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El hecho sucedió hace poco menos de cuarenta años. Lo guardaba en lo más recóndito de mi memoria. Ayer un sobrino me envió un vídeo de You Tube que mostraba el vuelo de un ingenioso cacharro doméstico, y entonces se detonó una cascada de recuerdos que plasmé en estas líneas.

Una mañana de verano, de alguno de los primeros años de los 70's, en plena euforia de los únicos seis alunizajes que hasta ahora la humanidad ha realizado, si no mal recuerdo estaba en mi casa con dos amigos.

Alguno traía una novedad; la construcción de un Sputnik casero. Solo necesitábamos cerillos y papel aluminio como el que sirve de empaque para chocolates o cigarros.

La propuesta no sonaba nada mal, así que, sin dudarlo fuimos a conseguir los pertrechos. Compramos una cajita de cerillos, y apostaría que, como los chocolates son para los niños, adquirimos unos cigarros de los de a peso la cajetilla.

El ingeniero en jefe se dispuso al armado. En realidad el juguete es bastante sencillo y responde a elementales principios de física –materia por cierto, que yo traía reprobada–

La técnica consistía en envolver con cierta precisión tres cerillos juntos con un pedacito de papel aluminio por el lado de las cabezas y doblar el extremo opuesto para formar un trípode. La idea es que la incandescencia desenfrenada del fósforo genere tal energía sin más salida que un orificio inferior, que se manifieste en forma de propulsión a chorro lanzando por los aires el artificio.

Así, una vez construido el micro cohete solo había que colocar otro cerillo encendido por abajo y esperar. La habilidad era que no se que se quemaran las patas antes que el calor iniciara la ignición.

Un artefacto de estos bien armado puede elevarse tres metros. El resultado del prototipo no lo
recuerdo, pero seguramente fue seguido de otro.., y otro… y varios más hasta que se desató
el espíritu competitivo y fuimos a conseguir muchos cerillos.

Entonces surgió la creatividad combinada con la ambición. -¿Porqué quedarnos en modestos Sputniks? Cuando ya existe el Saturno V (cohete que transportó los módulos espaciales Apolo).

La versión Saturno V no era sino un Sputnik con potencia centuplicada, surgido de la mente irresponsable de unos muchachos ociosos, pero colmados de una deliciosa candidez.

Pues bien, después de una lluvia espontanea de ideas nos dimos afanosamente a la tarea de hacer acopio de los materiales necesarios tales como una docena de cajetillas de cerillos, palitos de paletas congeladas, mica para la cápsula de la tripulación, pegamento, cinta de aislar, alambre y una caja cilíndrica que alguna vez contuvo un rollo de película de 35 mm. Para esta misión necesitábamos una mecha bien larga. La solución estaba al alcance de nuestras manos: un paquete de "cuetes" chinos. Las mechas de estas pirotécnias eran, o son, como de cinco centímetros y unidas varias nos darían cierto margen de seguridad, y bueno, ¿para qué desperdiciar? Sí además, la pólvora de los "cuetes" podría darle más potencia a nuestra nave. Otro problema técnico que tuvimos que resolver fue la manera de contener el cóctel pirotécnico dentro de la cámara de combustión y al mismo tiempo que el proyectil tuviera escape para evitar un efecto explosivo. Esto “se resolvió” con un capuchón metálico de sidra repleto de pequeños agujeros.

La plataforma de lanzamiento solo podía ubicarse en el patio del edificio, que era paso obligado para entrar o salir, por lo que presentaba el inconveniente de ser transitado por algún vecino en cualquier momento, posponiendo o de plano abortando la misión. Ni modo corrimos ese riesgo.

Finalmente la cuenta regresiva comenzó. Se prendió la mecha, las chispas lentamente avanzaron hacia su destino. El resultado: Una propulsión continua, alimentada por un consumo gradual de combustible que elevó el proyectil un kilómetro… No, no fue eso lo que sucedió, sino una explosión seca que lo lanzó en vertical a unos treinta metros, para luego de quizás cinco segundos, caer prácticamente en el lugar mismo del despegue.

En el segundo seis la voz de Chonita, vecina del departamento doce, supero los decibeles alcanzados por nuestro cohetón exclamando algo así como: “Muchachos del demonio ¿qué han hecho?”. Para el segundo siete los tres chiquillos habíamos recorrido una cuadra muertos de risa y felicidad.

Misión cumplida.

Texto agregado el 21-11-2013, y leído por 89 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-11-2013 Deliciosa narración. Mejor alunizaje. ZEPOL
 
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