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Cap. 06 Después del Funeral…

La inhumación de Daphne Saint-Claire fue oficiada por un sacerdote anglicano que no dejó de mirar con cierta desaprobación al ostentoso Cardenal Saint-Claire. Phillipe permaneció de pie al frente del cortejo en compañía de sus hijas, y una vez finalizado todo, colocó una rosa sobre el promontorio de tierra y una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla.

A pesar de que el suyo había sido un matrimonio concertado como era lo usual en su época, siendo el menor de la familia, había tenido cierta libertad para elegir aunque fuese dentro de un reducido grupo de damiselas, y obviando el hecho de que su esposa había sido un dolor de cabeza casi desde el inicio, Phillipe en verdad la había querido.

Sus hijas al igual que él, colocaron rosas o como en el caso de Cecile y Sophie, sencillos arreglos con flores diminutas, luego de lo cual comenzaron a retirarse. Anne-Marie tomó la mano de Sophie y la apartó, concluyendo que su padre quería quedarse allí solo un poco más. Pero aunque Phillipe agradeció en silencio esa soledad, esta fue desagradablemente interrumpida por su hermano.

- Al menos pudiste tener la decencia de dejarme oficiar el funeral, tal vez así la desdichada habría tenido…

- ¡Cállate Louis! -- exclamó -- Y suponiendo que quieras conservar tu inútil vida, lárgate de una vez.

- Pero es tu asunto -- continuó como si su hermano no lo hubiese interrumpido -- ella se irá al infierno que es donde merece estar sin duda alguna, y tú también por permitir todo lo que…

Tuvo que callar muy de prisa cuando sintió la afilada hoja de acero en su cuello, y que Phillipe había extraído de donde siempre la llevaba, con extremada rapidez.

- Si llego a tener esa desgracia, te juro que voy a estar esperándote miserable, porque sin ninguna duda, ese es el lugar donde tú mereces estar, más que cualquier otra persona.

Como Louis sabía que su hermano era perfectamente capaz de cortarle el cuello sin ningún remordimiento, decidió callar por el momento.

- Ahora lárgate, antes de que decida enviarte allí ahora mismo -- le dijo Phillipe empujándolo

- Nos volveremos a ver pronto hermano -- le dijo cuando estaba a prudente distancia -- y espero que para entonces te muestres algo más razonable

Phillipe estuvo seguro de dos cosas. La primera, que lo que su hermano mayor entendía por razonable, estaba en completa oposición a la interpretación que él le daba a ese término. Y la segunda, que fuera la que fuere, la razón por la que Louis no tenía intenciones de alejarse, le traería una indecente cantidad de problemas. Sin embargo, se prometió a sí mismo que en esta ocasión se aseguraría de que Louis no consiguiera sus propósitos.

Phillipe Saint-Claire era aparentemente un hombre tranquilo, pero no había nada más alejado de la realidad, porque no solo era violentamente explosivo, sino que además era sumamente peligroso, algo que habían tenido oportunidad de comprobar diferentes individuos a lo largo de su desastroso matrimonio, y lo que finalmente ocasionó su exilio.


Cuando los Arlingthon regresaban a su carruaje, Kendall se separó de sus padres y se acercó a Sophie que seguía de la mano de su hermana.

- Permiso -- dijo al llegar frente a ellas -- Ya nos marchamos y solo quería despedirme -- parecía querer decir algo más, pero no lo hizo -- Adiós Sophie

- Adiós Kendall, y muchas gracias -- dijo la niña

- Señorita Saint-Claire -- dijo mirando a Anne-Marie quien hizo una ligera reverencia


Más allá, sus padres lo miraban con algo de preocupación pero no dijeron nada, y en cuanto estuvo de vuelta subieron a su carruaje.



Los Danworth se habían marchado primero, y desde que salieron y durante todo el viaje a casa, Helen fue destilando su veneno en relación a todos los asistentes.

- Verdaderamente -- decía -- esa mujer no tiene ni la más mínima idea de lo que es el buen gusto

- Estábamos en un funeral Helen, no en un desfile de modas.

- Y en cuanto a ese hombre -- siguió ella sin prestar atención a su marido -- no debe apreciar gran cosa su vida como para venir aquí y pasearse vestido de esa manera. No creo que John Whitgift(1) apruebe su presencia, y apuesto cualquier cosa…

- Sería más prudente que cerraras la boca Helen -- dijo Joseph con exasperación -- la política no se hizo para las mujeres.

- Me gustaría saber qué opina nuestra soberana de eso -- dijo ella

- Ella es la reina y tú no.

- En cualquier caso, ese hombre es espeluznante, y es obvio que el pobre Lord Saint-Claire estaba de lo más incómodo.

- Helen, “el pobre Lord Saint-Claire” es perfectamente capaz de defenderse, y no son asunto tuyo sus problemas familiares.

- De los que tiene muchos. Imagínate, cinco hijas y ningún heredero, eso es una desgracia y evidentemente Lady Saint-Claire tenía mucho talento para procrear, pero ninguno para…

- ¡Helen!

A pesar de que Joseph Danworth era un hombre frío y calculador, y acostumbrado a las intrigas cortesanas, la desmedida capacidad de su mujer para destruir, a veces lo hacía sentirse enfermo.

- Esa mujer acaba de morir, así que deja de hablar de ella -- dijo Joseph

- En un momento muy inconveniente si me preguntas, la hija mayor está a punto de ser presentada en sociedad, de manera que tal vez Lord Saint-Claire aprecie un poco de ayuda. Para su buena fortuna todas son agraciadas, falta ver que hayan recibido una educación apropiada, aunque en lo que respecta a la más pequeña creo no fue así, y por cierto -- dijo mirando a su hijo -- tú y yo tenemos una conversación pendiente jovencito.

Dylan había permanecido en silencio durante todo el viaje de vuelta a casa, como casi siempre en presencia de sus padres, ya que no tenía nada qué conversar con ellos. Y ciertamente, al igual que su padre, pensaba que su madre tenía un especial talento para destruir la reputación de las personas con sus malintencionados comentarios. Si hubiese sabido en ese entonces, a cuántas personas había hecho la vida miserable, hasta el punto de hacerlos encarcelar o ejecutar, él mismo la habría hecho ahorcar. Pero por el momento, todo lo que sabía era que no quería escucharla más y agradecía que ya hubiesen llegado a su casa.

- Tal vez tú lo consideres así madre -- le dijo abriendo la portezuela sin esperar a que el mozo lo hiciera -- pero yo no.

Y sin mirar atrás, prácticamente se tiró del carruaje y subió a toda prisa, quería deshacerse de aquel “disfraz” lo antes posible.

- ¡Joseph! -- exclamó Helen, mientras el mozo abría la portezuela de su lado -- tienes que hablar con él, no puede tratarme de ese modo.

- Tal vez sería conveniente que le dieses motivos para que te tratase diferente -- dijo él mientras la ayuda a bajarse

Helen no estaba segura de haber comprendido las palabras de su marido, pero algo había que hacer con aquel chico, porque pronto debían comenzar a buscarle esposa y si ni siquiera podía comunicarse con él, iba a resultar en extremo difícil. Mientras que Joseph, no resentía para nada el trato brusco que Dylan le dispensaba a su madre, porque si bien era cierto que Helen no era ni mejor ni peor, que la mayoría de las damas que él conocía, ciertamente esa misma mayoría, por lo menos le demostraba más afecto a sus hijos de lo que ella le había demostrado nunca al suyo, y en su opinión, eso tarea de las madres y no de los padres. Y por otro lado, pensaba que su hijo tenía el carácter apropiado para convertirse en el próximo Duque de Livingstone.



El invierno por fin había llegado a su fin, y ya se veían los primeros brotes de plantas en la tierra, que anunciaban la llegada de la primavera, pero con esto también llegó una preocupación para Phillipe. Se acercaba la presentación en sociedad de Anne-Marie, y sin su esposa, aquello lucía como una tarea ímproba. Llegó a considerar incluso la posibilidad de enviar a Anne-Marie a Francia, y que su cuñada, la esposa de Maurice, se encargara del asunto, pero tampoco le agradaba la idea de separarse de ninguna de sus hijas. Sumado a esto, Phillipe comenzó a recibir invitaciones a reuniones, comidas y veladas musicales, que pronto se dio cuenta tenían un solo fin. Él era un viudo joven, apuesto, de inmejorable posición, y que ostentaba un título nobiliario que debido a la ausencia de un heredero, corría el riesgo de perderse. De modo que todas las mujeres de los alrededores, parecían haberse dado a la tarea de conseguirle una esposa.

Anne-Marie por su parte, aunque había soñado con aquel día, ahora estaba seriamente preocupada. Amaba a su madre y le dolía mucho haberla perdido, pero estaba consciente que sin una presentación apropiada, sus posibilidades de conseguir un buen matrimonio se reducían mucho, y teniendo en cuenta que para eso eran preparadas las jóvenes, era natural que estuviese tan preocupada. Razón por la cual, decidió que había llegado el momento de hablar con su padre, ya que ella no había olvidado el ofrecimiento de Lady Danworth.

Sophie había reanudado sus paseos por el Bosque, y con frecuencia se encontraba con Kendall y con Dylan, de modo que había llegado a hacerse amiga de ambos. Al principio Dylan se mostró sumamente reacio a aceptar su compañía, diciendo que salía a divertirse y no a cuidar niños, pero con el tiempo, notó que Sophie era una chica muy lista, y que a pesar de ser niña, exhibía inteligencia y rapidez, aparte de una especial habilidad para curar las heridas que solían hacerse con extremada frecuencia. También descubrieron que la chica sabía leer, algo en verdad sorprendente en una época en la que las niñas no recibían esa clase de educación.

Otra cosa que los chicos descubrieron y de lo que ya tenían una cierta idea, era que los animales parecían obedecerla. Siendo como eran unos niños aún, aunque les parecía sorprendente, se habituaron a ello hasta el punto de encontrarlo natural. Pero con todo, Sophie seguía llevándose mejor con Kendall que con Dylan, y en una oportunidad, casi rompe sus relaciones con el chico en forma definitiva, a raíz de un comportamiento que le pareció en extremo salvaje de parte de él.

Una mañana, Sophie estaba recogiendo flores y como había sido costumbre a lo largo de su corta infancia, estaba acompañada por Tommy, el hijo del palafrenero de su padre. Sophie a diferencia de sus hermanas, siempre se había llevado bien con los hijos de los sirvientes, actitud muy criticada por sus hermanas, pero los consideraba sus amigos y ni siquiera las charlas sostenidas con su padre para que modificase aquella conducta, habían logrado hacerla desistir.

El día en cuestión, Sophie reía por algo que le había dicho Tommy, cuando perdió el equilibrio y él la sostuvo, justo en ese momento hicieron acto de presencia los chicos.

- ¡Quítale tus sucias manos de encima! -- exclamó Dylan

Aunque ninguno de los dos conocía al muchacho, les bastó con mirarlo para saber que era un sirviente, de modo que reaccionaron en consecuencia, porque si bien Kendall no había dicho nada, se había ido derecho hacia ellos y prácticamente arrebató a Sophie de los brazos del chico.

- ¡Dylan! -- dijo la niña con disgusto -- No tienes por qué tratarlo de ese modo, Tommy es mí…

- No se preocupe señorita Saint-Claire -- la interrumpió Tommy perfectamente consciente de lo que sucedía

- ¿Señorita Saint-Claire?

Sophie se liberó de Kendall y tuvo la intención de acercarse a Tommy, pero Dylan se lo impidió.

- No tienes nada qué hacer aquí -- dijo Dylan -- Vuelve a las caballerizas o a cualquier lugar donde desempeñes tus actividades.

- Él no va a ningún lugar -- dijo Sophie ya furiosa -- él es mi amigo y se quedará exactamente donde está

- ¿No me has escuchado? -- preguntó Dylan ignorando a Sophie

- Lo siento milord, pero si la señorita Saint-Claire no me ordena…

El asunto fue que no pudo concluir, porque Dylan le propinó un violento puñetazo. Aunque Tommy había nacido y crecido sabiendo que pertenecía a una clase que le debía obediencia a sus señores, aún era un chico. De modo que reaccionó como cualquier chico lo habría hecho, devolviendo el golpe. Aquello por supuesto había terminado muy mal, porque a pesar de que Dylan le propinó una despiadada paliza a Tommy, él mismo no salió ileso. De manera que cuando llegó a su casa con un ojo morado y el labio sangrante, tanto su madre como su padre montaron en cólera, lo que desembocó en la rápida salida de Lord Danworth con rumbo a la propiedad de los Saint-Claire, y una vez que Phillipe lo recibió, le exigió el inmediato castigo del supuesto agresor.

A Phillipe le llevó algún tiempo tranquilizar al enfurecido sujeto, y finalmente le dio su palabra de que el chico sería castigado como correspondía. A pesar de que Phillipe Saint-Claire era un hombre bastante justo, seguía siendo un individuo por cuyas venas corría la noble sangre de sus ancestros, por lo tanto tenía el mismo pensamiento con relación a la posición social y al sistema de clases. Durante mucho tiempo había tratado con condescendencia la manía de su hija menor a relacionarse con los hijos de los sirvientes, pero juzgó que ya había llegado el momento de ponerle un alto a aquello, porque aunque Danworth no había mencionado a su hija, el hecho de que hubiese ocurrido aquello, lo hizo pensar de nuevo en las relaciones de Sophie con los hijos de la servidumbre.

El padre de Tommy había sido llamado, e igualmente se le exigió que castigase a su hijo por haber tenido la osadía de golpear al joven Lord Danworth, y además le hizo saber que debía ordenar a su hijo que suprimiera todo contacto con la señorita Saint-Claire. Del mismo modo, llamó a la señora McGrath, el ama de llaves, y le ordenó advertir a toda la servidumbre que mantuviesen a sus hijos alejados de la niña.

Sophie nunca entendió por qué de pronto todos sus compañeros de juego, que no eran muchos además, se habían alejado. Algunos desaparecieron por completo, y otros como Tommy, a quien tardó aproximadamente un mes en volver a ver, ahora nunca tenían tiempo para jugar con ella, y evitaba hablarle tanto como era posible. De modo que aunque tardó mucho en perdonar a Dylan, finalmente terminó por hacerlo, porque ellos dos fueron los únicos amigos que le quedaron.

Por fortuna para Sophie, su nombre nunca salió a relucir en el problema, porque de haber sido así, lo más probable habría sido que tanto los Danworth, como los Arlingthon, hubiesen prohibido a sus hijos que continuasen con aquella relación que no sería considerada apropiada, aunque a la luz de los acontecimientos futuros, tal vez habría sido lo más conveniente.


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(1) John Whitgift: Arzobispo de Canterbury entre 1583 y 1604





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Texto agregado el 12-02-2013, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-02-2013 El camino a recorrer es grato envuelto en tus letras. Un abrazo amiga!!! cinco aullidos expectantes yar
 
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