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LA NIÑA CARMEN DELIA

¡Que la había dejado el tren!, cuchicheaban los más viejos de mi barrio. Los chicos apenas la mirábamos, sin entender muy bien lo que le había pasado a la Niña Carmen Delia.

¡Que la había dejado el tren!, decía todo el mundo, pero la Niña Carmen Delia permanecía campante, intrépida y resuelta. Con sus tacones altísimos como subida en zancos, con sus abrigos, sacones y capas del mejor paño importado y su risa a mandíbula batiente. ¡Era definitivamente muy especial!

Iba acercándose veloz y de picada a los cuarenta y no se le había cruzado por su vida ningún príncipe de cualquier color, ni un buen partido, ni un galán que se arriesgue a llevarla al altar. Sin duda su voz chillona y su risa escandalosa que retumbaba del Zamora al Malacatos era una de las dificultades para encontrar marido.

Los muchachos que se reunían en la carpintería del maestro Viche Largo miraban libidinosos el cuerpo bien torneado de la Niña y comentaban un poco azorados.
-La pobre ríe como una loca-, decían criticando por lo bajo, -¿Y eso que importa a la hora de la verdad?- y todos estallaban en risotadas estúpidas mientras veían salir de su casa a la Niña Carmen Delia apurada, cartera al hombro y embadurnada en sus mil pomadas, con enormes ruleros en la cabeza, y puesta una bata de satín y nylon rosa y pantuflas del mismo color. Todos los días madrugaba, ella misma a la tienda de la esquina para comprar la tintura, el pan y el queso para el desayuno.

En el taller del maestro Viche, se habían dicho que el único defecto de la Niña Carmen Delia era su reír destemplado. Viendo pasar por la vereda del frente semejante esperpento, se retractaban y reían a carcajadas santiguándose unos y otros, y hechos los santulones imploraban
-Líbrame, San Vichito patrono de este taller, que me encuentre de manos a boca con la Niña en semejantes fachas: si no me da un mal aire, de una vez me carga la calaca del susto-, y todos se reían, a la vez que la Niña Carmen Delia pasaba de regreso con las compras haciéndoles un guiño como queriéndoles advertir
- Estaránse quietos ¿no? …malditos inocentones y vagos.
¡Que la había dejado el tren!, decían todos, pero nosotros que estábamos chicos y no entendíamos muy bien esas cosas de grandes, decíamos entre incrédulos y sorprendidos
-La Niña Carmen Delia, tal vez debió haber sido bien bruta, cuando joven, por eso no tiene marido, porque ahora, fea, así ¡que bruta de fea!, no lo es.
-Más brutos son lo que piensan que ella es tonta y despistada que había dejado ir el tren, pero si en Loja ni siquiera hay tren ¿qué mismo entonces, querían decir los viejos?
¡Que la había dejado el tren! Uno, dos, tres y más años, fueron pasando a vuelo de pájaro… Y la Niña Carmen Delia nos reunía las tardes del sábado en su casa a todos los muchachos del barrio para rezar, para ver una película, para darnos consejos… ¡Pretextos! Todo para evadir la soledad, esas ansias de maternidad que le rebosaban. Estaba poniéndose vieja, pero no era fea, solamente que en su cuerpo nunca se había encendido el fuego del amor… y los años como vuelo de pájaro fueron pasando y pasando.

Hasta que un buen día, un hombre venido de otro lugar, que no se sabía de dónde. Un galán parecido a esos actores bigotudos y elegantes de las películas del teatro Popular, asomó de buenas a primeras en la vida de la mentada Niña, alterándolo todo hasta la apacible monotonía del barrio.

La dichosa noticia se extendió como debía ser un buen chisme de vecindario. Se supo en todo Loja y más allá,
-¡La Niña Carmen Delia tiene novio!
-¿Qué?,
- Si, ¡La Niña Carmen Delia tiene novio!
Y no hubo nadie que no se enterara. El escándalo no se hizo esperar, y lo que ahora más importaba era saber quién era el dichoso enamorado.

-¿Un chulla badulaque, que quién también será?
-¿Un pobre diablo, sin oficio ni beneficio?
-Seguro que hasta casado ha de ser y lleno de hijos ha de estar.
Comentaban las vecinas del barrio, que se creían con título de propiedad de su querida solterona la Niña Carmen Delia.

-¿Por qué no te casas conmigo?, decía el ardiente y recién llegado galán, mientras la Niña Carmen Delia se ponía lívida, se le cortaba el resuello, los latidos del corazón se le aceleraban, las entrañas se le humedecían y su boca se preparaba para gritar un “sí” a toda voz. Pero antes de que ella pudiera decir nada él continuaba.
-¿Por qué eres tan terca? No te has dado cuenta que el último tren va pasando conmigo, y no tendrás otra oportunidad.

¡No hay derecho a ofender de esa manera!, si ella había aceptado el cortejo era porque creía que él la amaba, y ahora le sale con la pachotada del tren, del que ella ya estaba harta y dolida desde hace tiempo. En un arranque de valor y de locura, la Niña Carmen Delia, tas con tas, mandó a volar al viejo.
-¡Viejo de mierda! ¡Cobarde y sinvergüenza! Cuentan las vecinas que esto fue lo único que dijo.
Ese día cumplía justamente 40 amargos y solitarios años, viviendo la espera que desespera, el hastío de una vida gris entre sueños que nunca se realizaron, temores absurdos y sin poder hacer nada contra ellos, la eterna soledad en su cama y en su corazón, 40 años cumplidos y ni un solo amor.
Mando a volar al viejo y comenzó una nueva vida, una vida placentera de inofensivos chismes de barrio, de tejer, bordar y pintar, de ver en la tele galanes preciosos, verdaderos machos, sin las complicaciones ni apuros de trenes que te dejan, que pasan y se van.
La Niña Carmen Delia se murió de vieja pero no de pena ni hastío, dejando junto a toda su amable picardía un ayer de solteronas puras, castas y buenas. Se la llevó la muerte con todos sus cachivaches y abalorios, se la llevó derechito al cielo, con toda la alegría y su risa escandalosa. Salió de esta existencia con su paso galante de siempre, para embarcar en un tren al infinito, y por primera vez en toda su vida, la Niña Carmen Delia estuvo puntual y ¡ya no la dejó el tren!


Zoila Isabel Loyola Román
ziloyola@utpl.edu.ec



Loja Ecuador 5 de febrero de 2013

Texto agregado el 21-03-2013, y leído por 166 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-03-2013 Un hermoso relato. Estas niñas si existen en la vida real, lo curioso es que nunca dejan de ser bellas... felipeargenti
22-03-2013 Todo un personaje la niña Carmen Delia. Una mujer de postura firme, orgullosa, defensora de su pensar. No muchas tienen las agallas de ella. Me gustó leerte. 5*s Vent
22-03-2013 Bravo! me has sorprendido una vez más. campana
 
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