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Inicio / Cuenteros Locales / Mariette / Brisingamen, el Futuro del Pasado: Capítulo 34.

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Capítulo 34: “La Batalla Final: Ragnarök”.
Nota de Autora: Escuchen la canción “Apocalipsis”, de Tierra Santa mientras leen. ¿No me digan que no es ad hoc a los acontecimientos de este capítulo? Capítulo dedicado a Thomas Aliaga, uno de mis mejores amigos, por ser hoy su cumpleaños.
Era el día 20 de diciembre de 2012. Esperanza suspiró. No sabía si era un suspiro de alivio, resignación o nostalgia. Optó por creer que era de las tres cosas.
Miraba acodada por la ventana.
Finalmente estaba anocheciendo. Los lobos Sköll y Hati, hermanos ambos, habían cumplido su malsana ambición de toda la vida: devorar a la diosa Sól, quien, al estar expuesta, no pudo salvarse del ataque propinado por ambos canes, pese a que Freya se lo había predicho una y otra y otra vez.
Pudo saberlo por la enorme explosión que dio el astro rey y por el grito que se escuchó luego, un desgarrador grito de mujer ante el cual todos los dioses y mortales se encogieron.
Pero tras éste grito surgió uno de varón y la luna no apareció en el horizonte, tampoco lo hicieron las estrellas. Entonces supieron que el hermano de Sól, es decir, Máli, había muerto.
El Asgard se sumergió en una tétrica oscuridad, sin sol, ni luna, ni estrellas. La luz era algo prohibido ahí, y Valaskiaf no era una excepción. Sólo se veía la tenue luz de las velas y candelabros de hielo de los salones.
Minutos después, la tierra bajo sus pies comenzó a sacudirse suavemente y cada vez el sacudón fue más fuerte. Los gritos de unos y otros no se hicieron esperar.
La cordillera que unía y separaba al mismo tiempo Vanaheim y Asgard rodó por tierra. Los muros de Valaskiaf comenzaron a trisarse y una multitud de grietas apareció en el suelo. Aún así, la montaña con forma de embudo que sostenía el palacio de Odín no cayó al agua gracias a Freya y la oportuna intervención que hizo con el seid.
A pesar de que no pudieron ver lo siguiente, Freya lo sintió con su excepcional manejo de la magia: el Jothun Eggthér sacudió la tierra que le cubría desde hacía siglos, desde el momento en que había caído en aquella tumba, y principió a tocar su arpa.
Segundos después un gallo rojo cantó, reuniendo a los frenéticos gigantes que estaban felices de que hubiese llegado la hora de la verdad. No pasó mucho rato hasta que, en las entrañas del salón de la Valhalla, en el cual todo era un caos de hombres y mujeres que iban y venían buscando cómo ayudar en el Ragnarök, cantó un gallo de oro dándoles ánimos, los cuales ellos celebraron agitando al cielo sus armas con gritos de guerra y felicidad.
Finalmente, un gallo de color rojo óxido cantó desde el Hell. Los muertos que yacían bajo el cuidado de la giganta Hela se levantaron y pusieron en marcha, con toda la intención de tomar parte en la batalla que destruiría el universo.
A pesar de que nadie vio lo siguiente, la terrorífica serpiente marina llamada Jörmundgander se sacudió con violencia en los mares de Midgard y, girando furiosa contra sí misma, supo que era la hora de marchar hacia los mares que unían la tierra de los humanos con la de los dioses.
Eso condujo a que un fuerte maremoto alcanzase a todas las tierras cercanas al mar y los ríos de los nueve mundos.
Entonces, el ejército Jothun, conducido por Hryn, dejó el Jothunheim y puso dirección a bordo de su propio navío en dirección a Vigrid, al oeste de sus tierras.
El navío del recién liberado Loki como capitán de los habitantes del Hel puso proa en dirección a la norteña Vigrid.
Los gigantes de fuego no quisieron quedar atrás y se reunieron en la sureña Vigrid con los otros grupos de seres que querían rebelarse contra el Asgard y su poder.

Medianoche…
Los Aesir, Vanir, elfos, muertos en batalla, sobrevivientes del Midgard y los tripulantes del Rosa Oscura se encontraban atrincherados en una de las muchas ventanas del hall del Valaskiaf.
Alumbrado por la luz de las velas el dios Heimdal alzó el cuerno que Odín le había dado una vez y lo hizo sonar con una fuerza tal que despertó a muchos de los guerreros que dormían antes de la batalla.
Entonces todos se pusieron de pié, sacudiendo frenéticos sus armas: había llegado la hora de la verdad, la batalla final, el momento en que se decidirían los destinos de Midgard, Asgard, Vanaheim, Hellheim y tantos otros parajes de los nueve mundos.
Odín salió del salón de la Valhalla y, excusándose ante sus guerreros, dijo que iría a preguntar a Mimer sobre su destino y el de su gente, a lo cual todos vitorearon.
Cuando iba a salir de la habitación para montar a Sleipnir, Esperanza se le adelantó Haenger en mano.
-Ya conoces tu destino, no juegues a desconocerlo. De tener la decisión de querer cambiarlo depende la vida tuya y de tu gente-le dijo con tono solemne.
Cuando todos la iban a tildar de Jothun encubierta y a tratar de decidir qué hacer con la traidora, Thor se les adelantó y se puso al lado de la muchacha, rodeándola protectoramente con el brazo.
-Ella tiene razón, padre. Si salimos ahora a enfrentar a los Jothuns, ellos no tendrán chance contra nosotros-dijo el joven dios, traduciendo las palabras de la muchacha de un modo que gustase a las gentes de Odín.
Las palabras surtieron su efecto, pues los vítores de einherjer y dioses no se hicieron esperar.
-Has forjado en ella a una guerrera nata-dijo Odín, mirando con orgullo a su hijo.
-Como todas las mujeres de Midgard, Asgard y Vanaheim-respondió su hijo con altivez.
Un embarazoso silencio se hizo en la estancia, solamente quebrado por los horrorosos gritos de los habitantes del Hell y los Jothuns, quienes ya estaban reunidos en la extensa llanura de Vigrid a la espera de sus oponentes: los dioses, la cual no estaba muy lejos, de hecho, estaba ubicada entre Vanaheim y Asgard.
-Thor, Freya, ustedes vendrán conmigo. Esperanza, tú también. Todos nos dirigiremos a las tierras de Vigrid-dijo Odín.
-¿No sería mejor retrasar el camino de los Jothuns haciendo que algunos de los nuestros se quedasen aquí?-preguntó Esperanza, haciendo gala de sus habilidades militares.
-Tiene razón. Además, eso es lo que acordamos hace unos días-la apoyó nuevamente Thor.
Entonces Odín recordó todo, inclusive que ahora él tenía el derecho de regir sobre su propio destino.
-Heimdal, Vé, ustedes se quedaran a la cabeza de quienes hayan decidido permanecer aquí durante la batalla. Procuren retrasar el camino de los Jothuns que vayan a Vigrid por aquí-ordenó el dios.
Inmediatamente, quienes habían determinado ir a luchar a Vigrid se pusieron en camino, descendiendo los puentes colgantes que unían el Valaskiaf con el suelo.
Y, cuando comenzaron a marchar, pudieron escuchar en el aire, sibilante, los gritos de los Jothuns que corrían por el puente levadizo y trataban de forzar la puerta principal del Valaskiaf.
A su vez, se oían los gritos de los hombres de Heimdal. Era una señal indiscutible de que los gigantes habían conseguido atravesar el oscuro puente, iluminándose con unas cuantas antorchas, y abrir la puerta del palacio. Los choques de espadas se escuchaban correr en el aire, sibilantes, y sólo conseguían comprobar lo anterior.
No pasó mucho rato hasta que aquella madrugada del veintiuno de diciembre de 2012, entre la niebla, los Jothuns y muertos vieron aparecer al ejército de 432000 einherjer acompañados de una multitud de dioses y elfos.
A la cabeza de su ejército estaba el dios Odín montado sobre su fiel corcel blanco de ocho patas y altura descomunal llamado Sleipnir, con su lanza Gungnir en la mano izquierda y su poderosa espada sagrada en el cinto.
Detrás de él en su propio carro tirado por linces boreales, venía Freya acompañada de Esperanza. Ambas mujeres presentaban un aspecto de temer. Ambas llevaban un arco con una flecha lista para ser disparada. Iban ambas pecho contra pecho, mirando hacia sus enemigos sin temer. La muchacha, además del arco, llevaba su sable, una lanza que había robado a los Jothuns, una pistola y el martillo Mjolnir al cinto.
Al lado de ambas iba, en su propio carro tirado por dos cabríos machos, Thor. Quien llevaba, entre otras armas, una espada y una lanza.
Tras ellos iba la multitud de dioses, humanos y elfos que querían cambiar sus destinos en aquella batalla, quienes recién habían descubierto que no tenían la obligación de seguir una profecía.
El cuerno de Heimdal resonó desde las entrañas del Valaskiaf, entonces todos se ensalzaron en su lucha personal, aferrándose a sus deseos de seguir viviendo.
Fernir y Odín, antiguos enemigos, se acercaron casi inercialmente. La brisa corrió por los rostros de ambos, quienes se miraron directamente a los ojos. Entonces, el lobo se dio por pagado y, en vista y paciencia de todo el mundo, se lanzó al cuello del principal dios de Asgard impunemente. Aún así, su táctica no funcionó, pues Gungnir se enterró en su abdomen sin que se lo pensase. Entonces ambos armaron su pelea aparte de aquella batalla, tratando de matarse mutuamente.
Thor, a pesar de estar a la diestra de su padre no pudo hacer nada por ayudarle.
De las aguas de un estanque que se había formado al medio de ambos bandos emergió la terrorífica Jörmundgander, meciéndose de una manera hipnotizadora hacia Thor, su antiguo enemigo.
A pesar de que segundos antes de que eso aconteciese Esperanza le había entregado el Mjolnir, a sabiendas de lo que sucedería, se encontraba tan atontado por el veneno que le salpicaba la serpiente, que era incapaz de hacerle puntería.
Sin embargo, sin que siquiera se lo pensara, dejó ir el martillo con todas sus fuerzas hacia su blanco móvil, creyendo que hacía lo correcto y no se equivocó. La serpiente se desplomó en el agua, muerta.
Thor caminó nueve pasos y encontró igual destino que su némesis en batalla: la muerte.
Esperanza, al ver que las cosas se estaban poniendo malas para Odín, corrió hasta el lago tras acabar con uno de los habitantes de Hellheim y sacó de la piel de la serpiente el martillo del difunto Thor, a quien miró por espacio de unos instantes con gran aprecio.
Luego, corrió con todas sus fuerzas hasta el rey del Asgard y arrojó el martillo arrojadizo sobre el lobo, quien, tras convulsionarse un poco, rodó por tierra, muerto.
Ambos, tras mirarse, dirigieron sus ojos hacia Heimdal, quien batallaba contra uno de los Jothuns de Fuego en conjunto con Freyr, con el propósito de deshacerse de él para tener libre el camino de ir tras Loki.
Freyr murió, entonces el dios protector de Asgard se enfrentó a Surt, que así se llamaba el gigante, a sabiendas de que posiblemente no conseguiría derrotarle.
Entonces, Esperanza recorrió el campo de batalla para ir tras el dios traidor, quien corría impunemente, sin que nada consiguiera atacarle.
La muchacha aguzó la vista y vio colgar del cuello de Loki un collar que brillaba con la luz de las antorchas y bengalas.
Tras él vio correr a alguien.
-¿Arturo?-preguntó, identificando sin problemas a quien perseguía nefastamente al traidor.
Intentó correr tras ambos, sintiendo que había llegado por fin la hora de entrar en acción.
Pero aquel no era su día de suerte, de hecho no lo era para ninguno de los presentes.
A pesar de que habían conseguido salir Heimdal y sus hombres, en su mayoría vivos, de la Valhalla, entre los cuales iba Arturo, la batalla seguía siendo igualmente intensa.
Entre tres ex habitantes del Hell se acercaron a nuestra protagonista y, dirigiéndole una variedad de estocadas y golpes la cercaron entre ellos.
Sus aspectos eran terroríficos, no en vano eran cadáveres desde hace siglos atrás.
Uno de ellos intentó, por mandato de Loki, atravesarle la cabeza de un hachazo a la muchacha. Sin embargo, ella desenvainó el Mjolnir con una rapidez sin igual y se lo lanzó sin que él consiguiese siquiera tener idea de ello.
Al ver que su compañero caía muerto, los otros dos se pusieron tan furiosos que atacaron a la muchacha con redobladas fuerzas.
Entonces, cuando pretendían darle muerte, ella ensartó a uno de ellos con su lanza.
El otro la miró con un dejo de miedo. Esa muchacha era más poderosa y audaz que lo que aparentaba.
Trató de salir corriendo, pero ella le hizo puntería y, al mismo tiempo que el Mjolnir se clavaba en su putrefacta carne, rodó en tierra completamente muerto.
Ella corrió para recuperar el martillo que ahora era de su pertenencia y, al hacerlo, vio al dios Tyr tirado en el césped cuan largo era, con una profunda herida en el abdomen. A su lado, en la misma situación, estaba el difunto perro Garm.
A lo lejos vio a Vidar y Odín pelear en contra de unos lobos, quienes eran parientes cercanos del difunto Fernir. El primero venía a buscar venganza por el daño infringido a su padre y el segundo venía a salvar su pellejo. Mientras que los otros querían encontrar revancha.
Freya y Esperanza, quienes estaban libres de momento, se reunieron para descansar de haber peleado sin cesar durante horas.
De pronto, el astro rey ascendió a su trono en lo alto del cielo.
Los Jothuns y habitantes del Hellheim se miraron completamente confundidos. ¿Acaso no habían mandado a asesinar a la diosa Sól y a su hermano Máli?
Pero habían olvidado un pequeño detalle. Freya y su descendiente se miraron complacidas, con cierta picardía en sus ojos: Sól había dado a luz horas antes de morir y su pequeña hija ocupaba su lugar ahora.
Dentro de las brumas del alba, Esperanza vio a Loki escabullirse en el horizonte, siendo seguido por Arturo, quien había conseguido retrasarle durante un rato, es decir, horas, negándole el hecho de ser cobarde y obligándole a luchar con sus furiosos ex congéneres, quienes no perdieron la oportunidad de hacerle papilla.
Sin embargo, Loki y los suyos ya habían pedido el primer deseo al collar y habían pagado el precio que éste les proponía para su segundo y postrer pedido: acabar con el Árbol de la Vida.
El precio era combatir a quienes practicasen el seid, pues el collar impediría que se propagase; mantener en su propiedad el collar; y, finalmente, asesinar a uno de sus oponentes en el Ragnarök para acabar con las manzanas de la Eterna Juventud.
Y habían cumplido con todos aquellos precios: habían castigado a todos aquellos que se hubiesen atrevido a ocupar la magia, habían protegido el collar con su vida y habían acabado con más de uno de sus oponentes. Sólo quedaba pedir el deseo.
Esperanza y Heimdal se miraron a los ojos.
-Estoy herido, ¿qué más dá?-preguntó el dios a la mortal.
Y, efectivamente, Heimdal estaba herido en varias partes del cuerpo. Si pasaba en esas condiciones más de lo que era debido, acabarían siendo heridas de gravedad y probablemente habría un dios menos en el panteón nórdico.
Ambos se dirigieron con rumbo a Loki y Arturo corriendo a toda la velocidad que les daban las piernas, defendiéndose de los ataques que les prodigaban algunos que se daban cuenta de lo que sucedía, de que aquellos dos estaban huyendo de la pelea.
Esperanza miraba de tanto en tanto al protector del Asgard. La profecía decía que él sería el último dios en morir, pero, aún así, muchos de los que no morirían ya habían desaparecido de la faz de la tierra y otros que perecerían, seguían vivos, luchando con redobladas fuerzas. Habían conseguido doblarle la mano a aquella profecía, pero, sin embargo, ellos se negaban a no cumplir con su destino. ¿Qué clase de hechizo había caído sobre los otrora honorables Aesir y Vanir? ¿Qué embrujo les negaba el hecho de poder tomar las riendas de sus destinos?
No lo sabía, sólo veía cómo ellos se empecinaban con cumplir con las profecías que les eran destinadas.
Entonces vislumbró una solución al problema en que estaba a punto de meterse. Si Heimdal estaba tan empecinado en morir luchando contra Loki, como decía la profecía, ¡perfecto! Pero él debería matarlo y cuidarle la espalda así a ella.
-Espera-le pidió cuando estuvieron fuera del límite en el cual todos aquellos se mataban unos a otros.
El dios se dio vuelta y la miró de frente. Ella, con los guantes de hierro aún puestos, se quitó el Mjolnir del cinto y lo depositó en el suelo. Luego se deshizo de los guantes, los cuales colocó en las manos de Heimdal.
-Si quieres cumplir tu destino, así sea-le dijo, instándole a recoger el martillo arrojadizo que antaño había pertenecido a Thor.
Entonces el protector de Asgard cogió el martillo y lo instaló en su cinto, completamente complacido con el accionar de la capitana Rodríguez.
Pronto comenzaron a adentrarse en un mítico bosque cubierto de nieve. Un extraño resplandor llamó la atención de ambos y, camuflándose en los árboles, se dedicaron a inspeccionar qué era lo que emitía aquella luz.
No tardaron mucho en saberlo, se trataba de un árbol con hojas de oro, muy alto, frondoso y bello, era el único en todo ese bosque que no estaba nevado en absoluto.
Entonces descubrieron que se trataba del Árbol de la Vida.
No era difícil saberlo. A sus pies había un grupo de mujeres completamente aterrorizadas. No eran más de diez y vestían de negro. En sus manos llevaban unos interminables hilos de color blanco, los cuales trenzaban con una gran habilidad en las ramas del árbol. Ellas no podían ser otras sino las nornas.
Junto a ellas habían dos personas de pié. Uno de aquellos dos era Loki, quien trataba de convencer a una joven que permanecía de espaldas a él de que le permitiese sacar una manzana del cesto y que le permitiese pedir un deseo en las entrañas del árbol.
-Por enésima vez, Loki, te digo que no lo haré-dijo la joven con un suave tono de voz, dándose vuelta hacia su interlocutor.
Era completamente bellísima. De largos cabellos dorados que llegaban a sus tobillos. Era muy alta y delgada. Sus ojos eran celestes y vestía una túnica blanca. Llevaba un cesto con manzanas en su mano derecha. Ella no podía ser otra sino la diosa Idunn, la guardiana de las manzanas que daba el Árbol de la Vida y que otorgaban a los dioses la eterna juventud y a la vez la cuidadora de aquel árbol.
-¡Dámelas, Idunn!-rugió Loki, zamarreando a la diosa, quien, pese a todo, se mantuvo firme en su postura.
Entonces, Esperanza y Heimdal se decidieron a entrar en acción, la una porque si no lo hacía habría perdido su viaje y el otro porque no toleraba que Loki tratase así a una mujer y, de pasada, quería cumplir su destino.
Esperanza extrajo de su cinto a su elegante sable Haenger y puso el filo de éste en el cuello de Loki.
Alterado por el frío que aquel metal producía en su cuello, el dios de la mentira se volteó hacia donde provenía la espada y su sorpresa no fue menor cuando vio a una muchachita de trece años con un aspecto algo fiero, convocándole a la pelea.
Dejando de lado su entretención, es decir, molestar a la diosa, extrajo una espada de su cinto. Ambas armas se calzaron, con sus contendientes mirándose directamente a los ojos.
Esperanza fue la que inició la pelea con un espadazo diagonal. Loki, con fuerza bruta contrarrestó el golpe, llevando ambos sables al cuello de la muchacha. Pero Esperanza no iba a dejar que un bufón le ganase en una batalla, así que decidió ponerse a la altura de su rival y, aprovechando la firmeza de los sables se corrió hacia la derecha.
Loki pasó de largo. Ese fue el momento que ella aprovechó para ensartarlo con su espada a la altura de los pulmones.
Aún así, Loki no murió de inmediato y, aprovechando el momento, introdujo su espada en el lado izquierdo del abdomen de la muchacha.
La chica cayó al suelo, sujetándose con ambas manos la herida. Aún así, estaba consciente de que no le serviría de nada, que el viaje había sido inútil.
La sangre de Heimdal hirvió literalmente y lanzó el Mjolnir en dirección a Loki. A pesar de sus heridas, no erró la puntería y consiguió dar de lleno al dios traidor, al líder de la rebelión.
Pero Loki, testarudo como sólo él sabía serlo, se acercó, convulsionándose y todo a Heimdal y le enterró su espada en el pecho.
Ambos eternos enemigos se miraron a los ojos con desprecio. Pasaron tres segundos y los dos yacían en el suelo, completamente muertos. La profecía se había cumplido.
Idunn, al ser una diosa, fue la primera en recobrar el sentido común y, al ver que Esperanza aún respiraba, supo que las esperanzas no se habían perdido.
-Acércate-dijo en dirección al bosque.
De entre la arboleda apareció un tambaleante y confundido Arturo.
-Quita el collar del cuello de Loki y lleva a la muchacha al hueco del árbol. Es el único lugar donde no podrán dañarlos a ambos-dijo, tratando de infundir confianza al muchacho.
Arturo hizo lo que la diosa le ordenaba. Quitó el collar del cuello del dios muerto y alzó a Esperanza del suelo. La muchacha ya estaba completamente inconsciente.
El chico ingresó en el hueco del Árbol de la Vida con Esperanza en brazos. Tras él, entró Idunn con su cesto de manzanas.

Horas después…
Esperanza se despertó, pero aún así no abrió los ojos. Escuchaba unos gritos horribles desde el lugar en que estaba, pero… ¿Dónde estaba? ¿Estaba en medio del Ragnarök todavía? ¿Acaso no había muerto? ¿Era todo eso un sueño de su afiebrada mente? Ciertamente que no, pero necesitaba saber de todos modos qué acontecía.
Abrió los ojos de golpe y, frente a su rostro, vio a Idunn y a Arturo. En la mano de la diosa había una manzana a medio mordisquear. Un fuerte sabor a manzana emanó de su boca. Entonces supo todo. Le había salvado la vida con una de las manzanas del Árbol de la Vida, otorgándole la eterna juventud.
Miró a Arturo y en las manos del joven vio unas vendas. Se palpó el vientre y descubrió que estaba vendada.
-Gracias, gracias a ambos-dijo mirando primero a la una y luego al otro.
De pronto, Arturo le puso entre las manos un hermoso medallón de oro y ámbar, con incrustaciones de lapislázuli en círculo. Un lado simbolizaba el día y el verano, mientras que el otro era la noche y el invierno.
Ese era el Brisingamen, la reliquia de Freya que habían venido a buscar con el propósito de quitársela al usurpador Loki.
¿Quién lo diría, eh? Dos adolescentes habían conseguido escamoteársela de las manos al dios de la mentira y la estafa. Habían sido más vivaces que él. En lugar de perseguirlo por cielo e infierno habían decidido ir a esperarlo al lugar al que tarde o temprano debería llegar para completar su sueño, sueño que había acabado con su muerte.
Entonces se sentó contra el interior del tronco del Árbol de la Vida y pidió el deseo: El seid debía ser liberado en los nueve mundos y nunca más encerrado. Eso era lo único que conseguiría salvar el árbol, pues ahora el collar no estaba en el poder de unos pocos, sino que volvía a su hogar. Ya no estaba en las manos de quienes querían pedir ese deseo que acabaría con la vida tal como era conocida y ayudaría a que los Jothuns ascendiesen al poder con Loki a la cabeza.
El collar emitió un fulgor dorado y entonces Esperanza supo que debía hacer lo que Freya le había dicho: acabar con todos y cada uno de los rivales que tenía en ese campo de batalla, a cambio de ello el poderoso Brisingamen, el calendario y reloj sagrado, la herramienta para conseguir lo que deseas, les liberaría la magia, pues la mala ralea que lo había tenido prisionero durante años había desaparecido al fin.
Arturo colgó el collar al cuello de la muchacha y los tres salieron del tronco del árbol. Idunn volvió con sus nornas, aún tenía que ver cuáles serían los destinos de Midgard y su gente después de aquel fatídico día.
Esperanza y Arturo salieron de su refugio y volvieron al campo de batalla. Allí todo era un caos que no era para nada digno de ser presenciado. Pero ahí estaban los dioses y una multitud de criaturas mitológicas, junto con humanos, luchando por causas opuestas.
Los rayos comenzaron a surcar el cielo. Eso era señal indiscutible de que el collar volvía a su hogar con su linaje, pero también lo era de otra cosa.
-Thor…-musitó Esperanza observando atentamente el cielo.
El dios del trueno les estaba ayudando como podía desde donde podía hacerlo. ¿Acaso Thor no había muerto? Quizás estaba vivo, pero, ¿qué tan probable era aquello? Era una posibilidad casi nula.
Pero él no era sólo dios del trueno, sino que también lo era de la guerra. Ahí estaban las valquirias corriendo de un lado a otro transmitiendo los mensajes que su padre Odín les señalaba, aprovechando que su hijo les estaba ayudando a pesar de que estaba muerto.
El jefe de los gigantes de fuego decidió que ya era hora de acabar con todo y comenzó a escupir fuego, pero mientras más lo hacía, los truenos más lo detenían.
Y entonces, aprovechando el pasmo de los gigantes de fuego, los gigantes de hielo y los antiguos habitantes del Hellheim y sus jefes, Odín dirigió la última arremetida, con la cual consiguió acabar a los invasores de una buena vez.
Las espadas se cruzaron, los cañones de las pocas armas de fuego que había resonaron con todas sus fuerzas, las flechas volaron por los aires en todos los sentidos posibles, las lanzas se incrustaron contra las carnes y la sangre brotó de las pieles de los invasores.
Entonces la hija de Sól se escondió, dando paso a una nueva luna en el cielo.
Medianoche…
Reunidos en una enorme fogata los Aesir, Vanir y einherjer sobrevivientes miraban a su alrededor, observando los despojos de la descomunal batalla del Ragnarök.
Por acuerdo de Freya e Idunn, se haría todo lo posible para que la gente de Midgard pudiese recuperar su calidad de vida tras los desastres naturales que habían atacado la tierra el día anterior. Una tenía los métodos para hacerlo y la otra regía el destino de todos.
El maravilloso Brisingamen había vuelto a manos de su dueña gracias a su descendiente que había hecho aquel sorprendente viaje aquel año y ahora cumplía su parte del trato en vista y considerando de que la otra parte ya era una realidad.
Conversaban entre ellos animadamente. El clima había mejorado considerablemente en cosa de horas.
De pronto, alguien tocó el hombro de Esperanza, quien se volteó fastidiada. Grande fue su sorpresa cuando vio que era Thor quien quería hablar con ella.
Como era el ser más supersticioso de la tierra se puso a hacer señales de la cruz y cosas por el estilo, huyendo de aquel “espíritu”.
Grande fue su sorpresa cuando le dijeron que Thor sólo había estado asfixiado con el veneno de la serpiente y se había salvado de las garras de la muerte del mismo modo del cual lo había hecho ella.
Ellos habían conseguido sobrevivir…
En Midgard ya iría todo mejor al día siguiente.
Todo concluiría en cosa de horas y pasaría a ser un confuso mal sueño en las mentes de los humanos que habían tenido el placer de presenciar aquellas escenas…

Texto agregado el 01-02-2013, y leído por 136 visitantes. (1 voto)


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