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Caminaba, me alzó la mano reconociéndome, estaba acompañada por un muchacho.
-¡Hola! ¿Te costó trabajo llegar?- me preguntó.
-Me tomó más tiempo del que creía- respondí.
-¿Conoces San Miguel?- insistió refiriéndose al lugar dónde estábamos-
-La verdad, muy poco, he pasado por…-me interrumpió sinvergüenza pidiéndome que le prestará cincuenta soles.
No sé porque, en acto reflejo saqué la billetera y se los di.
Su explicación fué cualquier cosa, a los segundos se encontraba frente a nosotros un tipo con el cuál intercambió un paquetito por el billete.
Mientras se despedían el muchacho que la acompañaba empezó a conversar conmigo, era un primo de cariño con el cual siempre se reunía para conversar y tomar unos tragos; precisamente cuando ella se despidió del tipo grotesco empezamos a andar los tres por las amplias calles del barrio.
Llegamos a un parque y empezamos a beber un licor dulcete que el muchacho extrajo de su mochila, el líquido era servido en unos sucios y pequeños vasos de plástico, no me importó mucho el asunto.
La conversación empezó presentándonos, nos habíamos contactado por una página de internet y dado nuestro mutuo aburrimiento de sábado por la noche, decidimos conocernos en persona a los pocos minutos de habernos escrito. Fue así que me citó a varios kilómetros de mi casa, en el picante San Miguel.
El primo era un árbol más en el parque dónde nos encontrábamos y nunca existió en la conversación, ella muy entretenida me empezaba a contar que era estudiante de Danzas Contemporáneas en una reconocida universidad…tenía treinta años, vivía con unas tías y amaba el hard rock y el metal; no me sorprendió ya que su forma de vestir y los tatuajes de los brazos la revelaban.
La conversación musical se extendió a temas más personales, fue ahí cuando sin ningún descaro y con el más frío desdén despidió al primo que solo atinó a irse inexpresivo.
Una vez solos con toda la naturalidad del mundo me propuso ir a un lugar más privado
-¿Vamos a un cuarto?- fué lo que dijo sonriente.
Como por efecto dije que estaba bien, compramos una botella de ron barata, agua y cigarros.
Empezamos a caminar mientras nos dábamos confianza por la entretenida conversación.
Se detuvo frente a un modesto hostal y me dijo que era barato y no estaba tan mal. En realidad estaba mejor de lo que pensé al ver la fachada.
Ingresamos a la habitación y se sentó en la cama, yo me recosté.
-Tengo un poco de hierba- le dije- y saqué del bolsillo de la chaqueta una bolsita con el porro
-Yo tengo unos “tiros”- me contesto retadora.
Nos reímos y empezamos con los excesos.
En algún punto de la madrugada, ya familiarizados con las historias familiares, anécdotas salvajes y media botella llena, se paró de un salto y quedó frente a mí.
La bailarina me mostró los tatuajes uno a uno, se desnudó libre, sus giros eternos formaban un espiral de emociones, su cabeza giraba también por efecto de la cocaína...
-¡Sírveme un trago!- me ordenó.
-...- se lo serví.
El exceso la ponía más guapa, tal vez la cocaína también giraba en mi cabeza.
No la toqué en toda la noche, me habló de "dios", de política, de la gente decente, de la puta gente, de Charly, de Morrisey, de su abuelo nazi, de arte...me habló de la vida.
Fumaba, bebía, bailaba y un ¡bang!...estallaba en su nariz
Fumaba, bebía, bailaba y ¡bang!...
Fumaba, bebía, bailaba...lloraba y ¡bang!...
Lloraba...¡bang!, bailaba...lloraba...lloraba...lloraba...
Se recostó a mi lado pálida, me recordó a la rosa marchita que sigue siendo rosa aún muriendo, nos abrazamos...que frágil era tan cerca, fui responsable de ella esas horas; el tiempo la había matado y ella en venganza mató su tiempo.
Se puso de pie ingrávida, me pidió el teléfono y empezó a discutir con alguien del otro lado, se encerró en el baño y empezó a gritar.
La situación surrealista me comprimió dejándome estático en la puerta, al fin salió descompuesta.
Nunca quise despedirme pero sus gritos hicieron que nos botaran del 304.
En la calle me pidió unas monedas, le entregué todo lo que tenía, hizo llamadas, tomó un taxi y se fué.
Me tatuó un beso indeleble y desapareció.
Nadie la esperaba en casa, por eso tal vez nunca quiso volver, tampoco, no esperaba a nadie y por eso creo que nunca más me buscó.

Texto agregado el 10-04-2013, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-04-2013 Sabes que me perdí con tu narrador. De primera me pareció que lo contabas en primera persona y que eras mujer. A poco andar, era en tercera persona y un narrador hombre. Lo otro que me pasó es que me perdí en la cantidad de personajes que están en escena al principio. drricaldi
10-04-2013 muy bueno, me gusto mucho, esas experiencias no hay como olvidarlas. carlosB
10-04-2013 Me encantó tu narración. Carmen-Valdes
 
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