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Dichos y contradichos


Yo siempre estoy de cuerpo presente, dijo uno que todavía no se había muerto.

El cuerpo va tomando cuerpo, dijo un gordo.

La escalada libre del monte de Venus, puede ser mortal, dijo el erotómano.

Hay quien no escucha nada en las trompas de Falopio, ¿o era en las de Eustaquio?, dijo el músico.

No sabía yo que un pelo pubiano pudiera mover semejante cúmulo de pasiones, dijo ella.

Los nematelmintos no tenemos aparato digestivo, somos parásitos de ustedes, dijo muy ufano un gusano intestinal.

Por favor Jaime, no publiques nuestras cartas íntimas en internet, dijo Nora Joyce que también era un poco exhibicionista.

A pesar de todo, se mueve, dijo Galileo al ver que había salido movido en la foto.

Los asesinos lo llevan escrito en el rostro, dijo Lombroso que fue el más lombrosiano de todos los criminólogos de entonces.

Las moscas observan, desde hace siglos, todo lo que hacemos, dijo Augusto Monterroso, eso podría explicar por qué hay tantas posadas en el techo haciéndose las locas.

En La leyenda del santo bebedor, el autor, que soy yo, bebe más que el narrador, que ya no me acuerdo quién era y más que el protagonista que es un dipsómano de mucho cuidado, dijo Joseph Roth empinando el codo.

¿Cuánto tiempo he de esperar para que alguien le dé el gallo que le prometí a Esculapio?, dijo Sócrates, sabiendo que era él el que se lo tenía que comprar y dárselo, de una vez.

En el jardín, los senderos que se bifurcan se vuelven a encontrar, dijo Borges aburrido de tanto sendero que diverge.

Cómo piafa hoy Bucéfalo, dijo Alejandro Magno quitándose las moscas de la frente y buscando alguna otra frase histórica para que pasara a la historia.

Cómo me gusta piafar en el Parlamento, añadió el caballo de Pavía, mientras el general agarraba el espadón con las dos manos y enfilaba la Carrera de San Jerónimo.

No hay historias que contar, sino percepciones del flujo de la conciencia, dijo Clarice Lispector, mientras ciento de escritores y escritoras se afanaban en contar historias de pe a pa.

El fin está en el principio, lo dijo Aristóteles y se quedó calvo.

Que coman cemento, dijo, premonitoriamente, el promotor inmobiliario.

¡Esta manía mía de bordar banderas para la libertad…! dijo Mariana Pineda subiendo al cadalso.

Me tienes frito, Lesbia, dijo Catulo mientras le leía versos a su amante Nereo.

Deja de vivir. Lee, dijo Pessoa muriéndose un poco más.

No me lo puedo creer —farfulló Mrs. Agatha, mientras caía lentamente al suelo—. ¡Mis propios personajes me asesinan y para colmo, en el mismísimo Orient Express, y para colmo de los colmos, sin dejar pista alguna, y para rematarla, no hay un maldito mayordomo a quien echarle la culpa de nada!, farfulló, insisto, la señora Agatha Christie.

En un autobús de La Sepulvedana que me lleva a Segovia, se sentó al lado mío una “lolita” insufrible. Cuando llegamos al final del trayecto cerró el libro que estaba leyendo y me dijo, Adiós, Nabocov. Y se bajó.


Juan Yanes

Texto agregado el 05-02-2013, y leído por 192 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
06-02-2013 Veintitrés grandes razones que aún sostienen y mueven al mundo... ¡fenomenal!.. HGiordan
05-02-2013 Fantástico, eres un genio, mis **** senoraosa
05-02-2013 Muy bueno. Mis estrellas. elpinero
05-02-2013 Yo siempre estoy de cuerpo presente, dijo uno que todavía no se había muerto. Y cuando se murio dijo su viuda, ahora está de corpore in sepulto ELISATAB
05-02-2013 Cada uno, más genial que el otro!!!***** MujerDiosa
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