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http://cabezaperdidaenunmar.blogspot.com.ar/
(Esta es la continuación de "Rastros")

Corrí a torpes trompicones atravesando la marea roja.
La sangre escupía en mi cara y dificultaba mi visión, pero aun así pude hacerme paso entre las aguas cada vez mas espesas.
La orilla estaba cada vez mas cerca y su blanquecina superficie me auguraba un futuro alentador para el descanso de mi magullado cuerpo, sin embargo, a penas rocé con mis dedos los primeros centímetros de la arena, unas manos oscuras ascendieron desde las profundidades de las aguas para encarcelar mis pies al rededor de sus dedos. Éstos eran deformados bultos negruzcos empapados y llorosos de sangre que perdían su complexión al aferrar mis tobillos, y la fuerza de aquellas extremidades se acrecentaba cuanto mas palpaban mi pavor.
A cada pulsación acelerada sentía la contextura fangosa de los dedos percutir mas sobre mi cuerpo y hacer desaparecerme de esta existencia, pero entonces un momento de lucidez cruzó mi mente e hizo que mi mano se deslizase hacia mi bolsillo. De allí desenfundé el revolver y no vacilé en apuntar hacia aquella masa viscosa semi-humanoide que iba despegándose del agua.
Un disparo descosió el aire y atravesó parte del tejido viscoso de la figura bípeda. La bala continuó silbante su recorrido aéreo mientras empezaba a emborronarse sobre el horizonte nebuloso y la criatura comenzó a sufrir la vejación de la herida hasta deshacerse sobre si misma.
Para cuando mis huellas al fin pisaron la arena pálida de la salvación, el océano de sangre se succionó así mismo y mudó en una turbia nube bordó que se esfumó buscando la bala perdida.
Respiré hondo y me sequé el sudor de la sangre mientras caminaba a paso austero hundiendo mis pies sobre la arena, pero entonces descendí la mirada y pude observar que delante mío había unas pisadas, del mismo grosor y forma que las mías, que marcaban un camino que me había planteado realizar desde el momento en que salí del agua. Continuando el sendero, llegué al punto en que las pisadas desaparecían, y percatándome de lo que estaba pasando, solo pude pensar en que era allí donde se quería que yo estuviese.
Sin tiempo de reaccionar, cerré los ojos y esperé lo peor, fuese lo que fuese. Y allí, en donde el corazón latía con violencia, la bala perdida apareció y chocó contra mi pecho con la furia cohesionada de mi víctima.
Aquella era su venganza.

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Texto agregado el 04-07-2014, y leído por 159 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
05-07-2014 Relato vertiginoso Cautivas la atención del lector y el final es trepidante. Todo un acontecimiento descubrirte. Mis felicitaciones. pielfria
 
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