Nueva York. 13 de junio de 2014.
Universidad de Dolumbia.
Centro de Alta Investigación de Física.
Hora local: 3:00 a.m.
Viernes.

Dos genios, doctores en física, salieron de trabajar en la madrugada. Fatigados por el extenuante trabajo del día haciendo labores de fotometría, querían irse a descansar a sus casas con sus respectivas familias. Pero el deseo lujurioso de uno de ellos hizo que surgiera una invitación. Roberto - ¿Eduardo, vamos para donde los prostitutos o no? Eduardo - hermano, usted se ha acostado con más de 700; y en realidad usted no merece ni un solo hombre; Fercho - Lo que pasa es que yo me armonizo cuando estoy con hombres diferentes a mi hombre -. Ambos padecían de hemeralopía; y al salir de su centro laboral los postes de luz tenían su luminosidad disminuida, por lo que se sintieron un poco mareados.

Las dudas los llenaron a los dos; no sabían si irse a un prostíbulo o a parrandear en un bar. La indecisión los mantuvo inmóviles por unos segundos, mirando hacia el suelo con la cabeza sin algún pensamiento. El caos mental en el que vivían, les hacía pensar una cosa en un momento y otra luego de un periquete. Así que el tema del que estaban hablando cambió repentinamente. Una discusión que no habían tenido antes se convertiría en una tragedia. Todo comenzó porque Fercho miró fijamente unas canecas de basura que estaban a la salida del edificio. Ninguno de los dos era algarero, pero ese día la turbación los llevaría a un nivel mortífero.

El debate no iba a ser óntico, pero iba a ser como si un ente los estuviera confundiendo.

Fercho: - ¿Las canecas están quietas, cierto? mírelas, yo las veo estáticas.

Eduardo: Puede ser, puede que no. Recuerde que todavía no tenemos todo el conocimiento de la ciencia; todavía no entendemos muy bien la materia oscura; ni siquiera sabemos si realmente existe o no.

Fercho: Pues yo las veo quietas, no sé si usted las ve moviéndose, ¿las ve moviéndose?

Eduardo: Ese es su punto de vista, su forma de verlas; de entenderlas. Yo puedo decir lo contrario; y lo puedo explicar de varias maneras; y lo que yo pienso también puede ser cierto.

Fercho: Explíquese bien, para ver si podemos llegar a un acuerdo. Pero no dé una perorata; simplifique su idea, no me vaya a sermonear, que de eso estoy mamado en la iglesia a la que me toca ir con mi esposa.

Eduardo: La Tierra rota sobre sí misma, por lo tanto todo lo que hay en ella se está moviendo; incluyendo las susodichas canecas. Además el planeta gira alrededor del Sol, otra razón más por la que todo dentro del globo se mueve. Sigo, está el movimiento de precesión, es decir, la orientación del eje de rotación varía levemente; otra razón más, para el movimiento de todo lo interno del Orbe. Adicionalmente, está la nutación, mucho más difícil de entender, pero de igual manera verdadera. Son unos cuantos segundos de arco, aproximadamente cada 20 años. El Bamboleo de Chandler también se puede adicionar a esto; adiciona 0,7 segundos de arco cada 433 días a la precesión de los equinoccios. Me faltan dos cosas por decir; las variaciones orbitales que pueden ser las causantes de los períodos helados holocénicos; y por último el movimiento de la galaxia; la vía láctea se mueve a 300 kilómetros por segundo; teniendo como referencia el Sol. Es decir, que si un ser humano tuviera la capacidad de moverse a esa velocidad sin afectar su integridad física, por ejemplo dentro de una nave; podría darle la vuelta a La Tierra en 0,13 segundos. Así de rápido. No tengo nada más para agregar.

Fercho: Disiento completamente de su manera de pensar. Está muy equivocado. Pues usted debe tener presente que la vía láctea no es la única galaxia que se está moviendo y si la comparamos con otra que no se esté acercando, por la Constante de Hubble, se podría decir que todo lo que hay dentro de ellas está quieto, pues no hay variación de distancia entre lo que hay dentro de cada una de ellas.

La discusión llegó hasta ese punto; porque la ira los dominó. Fercho sacó su puñal; y Eduardo hizo lo mismo; Fercho agarró con fuerza a Eduardo por el saco, por la parte donde está el esternón; y como por inercia Eduardo hizo lo mismo. Seguidamente se apuñalaron respectivamente en el vientre. Fercho le metió 21 puñaladas a su compañero, y Eduardo alcanzó a meterle dos más, es decir, 23, antes de que ambos cayeran al piso y se desangraran. Nadie pasaba por ahí a esa hora, por lo que nadie percibió el combate; pero los gritos de ambos mientras los puñales entraban en sus estómagos eran desgarradores; a pesar de esto lograron llegar a ese número de puñaladas. La sangre brotó por sus bocas, sus ojos derramaron incontables lágrimas y finalmente después de menos de cinco minutos de intensa agonía, los dos fallecieron.

Respuesta a stracciatella: Es relativo, porque en este caso no hay verdad absoluta.