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Hoy me desperté algo dolorido.
Es que la noche se me hizo muy larga esta vez, mucha corrida, mucho escape.
Es más creo que perdí algún diente, por ahí.
El ultimo emblema que piqué y me fumé mi hizo mal. O era e mala calidad o ya no me pega como antes.
Es que se me hace difícil comprar un “paquetito” en la calle. Esta faltando y la poli anda cazando pibes, aparte todos me miran raro, es que estoy algo mas grande y yo, ya no doy tanta lastima, los chiquititos levantan mucho más, creo que las personas están asustadas.


Carlitos, el pibe de la placita fea, me enseño como afanar los emblemas de los autos y como picarlos bien finito para enrollarlos y fumamerlos.
Es bien fácil, le meto un palito chiquito y con el cuchillito que siempre llevo encima, le hago palanca y sale. A veces se me rompe, pero que importa, ¡si igual yo lo uso para otra cosa! Entonces con el emblema una vez afuera, lo meto en la lata que tengo en la mochila, lo prendo fuego y cuando se derrite y endurece, lo machaco bien chiquito, casi como arroz y después lo envuelvo en papel y listo para fumar y salir volando. Aparte, me saca el hambre.
Entonces me transformo en Superman, y vuelo de acá para allá como un superhéroe, la verdad es que mete una pila fenomenal, sí hasta me boxeo con los pies mucho mas grandes y a veces les gano. Ellos andan en banda, pero a mí no me importa mucho. Son cagones que no pelean bien solos, pero como son muchos se agrandan y a los más chicos siempre nos rapiñan todo.
El “Granudo”, que vivía en mi mismo barrio, a unos ranchos del mío, es bien turro, pero se hizo el loco con unos pibes grandotes. Quiso afanarse una carterita de un auto, que estaba con las ventanas algo bajas y los que lo vieron, unos tipos que eran enormes, lo molieron, como a los emblemas que fumo. Creo que esta en el instituto o en el hospital, y la verdad es que se lo merece. Por puto y traicionero.
La verdad es que no me acuerdo bien que hice a la noche, pero duele. Cada vez que me transformo, me convierto, pero a la mañana ya no me acuerdo, cada vez me acuerdo menos.
La ultima vez, “Vero”, la piba que se me pegó no se porque, me contó que estuve divertido. Que nos colamos en un baile y que baile como loco y que después seguimos fumando y que me afané algo de un kiosquito, no se.. unos alfajores, y que los comimos todos. Por eso me dolía la panza al otro día, de tanto comer chocolate.


La verdad es que no me gusta afanar, me da miedo. Por eso, solo lo hago cundo me convierto. Creo que mis viejos están “guardados” por chorear, pero hace tanto que no se nada de ellos que ni me importa.
Por lo menos la noche se pasa rápido y no me aburro como en el día.
Que se yo… me la paso por ahí sin saber que hacer.
A veces solo me tiro en algún lado para reponerme. No se, no me gusta hacer nada en especial.
Miro a las pibas salir de las escuelas con uniformes, tan lindos, tan limpios. Todas iguales.
Hay una medio rubia, medio pecosa, que me vuelve loco. Siempre la espío cuando sale de la escuela con las amigas, se nota que es la “jefa”, porque todas la rodean siempre y se ve que recibe mensajes todo el tiempo porque ni se despega del celular. Una vez los pibes más grandes las afanaron. Yo los vi, les salieron de atrás de un auto abandonado, por el pasaje, y las pibas que andaban re-distraídas con los teléfonos casi se mueren y terminaron todas llorando. A Vero, le pareció divertido porque ella las odia, a mí me dio lastima, en especial por la rubia, quise defenderla pero me dio miedo. Es que solo soy “Superman” de noche. Después de fumar.
Por las tardes, me paro a la salida de “Mc Donalds” y alguien siempre me tira algo, unas papas una hamburguesa, o sino me tiro un rato en la puerta de algún súper y hasta que me echan hago unos pesitos. Casi todos los días son iguales.


Un día me paso algo muy pero muy raro.
Andaba tirado en la puerta, medio tumbado. Había fumado mucho y como no había comido, la cabeza me daba vueltas sin parar.
Me tire a tomar sol, en la puerta del supermercado “Coto”, un ratito. Al toque llego Vero a molestar, pero ni bola le dí, es que me dolían los ojos, y se fue enojada para el lado de las vías donde para con otros pibes en un rancho de chapas. Ella empezó a fumar de día también.
Siempre se me acercan tipos raros, me invitan caramelos o chocolates, pero les desconfío, tiene la mirada rara, no se.. como tramposa. Me invitan a ir con ellos no se donde, pero yo no voy porque me asustan. Son demasiado buenos, eso es raro. Aparte Vero fue un par de veces y siempre vuelve llorando, aunque traiga algunos pesos para la noche.
Esta vez fue distinto, el tipo estacionó una moto gigante, dejó el casco colgando y como si me conociese me pidió que le cuidara la moto y el casco.
Yo me paré y se la cuidé.
Al rato volvió, me agradeció y me dio diez pesos.
Casi me muero, cuanta plata junta!!
Me dijo que mañana iba a volver y que siempre que lo vea, me acerque a cuidarle la moto.
Yo estaba re-contento, nunca había tenido tanta plata junta de golpe.
A la noche, compré y fumé algo mejor. Le compré a “Peto”, él busca de las vías, una bolsa grande y me convertí en un superhéroes con más poderes que nunca.
Al otro día, fui directo a la puerta del súper, y como a las dos horas cayó el tipo.
Como siempre, se bajó, me hizo unas señas y yo, rajando corrí a cuidarle la moto. Esta vez, como el otro día, me dio la plata y aparte me pregunto si necesitaba algo.
Yo tenía sed así que se lo dije y me compro un juguito.
Vero, le desconfía. Pero a mi me parece una buena persona. Ella no le cree a nadie.
Aparte, charlamos un rato.
Le conté que me llamo “Tito” y tengo nueve años, y que siempre ando por acá, le dije que a veces voy por las vías el tren, que paro en un vagón abandonado con muchos pibes, y que no tengo un lugar fijo. Le explique que Vero es buena pero molesta y que a veces me hace compañía.
Me preguntó por el colegio y le conté que desde que me rajé de casa, no volví más, y que solo llegué a tercer grado.
Eso no pareció sorprenderle y me preguntó sí sabía leer. Yo le dije que algo sabía pero que me costaba y que no me gustaba. Eso le divirtió. Le conté de las chicas del colegio, esas con uniforme y pollerita verde, de la rubia.
Él también me contó algo. Que iba, como yo, por todos lados, y que cuando anduviese por acá, yo siempre le iba a cuidar la moto. Que un día me iba a llevar a pasear.
Lo que más me gustó es que no preguntaba nada raro, hasta era bastante callado.
También me dijo algo que no me gustó, que de vez en cuando pasaba por ahí pero no siempre. Eso me puso algo triste, pero que le voy a hacer.


Pasaron un par de días y no apareció, como me había dicho. Yo ya pensaba que no iba a venir más, pero un día, tipo tres de la tarde llegó.
Tiró la moto rápido, me hizo una seña y cruzó.
Cuando volvió, se me acerco, me dio la plata y sacó de su mochila un paquete.
En el paquetito, había un librito.
Yo me sorprendí, pero el tipo me dijo y prometió que si lo leía me iba a traer un premio.
La verdad es que a mi me cuesta mucho leer, así que con vergüenza se lo dije.
No se sorprendió.
Agarro el teléfono, llamó a alguien y dijo que iba a llegar tarde, que la moto se había roto.
Le mintió. Yo me sorprendí, la moto estaba buenísima.
Nos sentamos en el cordón de la vereda, y ahí nomás me leyó las primeras páginas.
La gente miraba.
Estaba buena la historia, era de un chico, como yo, que se escapa y se va aun lugar lleno de monstruos.
Max. se llamaba el chico del cuento.
Me lleve el libro y le prometí intentar leerlo.
A la noche, no fumé. Prendí una velita, y mientras Vero fumaba y salía con un señor que la llamaba, comencé.
“D-o-n-de v-ii-v-en lo-sss mon-s-tru-os”. Decía el titulo.


Tarde casi cinco mese en terminarlo, a veces me trababa con una letra o no entendía algo, pero era divertido y también tenía muchos dibujos, así que parecía más corto, y yo para ver los dibujos que venían me apuraba a leer.


El tipo siempre que me veía me preguntaba y yo no quería fallarle. Aparte tendría un premio.
Todos los pibes se reían de mí, pero eso no me importaba. Estaba bueno el cuento, y encima me parece que las letras se me acomodaron y que me salían mejor.
Iba con el libro en la mochila todos los días y siempre leía aunque sea un pedacito, aunque sea chiquito.
El día que lo terminé fue el día más feliz de mi vida.
Era de noche y llovía mucho así que todos los chicos dormían en un vagón abandonado al costado.
Los desperté a todos y me abrazaron, me convertí en el rey, igual que Max, el del cuento.
El rey de los monstruos.
Lo esperé, pero llovió toda la semana.
Cuando vino y le conté. Me abrazó.
Me dijo que lo espere mañana al medio día que me traería el premio.
Y cumplió.
Fuimos a una juguetería, me compro un juego electrónico con mil jueguitos, después entre a Mc Donalds y elegí dos hamburguesas raras, con huevo y cebollitas y todo tambien me senté por primera vez a comer en las mesas, y entre a jugar al pelotero, que tiene más juegos que cualquier plaza.
Cuando terminamos, el tipo me abrazo de vuelta, y nos sacamos unas fotos con su celular.


En el vagón los chicos estaban esperando.
Les mostré el juego y hasta les compartí unas papas que me compre a propósito para ellos.
Todos a mi alrededor.
Les conte de la jugueteria y de todas las cosas que habían allí, les conte del pelotero y de cuantos gustos de hamburguesas que hay y tambien del super helado de chocolate, dulce de leche y confites que me comí.
Ellos estaban sorprendidos tanto como yo.
Todos reunidos en circulo y yo en el medio contando.

Por primera vez, yo era el “rey de los monstruos”, el rey el vagón.




A veces los cuentos tienen final feliz.

Texto agregado el 02-11-2013, y leído por 66 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-11-2013 Entretenido cuento con la "promoción humana" y feliz del "rey de los monstruos" simasima
 
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