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Capitulo 3 de 9 de --EL DUENDE Y EL DIAMANTE--.

GRACIAS A TODOS POR LAS MAS DE 150 LECTURAS EN TAN POCOS DÍAS DE LOS 2 PRIMEROS CAPÍTULOS.


capitulo 3

UN ENCUENTRO ANGELICAL

Después de la masacre a los ancianos Mabrigios el rey Balzac organizo una búsqueda contra el rey Jardit para vengar la muerte de sus hombres. Con el pasar de los días pudieron dar con su paradero en las montañas del martirio, que era su lugar favorito para entrenar sus ejércitos. Hasta ese lugar inhóspito llego el rey Balzac para cobrarle su cobardía. Cuando lo tuvo en la mira quiso desaparecerlo de inmediato pero pensó que debía sufrir más por todos los males que ha hecho y fue entonces cuando dijo:
-Hace cuatrocientos años que estuve esperando este momento, desde el día de mi iluminación hasta hoy, entendí que era mi enemigo más abominable, y ahora es el momento para que mi deseo de acabarlo se cumpla- cerro sus ojos apretando una ira mental y junto a sus seguidores, se dirigió a enfrentar de una vez por todas a su máximo enemigo.
El rey Jardit lo vio llegar y lo miro con indiferencia; pero si levanto su mano llena de anillos multicolores y lanzo un grito intimidante:
-Danzarines de la muerte y espadas malignas, detengan al intruso que se acerca-
El rey Balzac también levanto sus manos batiéndolas sobre su cabeza y dijo:
-Luces de poderes mabrigias, ¡detengan el ataque del enemigo!-
Los danzarines y las espadas voladoras quedaron suspendidas en el espacio, y lentamente se fueron destruyendo por completo.
Era la primera vez en toda su fantástica vida de rey, que con solo decir las palabras podía dominar y neutralizar la “danza de espadas”, y desintegrar poderes manteniéndose vivo.
El rey Jardit al notar lo sucedido se sorprendió y pregunto con temor:
-¡Que! ¿Cómo pudiste detener mi fuerza?-
-ahora estoy bendecido por mis dioses ancestrales, cosa que será imposible para ti, mientras tengas tu alma contaminada por sombras de muerte- respondió el rey Balzac con orgullo. Y continuó diciendo -Pensaste que soy un anciano débil; pero no sabías que estoy conectado con las fuerzas de los dioses que dominaran este mundo.-
El rey Jardit quedo paralizado por el miedo, sintió deseos de marcharse, pero ante su escuadra de guerreros a su mando se puso al frente y pregunto:
-¿Qué quieres de mí, asqueroso duende?-
-Solo quiero que me respondas, por la muerte de los ancianos de la cabaña del bosque. Cobarde te valiste de tus poderes para calcinarlos; pero yo ahora estoy aquí para que pagues por eso- manifestó Balzac.
-Solo fui guiado por una alarma del espacio, que me señalaba el nacimiento del enemigo, es mi deber no es mi culpa- contesto el rey Jardit.
-Se que fallaste y seguirás fallando, porque nunca podrán encontrar al héroe de los Mabrigios, porque esta engendrado en el universo y volverá; Gracias a ese puñado de almas que han sido sacrificadas en la tierra, para despertar el poder que descansa en el abrigo de los humanos y recuperar lo que nos pertenece- expreso con fuerza Balzac
-Puras pamplinas, ¿Dónde se va a esconder un duende sin ser descubierto? ¿Se te olvida que toda la tierra está llena de nuestra fuerza?- pregunto Jardit.
-La tierra está llena de su maldad y tiranía, pero los Mabrigios unidos a los humanos nos hemos llenado de tanta fuerza suficiente, para lograr cosas inimaginables que ningún rey aliado podrá obtener como resucitar la vida de un duende- replico Balzac, tratando de herir su orgullo.
-De que hablas… nunca escuche a un duende decir tantas tonterías- bromeo Jardit
-Mañana te reirás mejor cuando conozcas a nuestro héroe, su poder será incomparable, superior a cualquier duende, será la esperanza de todos en la religión de los Mabrigios. ¡Seremos recordados! Nuestra doctrina, nuestras guerras sagradas. Toda la tierra será fantástica- expresó Balzac estas palabras.
-Ya me colmaste la paciencia duende asqueroso, te hare tragar tus palabras- replico el rey Jardit y siguió diciendo: -Eso nunca sucederá; nuestro poder, nuestra religión, existirá por siempre, Agonir reinara sobre todo rey de la tierra, nadie podrá venir del más allá a derrotarnos, aunque tengan la iluminación de sus dioses, que hasta hoy, de nada les ha servido-.
De repente comenzó a caer una lluvia cargada de truenos y centellas, el cielo se oscureció, como presagiando un final catastrófico, y en medio de las descargas eléctricas apareció Agonir y su hermano el rey Limgá. El rey Agonir fijo sus ojos sobre el anciano y sin mediar palabras le dijo:
-Quien lo iba a creer, el propio rey Balzac, ahora encarnando a un viejo decrepito y desafiante; ¿Tú no estabas muerto, que haces en mis tierras?-
El anciano permaneció callado, mientras el rey Jardit al escuchar la voz de Agonir se inclino ante el rey haciendo una venia, diciendo:
-Mi señor y rey, bienvenido a mi comarca-
El rey Agonir al verlo inclinado frente a él, lo miro con desprecio y le dijo:
-No has tenido suficiente valor para terminar con la vida de este simple mortal que hoy viene a ti con ínfulas de dios; te desconozco, detesto a los débiles, no eres digno de ser mi hermano, y menos de ser un rey.-
Agonir miro a su hermano Limgá e hizo un extraño gesto con su boca, luego los dos cerraron sus ojos en una poderosa concentración y dijeron:
-Lita, lita, cabal, lita- que traducido significa “pierde tu esencia y poder”.
El cuerpo de Jardit se incendió en una llama gigante que ni la lluvia que caía podía apagar; su cuerpo fue desintegrado por completo, dejando en el suelo una viscosa mancha. El rey Agonir, como si nada hubiera pasado, sin la más mínima muestra de dolor, se dirigió de nuevo al anciano Balzac que aun permanecía en silencio. Y en tono amenazante dijo:
-Cuando termine con tu inservible vida, pondré fin a esta larga historia, destruiré el diamante, tus conjuros y acabare con los duendes por siempre-
El anciano Balzac, ya perturbado por las palabras del amo y señor de los reyes aliados, por fin abrió su boca y respondió severamente:
-Agonir Tu ego será tu perdición-
-¡Cállate insolente, respétame porque yo soy tu dios!- interrumpió Agonir. -solo a mi me debes adoración para dejarte vivir sobre la tierra- agrego indignado.
El anciano rey sintió aquellas palabras llenas de blasfemias; que hizo hervir su sangre con el fuego mabrigio, pero prefirió callar y esperar el día indicado.
La lluvia estaba menguando y las últimas gotas de agua caían fastidiosamente sobre el rostro de Agonir, quien prefirió marcharse. Hizo una señal a Limgá, para levantar un vuelo sereno sobre los charcos de agua lluvia, dejando al anciano inmóvil sobre la hierba mojada, luego desde cierta distancia los dos reyes aliados giraron en dirección de Balzac, lanzando un sortilegio sobre el que no le dio tiempo para defenderse, de dos seres poderosos que dejaron caer severos rayos que destrozaron el cuerpo mojado del anciano Balzac junto a su tropa; pero aun en su agonía gritaba con dolor:
-Mi muerte es la esperanza de los Mabrigio. ¡Yo volveré!-
Agonir y Limgá volaron lentamente hasta el cuerpo aun caliente del anciano rey Balzac. Agonir al ver el rostro quemado por los rayos dijo a su hermano:
-Limgá, hay que estar preparados. La muerte de este anciano traerá tiempos de guerra, este mortal era muy importante.-
Limgá sorprendido por las palabras de su hermano, por primera vez sintió miedo a enfrentar una guerra final y desesperado respondió:
-Yo estoy preparado para seguirte, tú eres mi dios, y tú reinaras por siempre, nadie acabara con tu reinado y tu imperio dominara la tierra.-
Agonir noto en la palabras de su hermano cierto temor que intento calmarlo diciendo: -Calma Limgá, no me prometas nada, solo espera en paz, no depende de los que hagas por mí, lo que te dé o te quite el poder de caer en manos, más poderosas que tu-
Limgá sintió vergüenza al sentir temor y para animarse beso el anillo de poderes de su hermano, y le dijo:
-Perdóname, pero tú eres lo más valioso que he tenido, no me imagino este mundo sin ti, pero tendré cuidado para enfrentar el futuro-
Agonir al mirar el rostro de su hermano un poco más tranquilo agrego:
-Yo se que así será, pero ahora es tiempo de partir y consultar al árbol de las agonías-
La lluvia había desaparecido, el cielo volvió a ser azul y los reyes levantaron su vuelo, dejando atrás el cuerpo sin vida del rey Balzac y de sus hombres; como una prueba más de dolor para los Mabrigios; su sangre reclamaba libertad entre las hojas que se llevaba el viento, quizás como un mensaje de esperanza a cualquiera que estuviera dispuesto a recibirlo y a entender el silencio de los débiles, que no tenían poderes para defender sus sueños.

Pasaron varios años desde aquella noche cuando Javu se convirtió en Murlos. La historia de un grupo de hombres y duendes que habían muerto militando una secta llamada Mabrigios, fue la cuota inicial para revivir a un héroe llamado Murlos. La leyenda era contada por los sacerdotes de Agonir para desatar una cacería de miles de personas. Los sacerdotes de Agonir quemaban vivos a miles de personas,
Que morían simplemente por sospecha o capricho. Los primeros en morir, fueron los Prisnos a causa de la petición hecha por el abuelo Lominik varios años atrás, iniciando así unos años de oscuridad y muerte. Los padres y hermanos de Javu, junto con sus esposas e hijos, fueron asesinados vilmente en la plaza de Tunat ante la mirada del pueblo. El castillo de los Prisnos fue incinerado y reducido a escombros, el esplendor de sus jardines y el lago de cristal, fueron borrados del horizonte, haciendo que las aves multicolores, emigraran a un destino desconocido escapando de la muerte.
En estos tiempos de tinieblas y aniquilamiento, los más fervientes adoradores de Agonir, preferían congregarse a diario en los imponentes templos donde habitaban las imágenes de los cinco reyes aliados, para no ser culpados de blasfemos y morir a manos de los sacerdotes Agonistas; aunque algunos de ellos también temían por su vida.
El pueblo sabía que los reyes sobrevivientes a la guerra territorial, estaban fuera de control, exigiendo sangre humana para borrar cualquier indicio de traición.
Después de matar a los Prisnos, el rey Agonir y su hermano Limgá volvieron a Tunat, para escuchar un rumor que circulaba por las calles de esta villa.
Al cumplirse un año de aquella masacre, entre los pocos sobrevivientes había seis sacerdotes fieles al reino de Agonir, a quienes decidió enviar a la ciudad más grande de la nación, por su comercio de pieles, oro, plata, animales exóticos, madera y barcos de guerra, llamada Antuario.
El rumor en las calles de Tunat no era del todo claro pero se decía que la libertad se había sembrado en el corazón de un guerrero del pueblo; lo que aprovecho el rey Agonir para continuar con sus matanzas.
Entre los más sabios seguidores de Agonir, se decía que su gran rey tenía miedo de un monstruo llamado Murlos, que contaba con grandes poderes sobrenaturales, que hacía imposible que un simple mortal dotado de poderes limitados, pudiera vencer un binomio tan poderoso.
Los años fueron pasando y la fe de los Agonistas, comenzaba a menguar, porque las armas que poseían ya no eran de confiar ni aun la amenazada de la muerte lo podía evitar.
Al tiempo que todo esto ocurría, en lo más profundo del pantano de los lamentos, se escondía Murlos, protegido por el aura del diamante que lo hacía invisible a sus enemigos; entre la vasta y espesa vegetación. Se dedicaba a cumplir las órdenes de su rey Balzac de alcanzar la iluminación de su alma.
Murlos comenzó a distinguir la paz que el mundo le ofrecía con la que él sentía; su meta era alcanzar las virtudes del diamante sagrado que lo convertiría en un ser invencible.
Su cuerpo se había desarrollado y su estatura había aumentado capaz de soportar dolores extremos y largas temporadas sin probar alimentos. Su nuevo cuerpo era incomparable, capaz de resistir toda prueba de violencia a pesar de estar en el interior de mujer.
Murlos aprendió todas las técnicas para iluminarse a través de la meditación día tras día se acercaba mas a la divinidad. En ocasiones perdía la noción del tiempo doblegando su carne a vencer los deseos mundanales. Conoció además todos los súper poderes que fueron acumulándose en sus brazos y piernas, convirtiéndose en un guerrero colosal. Después de transcurridas treinta y tres lunas nuevas en el cielo, aquella apariencia delicada de niña inocente, cambio por la imagen de una mujer plenamente bélica, producida en la más extrema y sublime gloria de los dioses ancestrales.
Varios años pasaron y la luna mayor, vio cada una de sus facetas de formación. Por fin logro su sueño de convertirse en un aliado de los dioses escarlatas en el nivel de iluminado. Esa era la visión de su rey Balzac verlo convertido en el héroe de los duendes. Ahora era el momento de pasar del mundo terrenal al espiritual, lo cual consistía en superar la prueba del ayuno.
Permanecer seis meses sin probar alimento, únicamente podía tomar agua en los charcos del pantano de los lamentos, para doblegar todos los deseos carnales. Debía aprender a levitar desdoblando su cuerpo para poder internarse en lo más alto de los cielos escarlatas.
Al llegar al séptimo cielo de iluminación, observo miles de almas humanas, sentadas en una gran plazoleta plateada, cantando y elevando plegarias a sus dioses. En el octavo cielo, observó miles de duendes que flotaban sobre un altar de oro; y entre ellos pudo reconocer a sus padres y hermanos, a sus hijos y nietos.
Murlos quiso llegar a ellos pero una fuerza extraña dominaba su espíritu impidiéndolo. Luego llego al noveno cielo y allí pudo ver a sus dioses escarlatas, sentados en tronos violetas en lo más alto de una montaña dorada de donde salían truenos y centellas. Una fuerza sobrenatural lo llevo hasta ellos, que al verlo no hicieron ningún gesto. Murlos al notar este frio recibimiento, no permitió que la tristeza invadiera su espíritu, sino que debía mantener su felicidad sin mancha. Lleno de dicha exclamo:
-dioses amados… estoy dichoso de estar delante de sus presencias-
Ninguno de los dioses escarlatas pronuncio palabra, solo uno movió su mano y le mostro un hermoso templo dorado: y una voz retumbo en su cerebro diciendo “tu camino es hacia la luz, adelante, que los ángeles te esperan”
Murlos nunca había conocido un ángel, pero siguió el camino de la luz que lo condujo a una hermosa edificación, donde se resaltaba un iluminado altar al final del pasillo. Al llegar al lugar se postro ante la luz refulgente, cuando sintió una mano sobre su espíritu. Al levantar su mirada pudo notar que se trataba de su amigo el rey Balzac, se lleno de dicha y dijo: -Mi señor, mi rey que alegría que este aquí conmigo-
El rey Balzac le ayudo a levantarse del piso y sonriente dijo:
-Murlos… mi amigo y héroe, te felicito, lograste la meta, que alegría encontrarte aquí, siempre supe que lo lograrías-
Murlos no pudo contener las lagrimas, que se convertían en perlas al caer al piso, -Mi señor, este lugar es de espíritus, ¿Qué hace usted aquí?- pregunto con tristeza temiendo lo peor.
El rey Balzac respondió con palabras consoladoras:
-Estoy aquí, porque este es el lugar donde adoro a mis dioses, los duendes escarlatas-- le colocó su brazo sobre sus hombros y siguió diciendo:
-Ven, sentémonos en aquellas sillas que están junto a la imagen más grande del templo. --Caminaron hasta el lugar sin decir palabras, luego dijo:
--Hay demasiadas cosas que son desconocidas para ti, y aun para los sabios. En el universo existen majestades superiores, dioses duendes, pero aun hay otros más excelsos, adorados por nuestros dioses, a esos seres se le conocen como ángeles de luz, y son nueve en total-
-¿Nuestros dioses no son los únicos que existen en el universo?- interrumpió Murlos. -No, no son los únicos- respondió Balzac con deseos de proseguir. -¿Y quiénes son esos dioses excelsos y donde están?- volvió a preguntar Murlos.
-Los nueve ángeles, son los dioses excelsos supremos, los verdaderos amos de los cielos, ellos nos crearon a todos nosotros, a los humanos, los inframundos, los duendes, reyes, licántropos, centauros, minotauros, faunos, serpientes parlantes, entre otros. Que algunos son desconocidos para ti; pero muy pronto podrás conocer a todos estos seres con almas vivientes- subrayo Balzac.
Murlos estaba confundido en gran manera. No entendía nada sobre ángeles y menos de seres desconocidos; todo ese lenguaje era extraño para él, pero creyó en su rey y en todo lo que decía.
-Mi señor, podría decirme como son los nueve ángeles- pregunto Murlos
-Quizás los conocerás, solo te puedo decir que son muy hermosos de parecer, dentro de ellos hay una esencia inigualable, que te hacen estar confiado.- Murlos miro la estatua y entendió que correspondía a un ángel y sintió que se llenaba de luz por dentro y quebrantado pregunto.
-Mi rey, ¿Cuál es mi camino a seguir ahora que me han iluminado?-
-Tú aun no estás completamente iluminado- aclaro el rey Balzac.
-¿Entonces?... ¿Qué me falta?-- pregunto Murlos
-Para que esto suceda, debes invocar a los nueve ángeles, ellos abrirán tu mente, Y conocerás los misterios de la tierra; lo que no te puede asegurar es cuando vendrán a ti-
Murlos sintió que su meta estaba cerca y decidido respondió:
-Así lo hare mi rey, no me será fácil invocar a los ángeles; pero hare que lleguen a mí, no importa el tiempo que tarden.-
El rey Balzac lo abrazo y le dijo:
-Es hora que vuelvas al pantano de los lamentos y vuelvas a entrar en el cuerpo de Javu,- El espíritu de Balzac desapareció ante su mirada y escucho un zumbido ensordecedor que le hizo cerrar sus ojos.
Luego una luz atravesó su ser para transportarlo nuevamente al cuerpo de la mujer que yacía boca abajo sobre el pantano.
Murlos abrió los ojos y pensó que había soñado con el cielo; pero un ardor en su estomago le anunciaba que estaba muriéndose de hambre. Intento ponerse de pie sin lograrlo, porque sus músculos se habían entumecido por la humedad del pantano. Después de varias horas se levanto diciendo:
-Es hora de ir al encuentro con mi destino, mi tiempo de preparación ha terminado, el poder del diamante está conmigo, y la fuerza suprema de los nueve ángeles viven dentro de mí-
Murlos miro unas ardillas juguetear sobre un árbol de manzanas rojas y el color de las frutas, le provocó comerlas después de tanto tiempo sin probar bocado.

Texto agregado el 21-06-2014, y leído por 84 visitantes. (0 votos)


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