ALMA ATRIBULADA


Mario Arredondo miró para todo lado tratando de desviar su pensamiento. La noche se le había echado encima sin darse cuenta. Todo el día lo había pasado tratando de encontrar una respuesta alentadora al diagnóstico dado por su doctor « Le quedan tres meses de vida»

Por más vueltas que le daba al asunto, menos comprendía esta triste realidad. ´´Uno se pasa la mitad de la vida trabajando como un burro - Pensó - Y cuando se piensa en tomar un merecido descanso ¡Pan! Le tiran de golpe y porrazo en la cara esta desafortunada noticia´´

El hombre cavilaba sólo encerrado en su oficina. Un miedo horrible se había apoderado de él. La pistola colocada a la derecha sobre el escritorio al alcance de su mano. En el centro un sobre manila que le había entregado su doctor con los resultados médicos certificado por un laboratorio de prestigio de la capital. A la izquierda sobre el escritorio, un cuadro con la imagen de San Miguel con su espada y Satanás doblegado bajo sus pies. Al lado del mueble, una pequeña mesa donde descansaba un teléfono frío y mudo.

Desanimado tomó con su mano izquierda el cuadro con la imagen del Arcángel Miguel, mirándolo fríamente con sus ojos acusadores. Entre-abrió sus labios musitando con fervor.

´´Apiádate de mi alma´´ - Dijo lloroso. Tomó la pistola con su mano derecha. La martilló, llevándola de manera maquinal hasta apuntar con ella su sien. Luego presionó el gatillo lentamente, dijo una plegaria invocando al Señor, cosa que él nunca había entendido; pero que el momento lo exigía para reconfortar su alma atribulada y afligida.

En éste estado siquico- emocional se hallaba aquel hombre. En cuestión de segundos circuló por la mente su vida como si fuera una película, dándose cuenta que nunca había hecho casi nada por ella. Su malgastada vida la dedicó por completo al trabajo, olvidándose de su familia, tarde se dio cuenta de su grave error.

Repentinamente, el hombre vio como el cuadro se abrió formando una estrecha rendija parecida a un brillante rayo de luz que permitía apreciar el cuerpo del Ángel saliendo fuera del cuadro, colocándose del otro lado del escritorio donde el hombre se hallaba sentado.

El aspecto demacrado y frío de la cara del hombre por un momento se avivó. La vestimenta de la imagen se tornó encendida. La espada que colgaba del cinto casi tocaba el suelo. Sus ojos y el rictus fruncido de sus labios denotaban que estaba colérico al observar el rostro perplejo de amargura del homicida.

Mario se estrujó deliberadamente los ojos al pensar que estaba soñando. El Ángel se reclinó con su mano izquierda sobre el escritorio, extendió el brazo derecho tratando de impedir que el hombre accionara la pistola, siendo interceptado en el trayecto por las manos de Satanás al aparecer de improviso en la escena. Con sus ojos rasgados y enardecidos tomó la mano de San Miguel clavándole sus afiladas uñas en la carne, impidiendo que el Ángel le quitara el arma al hombre.

Forcejearon por breves segundos, el Ángel tratando de quitarle la pistola al homicida para evitar que se matara y, Satanás para que lo hiciera. Finalmente, el Ángel arrancó intempestivamente la pistola de la mano del hombre y de las de Satanás, depositándola luego muy lejos, fuera del alcance de las manos del suicida. Con ímpetu, alzando la voz increpó al homicida.

´´¿Qué intentas hacer hombre de poco valor? ¡Te han dado tres meses de vida! ¿Quieres acelerar tu muerte? En tres meses pueden suceder muchas cosas, hasta ocurrir un ¡Milagro!´´ - Dijo con voz firme el Ángel Miguel.

Dio la vuelta al escritorio, acercándose, hasta quedar parado muy cerca del hombre, quien con ojos desenganchados miraba al vacío sin poder entender con seguridad lo que estaba aconteciendo en ese instante, ni comprender las palabras acertadas del Ángel que había impedido que los sesos de su cabeza estuvieran regados por todo lado, al ser atravesada por una bala de su pistola Magnum54.

Satanás en estado de derrota, arrellanado en el suelo, en una esquina de la oficina se carcajeaba de forma sarcástica mirando la escena del hombre y el Arcángel Miguel.

´´ ¡Ja,ja, ja, ja, ja,ja! – Reía - ¡Como quiera es mío! ¡Su alma me pertenece! – Chilló ufano desde el rincón donde se hallaba.

El hombre, en estado de show lo observaba sin comprender lo que estaba ocurriendo. El Arcángel Miguel, malhumorado al escuchar al Diablo reír, le dijo desenvainando su espada apuntándole en posición de esgrima.

´´ ¡Fuera de aquí espíritu maligno! ¡Márchate al infierno de donde no debiste salir!
´´ ¡Ja,ja,ja,ja,ja,ja! ¡Es mío…! – Dijo desapareciendo lentamente de la escena.

´´ Ring, ring, ring – Se escuchó timbrar el teléfono sacando al hombre de su profundo letargo – Ring, ring, ring… – Siguió timbrando el aparato sin cesar.
El hombre con desaliento levantó el auricular, se lo llevó hasta el oído y escuchó a través de él la voz de su doctor.

´´ ¡Señor Mario! ¡Lo hemos buscado por todo lado sin dar con usted! ´´ – El estado anímico del hombre se reconfortó de momento, tomando el semblante un color encendido al escuchar la voz del doctor por el auricular. Espabiló los ojos y puso atención a las palabras del facultativo.

´´ Me vas a excusar – Volvió a escuchar – Lo resultado de los análisis que le entregué esta mañana no son de usted. Por equivocación, en el laboratorio rotularon su nombre en el sobre, es de otra persona ¡Excusa por la terrible equivocación…..!

El auricular ya no estaba en la mano del desafortunado hombre, colgaba de la mesita donde descansaba el teléfono al escapar de la mano, sólo se podía escuchar la voz que venía del otro lado del hilo.

´´ Don Mario ¡Don Mario ¡Me escuchas! ¡Don Mario m…..!

El hombre con los ojos desencajados ya no lo escuchaba, estaba muy quieto y frío, desplomado en el sillón reclinable de su escritorio. Satanás había ganado la batalla.

´´ ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja…………! – Una carcajada se escuchó retumbar por toda la oficina, procedente del más allá.

JOSE NICANOR DE LA ROSA.