Este era un profeta de profetas, dijo un día a su hijo: Moriré lo presiento, ámame porque yo soy la persona que te dio la vida, cuídame porque moriré pronto. Su hijo hacía denodados esfuerzos por cuidar a su padre, siempre moribundo. Ese profeta, le dijo también a su esposa, he tenido una visión, en ella lloras en el cementerio, de seguro mi partida está cerca, moriré, lo sé; la mujer quedo callada, pensando que si murieras de seguro no lloraría. Y el profeta siguió profetizando varias cosas, dijo que la cerda iba a parir porque estaba preñada, y así fue, dijo que iba a amanecer, porque ya era de noche, y así fue, dijo también que mañana sería 25 porque hoy es 24, dijo, se llevarán las cosas de la casa, porque dejé la puerta abierta, y así fue, también mencionó que habrían épocas de frío porque era invierno, profetizó que le dolerían las muelas porque tenía caries, se concentró más y dijo que no tendría más hijos, porque se volvió estéril, y así fue, hay si supieran todo lo que profetizó, es asombroso e innumerables sus profecías. Ósea era excelente en nada fallaba, este increíble hombre, efectivamente murió, pero después de enterrar a su hijo, el profeta murió, luego y mucho después que viera a su esposa llorar en el cementerio, tal como lo profetizó en su visión, pero fue por la muerte de su vástago. Pobre profeta maravilloso, todo lo que dijo se cumplió, hasta el último momento de su vida dijo débil: moriré porque estuve vivo, y así fue. LO QUE SEA, SERÁ, EN LO NATURAL, NO HAY NADA QUE PROFETIZAR.