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Inicio / Cuenteros Locales / PsychoKid / El extraño bebé del matrimonio Atkins

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-¡Cuánto me gustaría tener un niño!-repetía Sophie Atkins con ilusión. Los médicos detectaron hacía ya unos meses un problema en su organismo.-Morirá al poco de nacer o morirás tú- decían con seriedad, pero Sophie quería tenerlo y pese a las prohibiciones, una noche consumó aquel acto de amor que había reservado durante tanto tiempo con la ayuda de su querido marido Nicolas. Fue un acto repleto de dolor y placer que Sophie prometió no volver a repetir.

Los meses pasaron y Sophie pudo ver como su barriga crecía y crecía y como en ella comenzaban a aparecer extraños bultos triangulares. Sophie no les dio la mayor importancia y siguió ilusionada ante tal feliz acontecimiento, hasta que el 13 de Octubre el pequeño nació. Aquel día Sophie no fue al hospital, no le dio tiempo ya que no esperaba al bebé hasta dos semanas después y fue su propio esposo el que se encargó de asistirla en el parto en su propia casa. Los vecinos en cuanto se enteraron de la noticia, se apresuraron a ir hasta la casa de los señores Atkins para ser los primeros en ver el hermoso fruto surgido del amor de esos dos felices esposos. El parto fue doloroso, Sophie gritaba y gemía de dolor, sentía punzadas en su corazón, y pronto llenó las blancas sábanas de vómito y espesas flemas. Sophie vio como de entre sus piernas, los pequeños pies del bebé aparecían entre diversos jugos pastosos de color verdoso. Ella gritó, sabía que era una mala señal que el bebé empezase asomando los pies en vez de la cabeza y se apresuró a decir a su marido que había que tomar medidas o el niño podría sufrir algún daño. Su marido, asustado por los líquidos verdosos que surgían de aquel misterioso lugar que Sophie siempre había escondido, creó, con la ayuda de una navaja, una abertura a la altura del útero por la cual, como si fuese un volcán, emergieron muchos más líquidos esta vez amarillentos. Entre gritos y jadeos, obscenidades y suspiros el niño fue saliendo poco a poco gracias a la ayuda de Nicolas por aquel agujero que había creado una navaja suiza, entre un crisol de líquidos de diferentes tonalidades de verde y amarillo.

Los vecinos estaban alarmados ante tal cúmulo de gritos y obscenidades procedentes de la boca de la desesperada Sophie, y para mayor sorpresa, descubrieron extraños fulgores verdosos que se asomaban por la ranura de la puerta, pero ellos seguían esperando por la gran ilusión que sentían por ver a aquel hermoso querubín que tanto mimarían en los días posteriores.

Nicolas no miró al niño, le envolvió con la única sabana que no estaba repleta de vómito y luego, se apresuró a cerrar aquel agujero creado para sacar al bebé cosiéndolo con un bello y brillante hilo rojo que su mujer había usado semanas antes para hacer un bello pantaloncito al pequeño. Sophie gritaba, ahora de placer, ya que pese a que seguía sufriendo el dolor en sus carnes, notaba como ya no era el mismo de antes, y unos minutos después, cuando ya estaba mas tranquila, pidió con una sonrisa en la boca a su esposo que le acercase al bebé. Cuando Nicolas se lo acercó y esta apartó la sábana de la delicada cara del bebé, dio un grito, el mayor de todos los que había dado, tan grande, que los cristales de las ventanas reventaron. Los vecinos se miraron los unos a los otros, estaban profundamente asustados pero a la vez entusiasmados, por ver la cara del bebe.

Sophie tenía los ojos como platos, y no podía articular palabra alguna, hasta que unos minutos después dijo entre sollozos –Cariño… ¡nuestro hijo es un zombie! Y tras esto, y con una sonrisa le bautizó con el nombre de George. Nicolas y Sophie estaban maravillados ante aquel color verdoso y aquellas costras de su hijo, ante aquella boca cosida. Sophie pensaba que daría a luz a un querubín de suave tez blanca, pero había dado vida a un muerto. El bebé despedía un pestilente olor a descomposición y de sus orejas, nariz y demás orificios salían gusanos arañas y escarabajos que se paseaban por las extremidades de George hasta volver a entrar por alguno de las muchas ranuras que había en el cuerpo del adorable bebé. Sophie sonreía y despedía melodiosamente halagos hacia el niño y tras unos momentos en los que se demostró todo el amor de los padres hacia la criatura, decidieron bajar a presentarlo por primera vez en sociedad. Los vecinos sonrieron emocionados al ver que la puerta se abría y cuando Sophie destapó a George y pudieron ver la sonrisa malévola y dulce del bebé gritaron angustiados sin moverse del sitio pero tan solo unos momentos después suspiraron alegres y se acercaron a abrazar y besar las verdes mejillas del bebé entre el pestilente olor que despedía el cuerpecito en estado de descomposición. Todo fueron halagos hacia el nuevo miembro de aquel vecindario y envolvieron al niño con numerosos regalos comprados para darle la bienvenida. Los vecinos querían a George, le adoraban y le invitaron a las fiestas de cumpleaños de sus hijos, a las barbacoas familiares y aprendieron a cuidarlo, a evitar que el proceso de descomposición de George se acelerara y a coser sus amputados miembros ya que a menudo sus brazos, piernas, orejas y otras partes de su cuerpo se desprendían del bebé. George fue feliz y es feliz, fue querido y sigue siendo querido, allí vive y seguirá viviendo, hasta que acabe de descomponerse, pero eso será dentro de muchos años, pues al fin y al cabo los muertos han de morir.

Texto agregado el 19-08-2004, y leído por 292 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
25-08-2005 Me gustó, muy original e-Alias
09-10-2004 Divertidísimo, me encanta. Vlad_Temper
13-09-2004 uhm... eh.... solo acierto a decir... "jorl!" Todd_Anderson
23-08-2004 Me gustó mucho, sí. valium
22-08-2004 De verdad que parece rollo Tim Burton!!! ojalá consigas la misma magia que él, porque de momento este está genial. Doma
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