Si no supiera
y estuviésemos los días
en las manos
de a poco
entre arrebatos y distancias

bajo el ocre ensoñado
y recorrer los bordes encendidos
las líneas
que se desvanecen
cerrando los ojos
hacia el ocaso
cuando caen los párpados
y las sombras se juntan

dejándonos
en la penumbra
para buscarnos
entre las siluetas infinitas
de la noche estrellada
en el espacio
entrecortado
de respiraciones
con el mismo silencio
que enmudece la tarde
llenando de rubor
a cada nube
que se muestra
en tus mejillas

seríamos la aurora
que toca al viento
y enciende el cielo
que palpa las ondas
de nuestros cuerpos

seríamos la luz precipitada
que estremece
en miríadas
de relámpagos
impredecibles
la agitada calma
de nuestros labios
que se eclipsan

y es que
date cuenta:
el sol es
cómplice
de las estrellas