Se miró al espejo y no le gustó lo que vio.

Flaca - se dijo.

Aunque muy consciente de que muchas mujeres darían cualquier cosa por ser así de delgada, a ella no le gustaba su silueta. Siempre se sintió menos que sus compañeras, más altas, más rellenitas y más fuertes que ella. No fue sino hasta unos pocos meses en que lo comprendió todo. Sucedió en uno de esos encuentros con sus ex compañeras. Luego del postre habían estado saboreando unas cervezas artesanales y eso la había ido llevado al baño, pero estaba ocupado, así que se quedó esperando en la puerta. Entonces escuchó su nombre, estaban hablando de ella. No podía descifrar bien lo que decían porque todas cacareaban al mismo tiempo, pero logro distinguir esto: "Y la muy perra siempre tuvo esa figura tan esbelta. ¡Cómo la odiaba! - si, jajaja".

Envidia.
Ellas siempre le tuvieron envidia.

Pero ni siquiera eso la hizo sentir mejor. Recordó cómo se rellenaba los sostenes con calcetines anudados para aparentar tener más pechuga. Hasta pensó en operarse y ponerse grasa corporal. Recordó ese año en el que intento alimentarse sólo con comida chatarra evitando cualquier tipo de ejercicio. Pero su metabolismo implacable la mantuvo igual de flaca y para colmo se llenó de espinillas.

Flaca - se dijo nuevamente y pensó- Debe haber más de una chica gorda que desea justo lo contrario.

En ese momento despertó y con un gran esfuerzo logró mover su enorme cuerpo rollizo hasta el borde de la cama para ponerse de pie, la espalda la mataba. Recordó su otro sueño, el de las tijeras y se puso a reír sola, como una loca.