De manera aleatoria me desperté, y vi el reloj de la pared que está en la pared que queda en frente de mi posición cuando duermo. Levanté mi mirada y al principio no pude ver claramente lo que el horero y el minutero me indicaban, así que intenté centrar mi mirada. Eran las ocho de la mañana, así que seguí durmiendo hasta las diez. Pude notar que no amanecí con discinesia lo cual me alegró. También me hizo sentir feliz saber que no tengo ningún ligamen; pues lo veo como una atadura y no como algo decoroso. Lo que sí sentí, es que a pesar de que convivo con más de siete mil millones de supuestos seres civilizados, me pareció que internamente me separaban muchos parsecs de cada uno; pues así como vine al mundo, me iré.

Miré la piel de mis manos y al parecer el arador de la sarna aún no me había elegido como su víctima. A las diez de la mañana, cuando decidí levantarme; como no quiero ser un finolis, no le doy mucha importancia al tiempo que le dedico al día a hacer mis actividades, por eso luego de despedirme de mis cobijas me puse a caminar un rato por mi apartamento observando al tiempo pasar, sin hacer nada. Luego me dirigí al baño principal, no pensé que iba a encontrar nada llamativo allí, prendí la luz con el dedo índice de mi mano izquierda, y entré sin tener que mover la puerta, pues mis padres antes de irse a trabajar la habían dejado en esa posición.

Antes de llegar al inodoro, vi a una persona en el espejo, lo cual atrajo mi atención; era un ser humano; sus colores no eran opalinos, más bien, se veía demacrado. A simple vista me pareció que era un imbécil; no estaba corito, tenía un pijama de cuadrados rojos fuertes y azules suaves, con líneas negras que hacían las divisiones de las figuras geométricas y que también estaban dentro de los paralelogramos. El tipo era bien crespo, tenía como cinco centímetros de pelo hacía los lados y hacia arriba; además tenía bigote, barba y chivera; estos tres tipos de pelo se veían desaliñados. Sus cejas eran bastante prominentes, su nariz un poco carnosa, parecía como si las cejas se le estuvieran cayendo sobre los ojos; su boca era pequeña. Sus cachetes se veían un poco inflados. Me detuve a ver la región de sus ojos, tenía una especie de cavidad arriba del punto del lagrimal de cada ojo. Eso me pareció extraño.

Me quedé mirándolo fijamente, y el hombre hizo lo mismo; yo ya lo había visto en otras partes; era el mismo bípedo que salía en las fotos y videos familiares y de amigos. También era el mismo que sale en mis videoconferencias. Aunque tenía un poco de miedo me atreví a hacerle una pregunta: - ¿Usted quién es? -. Lo siguiente me aterrorizó, el personaje imitó todos mis movimientos, cada uno de los movimientos que hice con mi rostro, mis manos y mi torso, fueron imitados a la perfección. Me devolví a mi habitación y traje mi armónica pare ver si el tipo podía hacer lo mismo; increíblemente el individuo tenía exactamente el mismo instrumento musical, empecé a soplar unas cuántas notas en escala cromática y el hombre una vez más repitió mis acciones.

Regresé a mi habitación para guardar mi instrumento y me devolví a seguir averiguando qué era lo que estaba pasando. Hice varias caras; de asco, de alegría, de tristeza y de sorpresa; y lo que pude notar es que el ente me conocía a la perfección. Yo no quería una certeza como la conjetura de Goldbach, yo necesitaba saber muy bien quién era el ser que habitaba adentro de la superficie que se activa con la luz; así que comencé a buscar algún tipo de entrada a esa dimensión, examinando los lados del objeto; lamentablemente no encontré nada. Lo amenacé diciéndole que dejara de imitarme, pero lo único que conseguí, fueron más burlas.

Mi paciencia se estaba colmando, así que le espeté – si me sigue molestando, tendremos problemas -. La criatura volvió a representarme de manera idéntica; lo miré con un odio inmenso, y él hizo lo mismo. Como las palabras no funcionaron, decidí usar la violencia, apreté mi puño izquierdo y traté de golpear el centro de la imagen, el personaje se desintegró, pero seguía con vida, mi mano quedó ensangrentada; luego decidí traer un cuchillo de la cocina y rompí el vidrio por completo hasta que no quedó ni un ápice de la cosa. Espero nunca más tener que volver a ver a ese ser tan horrendo.