TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / anastassia / No sé si fue el Vino

[C:539993]

No sé si fue el vino…

Y entonces de la nada él dijo “dame un beso”. La luz estaba apagada y él, alumbrado tan sólo por la pantalla del computador, se veía como un espectro. Su rostro en claroscuro se parecía al del Guasón. Quizá por algo en su sonrisa, entre enigmática y tramposa. No sé. Igual todo era como raro, porque esa frase, “dame un beso”, era tan ajena a él, tan esquiva a nuestra dinámica.

Estábamos en la pieza y discutíamos sobre cosas diversas. Un pan que me hizo y al que le saqué la miga, y la molestia que eso le causó. Un departamento en Los Héroes del que no me quiso dar detalles. Mi resistencia a fumar hierba.

Recuerdo que entonces él comenzó a armar un porro. Yo sentía que le importaba un carajo que me negara, así que le pedí que se fuera al living. Ahí él sonrió otra vez, miró su celular y me dijo “son las once y cuarto, me voy”.

Todo era un poco tenso. No mucho, pero sí un poco. Luego pasó algo chistoso. Creo. A estas alturas la claridad me confunde. El asunto es que, no sé cómo, la conversación se puso media coqueta y nos empezamos a reír, sueltos, generosos. Lhasa de Sela sonaba de fondo, parece, ¿o era Sting?... No importa. Lo que sí sé es que había un buen Merlot, ya en la mitad.

Y entonces llegamos a los besos. En la boca. Varios. Largos. Ricos. En el cuello, en las orejas y otra vez en los labios. Muchos. Deliciosos.

Su cara cerca, su olor, su lengua, de alguna manera todo me empezó a transportar…. Y cuando dijo, por enésima vez, “fumémonos un cuete”, accedí.

Nos sentamos frente a frente en el sofá con nuestras copas de tinto. Las luces de la ciudad escaladas, fugadas por el ventanal del piso 19, se filtraban suavemente sobre nuestros cuerpos, matizando la atmósfera oscura con una malla de miles de colores brillantes. Dando así el marco propicio para lo demás.

Jugamos a que él era “el otro” y, en susurros como si fuera un secreto, le confesé algunos temores, que sólo el vino induce a revelar. Él hacía el papel de conquistador y me aconsejaba con respecto “al otro” y yo le contestaba con frases desarmantes y seductoras. Entonces él decía que yo era divertida y reíamos de nuevo. Ya no sé de qué, supongo que de todo, de nada, porque sí.

Encendió el caño. Me daba instrucciones de cómo aspirar, retener, botar. “Si toses es una buena señal” me indicó mientras me observaba. Y, atento, corregía: “debe ser largo. Mantén”. Yo procuraba ser obediente. No me pasaba nada, se lo dije. A él sí. Y nos volvíamos a reír.

Yo quería tocarle la cara, los brazos, besarlo todo el rato, pero me contenía… Él me miraba, se reía, me enseñaba y a veces nos rozábamos las piernas.. Pero todo era como medio cercano y medio distante a la vez. Y entonces, tras varias risas y cosas que ya no recuerdo, él dijo “vamos adentro”.

Una vez de regreso en la cama, se volvió un titiritero. Sus manos siempre tan mudas o previsibles ahora eran protagonistas. Danzaban sobre mi cuerpo una coreografía improvisada pero experta, delicada, con in-crecsendos y diminuendos. Precisos y perfectos. Sus labios siempre tan renuentes, ahora me buscaban. Eran íntimos, lascivos y trotamundos como nunca.

Todo empezó a ser como en otra dimensión. Él era un artista avezado y por primera vez, en casi media docena de meses, yo era su muñeca. Me tomaba, me acariciaba por dentro, por fuera, por arriba, por abajo, por aquí y por allá.

Suave. Fuerte. Con los dedos. Con la boca. Por la espalda. Por el frente. Me abrazaba con fuerza, como una serpiente constrictor, peligrosa, porque sabe que tiene el control. Y, entonces, comenzó a hablarme de esa manera…

“¿Te habían culiao así”? me decía, mientras embestía como un toro por detrás… “Como puta. Me gusta como puta” me susurraba y metía su lengua desenfrenada en mi oreja. Entonces, yo transformada en casquivana, le respondía “Métemelo. Me gusta que me lo metas. ¿Te gusta metérmelo?”.

Y el diálogo en tono mayor salía fácil, rápido, vulgar. “Me gusta que te guste el pico”, me decía, y así la lujuria verbal aumentaba exponencialmente eso que nos pasaba. Que parecía de mentira, pero era de verdad.

Tomaba mi espalda. Me volteaba. Bajaba por mi escote. Al llegar al centro, se detenía. Pausa larga de movimientos lentos, amplios. Me mojaba entera con la boca y yo alucinando, gemía fuerte, como si no hubiera nadie más en el mundo, mientras acariciaba su pelo.

Él, en el momento exacto en que mi cintura hacía un quiebre final, sin darme tregua, subía raudo otra vez por mi piel, para montarme como un fina sangre. Diestro, de trancos poderosos y geométrico. Muchas veces, sin perder el ritmo. Era Increíble.

Luego, me ponía encima de él. Y vaivén de caderas, adosado, potente, certero. Rápido. Largo. Profundo. Transpirábamos enteros hasta que yo aullaba hasta el éxtasis. Entonces, ágilmente, su lengua arremetía nuevamente y se quedaba un rato mágico nadando como profesional, justo al centro de mí. Yo levitaba.

La intensidad era extrema y se desbocaba secándome la boca todo el tiempo. Así que vamos llenando las copas y envolviendo todo con ese sabor, que, incluso, elevaba, aún más, la calidad de mis sensaciones. Mis manos también se desataron diestras sobre él. Y mi boca lo inundó, despacio, como el vino al paladar.

La sangre le bullía, de a poco, dentro del pecho, hasta volverse en esa lava frenética que obliga a que el cuerpo hirviente se mueva de esa forma… y así se convertía, de nuevo, en un potro de carrera, desempeñando una performance digna de campeón mundial. Una vez y otra vez y otra más. Sí, igual que en la canción.

Ya habíamos dejado vacías casi dos botellas de Merlot. La actividad era continua, concentrada, aguda, puntual. Deliciosa. Pero, el salto a las alturas era tal, que, de vez en cuando, muy a mi pesar, mis fluidos se evaporaban y necesitaban pausa para regenerarse.

Y entonces él, docto, comenzaba a articular sus manos y su lengua en mis cavidades, cuál pianista eximio. Y pronto todo volvía a estar otra vez húmedo, expectante, abierto, dispuesto. Y él, duro, erguido, magnánimo, se volvía, otra vez, un jinete con maestría y de resistencia espectacular.

Flotábamos en un ambiente extasiado de caricias mojadas, labios ágiles y lenguas disparatadas. Nada era mecánico y no obstante todo brotaba como orquestado, lubricado por dedos viscosos que se multiplicaban con palabras chabacanas que me hicieron volar. Volar, sí, porque montada por él, me volví meretriz, y volé. Volé hasta un poco más allá del amanecer.

Nunca habíamos estado así. Creo que duró horas. No me imaginé que podíamos llegar a ese estado, menos él y yo. Nos dormimos. Agotados, supongo, ya no me acuerdo.

En la mañana, de un día laboral, recordé la velada y quise retomar un rato la magia de la noche… y pese a mi decisión de no hacerlo más, lo volví a buscar yo, con las manos y la boca… pero “la luz del entendimiento lo hizo ser muy comedido”. Y fue no. Despertó y raudo partió a la ducha. Todo volvió a la distancia habitual. Como si nunca hubiera sucedido nada…

Le dije, mientras se vestía, “anoche fue increíble”. Él respondió, casi indiferente, “los cuetes”… Le sonreí y pensé que seguro se daba cuenta del nivel de apertura y de entrega que hubo, pero que, para variar, le complica. Así que me callé.

Habíamos estado juntos en más de una ocasión en que él había fumado pitos y no fue siquiera algo cercano a lo que pasó. El detonante para la dimensión desconocida no fue la marihuana, partió antes, con los besos.

No sé si se repetirá… Si podría repetirse. Al margen de lo que ocurra en adelante, esa noche se instaló como de antología en mi memoria.

No hubo palabras bonitas. Pese a que yo que creo que nos queremos, no lo vamos a reconocer. Ya ni siquiera sé por qué. Así que no hubo declaraciones de ningún tipo. En todo caso me imagino que el cariño fue un aderezo influyente para que todo pasara de esa manera. Aunque, quizá no, y sólo fue el vino… no sé.

Tampoco sé si habrá otra noche. No sé si pueda retomar como hasta aquí. No sé si pueda volver a permitir que rehúya mi boca y menos aceptar que no me busque. Me duele mucho que, después de todo este tiempo, y sobre todo después de lo que pasó, aún considere descartar los besos. Los besos sentidos, llenos, de ojos cerrados, de verdad.

Ya no sé si quiero volver a lo de siempre, después de saber lo que puede dar, lo que nos podemos dar, si los dos dejamos las corazas un poco de lado. Volver a estar como distantes, volver a permitir que no se quede, que haya saludos y despedidas de besito en la mejilla o a lo más de labios sobrepuestos, insípidos, sabiendo cómo nos compenetramos, es casi cínico, casi inaceptable. Creo que no quiero….Pero quién sabe…

Pensé en mostrarle esto a él. Leérselo. Quizá con una copa, abrazados, oscuro, riéndonos. Pero no sé si podamos restaurar la complicidad… No sé si él quiera … Y sin eso, ver esto conmigo ¿le gustaría o le sería incómodo?....Ante la duda, ya sabemos.

Aunque, por algún motivo, creo que me gustaría develarle lo que me hizo sentir esa noche, así, con detalles explícitos… Y sí, claro que me da vergüenza. No es fácil exponerse tanto. Menos si no fue mutuo… Pero ¿es viable sentir todo esto de a uno, sólo con el vino? Me parece que no….

Por otra parte, también me da miedo que luego de esta confesión él no diga nada, que le sea indiferente, que se oculte. O peor aún, que mienta y diga que no le pasó igual. Temo que eso no me guste y me descoloque. ¿Valdrá la pena arriesgarse? ¿Para qué? No me queda claro.

Además, si me atrevo y le cuento, ¿podríamos retomar todo tal cual, o, necesariamente, las cosas cambiarían?... No sé. Pero una voz extraña me dice, fuerte, que lo suelte y me canta al oído, como Piero, “hay que sacarlo todo afuera”. Veremos qué pasa.

A W.
Santiago, Julio de 2011.

Texto agregado el 06-04-2014, y leído por 118 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-04-2014 Se deja leer muy fluido, y se avanza gratamente en el cuento. El erotismo y los chilenismos funcionan (al menos para este santiaguino) Si no fuera cuento: yo pongo los cuetes y usted el merlot. NeweN
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]