Un penúltimo café

Dejaste tu café sobre la mesa.
La casa huele a ausencia. No se siente tu fragancia en el desván. Las rosas se marchitan en el florero. Me duelen las manos de tanto acariciar el hueco que dejaste en mi colchón. No siento el gorjeo de los pájaros en el patio. ¿También se han ido ellos?
Prefiero no escuchar la radio: cada canción que suena la recibo como una estocada que clava mi interior. El aire que respiro no es el mismo; la brisa que cruza mi ventana no refresca mi cuerpo.
El perro también te echa de menos: sus ojos me reprochan. ¿Qué culpa tengo yo?
Tus ropas ya no están en el ropero; tu joyero está vacío, como vacío está también tu sillón del comedor. ¿Sabes que tengo los pómulos surcados y grietas en mitad del corazón?
¿Aceptarías que compartiéramos un penúltimo café?