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La lechuza de Minerva levanta el vuelo al amanecer.
G.W.F.Hegel


El escaso resplandor de luna infiltrado en el túnel de viento, arremolinado y ululante que se forma en el tubo central del bloque de pisos del nosocomio, acentúa la abrumada orfandad en los ojos entrecerrados del anciano.
Taciturno y extraviado entre el desconcierto de las apariencias y los visos de realidad desdibujada, soporta con angustioso estoicismo el temblor incontrolable de las piernas y el tortuoso compás agangrenado de las agujas del reloj.
Se propone una y otra vez acrósticos mentales que nunca completará.
Cuenta las manchas del techo llegando a veces a veintidós o veintitrés…Las patas de la única silla: “Cuatro, sí”; y la imagen de un señor de barba con un corazón rojo en medio del pecho, colgada de la pared.
Le han cambiado recientemente el suero y le duele la aguja que lo alimenta desde el brazo. Gira brevemente la cabeza para observar a través del mosquitero de la ventana el deslizamiento incesante de nubes violáceas que cruzan velozmente el cielo pálido y tormentoso.
Un joven despreocupado, recostado blandamente sobre la hierba, mastica hinojo fresco en su mente atormentada. Hecha la visera hacia atrás y sueña que el tiempo no apremia. Que da lo mismo.
Se abre la puerta de la sala. Asoma una cabecita desconocida
- ¡Abuelo… feliz día¡ Te traje el dulce de leche que tanto te agrada.
- Hola papá ¿todo bien? Recién vengo de hablar con el Notario. Digo…para arreglar tus cosas y…en fin.
“Olvido” se sienta a horcajadas sobre aquella silla.
- Disculpe señora…- responde el anciano - ¡Que linda niña¡ Me ha llamado abuelo: ¡Qué me dice¡” Y usted, papá… No entiendo, explíqueme eso por favor.
“Olvido” se acerca a la cama contigua y baraja lentamente un mazo de póker. Extiende las cartas, arquea hábilmente dos grupos para luego mezclarlos con pericia. Las vuelve a extender con el canto a la vista, y elige una.
- Bueno papá, la visita hoy es corta pues tengo que llevar a Alicia al dentista. El doctor me ha dicho que sigues progresando. Todos en casa te extrañamos mucho. Bien, nos tenemos que ir. Te dejo una gaseosa, el dulce y estos bizcochitos. Volveremos la semana que viene.
- ¿Y para qué va a volver señora? Usted debe estar muy ocupada con su familia…digo. Aquí estoy muy bien acompañado. Señala la otra cama vacía con un dedo huesudo.
- Vamos nena.
- Adios muñequita, ten a bien darle mis saludos a tus abuelos. Creo que te has confundido conmigo. “Estos niños.”

- Veo que está muy entretenido con el juego de naipes. Cuando advertí su llegada no pude atenderlo como usted se merece. Esa señora y la niña entraron aquí abruptamente en busca de no sé qué padre o abuelo. Estoy un poco confuso. Espero sepa disculpar mi involuntaria imprudencia.

- Todo lo contrario. Por lo que pude escuchar ha seguido mis instrucciones.

- Realmente no sé a qué instrucciones se refiere pero no importa. Ha sido muy bondadoso conmigo. Si usted no estuviera aquí me sentiría mucho más solo.

- ¡Oh¡…descuide, no tiene que disculparse ¿Sabe una cosa? Me he propuesto pasar un buen rato con usted. Tal vez desconozca que soy el tipo gordo de colorado y barba blanca que cumple con los deseos de los niños. Pídame algo.

- ¿No me diga? ¿Cómo es que lo llaman?...déjeme pensar.

- Si piense, piense cuanto quiera. Hoy estoy dispuesto a hacerle algunas concesiones. Piense.

- Creo que Tío Pom, o Pepo Manuel no sé qué; como le he dicho estoy algo confuso. ¿Alguna vez recibí algún regalo de usted? Puede que me conozca de antes...

- Por supuesto que lo conozco. Pídame un juguete o algo que hubiera querido tener y nunca le regalaron.

- Pero señor, yo tengo dos mil y pico de años. ¿Cómo quiere que me acuerde?

- Ya le he dicho que le doy permiso… trate de recordar.

- Imposible, apenas la reminiscencia vaga de una lápida ensangrentada, el fango hasta las rodillas, arboles reventados, rastros de pies descalzos…Poca cosa.

- Está bien. Seguiré con usted el tiempo que sea. Otros me aguardan pero pondré voluntad. Si me lo permite seguiré con mi “solitario” No me iré hasta haberlo acabado.

- Pero señor, ¿por qué tanta impaciencia en irse?

- Tiene razón, no hay apuro, usted me ha resultado un viejito simpático y muy dócil.

- En mis dos mil años sólo he contado con usted y “Soledad” como única compañía. No sé si la conoce, aparece por aquí frecuentemente.

- La conozco, la conozco…no se confíe. Es un hembra vil, come carroña…

- ¿Cómo que come carroña? ¡Es tan simpática¡ Hablo con ella asiduamente ¿sabe?

- ¿No me diga?

- Si, si...somos amigos de toda la vida, pero hay algo en ella que me intriga últimamente…

- Desembuche hombre.

- Cuando la gente de acá, muy servicial y amable (dicho sea de paso y sin desmerecerlo a usted) me saca estas “cosas” y me lleva a pasear por el patio exterior

- ¿Sí?...
…sin que ellos adviertan su presencia, me invita a volar.
- ¿Desde este undécimo piso?
- Y si. Debe ser lindo ver la ciudad desde arriba y extender los brazos libremente sintiendo en la cara el corte del viento. Creo que volar con mis propias alas sería una experiencia fascinante. Al menos me libraría por un tiempo de esta aguja y las cánulas fastidiosas que me han puesto en la nariz. Ya las tengo prontas y las he escondido cuidadosamente en el placár donde guardo la ropa de civil. Había pensado ocultarlas detrás de la cisterna del baño, pero son muy grandes y las habrían descubierto fácilmente.
- “Soledad” se da mucha maña; las confeccionó en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez las pruebe hoy…si viene. No estoy seguro pues por estas fechas “Desamparo”, su viejo compañero de trabajo (según me lo ha manifestado) necesita que lo ayude para no sé qué menester. Pero si no es hoy, seguramente mañana vamos a experimentar con las alas. Creo que estoy algo excitado. Se nota ¿no?
- Bien, bien…tranquilícese; puede que efectivamente vuele lejos y ya no tenga más necesidad de mi compañía dado lo cual, por las dudas me despido. Mire usted…casualmente acabo de terminar el solitario.
- Yo de usted también, mi amigo. Creo que ha sido muy provechosa su compañía acogedora en estos veinte siglos y pico que hemos compartido. Este… ¿Cómo dijo que se llamaba?


LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Febrero 2013






Texto agregado el 22-02-2013, y leído por 66 visitantes. (1 voto)


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