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EL TONTO VIVO

Cada época, cada pueblo, tiene su “tonto” particular y propio, una figura entrañable y patética a la vez, a quien por un lado se lo acosa con burlona picardía y por otro se lo acoge entrañablemente.
Cuando Loja aún no tenía su tonto oficial, una cigüeña despistada y boquiabierta trajo un niño y lo dejó endonado en cualquier casa de la ciudad, sin siquiera darse la molestia de preguntar si allí lo habían encargado o lo estaban esperando.
Este es el origen un poco extraño del tonto de nuestra historia: un muchachito medio zopenco y turulato, no más, con una cabezota rapada al mate, con un ojo chuvico y otro ojo derecho, eso sí muy aventajado en muelas y orejas, y en baba, moco y lágrimas también; tenía una cara redonda como globo, llena de pecas, sonriendo siempre con esa su sonrisa inexplicable y estúpida de bovino con mueca suplicante. Era un tonto cuidadosamente hecho para ser tonto. Y él, que lo intuía, entraba en su papel como jimbirico nadando en el pozo. Es decir: ¡un tonto como Dios manda!, ¡un tonto a carta cabal!
Ante los chicos de su edad se exhibía mostrando su única habilidad, que era mover sus orejotas. Los chicos disfrutaban, querían imitarlo, le pedían más y más
-Dale, tontito mueve las orejotas, dale, dale otra vecita.
Y cuando se cansaban, de una le arreaban el buen cocacho y desaparecían, dejándolo solo, rascándose el soberano chibolo que crecía en su cabeza. Es aquí donde el tonto empezó a dar sus primeros lances de “vivísimo”. Se dio cuenta que cuando los chicos le pedían que mueva las orejas una, dos y hasta tres veces, era suficiente, y después, salía disparado como diciendo ¡sálvese quien pueda! a meterse en las polleras de su mamá.
-Amá, amá… esos ñiños me quieren pegar…
Al hacerse un poco más grande, se dio cuenta que él era el Tonto de Loja, pero así mismo que en Loja, como en cualquier otra parte, no se admitía más de un tonto por ciudad, y más aún que la Loja de ese tiempo era bien chiquitica, ¡piringa! Para decirlo con propiedad.
Así que a nuestro amigo le tocó esperar su turno. Le animaba el hecho de que Don Laurito estaba viejo, un poco decrépito y más simplón que nunca. No tuvo apuro en esperar con paciencia que el tontito de turno de Loja, se eche a descansar y para siempre en su petaca de palo. La costumbre es la costumbre, gústele a quien le guste o le disguste, y más aún con los lojanos que somos un chance ideáticos. ¡No quedaba otra, que esperar, sentadito y en la sombrita, a que se muera el tonto anterior!
Hasta que llegó el día en que la calaca se cargó a su muerto simplón, y nuestro tonto dando volantines, palmoteando y desbaratándose de la risa, asumió el puesto oficial de, no solamente el tonto, sino de “El Tonto Vivo de Loja”. Pasado este primer impulso de loca histeria y haciendo valer su “tonta viveza”, se amaneció en las tres noches del velorio, acompañó en todas las honras fúnebres y llegó hasta el cementerio a darle el último y agradecido adiós a su antecesor.
Para esa época, el tonto ya era un cincuentón, de quien nadie se acordaba su nombre, y todos lo conocían como el Tonto Vivo, sapísimo, para los negocios. Haciéndose el más tonto compraba y vendía lo robado, a precio de gallina con peste, y así iba juntando, poco a poco la bola de plata.
¿Dónde se podía encontrar un tornillo, una tuerca, un herraje, una aldaba, una trampa para ratones, veneno para las guanchacas, anilina, alkaseltzer, alambre de púas, piola por libras, lomillos, chicotes, vetas, alcohol alcanforado, timolina, el almanaque de bristol, manteca de oso, cueros de chivo, caparazón de tumulle…? Solo donde el Tonto Vivo y a precio de tonto vivo, claro está.
Así como el Tonto Vivo eran algunos de los tantos y tantos personajes de mi tierra, amados y ridiculizados en partes iguales; insólitos, incómodos y hasta chocantes; se daban la libertad de vivir en forma distinta, a veces muy alejados de las normas establecidas. Parecería que hoy han desaparecido todos, pero no es así, por suerte otros más jóvenes van tomando la posta, ¡como en otros tiempos!
Zoila Isabel Loyola Román
ziloyola@utpl.edu.ec


Loja Ecuador, 4 de septiembre de 2013

Texto agregado el 05-09-2013, y leído por 229 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-01-2014 Entretenido relato tan amenamente contado. Todos quienes hemos vivido en ciudades pequeñas conocemos al loco del pueblo, y uno, al verlo cotidianamente, hasta le toma cariño. Buen tema. campana
01-11-2013 Como tu dices los tontos evolucionan y cuando crecen se vuelven unos vivos. Muy ingenioso tu personaje. inkaswork
07-09-2013 Que bien relatas, me encanta como describis el personaje y la historia que es muy triste. jaeltete
06-09-2013 Muy bien retratado el personaje. Saludos! galadrielle
 
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