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Se sienta a la sombra de un frondoso espino, va tocado de un sombrero de ala ancha y entre sus manos sostiene un callado y una radio, que hablan de soledad y lejanías. Se pasa gran parte del día al aire libre, vigilante y a la vez pasivo. Es un “cabrero” o pastor de cabras cuya vida diaria transcurre de sol a sol con ellas, llevándolas por laderas y cerros., las mantiene separadas en dos “piños”: las lecheras y las secas., para las primeras busca los mejores pastos, para las segundas todo lo verde es bueno.

Sus cabras son las típicas de esta zona, blancas o blanquinegras, ni tan grandes ni tan pequeñas, pero que dan crías en primavera y leche para los quesos que se venden en el mercado, feria o carretera. Se parecen a las “Alpinas” que también son blancas con negro y buenas lecheras., existen muchas otras razas de cabras, provenientes de diferentes lugares del globo terráqueo, como la “Angora” de Asia Menor, que se caracteriza por su lana, muy preciada para prendas tejidas. Otra raza de cabra famosa es la raza “Anglonubian”, provenientes del Reino Unido, su leche tiene gran contenido graso, por lo que es buena para hacer quesos. Es delgada de tamaño medio y en colores como achocolatados.

No recuerdo a qué raza pertenecía la “Chichí”, pero era de estirpe y de buena majada, quedó huérfana al nacer y su destino era incierto, por lo que mis hijas la llevaron a casa para criarla y la alimentaron con grandes botellas de leche, hasta que poco a poco se fue transformando en una mascota que corría y brincaba de cama en cama, como si fuera un perro faldero. Jugaba con todo y realmente era adorable verla beber su leche, único alimento hasta que un día descubrió otro manjar: mi gomero… se lo comió rápidamente, hizo lo mismo con los helechos y no le dejó ningún brote a los philodendros… Aquel día decidí que regresaría a su majada, porque lo próximo que se iba a comer serían los zapatos de todos, así es que, al fin de semana siguiente, después que mis plantas se transformaron en un árido desierto, la llevamos de regreso a su lugar de origen. Se bajó del auto y en un par de minutos corrió siguiendo al “piño” de su edad, y se alejó sin decir adiós. Un poco como lo hace el “cabrero” cada día a la caída del sol, silba a sus cabras y éstas obedientes se "apiñan" caminando y saltando por delante de él en dirección a su majada, sin decir adiós a quien las observa desde lejos.

Texto agregado el 27-06-2013, y leído por 158 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-01-2017 Buena la historia, pero me dejó perplejo lo aséptico del adiós de la cabra Chichí. Digamos como si nada: "entonces yo daré la media vuelta, y me iré con el sol...", je! 5* lucrezio
 
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