Encontraron a la sirena.
La guerra estaba por desatarse. Todo ser humano rogaba por sus seres queridos, tanto por los que estaban cerca como en otras partes del mundo, atentos a las noticias. Mientras el corazón de muchos desfallecía, otros se hacían fuertes para contener a los más débiles.
El desplazamiento de las Fuerzas Militares de aire, tierra y mar, ya estaban ocupando sus lugares con todo preparado. Sólo bastaba una orden superior.
Cuando el suspenso se tornaba insoportable, en un lugar lejano, el encargado del radio de un submarino recibía un comunicado por fax. Entonces gritó: "¡Encontraron a la sirena!", y siguió leyendo por el altavoz:
"Despertó en la playa para ella desconocida, tan sólo por unos momentos. Mientras se deslizaba hacia el mar balbuceó una gran expectativa: una criatura angelical la estaría esperando. Ah, suspiraba, volvería ver colear los peces, tocaría con las yemas de sus dedos los líquenes y las algas. Su perfección se reflejaría en los ojos del enamorado. Manos suaves y oleosas la acariciarían.
Al momento de calmar el apetito, él le llevaría a la boca algún elíxir exquisito. Pero no serían los únicos en aquella profundidad; los visitantes serían inspirados por extraños sonidos a la danza y al regocijo. También ellos se dejarían llevar bajo el influjo y el mismo ritmo.
–Deseaba tanto amarte –gemiría él–, vamos a nuestra guarida, mi vida.
–¿Así serás siempre? –preguntaría ella, buscando la oportunidad de meterme dentro de él para que nada pudiera separarlos.
–¡Siempre! –le contestaría, rodeándola con la danza de enamoramiento.
–¿Y si algún día te aburrieras de mí? –le preguntaría, algo desconfiada.
–Te seré fiel perpetuamente –le diría él para convencerla al apareamiento.
–¿Es verdad? –diría ella ya seducida, casi pronta para ser amada.
–¿Por qué habría de mentirte, tesoro mío? –insistiría él, y se acercaría, moviendo su magesa cola de sirena macho.
–Temo que algo suceda… –así le manifestaría algún temor, mientras él la abrazaría, y ella, pícara, sonriendo, se dejaría.
Mas, de pronto, un ruido ensordecedor interrumpiría aquel diálogo. Él seguiría con sus ojos la estampida que huiría hacia la superficie, al tiempo que una enorme ola la arrastraría hacia otra playa desconocida, para volverse a dormir, soñando sueños que no lastiman."
Todo esto se escuchó por todo el mundo, antes de la orden superior.
Autora: Cielo Vázquez (cieloselva)
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