costumbre. Eres un maestro. Pienso no hay nada peor que lo que le sucedió a ese torero,escuchar antes de morir esa frase es atroz***** Un abrazo Victoria 6236013
01-10-2014 Divina justicia, amigo. Damayanti
26-09-2014 "Quién a hierro mata, a hierro muere". Magistral relato.***** girouette-
16-09-2014 Orale !!! El "joven Murrieta" estaría feliz de leer este texto. Lo de la segunda cornada ya fue innecesaria, la primera era mortal de necesidad. Pobre morenito, lo bueno es que seguro ni se entero. Cinco aullidos en el ruedo yar
16-09-2014 El arte de Cúchares,bien narrado en tu texto.Práctica defendida por algunos y rechazada por muchos.UN ABRAZO. gafer
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