Tengo un amigo que dice padecer un trastorno bipolar, cuando me lo contó pensé que estaba bromeando.

-Nunca he conocido a alguien tan cuerdo como tu, le dije.-Eso es por que no me has visto en mis “épocas raras”, cuando la crisis me ataca, procuro apartarme de ti y de los pocos amigos que me quedan, y solo regreso a tu vida una vez terminado ese proceso “catártico” y renovador en cierto modo.

Yo había apreciado su comportamiento errático, sus salidas de tono y sus confusas conversaciones al teléfono que achacaba a su carácter difícil y siempre especial; incluso cuando la enfermedad estaba contenida su comportamiento dejaba entrever una personalidad singular y decidida, impregnada de una cierta cordura muchas veces extraña, por no ser común en personas sanas.

Yo mismo conseguía apreciar a mi amigo por su relación conmigo, viéndola “globalmente” y considerándola con sus oscilaciones, que conformaban una forma de ser y actuar subjetiva, y que no resistía la comparación con otras relaciones de amistad que me resultaban más superficiales.

Cada persona es un mundo y como tal debe recibir una distinta consideración y trato; no puedo esperar lo mismo de cada amistad, ni pensar que cada persona debe amoldarse a lo que yo pienso que debería ser su relación conmigo y actuar en consecuencia.

Airton, otro amigo bipolar, no lo ve así y juzga a sus amistades en relación a como acompañan sus episodios, pensando que todos y cada uno deben comprender sus altibajos, acompañándolos, conociéndolos al dedillo y sin cuestionarse su comportamiento con una fe ciega y sin reproches.Si alguien trata de recriminar sus actos, aconsejar un cambio de actitud o incluso dejar un poco de espacio hasta que las cosas mejoren, se produce en él una sensación de que nadie se interesa por él, de que se le rechaza y de falta de apoyo en los momentos difíciles.

En mi opinión, muchas veces, ese rechazo, ese enfriamiento en la relación con los demás, reside más en su propio comportamiento y no en el de los otros, que simplemente van a remolque de sus propias decisiones, que suelen ser las desencadenantes de esa soledad, muchas veces auto-impuesta.

En resumen, Airton se queja de la incomprensión general hacia su persona, cuando él es el primero que no comprende cómo se ve desde fuera el trastorno bipolar y piensa que los demás están obligados a verlo como él mismo y actuar en consecuencia; aunque en muchas ocasiones él es el primer desorientado y confuso, no viendo salida a muchas situaciones que le afectan profundamente.

Creo que la buena convivencia en sociedad de un afectado de TAB debe basarse en casi todas las ocasiones, en la adaptación activa del propio afectado a dicha sociedad y amistades, no convirtiéndose en un sujeto pasivo y a merced de los criterios de los otros, solo con la esperanza de ser aceptado y con los únicos recursos de la queja y la auto-compasión.

Aguilagris