TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / motoquero / CARPINCHO EN RETROSPECTIVA

[C:532157]


Los cuentos algunas veces se inventan, otras se escuchan, de vez en cuando se imaginan y otros, cuando uno menos lo supone solo aparecen. De la nada, así como un auto a contramano en una calle oscura.
Esta vez, va en primera persona. Pero da lo mismo, cada lector puede cerrar los ojos y soñar un ratito que es parte. Que también es su historia, después de todo, estamos en el mismo Titanic, a la deriva y sin saberlo del todo vemos a lo lejos algo que creemos hermoso blanco inmaculado y puro, como bobos y admirados, solo miramos, ahí acercándose lentamente, pero no es ni mas ni menos que esa roca imponente que tarde o temprano nos va a mandar directo al fondo. Helados, solos y chillando mudos en silencio. A todos por igual, alta gama o barranqueros.


Venía echando fuego. Saltando de un infierno al otro, con una naturalidad que a veces asusta.
Es llamativo, a veces todos tenemos en la cabeza unas luces rojas de alarma, tipo sirenas de bombero, que de vez en cuando se prenden y nos indican el peligro. Una especie de instinto natural, nos guía y nos avisa del riesgo en el que estamos o al que vamos, directo como toro a la cornada. Algunos las notan y las toman en cuenta, otros ni siquiera las ven y ya es tarde, y unos pocos, las vemos relampagueando en centellas y simplemente las dejamos prendidas, en un llameo permanente y nulo. Y se nos hace costumbre.
Como cuando se prende, la luz roja del motor en el tablero del auto, y las opciones son simples, o arreglas el motor, o sacas la lámpara o la dejas titilando hasta que ni te das cuenta y forma parte del tablero y sus luces.
Como contaba, la vista fija en la calle atestada y nocturna. Los autos eludidos como palos parados, espejos rascándome la cintura, lluvia a palanganas, y una nueva, casual y peligrosa emoción (que no voy a contar para no asustar a aquellos que me conocen).
Como decía, venía en llamas por la noche volviendo a la cueva, por la avenida Ángel Gallardo, que es trabada, pero si la sabes desenmarañar y leer bien se hace rápida, y los baldes me inundaban a fondo. Así que ya sin vista a la vista, me metí bajo el techo de lo que solía ser un imperio y ahora era una ruina abandonada, ahí nomás después de cruzar, cual rally, una o dos cuadras la avenida Corrientes.
Ya los había visto anteriormente, pero nunca había tenido tiempo de parar.
Ya lo saben vengo en llamas.
El clásico escenario de siempre. Diez colchones sucios apilados, changuitos de supermercado cargados de bolsas sin sentido, tres o cuatro trapos a modo de mantas y los clásicos beduinos de la calle. Cada uno en la suya. Hablando solos y durmiendo mortálmente.
Y la gente pasando a mares, esquivando sin mirar, mirando y esquivando. Un malón de ida y de vuelta. Un polì, que se hace el boludo. Una ambulancia del gobierno de la ciudad escapa furtiva por las dudas, y porqué no, para no enfriar su pizza. Y nuevamente ahí la gente, a campo traviesa, escapando de a piques cortos, eludiendo defensores.
Siempre hay historias que contar, sobran.
Pero aquel vago, con los pantalones a medio subir, en culo y a los gritos era una situación impensada, hasta para mí que vengo curtidito.
Empapado, me acerque a “Don culo al aire” y simplemente le pregunté que es lo que le pasaba.
Había perdido la zapatilla, después de hacer sus necesidades, o sea de “cagar”, en el cordón de la vereda. Y estaba desesperado buscándola.
- Primero lo primero. Le dije.- Vamos a subirte los “lienzos” y después buscamos la zapatilla. Que al fin de cuentas se encontraba enrollada en un papel de diarios viejo.
El tiempo me enseño algunas cosas, no muchas, y una de ellas que seas lo que seas siempre debes mantenerte digno y conservarte así. Derrotado y en la cima. Y así es igual con los demás. Por más que ya no quede nada de nada, la dignidad de un hombre es su bien más preciado, casi su único bien. Su perla.
Por eso el poderoso, cualquiera sea su rubro de tortura, es lo primero que trata de quebrar en un hombre ya que es lo único que profana y de lo único que no se recupera.
Sin dignidad solo quedan cenizas.
Así que como pude, y sinceramente escondiendo el asco, le puse por fin los pantalones y lo dejé allí fundido en su “colchón”. Acto seguido, le convidé un pucho húmedo, que el tipo agradeció como si le hubiese dado una bolsa de oro a un duende. Y entre agradecimientos inconexos me dijo gutural.
- Sabes que, sabes a quien te pareces? Te pareces a H.H o a, Siddartha…., si mejor te pareces a Siddartha.
Me quede mirándolo, mientras yo mismo prendía un cigarro y me sentaba en cuclillas a su lado, más cerca de lo que me acerco a algún amigo. Mientras el agua menguaba.
Sí, había escuchado bien. El tipo me nombraba a dos personajes de los cuentos de Hermann Hesse.
- Tu cara es la de los cuentos, si estoy seguro. La cara de aquellos que buscan el camino y están perdidos. Y que no saben, que el camino es la búsqueda, no existe el fin. Sos un caminante..., por ahora perdido, pero en la ruta. Por eso este perdido viejo, limado y disipado, lo sabe. Como a todos ya te va a llegar. Mi nuevo amigazo del alma, sos un caminante, y eso no termina nunca. Seguí buscando. Es tu naturaleza,, pero no hay final. No hay nada. Por eso no dormís, por eso no encajas.¿ O me vas a decir que no sabes nada de lo que te digo?. Acaso no lees Tolstoi o Thoreau y quizas a Conrad. Te gusta. Te gusta meterte derechito en el “corazón de las tinieblas” ¿no? Te gusta revolcarte. ¿No es así?
Puse la misma cara que cuando por primera vez me explicaron trigonometría en el secundario.
Martillo al clavo salido, que es el que siempre recibe el golpe.
- ¿Y vos que haces acá? Le dije desviando el tema, que evidentemente me molestaba.
- No hago nada, fumo pasta, y nada más. Que más necesitas saber, no hay mucho. Tuve mujer, hijos y hasta un trabajo. Pero no mucho más. No me acuerdo, lo único que me acuerdo son los libros que leí alguna vez, y que pensé que eran cuentos, pero no acá nomás me ves, hablando con Siddartha en persona. Al fin de cuentas, no eran solo historias.
El tipo entre arrebatos y sonrisas vacías me miraba superior, desde una altura incomprensible y lejana.
- ¿Y vos que haces?, ya que me preguntas tanto, y de vos ¿que puedo saber?. Seguro sos más interesante que esta bolsa de huesos, aparte a falta e libros un personaje no me viene nada mal, hace rato que no repaso las hojas de alguien. Y de todas maneras mañana ni me voy a acordar.
Me gustó la idea de contarle, después de todo me la paso todo el día escuchando pavadas.
Aunque no me asumo interesante igual le respondí con simpleza.
- No sé trabajo, tengo una familia hermosa, techo, comida todos los días, bue como todos los días, escribo algo, sobre lo que veo en la calle, no mucho. Soy un tipo de vida simple. Que corre siempre desde atrás a la plata. Nada más, eterno corredor de la coneja. Un lindo burgués. Bien comuncito.
- Entiendo, entonces te ganas la vida escribiendo no?
- No estas loco?!!, tengo que trabajar. No me refería a eso lo de escribir es… digamos un hobby, una salida, un escape.
- Yo si me refería a eso, justo a eso. Trabajo es trabajo. Vida es vida.
La verdad es que no quise entender la comparación así que rápidamente, como una liebre en fuga, le cambie el ángulo a la pelota. Siempre es más fácil escapar hacía adelante.
Nos desvariamos un poco a propósito, en la conversación. A ninguno le gustaba meterse en el hoyo profundo, especialmente a mí. A él por lo visto no le importaba ya estaba metido allí..
Picoteamos algo entre mujeres perdidas y encontradas. La pasta base y su valor en el mercado? y algo sobre la comida. Nada serio.
Y al fin tras unos cuarenta minutos, me bendijo como un párroco de iglesia de pueblo y nos despedimos.
Le pedí una foto, pero se negó y yo lo comprendí.
- Cuídate pibe! La moto es peligrosa, la calle es peligrosa.
Yo me reí algo nervioso, y metí las manos en mi bolsillo flaco para darle unos mangos. Saque diez pesos arrugados y se los dí.
Lucido y gentil, el tipo me miró y me dijo.
- “Primero lo primero” y me extendió la mano para darme un fuerte apretón
Nos saludamos como se saludan los hombres. Cortos y firmes.
Separó sus manos llenas de callos y mugres y feliz ahora sí agarró la plata. La guardó y me dijo algo emocionado.
- El contacto, el contacto humano. Es lo único que extraño de todo esto, hace mucho, mucho tiempo que nadie me toca y que no toco a nadie. El contacto humano es lo único que extraño realmente. Lo único que te mantiene cuerdo en el camino. Una cuerda de agarre, un ancla en el camino. Vos me la regalaste, eso y tiempo, también palabras coherentes, ah y también diez pesos para pasta y lo más importante este apretón, muchísimo me regalaste. Yo no tengo nada para darte a cambio. Gracias, yo soy Carpincho, te doy mi nombre, para lo que necesites. Y automáticamente se sacó la gorra surcada y me mostró unos pelos locos, parados y rojos. Quizás cuando me vuelvas a ver yo no te reconozca, así que adiós para siempre. De nuevo ojo con la lluvia que es peligrosa para el camino de retorno. Nuevamente gracias y disculpa que no te pueda dar nada.
Prendí la moto y entre pequeñas gotitas de agua que se habían filtrado en la visera me marché dentro de la noche.
Y a lo lejos Capincho se perdió de vista.
Carpincho, pobre iluso, aun cree que no me regaló nada.


Texto agregado el 11-11-2013, y leído por 51 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]