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Inicio / Cuenteros Locales / Mariette / La Leyenda del Holandés Errante, capítulo 12.

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Capítulo 12: “La Decisión Ha Sido Tomada”.
Nota de Autora:
Ahoi a todo el mundo, Feliz Navidad, amigos. Espero de todo corazón que os lo hayáis pasado bien en estas fiestas (todavía nos falta el Año Nuevo… ¡súper!).
Estoy con el alma dividida entre la ira y la felicidad…
Ira, porque después de esperar desde junio y soportar todas las jugarretas de la distribuidora, no he podido ir a ver “El Hobbit: La Desolación de Smaug” al cine y he tenido que consolarme con descargar el libro y leérmelo vía celular y escribir un fanfic de “El Señor de los Anillos”. Si os interesa, está en Fanfiction.net bajo el nombre de “Foruldum”.
Y felicidad, porque al fin este lunes he salido de clases (un poco más y celebramos Navidad en clases de Biología). Lo bueno es que no tengo que soportar más el infierno en la Tierra hasta Marzo próximo. Y por fin vuelven las épocas en las que actualizo todos los días… no, no es una broma del Día de los Inocentes, es la pura y santa verdad… ¿A que no es maravilloso?
Bueno, el capítulo que se viene ahora es un tantito confuso, así que coloquen todos sus sentidos alerta… Es lo que yo llamo un capítulo decisivo, en el cual hasta la más mínima acción, voluntaria o involuntaria, puede influir en los destinos de todos.
No se me ocurre qué más decir… ¡Ah! La canción de capítulo es “Si Tu Alma Has de Vender”, de la banda de metal española “Tierra Santa”.
En este capítulo cito a las culturas Romané y Antiguo Greca desde un punto de vista mitológico. Bueno, amigos, todo lo que se mencione en relación a dichas culturas es invento mío, cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia. No olvidar, por favor, que cito a dichas culturas con todo el respeto posible, pues se lo merecen.
Bueno, y sin más dilación, “La Decisión Ha Sido Tomada”.





Dos meses después, 07 de agosto de 2008.
-Sophie, apaga eso-pidió Ivanna con un tono de voz más bien molesto.
Nada, su única respuesta fue la televisión sonando a todo volumen, o al menos así le pareció. Pero el resto todo era silencio. El aparato sonaba como hablándole al aire. Incluso llegó a pensar que Sophie se había quedado dormida viendo algún programa y que ahora el aparato la había desertado a ella.
De haber sido otra persona, el simple fastidio de tener que escuchar sobre su oreja la televisión sonando a más de las tres de la mañana hubiese hecho que se parase y fuese a apagarla.
Pero, dada la situación que se trataba se Ivanna, le fastidió enormemente la idea de abrir los ojos, ya fuese para saber si su hermana estaba despierta o para ir a cortar definitivamente todo eso.
-Sophie, apaga la tele-ordenó con un tono que no admitía réplicas.
No obtuvo respuesta alguna por parte de su hermana gemela y, sin esperar más, abrió los ojos jurando que Sophie pagaría muy caro el hecho de haberla despertado.
Se sentó en la cama y ahí vio a su gemela mirando la tele con aire ausente sin siquiera tomarla en consideración. Se levantó y apagó el aparato de una buena vez. Y miró a su hermana.
-No la apagues, ¿no ves que estaba viendo?-protestó Sophie dando señales de vida por primera vez en todo ese rato.
Ivanna puso manitas en jarra y miró desafiante a su hermana.
-Sophie, ¿no ves que yo estaba durmiendo?-preguntó.
-En verdad no: estaba mirando la tele-replicó Sophie tan suelta de cuerpo.
Ivanna se puso más furiosa que antes.
-Sophie, son las tres de la mañana y las clases comienzan mañana a las ocho… ¡Quiero dormir!-rugió.
Tras eso apagó la luz y se fue a acostar sin siquiera dar las buenas noches a su hermana. Una lágrima rodó por el rostro de Sophie…
-¿Y ahora qué te pasa?-le preguntó Ivanna desde la otra cama al sentirla llorar.
Podía ser una gemela fastidiosa, pero detestaba oírla llorar o verla sufrir.
-Tú no entiendes nada-dijo Sophie metiéndose dentro de la cama.
Ivanna se levantó de nueva cuenta. De veras que Sophie tendría que ser una esclava por todo un año para poder compensarla. Fue hasta su cama y la giró de los hombros, obligándole a darle la cara.
Las lágrimas caían libres por las mejillas de la señorita Van der Decken y los gimoteos eran cada vez más frecuentes en su pecho.
-¿Vas a decirme ahora qué te pasa?-preguntó.
-He vuelto a visitar a Naomie-confesó Sophie.
Sólo entonces Ivanna comprendió el motivo del extraño mutismo de su hermana.
-Sophie, ¿cuántas veces te he dicho que no vuelvas a visitar a esa charlatana?-preguntó.
No hubo respuesta por parte de su hermana gemela.
-¿Qué viste?-preguntó.
-Sigo viendo la escena en que el señor Sheefnek se bebía su copa de Whiskey-dijo Sophie-. Naomie dice que si una escena continúa viéndose es porque es parte del futuro y cuando ya no la ves más es porque ya ocurrió.
-¿Y eso qué?-preguntó Ivanna sin entender.
-¿No te das cuenta, Ivanna?-lloró Sophie-. ¿Hemos visto alguna vez más al Evertsen desaparecer? ¿Nuestro padre ser recibido en el pasado?
-¿Crees que fueron al pasado?-preguntó Ivanna con airecito burlón, pareciéndole estúpida la ocurrencia de su hermana.
-¡¿No entiendes?! ¿Hemos visto otra vez más la batalla entre el Evertsen y ese barco raro? ¡¿Hemos vuelto a ver cómo nuestro padre muere y Liselot no puede hacer nada?! No, ¿verdad?-replicó.
El rostro de Ivanna metamorfoseó ferozmente, comprendiendo lo que su gemela quería decir: su padre había muerto… ¿pero, qué había de Liselot?
-Es más, ¿hemos visto otra vez cómo se organizan en el motín?-aguijoneó-. No, ¿verdad? De seguro que ese idiota de Sheefnek sigue maltratándoles y nuestra hermana no tuvo más que volverse soldado y amotinada bajo riesgo de muerte.
En ese momento Ivanna concluyó de comprender todo.
-¿Pero qué podemos hacer?-preguntó haciendo gala de su eterno pesimismo o cordura, como ella gustaba en llamarle.
-Ya le he preguntado a Naomie, especialmente cuando vi a Sheefnek besar a nuestra hermana luego de tomarse su Whiskey y hacer abortar a una mujer con puros golpes-ironizó Sophie.
-¡¿Qué?! ¿Hizo qué? Tenemos que hacer algo… no te preocupes Sophie, mañana desmontan la feria, tal vez si vamos después de clases podamos investigar algo más-la tranquilizó Ivanna.
-Está bien-dijo Sophie, más por calmar a Ivanna que por real convencimiento-. Buenas noches.
Y tras eso, ambas hermanas se durmieron con los ánimos dispuestos a levantarse tempranamente al día siguiente… aunque fuese lo último que quisieran en sus vidas…
A las cuatro de la tarde del día siguiente sonó el timbre de la escuela secundaria en la que ambas estudiaban. Corrieron hasta la salida, haciendo caso omiso de todo y en la puerta de entrada se reunieron jadeantes.
-¡Estúpido calor! Es verano y nosotras en clases…-bufó Ivanna.
Sophie no contestó nada, demasiado afanada en disimular su mutismo como para replicar cualquier cosa.
-¿Tienes saldo en tu celular? El mío se acabó-dijo para romper el hielo.
-Sí, ¿para qué quieres saldo?-replicó Ivanna.
-Para mandarle un mensaje a mamá, si no avisamos que nos pasamos a la feria puede preocuparse y no queremos darle más problemas-dijo.
Ivanna le facilitó el móvil y Sophie tipió: “Mamá, nos vamos con Ivanna a la feria de la plaza a ver un puesto que queremos visitar. ¿Te llevamos algo? Si necesitas algo mándanos un mensaje. Sophie”. Luego buscó el contacto y pulsó enviar. Esperaron en la puerta hasta que la compañía avisó que su madre había recibido el mensaje.
Entonces echaron a andar. Luego en el boulevard anduvieron bastante, por primera vez en sus vidas sin distraerse en ningún puesto de moda hasta que llegaron al stand de la pitonisa. Respiraron hondo y entraron.
-¡Vaya, queridas! No esperaba verlas tan pronto. Ya casi cierra la feria-adujo Naomie con esa voz tan sensual suya.
-Hola-dijeron ambas chicas.
-Pero no seáis tan tímidas, ¡entrad!-dijo con una sonrisa de oreja a oreja y poniéndose en pie. Sus caderas se bamboleaban sensualmente a cada paso hasta la mesa en que estaba la bandeja.
Ambas chicas se acercaron a la bandeja y tras la parafernalia de los brillos y rayos luminosos que se formaron antes de dar forma a la imagen (la cual dicho sea de paso, se esperaban) se concentraron seriamente en la superficie acuosa.
Volvieron a entrar a la celda que anteriormente habían visto. Estaba con la misma cantidad de gente que la vez anterior. Pudieron divisar a su hermana subida sobre el camastro.
-No nos queda más que ir a New Providence-decía Liselot.
New Providence… New Providence… recordaban haber escuchado a su hermana mencionar ese lugar… y les sonaba a sus cuentos de piratas y demás.
-Hemos guiado el rumbo desde ahora en busca de un lugar en que nos puedan ayudar ante un potencial motín. En teoría, el curso del barco es nuestro. New Providence no queda muy lejos de aquí y, ante un potencial motín, las gentes se enterarían y nos podrían ayudar-decía ella.
-¿Y qué tiene de particular esa gente? ¿Qué los hace tan ideales como para ser los únicos que nos pueden ayudar?-preguntó un marino que llevaba lo que comúnmente se dice “varios años de circo”.
-Son piratas-contestó ella con la mirada decidida.
¡Piratas! ¿En qué estaba pensando Liselot, Santo Cielo? Mejor seguir viendo para poder enterarse de la situación y poder tomarla en su propia dimensión.
-¿Estás loca, cierto? Ante la primera oportunidad nos atacarán-dijo el mismo hombre, que en sus viajes a Somalia había tenido experiencias poco gratas con los piratas que abundaban en dichas aguas.
Un loco alboroto se hizo dentro. Ya amenazaban con deshacerse de su espía. Liselot se excusaba diciendo que de buen recaudo sabía que Sheefnek el único lugar que no quería visitar era un lugar infestado de piratas: dar el golpe en New Providence sería algo más que bueno.
-No está loca ni mucho menos-interrumpió John antes de que Lodewijk los hiciera callar a todos y pedirle disculpas a Liselot-. Ella ha hablado anteriormente conmigo y la idea está aprobada. Timoneles, guíen el rumbo a New Providence, o al menos desorienten un poco a Sheefnek para darle una entretención que no seamos nosotros. No se han puesto a pensar que los piratas de New Providence son amotinados, renegados sociales que dijeron no a un capitán injusto. Son los apropiados para ayudarnos: sentirán de inmediato simpatía por nosotros sólo por el hecho de ser unos amotinados y no detendrán nuestros esfuerzos como lo haría la Marina Real, sino que utilizarían su poder en armas y barcos para echarnos una mano.
-Una mano… claro, una mano…-dijo el mismo marinero que había hablado antes-. Especialmente con el barco que traemos: nos tienen miedo y ustedes lo saben, ¿no recuerdan cómo nos han llamado? Os lo recordaré: Holandés Errante, son supersticiosos y nos tienen miedo. Nadie nos asegura que si llegamos a New Providence no nos corran a palos.
-La canción ha sido cantada: timoneles, dirijan el barco a New Providence-dijo John intransigente.
-¿No se dan cuenta?-preguntó el marino.
-Los piratas son seres que escupen hasta a los mismos dioses. No deben de temer a nada-dijo Lowie bajando el perfil al asunto.
-En eso te equivocas, Lowie-dijo ella, demostrando que no había madurado del todo.
-¿Ven? Hasta la gestora del plan admite sus falencias-exclamó el marino.
-Pero, a cambio les diré: New Providence es la guarida de un amigo que, como si fuese poco, nos debe un favor: Jack “Calicó” Rackham. Es muy respetado por ahí, ¿lo recuerdan? Eso nos asegura la victoria-replicó Liselot.
Y tras eso, el tema no se discutió más.
Luego se mostró otra imagen: a Sheefnek golpeando a su hermana y Lodewijk defendiendo a la muchacha.
No pudieron ver más, porque la energía sobre la bandeja se desvaneció y pronto se pudo observar solamente el fondo argentoso y sobre él la sombra de las olas meciéndose al vaivén de la brisa veraniega.
-¿No hay más?-preguntó Ivanna.
Aquella visita a la pitonisa en lugar de aclararle las dudas, sólo consiguió dejarle mayores interrogantes.
-No, no hay más-respondió la pitonisa para luego añadir-: creo que recordáis cuál es mi paga.
Ivanna sacó el dinero de su bolso y mientras la pitonisa lo contaba se acercó a su hermana. Su mirada heló a la gemela. Ivanna estaba furiosa porque no había visto las escenas que Sophie había citado la noche anterior y le había parecido una pérdida de tiempo haber ido. Sophie se defendió diciendo que entonces esas cosas ya habían pasado, lo cual preocupó aún más a su hermana. Ambas decidieron que debían hacer algo y acordaron preguntar a la pitonisa.
-Naomie, ¿podemos hacerle una consulta?-preguntó Sophie.
-Depende de qué se trate si os responderé o no-dijo la mujer guiñando un ojo. Se acercó a su taburete y se sentó con la pierna derecha encima-. Contadme.
-Sólo hemos visto cosas perturbadoras en tu bandeja: nuestro padre murió y nuestra hermana está en peligro. Un desperfecto en su navío les ha transportado al pasado. Queremos ayudarle a nuestra hermana y a la tripulación y hacerles volver hasta el presente-dijo Sophie.
-Es imposible ayudarles ya-dijo Naomie sintiéndose particularmente tocada por lo que decían las muchachas. Inconscientemente se puso alerta.
-Si ellos han sido transportados al pasado, ¿por qué no podríamos ir nosotras y traerlos de regreso?-preguntó Ivanna.
-Además de un desperfecto en el navío, un conjuro fue obrado, es cosa de lógica, muchachas. Un conjuro que solamente la persona que lo ofició puede desvelar-dijo Naomie.
-Tú eres una pitonisa… quizá si tú concentras tu poder en la bandeja y ves en ella puedas saber quién lo ofició-sugirió Sophie.
-Gemelas, entendedlo, ya no hay nada que podáis hacer. Incluso si fueseis al pasado no conoceríais la manera de hacerles volver, ni siquiera de tenderles una mano para poder hacerles la vida más placentera en donde quiera que estén-dijo Naomie.
Ambas muchachas se miraron sin convencerse del todo. La respuesta de la pitonisa les hacía dudar y la mujer, notando dicha insatisfacción, decidió hacerles salir de la tienda.
Era oscuro cuando Aliet despertó. En el estado depresivo en que estaba con suerte era capaz de levantarse cada doce horas al baño y casi a la fuerza la nana le obligaba a comer aunque fuese un poco.
La luz parpadeante de su celular le llamó la atención. Era un mensaje, quizás de alguien que supiera dónde estaban Niek y Liselot. Pagaría oro por saberlo. Desbloqueó la pantalla, pero para su desilusión no eran ni su esposo, ni su hija mayor ni nadie que tuviese noticia alguna de ellos.
“Mamá, nos vamos con Ivanna a la feria de la plaza a ver un puesto que queremos visitar. ¿Te llevamos algo? Si necesitas algo mándanos un mensaje. Sophie”.
Eso rezaba el mensaje. Dejó el celular en su mesita de noche.
En otros tiempos hubiese removido Holanda completa para ir a buscar a sus gemelas si no llegaban con lo oscuro que se había puesto. O al menos hubiese movido toda Ámsterdam para ir a ver si les quedaba dinero y facilitarle un poco para que se comprasen algo.
Ahora no… Ya estaban grandes y sabían cuidarse, si no… pues, ¿qué más daba más gente perdida en su familia? Absolutamente nada. Y ya tenían la suficiente capacidad de raciocinio como para poder portar dinero si querían ir a una feria.
Se abrió la puerta principal de la casa y resonaron las voces de Ivanna, Sophie y la nana. Las dos primeras diciendo que querían comer algo con urgencia y la otra comentando que los panqueques no tardarían en salir.
En otros tiempos hubiese bajado a comer junto a ellas y hubiesen comentado entre risas la clausura de la feria, lo que habían visto, si habían comprado algo interesante.
De hecho en otras épocas hubiese mensajeado de inmediato a sus hijas para pedirles que la esperasen, pues quería visitar la feria junto a ellas. No hubiese estado durmiendo a las cuatro de la tarde.
¡Exacto! ¡Ella lo había dicho! En otras épocas, no ahora. Ahora nada le importaba, ni sus hijas, ni su profesión, ni su higiene, ni ella misma. Sólo quería dormir, a ver si al despertar se daba cuenta de que todo había sido una estúpida pesadilla.
Miró la hora en su celular: eran las diez…
Más no le importó y volteó para seguir durmiendo. No tenía idea de lo que tramaban las niñas ni del coraje que adoptarían al descubrir el estado en que ella había permanecido toda la tarde.
Era de madrugada ya cuando Sophie entró en su cuarto luego de haber insistido en vano en hablar con su madre.
-He estado investigando-le soltó Ivanna cuando entró.
Le costó contener la risa: Ivanna se veía comiquísima sentada frente al PC con su bata de levantar celeste, con el rostro pálido y ojeroso por el sueño, bebiendo interminablemente café, con el cabello revuelto, con esos lentes que tanto detestaba usar y diciendo que ella, la que jamás estudiaba, había estado investigando.
-¿Sobre qué?-preguntó corriendo una silla y sentándose al lado de Ivanna.
Ivanna le dirigió una mirada furiosa que la hizo parecer más cómica. Sophie intentó concentrarse en otra cosa para no estallar en carcajadas. ¡Uy! ¡Qué considerado de su hermana dejarle café a ella también! ¿Quién lo diría de Ivanna? También tenía un lado amable y ella acababa de conocerlo. Lado que, dicho sea de paso, estaba a punto de desaparecer.
-¡¿Qué te causa tanta risa?!-le espetó Ivanna.
Nuevas carcajadas por parte de Sophie. Ivanna rodó los ojos y decidió cambiar de tema.
-Pues, queridísima gemela-dijo con todo su retintín mordaz-, he estado investigando acerca del conjuro del que nos habló la tal Naomie.
-¿Y qué has encontrado, queridísima gemela?-replicó Sophie.
Estaba tan interesada que había olvidado por completo la cómica apariencia de su hermana y dio unos sorbitos al café concentrándose en la pantalla.
-En varias culturas hay conjuros para ir y volver del pasado con toda calma-dijo Ivanna-. Los más notorios son de los griegos y de…
Eso hizo que Sophie escupiera todo su café en el teclado de la computadora. Ivanna sencillamente omitió comentarios ante eso. ¡Griegos! Esos viejos aburridos y racionales (al menos así los veía ella) que le buscaban el lado científico a todo… no, tenía que haber un error.
-Sí, griegos… El conjuro de Calypso, la diosa del mar-dijo Ivanna.
-¿No era Poseidón el dios del mar?-preguntó Sophie.
-Calypso era hija suya, era una ninfa o algo así-dijo Ivanna-. En teoría tenía tanto poder en el mar como su padre, pero era además una reconocida hechicera.
Sophie lanzó un silbido estupefacto, gesto que la hizo bastante parecida a su desaparecida hermana Liselot. ¿Quién lo diría? Cada día se aprende algo nuevo.
-Pero ese es un poquito raro. De cualquier modo, llegó a la cultura moderna-dijo Ivanna.
-¿Y quién podría oficiarlo?-preguntó Sophie.
-Cualquier persona, naturalmente. No hay que ser un genio para poner un puesto de magia, sólo hay que conocer el conjuro y la técnica-dijo Ivanna.
-Pero nosotras no lo conocemos-dijo Sophie.
-Pero los gitanos sí. De alguna manera se las han arreglado para conocer todos los secretos de la mitología de técnicamente todas las culturas. Lo tengo comprobado…-dijo Ivanna con aire de autosuficiencia.
-¡Yo sé dónde está el campamento gitano!-dijo Sophie.
-Vamos-dijo Ivanna haciendo ademán de abrir la puerta.
Sophie lanzó una carcajada grotesca, tirando todo el resto de café en el proceso.
-¿De qué te ríes?-le preguntó Ivanna con aire fastidiado.
-¿Piensas recorrer todo Ámsterdam en camisa de dormir?-preguntó Sophie.
Recién entonces Ivanna se percató de la razón de las risas de su hermana. Sin decir nada, fue hasta su clóset a cambiarse de ropa.
Cuando estuvo lista, ya eran las tres de la madrugada. ¡Otro día cayéndose de sueño en el colegio! Bueno, todo era por su familia, especialmente por su madre que era una piltrafa humana ahora que su padre y su hermana habían desaparecido.
Una gitana del campamento las fue a recibir con aire desconfiado. Les echó la buenaventura y les dio un par de amuletos a cambio de dinero, a ver si así les dejaban en paz y se iban las dos forasteras.
Pero eso no deshizo los ánimos de las chicas, quienes apelaron estar dispuestas y necesitar hablar con el jefe del campamento.
La mujer les llevó con aire reticente hasta la tienda donde dormía el mentado hombre, quien las recibió media hora después un tanto furioso.

Le explicaron calmamente, sin inmutarse por la furia que despedían sus ojos, su historia. Cuando iban por la desaparición del barco no se inmutó, pero cuando le hablaron del Espejo de Naomie, se mostró definitivamente más interesado.
-Es el Espejo de Grecia, viene de la cultura griega. Era utilizado por las pitonisas de la diosa del mar, por su oráculo-explicó.
-¿Saben usarlo? Digo… ustedes-preguntó Sophie con algo de timidez.
-Sólo las más ancianas de aquí-dijo él.
-Entonces también conocen el Conjuro del Viajero-afirmó Ivanna.
El hombre se mostró bastante sorprendido por la seguridad y los conocimientos reflejados en esa afirmación.
-Dígame, ¿qué necesita?-preguntó oliendo el peligro.
-Que lo oficien para nosotras poder ir al pasado y traer de regreso a nuestra hermana y a los hombres de nuestro padre-respondió Ivanna cien por ciento segura de sus palabras.
-Es arriesgado-dijo él.
-¿Qué debemos hacer?-preguntaron ambas al unísono.
-Hoy las quiero en la costa a las siete de la mañana, antes de ser posible para comenzar a esa hora el ritual. Quiero que estén en el punto exacto donde desapareció el Evertsen-dijo.
Sin más, las chicas regresaron a su casa sintiendo que nacía una esperanza.

Texto agregado el 29-12-2013, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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