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Buscando en el diccionario de la Real Academia Española un significado prudente del término pasión, como lo imaginé y sin demasiado asombro, me encontré con nueve acepciones y resultaron ser disparadoras de pensamientos.
Voy a intentar escribir lo que me provoca cada una de ellas.

Acción de padecer. Más allá que no pueda dejar de pensar en la tragedia religiosa y en los conflictos que conlleva, pereciera que uno padece la vida. En un amor que no puede ser. Una madre que pierde al hijo. El tren atrasado a la hora de ir a trabajar. El disgusto y la furia. Recibir algún daño o una situación desafortunada aparenta ser algo natural.
El cielo no resiste mucho tiempo sin llorar. La misma tierra está harta de la ignominia del hombre. El agua reniega cuando es hielo, por eso vuelve a líquido. La historia padece de nefastos y delirantes devenidos en fanáticos. Las emociones, de censura. Y así el cielo vuelve a llorar.
La paz padece las pestes y las guerras. Padecer podría ser esperar una palabra pero recibir un pisotón. Gritar es disimular la intolerancia.
Si un niño padece ser distinto, es porque la raza se está perdiendo en los túneles de la vergüenza. Si un árbol muere, sufre la tierra. ¿Padecer será vivir?

La pasión se padece. En este mundo irónico, vivir la pasión es vivir situado en una incomodidad. El sentido de la entrega absoluta es algo con lo que hay que saber convivir. Porque la pasión es el motor de las acciones más nobles, de las grandes obras de la humanidad. Es como estar sentado en la orilla del mar y querer ser agua. Uno quisiera ser un continente de sensaciones y al mismo tiempo una sola partícula.

Pasión de Jesucristo. Este es terreno de la subjetividad irremediable. Cristo fue un humano, cuánto que dice eso. La sangre va corriendo por las venas, la personalidad está muy atada a ella.
Cristo fue un hombre, ni bueno ni malo, sólo hombre. Y como homo sapiens seguramente haya tenido un espectro amplio de virtudes y defectos. Su pasión quizá lo llevó a la cruz, pero fue humano y recibió castigo por ser apasionado, hecho no muy lejano a la actualidad.
Cristo, elegido para predicar la palabra de dios (no creo en las mayúsculas en este caso), fue un místico y posiblemente, un buen hombre. Su palabra, su condena y su muerte la culpa del futuro. El azote y la humillación. La degradación lo llevó a ser, estimo, el primer mártir, o quizá, simplemente un hombre asesinado.
Pedro, el negador. La cobardía reside en la antípoda de la pasión. Su terreno es fangoso, los seres que la habitan viven con temor. Negar, en su caso, fue sinónimo de complicidad.
Porque Pilatos fue condescendiente con su pueblo; creyó que con el agua lavaría su culpa. Pilatos el mentor del martirio Cristiano. Lavó sus manos y generó un concepto. El pueblo seguramente no entendió a Cristo, agitó su crucifixión y la carga fue pesada. Dos mil trece años de conflictos irresolubles con la exaltación del alma (este término tiene quince acepciones, no se deje engañar).
¿Será que lo irónico de la pasión tenga este origen, o será algo sustancial del Ser Humano?

Cristo es la memoria de la culpa, del dolor y del castigo. Debió acontecer su martirio para que más de dos milenios no sea tiempo suficiente para terminar con la persecución moral.

Sin más, Jesucristo muere en su cruz, la que cargó por la tierra no tan santa. Murió por su pasión (de seguro esto es una de sus virtudes). Pilatos, el canalla, soñó hasta su muerte con espinas y vino. Culpa y sangre. La pasión de Pilatos, un humano más.
La pasión confundió la muerte con castigo. Legado. Tristeza eterna del hombre que nace y carga la herencia del cristianismo. Legado. La pasión contra la no pasión.
Tres días más tarde de su deceso, resucita. ¿Sí?
La energía nunca se detiene. Las almas se enardecen.
La muerte no es castigo, es parte de la Pasión universal. La pasión no es mezquina, es magnánima.

Lo contrario a la acción. Me pregunto sin cesar por qué. Cada vez que me siento a componer música, es la pasión la que me guía en ese idílico caos emotivo. En mi mente, todo tiende al caos para resultar en un orden. Entropía.

[…] un sistema puede satisfacer el requisito de que la cantidad de desorden aumente, mientras que, al mismo tiempo, aumenta el orden en sí mismo y en su descendencia. Stephen Hawking.

La incertidumbre también me acompaña habitualmente en mis horas de músico compositor. Una trilogía: pasión, entropía e incertidumbre. Pero confluyen en la acción.
Asimismo, parados en el horizonte de los sucesos, la mente se pone en marcha. Existe el ocio creativo, y quizá este instante sea lo contrario a la acción que nos enseña el diccionario. Pero esta cadena de sucesos mentales que devienen de la trilogía pasión-entropía-incertidumbre, es acción en estado puro.
Por ahora, no coincido con esta acepción.

Estado pasivo en el sujeto. Esto podrá ser la consecuencia de vivir encadenado al pasado. O tal vez, el descanso merecido luego de un arduo año de trabajo. Pero la pasión me resulta que es lo no pasivo. ¡Si la pasión se puede ver en el viento refrescando el pastizal! También en un niño junto a su padre, ambos en silencio. Y en todo esto no hay pasividad, hay una energía que circula.

Si el “sujeto” es lo que usualmente llamamos espíritu, no creo que sea pasivo ante la pasión. Creo que el sujeto es entidad, no una mera calificación. Entidad dinámica.

En la montaña, si nos situamos en lo más alto, en la cumbre, y al mirar hacia abajo, notaremos que el mundo aparenta ser pasivo. Pareciera que el tiempo se detiene allí abajo. Nos distrae la quietud primaria.
La percepción también reside en el campo de la subjetividad. El tiempo es tiempo más allá de si lo podemos medir o no. Las distancias se confunden con el tiempo. El hombre es distancia entre dos estadios: el pasado y el presente. Esa distancia hombre, provoca por naturaleza, incalculables hechos activos. El mundo y los sujetos son activos por carácter propio. Ser diligente es estar vivo. Pero ahora, mientras tomamos ese merecido descanso, o aunque nos encontremos encadenados cómo antes dije, así y todo seremos entidades dinámicas, cosa contraria a la pasividad. Ser dinámico, es ser apasionado.

Perturbación o afecto desordenado del ánimo. La magia creativa, la lucha por un ideal, los miles de millones de hombres y de mujeres que dan su vida por una sonrisa. La luz plateada sobre el mar a la mañana. El encuentro con el amigo del pasado. Componer música. Escribir. Escuchar. Estas cosas perturban el ánimo.
Si la pasión es esto, el ánimo debiera vivir en desorden afectivo sin solución de continuidad, ya que el ser necesita movilizar la sangre en busca de lo que nunca encontrará, y así, se mantiene vivo aún muerto.
Sigo consultando el diccionario y me encuentro con que perturbar significa trastornar el orden y concierto, o la quietud y el sosiego de algo o de alguien.
Claro que sí.
Los árboles al echar los frutos maduros dejándolos caer sin compasión, están perturbando su quietud intrínseca. El fruto perturba la quietud circundante de la tierra donde el árbol se arraiga. Eso es pasión por la vida.
Un niño turba la calma de la casa a la hora de la siesta.
Juega.
Ese niño entendió la pasión.

Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona. Una mujer está oliendo un jazmín a las siete de la tarde esperando un taxi.

Apetito o afición vehemente a algo. Esto necesito resumirlo: un músico; un escritor, un artista; un amante del silencio.

Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el jueves y viernes santo. Al sermón lo utiliza el sacerdote para enseñar la buena doctrina cristiana. Los axiomas a veces resultan demasiado autoritarios.
La homilía trabaja en la percepción individual, convirtiéndola en grupal, la cual se encadena de forma unilateral a un sistema de pensamiento prediseñado para la adoración.
Esta manera personal de pensar el sermón, proviene de la desconfianza que me genera el hecho de alterar las leyes naturales de cada ser, utilizando la prédica como medio de adoctrinamiento de personas. La historia es compleja, desde que Jesús ayunó en el desierto para estar preparado para la prédica, pasando por la Santa Inquisición persiguiendo y acosando a las personas de libre pensamiento o por la complicidad de la iglesia en los genocidios más brutales.
Culpa.
Allende estos conceptos, no todo es tan abrumador. La pasión es inherente al ser humano, sin importar religión, raza o pensar. La pasión me lleva a escribir estas palabras.

De ánimo: Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo. Una paradoja: la pasión también genera estos sentimientos cuando los desencuentros con lo primario son recurrentes.

Texto agregado el 12-02-2014, y leído por 77 visitantes. (0 votos)


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