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LA FLOR Y EL COLIBRÍ
En un gran jardín, tan grande que muchos de los que allí moraban no se conocían entre sí, abundaban hermosas flores, de todas las variedades posibles de imaginar y todas y cada una de ellas trataban de lucir sus portes, colores, formas y belleza. Una en especial, que entre todas, trataba de pasar desapercibida porque no le gustaba que los pájaros y otros insectos que pululaban el jardín se le acercaran, era muy hermosa y siempre ocultaba su preciosa figura para no destacar entre las otras flores. Así como en este jardín había muchas flores también había muchos pájaros que volaban alrededor de ellas, buscando su amistad y compañía. A veces un pájaro y una flor se encontraban y a fuerza de verse y conversar cotidianamente, entablaban una cierta amistad. Cuando así ocurría se les veía siempre juntos y para que los otros habitantes del jardín no se enteraran de su amistad procuraban encontrarse protegidos de las miradas de los demás.
Esta bella flor inadvertidamente había posado sus ojos en un colibrí, el que por su naturaleza también destacaba de los demás pájaros y en su ausencia lo recordaba porque cada vez que se encontraban en el jardín conversaban de muchas cosas. Ella sin saberlo, sentía una cierta admiración por este pájaro, pero nunca se atrevió a reconocerlo.
Cuando el colibrí se acercaba a conversar con esta flor tan diferente a sus congéneres del jardín lo hacía porque su forma de ser, tan especial, lo atraía, pero él no estaba consciente de la cercanía que sentía por esta flor tan hermosa.
La singular flor, cierta vez desapareció del jardín. Según se comentó fue porque había que cuidarla de manera especial y no podía estar en el mismo lugar que sus otras congéneres. Estuvo fuera del jardín mucho tiempo, años, tiempo en el que sus bondades y especiales características se marcaron aún mas, haciéndola más hermosa y cada vez que se dejaba ver, destacaba por sobre todas las otras singulares y bellas flores de ese jardín.
Mientras estuvo ausente, ocasionalmente ella tenía noticias de su pajarito amigo, también se comentaba acerca de él en las reuniones sociales de flores y pájaros a las que ella tenía oportunidad de asistir. Por su parte el pájaro también trataba de saber que ocurría con esta bella flor y cada cierto tiempo le llegaban algunas noticias sobre ella. A esto el no le daba mayor importancia, pero en su fuero interno siempre se acordaba de las gratas conversaciones que habían sostenido cuando ella era parte del jardín.
La verdad sea dicha es que al pájaro le gustaba mucho su amiga flor, sentía una enorme atracción por su belleza, por su figura, por su canto, por su forma de volar y hasta pensaba que podían tener algo mas que amistad, pero ella en su actuar cotidiano imperceptiblemente ponía una barrera con todos aquellos que se le acercaban lo que naturalmente incluía al colibrí, sin embargo la hermosa flor siempre tuvo presente a su amigo. Lo recordaba continuamente, compuesto, inteligente y respetuoso, además de gentil.
El colibrí tenía la responsabilidad de guiar en su vuelo y en sus actividades diarias a un grupo de pájaros del gran jardín y también a un grupo de flores. De tal modo que él siempre estaba pendiente de lo que podía pasar con sus pájaros y sus flores. Por esta razón y por la forma en que cumplía sus obligaciones la flor sentía mayor admiración por su amigo, la que se mantuvo sin variación mientras estuvo ausente. Incluso, cada vez que se daba la ocasión ella comentaba en su círculo, las particulares características de este pájaro tan especial.
En la medida que el tiempo pasaba, el colibrí tenía mayores responsabilidades en el cuidado del jardín que hasta significaban que debía preocuparse de otros jardines vecinos y sucedió que el encargado del jardín lo cambió a trabajos diferentes, ya no en su jardín sino que a otras dependencias en que, según le dijo, su trabajo era muy importante y necesario. Por ello el recuerdo de su florcita amiga se tornó ocasional y a veces nulo. Solo muy de vez en cuando le llegaban noticias de ella por otros pájaros o por otras flores. Y así paso mucho tiempo. Un cierto día en que el pájaro estaba muy ocupado viendo las innumerables cosas que requerían su atención, se encuentra con su amiga flor que volvió al jardin después de muchos años, y la ve tan hermosa o mas que cuando se habían dejado de ver, ella nuevamente empezó a ser la preocupación de sus pensamientos. Al parecer a la flor le ocurrió lo mismo ya que siempre encontraba un pretexto para hablar o estar cerca de el.
El colibrí, en razón de sus obligaciones nuevamente tuvo que dejar a su preciosa flor, pero se llevó su imagen y su recuerdo, y en su pensamiento el deseo de verla, de estar con ella, de decirle que siempre había sido la única flor del jardín que el guardó en lo mas profundo de su corazón. Hasta que un día pensó en visitarla. ¿Pero como? Si la flor estaba en otro lugar del jardín. Fue entonces que discurrió ir a verla. Buscó la forma de comunicarse con ella y decirle que se acercaría a su reducto, cuando ella lo supo se alegró mucho y le dijo que lo esperaría.
Por fin llegó el día que se encontraron, la flor estaba mas hermosa que nunca y al parecer se había preocupado especialmente de su apariencia. El saludo entre ambos fue muy protocolar y aunque el colibrí, acerco sus labios a los de la flor ella muy tímidamente le ofreció su mejilla. Le preguntó ¿A que se debe el honor de la distinción? A mi deseo de conversar contigo después de tanto tiempo sin vernos, le dijo. Siguieron juntándose regularmente, en diferentes lugares del jardín, hasta que en una de esas oportunidades en que conversaban animadamente el le dice: Regálame un beso y rápidamente piensa que la flor lo va a rechazar, pero sorpresa, ella mirándolo fijamente le dice: Quítate esa pluma que estorba tu visión, y habiéndolo hecho, después de alabar tiernamente sus ojos, le entrega el beso mas delicioso que el colibrí haya conocido. Ambos quedaron muy sorprendidos por esto, en ese momento no supieron explicarse que era la natural culminación de tantos años de estar juntos y separados, de conocerse y alejarse, de sentir que tal vez mutuamente uno era parte del otro. Cuando ese día se separaron los besos de la despedida fueron lo mas dulce, suaves y amorosos que ambos se prodigaron.
Después de esto sus encuentros fueron mas frecuentes y su amor se convirtió en algo tangible, bello, intenso, se amaron cada día más hasta entregarse completamente todos sus sentimientos. El colibrí bebió con avidez el néctar de su hermosa flor y ella lo amó más y más.
Su amor fue la envidia de todas las flores y pájaros que poblaban ese inmenso jardín y junto con ello el canto general de todas las flores y pajarillos, no tenía otra finalidad que referirse al gran amor de la hermosa flor y su colibrí. Ellos sin importar lo que dijeran los habitantes del jardín, vivieron felices su amor por todo el tiempo que Dios les entregó para estar juntos, amándose y felices de pertenecerse mutuamente. En el gran jardín aún se comenta acerca de esta historia, sin conocer sus pormenores ni la forma en que la flor y el colibrí terminaron sus días de amor.
Para los protagonistas de este cuento la historia continuo. La flor y el colibrí siguieron amándose por muchos años, sintiendo que su amor era tan fuerte que nada ni nadie podría destruirlo y ellos amándose cada vez mas, estabilizando sus sentimientos. Su amor era hermoso, inigualable, envidiable por todos los habitantes del jardín y de la comarca. A pesar de no poder estar juntos permanentemente su pasión los abrasaba y los unía cada vez más. Pero algo enturbiaba su relación y esto era una brecha muy difícil de soslayar. La flor era mas joven que el colibrí por lo que tenía inquietudes propias de su juventud, a pesar que ella siempre le manifestaba a su colibrí que nunca se separaría de él no importando el tiempo de diferencia que había entre ambos. También había otro pequeño gran problema y era que cada uno tenía su vida propia, por ello era difícil que se juntaran constantemente y cuando lo hacían el amor renacía nuevamente y continuaban siendo una pareja fuerte e inmutable en el tiempo y en los sentimientos que se prodigaban. Entonces el amor entre ambos se fortalecía, crecía y afianzaba, los grandes amantes perduran a través del tiempo sin importar las circunstancias que rodean su amor. Por lo menos así pensaba el colibrí.
Un hecho circunstancial vino a cambiar la situación de la pareja. El colibrí enfermó gravemente y demoro mucho tiempo en recuperarse. Su amor por la flor se mantenía incólume. Siempre conversaban a la distancia. Pero he aquí que empezaron a presentarse ciertos signos de cambio en el actuar cotidiano de la flor. Cambios que aparentemente eran imperceptibles pero que el colibrí percibía y denotaban que algo estaba ocurriendo en el comportamiento de su amada.
Hasta que un día, habiéndose mejorado completamente de su enfermedad, finalmente pudieron reencontrarse, el colibrí contento, con grandes expectativas y después de tanto tiempo sin verse, con un tremendo deseo de estar junto a su amada flor, para regalarse amor hasta el éxtasis, y también con algunas interrogantes que no habían podido conversar durante su tiempo de alejamiento involuntario y siempre pensando y convencido que cuando existe amor verdadero, el tiempo es relativo y no tiene por que cambiar los sentimientos. El colibrí se encontró con una flor muy solemne, circunspecta, fría, lejana. Una flor que el no esperaba. Una flor fría, distante, insensiva, tal vez calculadora, descariñada, que apenas le deslizó el símil de un beso en la mejilla, casi por compromiso, olvidando totalmente que su colibrí, por amor había recorrido a besos, mil veces, su cuerpo entero. Una flor que se juntó con el pajarillo solo para informarle acerca de su nueva vida, una flor que nunca lo miró a los ojos, que ni siquiera dejó que tomara su mano, cuando siempre el la había acariciado con devoción. Una flor que solo quería conversar. La hermosa flor, su amada, no llegó, no estaba en ninguna parte, en ningún momento, excepto cuando se despedían en que apareció una sombra de ella, de su flor adorada, con una cierta preocupación por saber como volaría de regreso.
La conversación, que casi fue un monologo, fue dolorosa, cruel, en realidad fue una despedida unilateral, la flor le comunicaba que había iniciado una relación con otro pájaro porque… se habían dado las cosas, le informó de hechos y decisiones ya tomadas. Me voy a casar le dijo. Luego de esta confesión, un tremendo ardor se desató en su pecho. No supo como voló de regreso ni cuanto tiempo transcurrió hasta que tomo conciencia de lo terrible que había sido el añorado reencuentro con su flor.
El colibrí buscaba con desesperación las causas que desataron este desgraciado desenlace con su adorada flor, su amada, el tesoro de su vida y pensaba en la forma en que ella se empezó a comportar al poco tiempo después que el enfermó que llegaba casi a enloquecer. Pensaba en todo lo que podría haber sido un indicio para explicarse lo ocurrido... Que no mantenían una real conversación cuando hablaban a la distancia, la flor solo contestaba con monosílabos y/o con evasivas y en las escasas oportunidades en que la flor se mostraba dispuesta a dialogar contestaba molesta, cortante y bruscamente. Cuando el colibrí enfermó, la flor no mostró mayor interés por lo que le sucedió ni como evolucionaba su dolencia. Nunca mas la flor llamó cariñosamente a su amor ni le dijo que lo amaba. Lo más evidente fue cuando no respondía a su intento de comunicarse simplemente cortándole, no respondiendo o no conectando su comunicador. Siempre había un pretexto para no juntarse con el colibrí cuando este la invitaba a hacerlo.
Todas esas señales y otras fueron las que hicieron pensar al colibrí que algo extraño le sucedía a su amor lo que culmino con la decisión de comunicarle el término de su relación, quedando claro que su gestación se había iniciado mucho tiempo antes. ¿¡Como pudo la flor hacer esto a su pajarito olvidando todo el amor que habían disfrutado, todo el amor que le había prometido, todas aquellas cosas que juntos habían hecho por primera vez en su vida, todo lo que había aprendido con el, todo el apoyo que le había dado!? Es algo que al colibrí le costaba entender y lo hacia sentirse utilizado y manipulado.
¿Que pájaro llego al jardín en que vivía la flor, un jote o quizás un buitre que la encandilo o tal vez un cuervo negro de bonito plumaje mas joven que el colibrí usando un lenguaje y argumentos que la entusiasmaron? Difícilmente puede haber sido otro colibrí, no hay dos iguales ni siquiera parecidos. En que momento de debilidad estaba la flor que cayó en las redes de uno de estos pajarracos que la deslumbro, que la convenció que se estaban dando las cosas para iniciar una relación que la hizo olvidar a su ya no amado colibrí. O no fue debilidad de un momento sino una decisión pensada y madurada calmada y fríamente.
El colibrí no lograba encontrar una causa razonable que explicara lo que hizo la flor, seria la diferencia de años entre ambos o el tiempo transcurrido sin estar juntos para verse y amarse, no poder darle lo que necesitaba y o no satisfacer asiduamente sus ansias de amor. Tal vez la conjunción de todo aquello. No logró saberlo y probablemente nunca lo sabrá a ciencia cierta.
Atrás quedaron todas las cosas que juntos vivieron durante el tiempo que duro su relación. El amor que sentían, la entrega mutua, los momentos lindos que vivieron juntos, la alegría y felicidad, los momentos de placer, la incondicionalidad, la lealtad que se entregaron, la belleza de los sentimientos, la dulzura de la flor, la complicidad en muchas cosas que hicieron juntos, los momentos en que rieron y lloraron, haber amado a la flor mas hermosa de ese jardín, las fotos que quedaron en la memoria, la gran explosión de amor que provocaron cuando fueron protones y neutrones, el néctar que juntos bebieron muchas veces, el gran descubrimiento de las tres estrellas mas hermosas del firmamento, haberse permitido recorrer sus cuerpos con besos, el amor que vivirá en sus recuerdos y tantos otros que alargarían este cuento.
También el colibrí pensó mucho en las causas ocasionadas por él que precipitaron la decisión de la flor, que razones provocaron tan desgraciado quiebre en el amor que se tenían con su querida flor; no haber sido capaz de retenerla, no haber cumplido sus expectativas, la diferencia de edad entre ambos, no haber cuidado su amor como ella esperaba, haberla herido profundamente a causa de un problema ocurrido anteriormente el cual ella nunca perdono, por haber dejado de amarlo, porque crudamente se dio cuenta de la realidad que ocurría entre ambos, porque a ella le surgió la necesidad de buscar otro camino, tal vez alguna consejera le inculcó la idea y la conveniencia de dejarlo, en sus palabras -porque probablemente se dieron las cosas- y ella no tuvo la fuerza de rechazarlas, porque repentinamente apareció en ella una mujer que el colibrí desconocía, porque pensó que merecía su felicidad en compañía de otro pájaro que le dedicara todo su tiempo; en fin los motivos pudieron ser muchos o uno solo predominantemente, la cuestión es que algo se interpuso fuertemente en su relación que culminó finalmente en la desafortunada decisión y posterior conversación, relatada anteriormente, que dió por terminado este gran amor.
Asimismo, el colibrí ocupo mucho tiempo pensando en aquello que le ocurrió durante su relación con la flor y después de tan aciago día en que le comunicó su inesperada decisión. Recordó que mientras compartían en el mismo jardín fue el periodo de mayor felicidad en toda su vida, penso que la decisión de la flor le causo un gran dolor y una pena tormentosa que lo hicieron sufrir mas que nunca en su vida. Ambos cayeron del pedestal en que se habían situado mutuamente, la repentina decisión de la flor lo sorprendió y destrozó por completo. Meditó mucho las cosas que implicaron este quiebre, sintió que el silencio de la flor era tan elocuente que por sí explicaba lo que ella le hizo, aún cree que su flor algún día le pedirá perdón como se lo pidió él muchas veces, pensó que la flor no fue capaz de darle siquiera la oportunidad de tener una despedida.
El colibrí después de tanto sufrimiento y tanta amargura comprendió que finalmente, por su amor solo quiere lo mejor para ella y si esto implicó el término de su relación lo acepta, para la felicidad futura de su amada flor. El cree que algún día la flor le contara esta historia a sus hijos y/o nietos y les dirá como una avecilla del jardín que compartieron en un período de su vida, la amo como a nadie habían amado antes.
Después de esto, para la flor, su amor con el colibrí pasó al olvido y no dejó de ser uno de sus secretos mejor guardados, como alguna vez se lo dijo. Ahora, marchita, cual mustia flor de cardo llena de espinas amarillas, pasa sus días tranquila, a veces con pena o quizás contenta y tal vez disfrutando de su nueva vida con el pájaro por el que se dejó conquistar, pero extrañando al pajarillo que un día decidió dejar y sabiendo íntimamente que perdió la gracia de haber tenido para sí y por siempre el amor inconmensurable del colibrí que aún la ama.
En cuanto al colibrí, él pasa sus días solitario, melancólico, atrapado en su desdicha y amargura, recordando en todo momento y circunstancia a su añorada y amada flor, pensando que tuvo el amor de la mas hermosa y delicada que en un tiempo pasado vivió en el jardín y continuamente en una frase que dejó grabada en un cuadro regalado a su amor: La vida es un sueño, el amor es lo soñado habrás vivido si has amado.
Tumiñico.
La historia de amor y abandono que inspiró este cuento bien podría ser parte de la vida real. Si en algo se parece a algunos hechos conocidos es simple, pura e intencionada coincidencia.

Texto agregado el 23-06-2014, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


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