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Un simple joven con una difícil vida es lo que es. Un simple joven que ha atravesado millones de problemas, los cuales oculta astutamente con una alegre sonrisa, es lo que es. Un joven que desde bebé tuvo que afrontar la vida cruel como es.

Un bebe nacido sin amor, nacido en una familia creada por la ruptura de otra. Una familia únicamente conformada por dos seres tan inmaduros como la criatura misma: un padre que daría la vida por todos sus hijos sin pestañear, pero egocéntrico, perfeccionista y prepotente como ningún otro; y una madre que, al igual que el padre, moriría diez veces por su primogénito, en este caso; pero con un autoestima tan baja como los valores que poseía.

Un bebe es lo que fue hasta que creció unos centímetros más y comprendió que nada más que perfección, en todo sentido, seria apreciada y reconocida por aquel padre que él no escogió. Si una tremenda riña no quería recibir, cual robot debería actuar: realizar acciones sin chistar, pero, eso sí, a la velocidad de un rayo y con la precisión de un águila debía estar.
La comprensiva madre leona mostraba los colmillos ante tal riña que el padre u "ogro",cual el niño lo llamaba, le daba a la criatura juguetona. Una pelea caótica era la consecuencia, una gresca de dimensiones nucleares era lo que ocurría, mientras el niño lloraba desconsoladamente en una esquina, porque, en el fondo, sentía que su culpa era todo.

El infante creció, unos centímetros más aun, con timidez que hasta por los dedos derramaba, con un miedo hasta de su sombra que hasta por las uñas botaba, pero una bondad que pocos corazones poseían o podían comprender. Se convirtió en un puberto sincero e inocente como ningún otro, muy callado y tranquilo. Un amador del colegio es en lo que se convirtió; sin embargo, no porque amante del estudio fuese, sino porque conocía la realidad que vivía en aquella cueva en donde la leona y el ogro luchaban a muerte por cada pequeño error que el cachorro cometía. Varios amigos no tenía, pero él no los necesitaba.

Este joven vivió bajo las alas de su madre que, quien como águila, destrozaría con sus garras a quien se le acercase con malicia. Su confidente, su mejor y, prácticamente, única amiga era ella. Aquella madre que carecía de modales, pero vendería su alma al diablo las veces que fuesen necesarias por salvar a su pichón.
Este pequeño sentía que poseía todo, mientras tuviese a su madre: no necesitaba ni amigos ni conocidos o, al menos, eso creía ingenuamente; no sentía necesitar a nadie más.

El pequeño vivió unos años más con muy pocos recuerdos de aquel hombre que solo le daba riñas nocturnas, dado que ese gran hombre, aunque el niño desconocía en esos tiempos de luna llena, trabaja horas hasta que el sol fuese a dormir y la luna saliese a reemplazarlo, con el único objetivo de llevar, aunque sea, un pan a la mesa del pequeño cachorro de leona. Tal vez esta era la razón del mal carácter de aquel ogro: el sentimiento de haber tenido todo en algún momento con la familia anterior(desde viajes por el mundo hasta dinero para desperdiciar), pero haberlo perdido y, en esos momentos, ya no poder darle lo que le dio a sus antiguos cachorros; quien sabe, solo este hombre, que nunca se rindió, pero mucho sufrió, lo sabe.

El puberto creció y creció, bajo el ala de su muy amada progenitora. Sin embargo, un día, de imprevisto, todo cambió. La desvelada leona dejo de dar la vida por su adorado cachorro, lo lanzó al mundo sin protección o consejo alguno. Lo dejó de lado por un simple furor, mientras el ogro conseguía comida para alimentar a su familia día tras día sin descansar.

El pobre joven no entendía lo que sucedía, pero se armó de valor y afrontó al mundo al cual su madre lo había lanzado. Su vida cambió: consiguió amistades, pero no confiables; conoció el amor, pero fue traicionado y utilizado más de una vez: él no estaba preparado para el cruel mundo, dado que jamas recibió consejo alguno, ni de su madre o padre

Sin embargo, al llegar a casa, día tras día, con la esperanza de que su amada madre leona lo acogiera dulcemente después de lo que pasaba en el cruel mundo, ella no estaba allí para él. Estaba con algún aparato haciendo quién sabe qué.

Todo siguió igual durante varios meses: el pequeño cachorro era destrozado y usado día a día durante la tarde por sus "amistades" y "amores"; dejado de lado por su progenitora durante el atardecer; y regañado por su padre en las noches por no ser suficiente bueno según los estándares de este.

Un día, frustrado por el desprecio de su madre, quien era la única persona quien podría ayudarlo a superar por lo que pasaba, decidió descubrir el secreto que esta mujer escondía bajo su sombra. Esperó pacientemente, cual león que espera a su presa, a que su madre saliera hasta que ella lo hizo y este entró, con un salto a la velocidad de un rayo, a la habitación de la leona; buscó y rebuscó cualquier pista que le diese a entender qué era lo que había alejado a su adorada madre de él; durante minutos y horas buscó y rebuscó hasta que encontró aquel aparato electrónico que atrapaba a la mujer que le dio la vida; ese aparato por el cual ella lo abandonó meses atrás. El astuto muchacho consiguió abrir el aparato y acceder a la información: el joven débil no era; pero ni cincuenta años más lo hubieran podido preparar para la verdad; nunca hubiera podido imaginar cuál era la verdad de todo. El pobre chico cayó desplomado a la cama, mientras el aparato resbalaba lentamente por sus temblorosas manos. Este no sabía qué pensar o cómo reaccionar; quedó allí, desplomado, sobre la inmensa cama, durante varios minutos, sin poder imaginar razón alguna que pudiese explicar lo que acababa de ver. El muchacho acababa de descubrir que su tan adorada madre engañaba a su padre con otro hombre y peor aún lo dejaba de lado a él por alguien más. "¿Por qué mi madre me dejó por un hombre cualquiera, a mí su hijo, su primogénito, por qué? Como es posible?"- penso y penso durante varios minutos sin respuesta alguna-
El muchacho recobró conciencia después de un largo momento y decidió salir de inmediato de esa habitación antes de que aquella mujer, a quien alguna vez llamó madre adorada, regrese y lo atrape "con las manos en la masa".

El joven puberto a su corta y temerosa edad no supo qué hacer: si decirle a su padre o afrontar a su madre. Conocía las consecuencias de todo. Esto lo hizo madurar y conoció lo cruel que es la vida una vez más. El muchacho tuvo que cargar con todo bajo sus hombros para no destruir aquella poco consistente familia, para no hacer sufrir a su padre ni a su madre, porque aunque los odiara por fuera, aún los amaba por dentro.

El puberto sabía que si no hacía las cosas con paciencia, podría destruir la familia y hacer sufrir a todos. El mínimo error sería fatal. Así fue como comenzó con su madre; la confrontó como un hombre, pero esta mujer logró "engatusarlo". Pues, claro, le llevaba la ventaja de la experiencia. El creyó en sus palabras ciegamente, porque, fuese lo que fuera, ella en algún momento fue su madre adorada, "¿Cómo no confiar en ella?" -pensó-.

El muchacho cargó con el peso de las mentiras de su madre durante meses más y sentía que traicionaba a su padre; pero otra opción no poseía. Era un joven tonto, pero con un corazón enorme. No quería lastimar a nadie era lo que quería, sin saber que se lastimaba a si mismo por callar. No podía dormir, no podía comer, no podia mirar a los ojos de su padre sin que las lagrimas brotaran. "No tengo otra opcion" -pensó-

La verdad salió a la luz un día, de casualidad, y la madre voló lejos cual golondrina en busca de algo o alguien. Sin intenciones de regresar.

El joven ya no tan joven, quedó solo junto al "ogro". ¿Qué hacer o cómo actuar? No lo sabia, pero decidió apoyar a su destrozado padre. Soportó los gritos de aquel padre que sentía que habia sido traicionado por una mujer con la cual compartió una vida. Sin embargo, no le importaba al muchacho ser gritado, porque conocía el sentimiento que atormentaba a su querido padre.

"Un pequeño problema por vez "- susurraba el pequeño adolescente, mientras se convencia de que todo solo era un problema pasajero y que algún día todo estaría bien, como siempre lo quiso, que algún día su madre volvería, lo abrazaría con ese amor de leona y lo haría sentir seguro del mundo de nuevo . Sin embargo, las lágrimas brotaban de sus claros ojos, dado que él sabía que se engañaba a sí mismo, él conocía la verdad: ella jamás volvería por su solitario cachorro.

Texto agregado el 30-07-2014, y leído por 141 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-09-2015 Triste historia y verdad de existencias circundantes, buen escrito. ivancamella
 
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