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POR UNOS LABIOS
(De la vida real)

No pretendo escribir mucho sobre el antes y después de aquella larga noche, más bien deseo capturar sólo el recuerdo, y expresarlo con palabras que hasta ahora no creo lograr traducir en su totalidad tal cual como lo sentimos, “de eso estoy segura”, él y yo. Sin embargo me es imperioso estampar a la corrida, algunos detalles:

Su esposa lo había dejado recientemente por su mejor amigo. Yo acababa de divorciarme. Nos conocíamos desde hacía 20 años; ambos éramos y somos artistas; él, arreglador musical, yo, cantautora. Trabajábamos en el mismo sitio, sólo que yo estaba detrás del mostrador y atendía sus solicitudes de empresario, no importa de qué. Él me había hecho algunos arreglos musicales de mis temas, yo colaboraba en sus CDs con coros. Hasta llegamos a hacer actuaciones en vivo, y fui la primera voz de su grupo.
Un día me vi con él en su automóvil, conversando sobre nuestros fracasos; él lloraba por su mujer, yo por mi ex marido. Ambos habíamos tenido 2 hijos de esos matrimonios. Así pasó mucho tiempo; los encuentros se hicieron asiduos, pensábamos en voz alta, nos preguntábamos los por qué, filosofábamos, nos culpábamos, nos confesábamos, nos psicoanalizábamos, y nos perdonábamos mutuamente ya que siempre había una justificación para nuestros actos pasados con nuestras parejas. Llegamos a una conclusión: la falla no había estado en nosotros, sino en ellos. Habíamos sido casi perfectos, nuestro error fue no elegir bien.
Pronto nos dimos cuenta que teníamos un 99,9% de compatibilidad. Nunca pensé en él como pareja; medía de estatura 1, 69, yo, 1, 70 y a mí me gustaba que el hombre fuera más alto que yo. Pese a esto lo consideraba guapo; me atraía su sonrisa y la separación que tenía entre sus dientes delanteros; era muy atractivo en él. Y como en todos los artistas, se admira tanto esa parte que hasta puede llegar a enamorar.
En fin, un día dejamos de llorar, comenzamos a pensar en el futuro, en las metas individuales de ahí en más. Nos propusimos salir del círculo vicioso. Unidos en compañerismo, comenzó a presentarme a sus amistades; cada cual tenía su pareja.
Un día fuimos a visitar a un amigo suyo. Había una pareja con éste y estaban mirando un video. Los enamorados estaban sentados sobre el alfombrado del living de aquél lujoso apartamento; ella apoyaba la cabeza en su pecho y él jugaba con su largo cabello, haciéndole unos rulitos e introduciendo sus dedos en el cuero cabelludo con delicadas caricias que ella no demostraba disfrutar; como si estuviera acostumbrada.
No fue mucho lo que estuvimos ahí, luego de presentarme y charlar unas pocas palabras, nos marchamos.
Al subir al auto se dirigió a la carretera. Con una hermosa música que puso, estuvimos transitando por ella en silencio. De pronto, pegó la vuelta, aceleró y llegamos a un camino que nos llevó a la cima de una pequeña montaña donde estacionó. Desde allí se podían ver los árboles, la rambla, el mar y el horizonte. Eran las 21 hs. de una noche de verano. Cerré mis ojos y le dije: “¿Notaste los arrumacos de tus amigos enamorados? Qué hermoso. Nunca fui amada así…, creo que jamás lo seré. Parece que mi tiempo ya pasó. Qué triste, ¿no?”
No escuché absolutamente nada como respuesta. Seguí con mis ojos cerrados. Pero cuando los iba a abrir, sentí sus labios sobre los míos. Vaya, qué susto me pegué. No me esperaba tal reacción. Quedé paralizada por unos momentos. Algo lo hizo volver a su posición inicial; alejado de mí; entonces lo observé. Me miraba serio. Pensé, ¿cómo podría verlo de otra forma si no me gustan los petizos? Al diablo, me dije, tenemos un 99, 9 % de que funcione, soy una tonta si no lo intento, con no ponerme tacos altos, la diferencia no se notará tanto. Me entró tanta curiosidad de su hecho, que le pregunté si alguna vez me había mirado como algo más que una amiga. Me dijo que no. Pues, entonces, ¿qué fue esto que hiciste?, continué preguntando. Me respondió que no lo sabía. Supuse que me había hecho un favor frente a mi desesperanza de volver a ser amada. Inmediatamente supe que captó mi pensamiento. Reclinó su asiento y al momento, recliné el mío. Ahora se veía el cielo estrellado y el horizonte con apenas algo de mar. Era momento de reflexionar. Mas, no me lo permitió mucho. El reloj indicaba las 21,30 hs. En ese instante volví a cerrar mis ojos. Sus labios, sin yo esperarlo ni pensarlo, se instalaron de tal forma nuevamente sobre los míos, que ya nada me importó. Lo que viene ahora es lo difícil de describir…, mi cuerpo tiembla de sólo imaginarlo:
En 12 años de matrimonio, se me había olvidado cómo eran los besos de amor.
Noté las diferencias de aquéllos por compromiso, de aquéllos que son de recibimiento y los de despedida, de otros no dados en el momento justo pero deseados, de los que te dan cuando quiere pedir perdón por el engaño y/o traición, de los que son por costumbre, y de los obligados cuando se practica el sexo frío, cual gotas de agua que no sacian la sed; importa más la necesidad local de los órganos. Besos que no duran más de 5 minutos, si es que llegan.
Su beso era suave, labios que primeramente abrazaron los míos, alternando con algunos toques carnosos que acariciaban con dulzura debido a la primera sequedad. Podía sentir que hablaban de respeto, cariño, consideración, un permanente “no temas”, y una gran necesidad de respuesta. Así fue ganando terreno en mí; su lengua cual seda me lamió hasta convencerme de abrir mi boca gustosamente, para encontrarse con la mía. Entonces, comenzándonos a empapar con ambas secreciones que fluían adrede para degustarnos más y más, resbalaban nuestros besos, provocando que, de vez en cuando él prevaleciera y otras estuviera a mi entera disposición. Jamás introdujo su lengua en forma dura y hasta el fondo como si de vagina se tratase, siempre fue tiernamente, lentamente, escudriñando, bebiendo de mí. Aunque la presión de labios se hiciera algo intensa en ocasiones, instándonos mutuamente a continuar saboreándonos, e instándonos también a quedarnos quietos para sentirnos por largo rato, era la excusa para comenzar nuevamente con ese lenguaje desconocido para el resto del mundo, aunque para nosotros se nos hacía… hasta inteligente, diría. No estaba en juego el cuerpo, sino nuestras mentes, y nuestros corazones, que al tocarnos las espaldas, se podían sentir latir allí mismo tan fuertemente como si se hubieran cambiado de lugar. No hubo caricias en mis senos, ni en mis partes más íntimas, como tampoco yo acaricié las suyas; no era necesario, todo se concentraba en nuestras bocas, allí consolidamos nuestro ser entero. Deseábamos nuestros labios más que nada en el mundo; amó mis labios y amé los suyos. No era una loca pasión, era la paz, era la armonía, era un extraño entendimiento jamás sentido que no queríamos detener por nada, ni la muerte nos detendría, no importaba el tiempo, no importaba si pasaban días y días, años y años, queríamos seguir besándonos para siempre. Conocimos todas las bondades que había en cada uno. Transformamos el mundo, quitamos los rencores de la faz de la Tierra, el odio, las guerras, nos comunicamos con otros mundos, con los planetas, las galaxias, hasta llegar al mismo sitio donde Dios tiene su trono. Tan puro… Descubrimos otras dimensiones, las visitamos, las recorrimos todas… fuimos uno con el mismo infinito universo, convirtiéndolo en notas consonantes y disonantes que convergían en partituras leídas y tocadas por intérpretes angelicales, no creadas por nadie más que por nosotros mismos.
A la hora que sale el sol por el horizonte, sus rayos coronaron ese beso poniéndole fin al viaje que pensamos eterno. Con un gran abrazo, miradas penetrantes y sinceras sonrisas, aplaudimos la experiencia nunca antes vivida por ninguno de los dos.

Perdón, pero no puedo evitar escribir que lo que no conocí esa noche de él, fue toda su maldad y locura. Nos juntamos, al año de una gran felicidad, inesperadamente comenzó a pegarme y a ser violento en gran manera. Cuando decidí dejarlo sin que lo imaginara, supe que había quedado embarazada. Esperé un poco, le di una hermosa niña, rubia de ojos azules y oportunidades de cambiar. No cambió. Me sentía enferma, así que por mis hijos, me lo arranqué del corazón y huí con los tres para salvarnos de la violencia. Jamás le negué a nuestra hija. Pese a esto, con su poder económico y el de sus amistades, me la quitó, iniciando un juicio con mentiras. Peleé la tenencia de mi hija durante 5 largos años. La perdí justamente por estar ella, tanto tiempo con él. Aún no sé si lo hizo por venganza porque lo dejé, por loco, o porque me amó tanto que tenía que quedarse con algo mío, o me odió tanto que tenía que quitarme todo lo que fuera suyo. Sólo sé que la hija que concebí con tanto amor, aún está con él. Y tiene sus labios.

Fin

Autora: Cielo Vázquez (cieloselva)

Texto agregado el 05-03-2013, y leído por 257 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
24-11-2013 Este ha sido como una puñalada en el corazón. Como tocar el cielo con las puntas de los dedos, y precipitarte desde todo lo alto con aplomo hasta lo más profundo de un abismo sin nada que frene la caída... ikalinen
27-09-2013 Excelente relato, tocas una temática desgarradora, felicito tu pluma. Un abrazo. gsap
13-07-2013 Sucede...sucede más de lo que imaginas. Solo_Agua
17-03-2013 Se tiene que tener mucho valor para exponerte. Te felicito por permitirte una segunda oportunidad y por la valiente y correcta decisión de dejarlo. umbrio
07-03-2013 No todo es lo que parece y desgraciadamente en tu historia hay algo que se repite en los maltratadores: amor primero, encadenando el corazón y golpes después encerrando su cuerpo con hematomas y heridas. elpinero
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