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UN LUNES MAS
Dicen que las maestras estamos chapitas. Sí…, estamos chapitas, esta es la más cruda y absoluta realidad. Yo llego a la escuela 10 o 15 minutos antes, con mi mejor sonrisa, saludo y exclamo: “¡hoy será un día maravilloso!”. En eso pasa el portero y me saluda con cara de pocos amigos: “buenas”. Pasa la de segundo y me dice: “¡vino el padre de Chaves y como vos no estabas fue a hablar con la directora porque dice que ayer a la salida de la escuela, a dos cuadras de acá, le pegaron a su hijo!”. Al menos zafé de escucharlo. Imperturbable, sigo hasta la secretaría. Allí está la Vicedirectora pidiendo a gritos la entrega para “¡ya!” de una planilla que está repartiendo, dónde debemos colocar el nombre de los alumnos, por orden alfabético, número de documento, dirección, teléfono, si son repitentes o no, nombre del padre o madre y ocupación. Casos problemáticos, especificando el problema en “observaciones”, si los padres son casados, separados, madre soltera u otro dato importante. Recibo la planilla, firmo el libro de asistencia, al mismo tiempo una compañera me pasa el librito de Avon con el pedido y la aclaración que aun debo lo del mes pasado. Aparece una madre y me dice: “mi hijo no va a venir hoy porque tiene fiebre, ¿me da alguna tarea?”. Pienso y le propongo que le lea un cuento, que él escriba lo que más le gustó y haga un dibujo. Más o menos zafé. Llegó la hora de formar, todos paraditos frente al grado, pero faltaba justamente la maestra de turno, ¿no viene?. Está en el baño, se escucha. Al fin aparece, con cara de mala gana y dice a los niños “si no se callan les descuento 5 minutos de cada recreo, los estoy esperando”. ¿Ella nos está esperando?. Se invierten los papeles, ella nos está esperando a nosotros, ¿se dan cuenta?. “¡el de mochila roja se puede quedar quieto!”. Todas miramos con cara de asesinas a los más de 50 alumnos con mochila roja. Al fin saluda y nos vamos al aula. En cada aula comienza a repetirse la vida cotidiana. Poner la fecha, escuchar un “no tengo tiza”, abrir el armario “que no abre”, sacar la carpeta, sacar puntas, limpiar los mocos, “no hice los deberes porque perdí la fotocopia”. Interrumpe el portero buscando sillas. Interrumpe la mamá de Pérez porque le “robaron” la goma a su hijo. Aparece la goma. Se va la madre. Toca el timbre del recreo, golpes, corridas, juegos, más golpes, hielo en la cabeza, llega el servicio médico. Toca el timbre, fin del recreo, comienza el segundo round en el aula. Intento comenzar la clase con un hermoso cuento. A los niños siempre le gustan los cuentos y cuando el interés al fin se instalaba en toda el aula, aparece la portera pidiendo la planilla. Completo lo que me falta, entrego, miro al grupo y de la hermosa rueda que habíamos formado no queda nada. Solo veo en un rincón del aula una pila de zapatillas y piernas y en el otro, lágrimas, pelos en la mano, moños por el piso. Apelo con paciencia y sicología a los múltiples recursos de un maestro y nada. Miro el reloj. El portero se olvidó de tocar el timbre. Miro al grupo o lo que queda de él. ¡Al fin el timbre!. Salimos al recreo. Golpes, caídas, chichones, hielo, escupidas, tumulto en el quiosco. “Un nene se hizo caca en los pantalones”, dice una vocecita burlona. Que no sea mío…, que no sea mío…, que no sea mío. ¡es mío!. Cierro los ojos, aprieto los puños y allá voy. No hay otro pantalón. Busco urgente el teléfono de la madre, la llamo, pero no responde. Seguro está durmiendo la siesta. Llamo nuevamente y atiende el hermanito. Gran tumulto en la zona de baños, “un nene se cagó” murmuran los niños. Parecen los fans de Ricki Martin esperando autógrafos. El nene llora, se esconde tras el inodoro. No quiere salir y no puedo convencerlo. Tiene vergüenza. Viene el hermanito trayendo un pantaloncito, no trajo un calzoncillo. Toca el timbre, los fans de Ricki Martin se retiran. El nene, con mi ayuda se limpia, se cambia y se va a su casa llorando. Nuevamente al aula. Pretendo enseñar la resta con dificultad. Los niños no atienden, siguen ellos con el tema del baño así que decido “reforzar” la resta sin dificultad. Los niños están excitados y yo agotada. Timbre de salida. ¡allá vamos!. “La escuela se ha constituido en un lugar para actuar, no para pensar”, como dice el psicólogo Fernando Ulloa, “son tiempos de vivir a medias, dónde impera el desconocimiento y la negación de las razones profundas que sustentan el malestar escolar, enraizado en un malestar social y cultural que lo sostiene”. En eso estaba pensando cuando escucho a la de turno decir: “hasta mañana chicos” y un solo griterío coral que responde: ”has… ta… ma… ña… na…se… ño… ri… taaaaa…”. Pero aquí no terminó mi tarea, es lunes. Si, escuchan bien!!, hoy es lunes y la mamá de Tomasito se olvidó de venir a buscarlo. Llegó dos horas más tarde. Yo y su nene ahí en la columna del alumbrado paraditos como unos soldaditos, esperando. Ella se acercó, lo tomó de la mano y se alejó. Ni me saludó. ¿Será que de tanto esperar me he vuelto invisible?. Junto mis cosas y trato de regresar a casa para ver si mis hijos me reconocen como madre y si mi marido aún me está esperando. Soy maestra y a pesar de todo, si tuviera que volver a elegir, volvería a ser maestra.


Texto agregado el 18-09-2013, y leído por 111 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-09-2013 Muy bien narrado el cuento, me gustó. Pero ¿estás segura de que volverías a ser maestra? cordeli
 
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