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El gobierno francés durante la Segunda Guerra, decidió estrenar en la Comédie Française una obra de un autor alemán. El ministro de Cultura, convocó al interventor del teatro:
-Señor Interventor, usted deberá estrenar “La Pureza en la Biblia” de Kurt Krauss, y el rol protagónico lo hará el actor austríaco Hans Brenner. Espero que el elenco estable colabore con el objetivo. Al estreno acudirán altas autoridades internacionales. ¡Quiero una función de gala perfecta! Usted está a cargo. ¿Entendió?

El interventor bajó la orden hacia el elenco estable.
Los actores tenían dos meses para ensayar. En cambio, Hans Brenner recién vendría diez días antes del estreno. Al interventor le habían informado que el actor invitado desconocía la obra. Preocupado llamó al director y le impuso la situación.
-¡Señor interventor!, ¡no podré cumplir con todo!, se animó a balbucear el viejo director. ¡Es poco tiempo! Solamente el joven especialista René Gauraudy, que fue separado de la Dirección Artística puede ayudar a resolver la situación. Gauraudy. Conoce la nueva vanguardia, readapta obras y dicta clases, aclaró el director de la obra.
¡Resuelvan! Yo firmaré el permiso. No quiero problemas, ordenó con poco entusiasmo el interventor.

Citaron a Gauraudy. Conversó con el director y analizaron la situación. Al retirarse dijo:
-¡Señores, pensaré una solución y cuidaré del prestigio de La France! ¡No se preocupen! ¡Consíganme los guiones de la obra, “La Pureza en La Biblia! ¡Los intelectuales resistire...!, pero no pudo terminar la idea pues fue interrumpido por el escenógrafo para impedirle que siguiera hablando.
Mientras el director ensayaba con el resto, apareció Gauraudy y junto a otros discutieron estrategias para preservar el prestigio de los trescientos años de La Maison de Molière, que era el otro nombre de La Comédie Française Thêatre. Al principio se complicó, pero finalmente surgieron ideas y acordaron un plan.
-¡René! ¿Estás seguro de que lograrás lo planteado?, preguntó el director que había pedido ayuda.
-¡Completamente! ¡No habrá fallas! Voy a trabajar en la puesta y el guión y cuando llegue el momento verán. ¡También tendré planes de emergencia por eventuales imprevistos!

Gauraudy estudió a Krauss, cuya obra enaltece la supremacía de la raza pura aria. De la misma manera estudió el pensamiento y trayectoria de Hans Brenner. Luego trabajó con el tema de la puesta y el guión.

Cuando llegó el protagonista, el director le comentó, las dificultades de la obra y del escaso tiempo disponible. Le ofreció los servicios de Gauraudy y aceptó. Los dejó solos en un sector del teatro para dar comienzo al entrenamiento y se fue. Hans percibió un buen clima y se prestó a escuchar y trabajar duro.
Gauraudy atacó el tema central. Se trataba de comprender y asumir el argumento. Dijo:
-Hans, vamos a comprender la idea del texto, los valores del guión y lograrás una interpretación perfecta.
-Mañana temprano, a las nueve nos encontramos en la cafetería y comenzamos. ¡Ahora descansa del viaje!
-Si. ¡Herzlichen Dank, parfait! ¡A las nueve nos encontramos aquí, en esta misma mesa!

Se saludaron y se fueron. Gauraudy preparó el material para el día siguiente, y siguió la idea convenida.
Se encontraron en el mismo rincón de la cafetería. Gauraudy habló del tema de la interpretación diciendo:- ¡Hans! Arrancás con el prólogo. El telón púrpura con incrustaciones doradas se alzará y tú estarás solo de frente a la platea y a ambos costados de los palcos oficiales.

Proclamarás: “¡Oh, Dios! ¡Nos has expulsado del Paraíso! ¡Ya somos humanos y no más eternos! ¡Entre Adán, Eva, Abel, Caín y otros surgió la humanidad! Haces una pausa, caminas lentamente, pensativo hasta la marca que estará en el piso y ahí te detienes. Recorres con tu mirada las caras de las autoridades de las primeras filas y los palcos, luego sigues con tu parlamento: “¡Dios, tú has querido bendecirnos con una única raza pura! ¡Eva tuvo más hijos que los engendró con Abel! Vuelves a mirar de frente a todos, das tres pasos en diagonal y nuevamente exclamas con las manos alzadas: ¡Señor!, ¡los arios somos esos seres perfectos que has previsto como humanos!
-¡A los diez segundos habrá un estruendo con humo, destellos y bruscamente todo se oscurecerá y algo brillará! Sólo quedarán tres reflectores que te enfocarán y te exhibirás desafiante con tu brazo extendido con el puño cerrado por cuarenta segundos, mirando las caras de todos. Luego caerá el telón. Ahí termina el prólogo. Habrá ovaciones. ¡Si las hay, no sales, pues te has puesto otra ropa! A los tres minutos comienza el primer acto de la obra. ¡En esos minutos habrá tiempo para cambiar de vestuario y la escena!
-¿Todo eso plantea Krauss?, preguntó el actor invitado, mientras acomodaba su peluquín laqueado.

-Fíjate en estos bocetos. Hay casas, un pueblo, vías, un tren, un carpintero con su hija... ¡Sigo!, dijo René.
-Es la historia de Titina que desde niña quería estudiar. Su papá, el carpintero del pueblo, hombre generoso y comprensivo, cuando su hija terminó la escolaridad básica, habló con el hermano menor que administraba el campo familiar, cercano a la gran ciudad. Allí, Titina podría canalizar sus inquietudes intelectuales. El carpintero le escribió a su hermano y acordaron que cuando Titina concluía la Escuela Rural ingresaría al Gymnasium. A los doce años atravesó Alemania en tren confraternizando con los jóvenes soldados alemanes, apenas mayor que ella, que iban al frente de guerra.

Cuando llegó a la chacra ayudó en las tareas agrícolas. Sembró, cosechó y participó en las pariciones.
Con el amor y los cuidados de su tío, a los quince años Titina se inició en la práctica de su propia sexualidad. El placer fue un incentivo para desarrollar su vocación por el conocimiento. De la ciudad volvía con libros sobre estudios de las razas y con su tío aprendió a sentirse mujer.
Ahí interrumpe Hans, y dice con cierto nerviosismo:
-Si, claro, tenía quince pero ya era una mujer. ¿No era demasiado joven? ¿Con el tío?
-Ya estaba desarrollada y observó que los pueblerinos tenían limitaciones. Para ellos, el conocimiento generaba problemas que alteraban la paz. Finalmente decidió abandonar ese ambiente campesino chato.
-¡Qué bella historia!, interrumpió Hans, y acomodó su bigotito modelo "cepillo de dientes". ¡Continúa!
-Titina conversó con su tío y se despidieron durante toda una noche. Titina quería recorrer comarcas para comparar las diferentes razas y costumbres. Ingresó al circo que casualmente se había estacionado para brindar un espectáculo. Sabía que eran compañías nómades, pero no conocía sus reglas cotidianas. Debía dormir acompañada en uno de los carros, pero podía elegir con quién. Como venía con experiencia del campo, donde dormía con su tío, no le vio problemas a esa costumbre. Buscó y eligió al equilibrista para dormir. Al tiempo lo cambió por el mago y otros. A los dieciséis años, surgió un episodio importante. Se dio cuenta que había quedado embarazada y no pudo determinar quién había sido el padre.
-¡Un momento! Interrumpió Hans Brenner preguntando:
-¿Titina sabía con quién dormía? ¿Pensó en los gitanos? ¡En el circo no hay judíos ni homosexuales, pero está lleno de gitanos!
- Krauss no lo aclara en su texto, dijo René. Pero supongo que Titina se fijó. Cuando nació Layo, Titina se aseguró que era de raza pura, pues tomó las medidas del bebe y las comparó con las del manual.
Le daba de mamar y salía del carro para ensayar, ofrecer su espectáculo y hacía otras tareas.
Cuando Layo tenía seis años Titina pensó en cambiar el circo por un lugar fijo, para que Layo estudiara.
Finalmente la troupe llegó a un lugar populoso. El dueño del circo había programado ocho funciones y Titina buscó un trabajo. Logró ingresar como mucama en un hotel. Les dieron un cuarto pequeño y desde ese entonces ambos durmieron juntos.
-¿Cóooomooooooo?, preguntó Krauss
-Se tuvieron que adaptar al cuarto en el cual no había más lugar que una sola cama. Layo, desde el circo, se había acostumbrado a dormir entre los pechos de su mamá, y en el hotel gritaba si no seguía igual. Titina que no quería tener problemas con el trabajo, le fue enseñando cómo seguir con la costumbre. A la vez procuró también sentirse cómoda. Les llevó un tiempo, pero Layo aprendió.
En ese momento Brenner interrumpió dejó de mover la silla y fastidiado preguntó:
-¡Un momento, Gauraudy! ¡Traté de entender lo del tío violador y degenerado! ¿Pero esto del incesto?
René Gauraudy, exageró su sorpresa y contestó:
-¿Cuándo fue violada por el tío? ¿Acaso no hubo incesto entre Eva y su hijo? ¡Hans, Hans Brenner! ¡Te olvidaste del prólogo! ¡Eso es lo que sugiere Kurt Krauss! ¡Si no cambias la forma de sentir, no sabrás interpretar la historia! ¡Es importante lo que te digo!, ¡Piénsalo!
-Tus argumentos perturban, confunden y atentan contra las costumbres más sagradas y eternas.
-¿Eternas? ¿Sagradas? ¿Qué es eterno y sagrado en el ser humano?, objeta Gauraudy.
En ese momento, Hans, se sonríe con una mueca de nerviosismo y le dice casi a los gritos:
-¡Sigue, scheiße! ¡Yo solamente tengo que interpretar la obra! ¡La sentiré como mía! ¡Sigue, ficken!

-¡Layo y Titina nunca dejaron de dormir juntos! En la cama, Layo se acurrucaba entre los pechos de su mamá, igual que de chiquitito en el carro del circo. Ya era su forma de dormir, y Titina acomodaba su pezón en la boca de Layo. ¡Cuando todo desbordaba, dejaban que sucediera! Luego se dormían.
En ese momento, Gauraudy observó que Brenner no sólo no hablaba más, sino que estaba blanco, rígido y traspiraba. Y René para complicar todo aún más agregó una pregunta complicada:
-¿Y?, ¿podrás interpretar la escena en la que Layo duerme con su mamá, haciendo el amor?
-¿Quéeee? ¿Piensa Krauss que tener la raza pura es ser un degenerado? Krauss, ¿no es acaso un ario puro?
-¡Entonces la Biblia miente!, sentenció René. ¿Olvidaste nuevamente el prólogo? ¿Recuerdas el prólogo?
-Bueno. Está bien, ¡lo interpretaré! ¿Cómo sigue la historia?, pregunta Brenner.
-Al tiempo, cuando tenía dieciséis años, Layo una noche se descuidó o no pudo contenerse. Tampoco Titina se dio cuenta. Ahora Layo tiene una hija que también es su hermana.

La silla que Hans hacía mover patinó, con muy mala suerte ya que se cayó y golpeó. Sin embargo se levantó solo, sacudió su abrigo, fijó su peluquín, arregló su bigotito y fue hacia el director caminando para decirle:
-¡Renuncio! ¡Me voy!, no soy un pervertido. Y flameando la elegante capa alemana que lo envolvía se retiró.
Gauraudy caminaba detrás del austríaco, escuchó los gritos y después que se fue, le dijo al director:
- Ya se que Brenner renunció y se fue. ¿Cuándo firmamos mi contrato? Tengo ocho días para estudiar la obra. ¡Tendrás que hablar con el interventor, como prometiste! ¿Recuerdas que de eso te hacías cargo vos?
-Tengo una curiosidad, ¿qué hubieras hecho si Brenner seguía? ¿Cuál era tu plan?, preguntó el director.
-Le habría dicho que su rol era el de Adán en el Paraíso. Y que debía salir desnudo frente a la platea y decir el otro prólogo que preparé. ¡Admitiría que si le molestaba salir desnudo, podía taparse con una hoja de parra!

Texto agregado el 01-06-2013, y leído por 175 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-06-2013 Como me gusto esto!!! es un relato tan bien armado que no me resulto dificil imaginar cada gesto de los protagonistas mientras avanza lo que se cuenta de Titina. Los temas son por demas cuestionantes ye so me gusta... y lo que mas me gusta es esa especie de sorna, un humor sutil que se presenta en los parlamentos de Gauraudy, contando cada detalle. Me gusto mucho. Felicitaciones!!!! ****** chingola
01-06-2013 muy buena tu narrativa, interesante historia. jaeltete
01-06-2013 Estuve, lei, y me gusto. Magnifica historia macacay
01-06-2013 Duro texto, con una narrativa fluida, tocas temas tabú... dejas pensando, al final parece no concluir... ¿continuará? Cinco aullidos yar
 
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