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MILFOTOS

Confieso que me deleité con aquella primera foto: por respeto, pero también para no parecer un baboso, no describiré su hermoso rostro ni daré detalles de su armoniosa anatomía, ni de las prendas que la cubrían. Mucho menos de lo que quedaba descubierto, y aunque suene a exceso enfermizo, ni siquiera aludiré al escalonado plano inclinado en que reposaba con gracia felina.
El tema pasa por un andarivel totalmente distinto, porque más allá de mi natural arrobamiento había algo extraño en la imagen. Algo que merecía ser investigado.

Recordando “Las babas del Diablo” y “Blow up” me encerré en el laboratorio haciendo ampliación tras ampliación. Disculpas, pero por lo señalado en el primer párrafo tampoco puedo referirme a ellas. Sólo aclararé que amplié TODO.
Dediqué muchas horas a esta tarea placentera y a la vez minuciosa, pero a diferencia del personaje de Cortázar y de Michelángelo Antonioni, no descubrí absolutamente nada. Nada fuera de lugar, quiero decir. La verdad es que terminé con sentimientos encontrados: por un lado me sentía un afortunado y por otro un pelotudo.

Éso fue el viernes. El sábado, cuando las sombras del atardecer invadían mi estudio, lo descubrí.
¿Si exclamé “¡eureka!”, como Arquímides? Nada de eso.
En cierto sentido había hecho las setecientas cuarenta y cinco ampliaciones en vano, porque la evidencia estaba allí, en la toma original, y ahora saltaba a la vista haciéndo (se) evidente y haciéndo (me) sentir igual de afortunado, pero mucho más idiota que antes.

Herida de muerte mi vanidad de explorador y descubridor me dispuse a consolarme admirando otras fotos suyas, y allí experimenté lo mismo que Colón (supongo) cuando escuchó el grito de Rodrigo de Triana desde el carajo de su Nao. Porque “aquello” se repetía en todas ellas.
Así lo comprobé mientras el corazón me latía a un ritmo que se iba acelerando con cada verificación.

Llegué a una conclusión: el fotógrafo, seguramente su esposo, novio o amante, había comprendido que necesariamente debería compartir con otros el goce de la contemplación, pero se había reservado una parte.
O tal vez le hubiera “cortado” los pies para que no se le fuera.

Texto agregado el 20-12-2012, y leído por 309 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
15-02-2013 Estuve intrigado y preocupado. Ese es el don natural del escritor: motivar al lector. elpinero
13-02-2013 Yo colocaría como principal sospechoso al Photoshop, que si existiera un artificio así para utilizarlo en la vida real, uno se olvida de andar mirando fotos y se complace mejor con lo que se tiene a mano. Muy elegante descripción, con resabios del verso argentino... gui
06-02-2013 Esa picardía tan sutilmente "argentina", como dice María, y tu expresión tan inconfundiblemente irónica y atrapante... suma, todo suma para que sea un placer volver a leerte. chocolate2008
26-01-2013 y me quedé atrapada en tu historia hasta al final esperando conoce "aquello" que merecía ser investigado. 5*s, y que no se escapen por la foto. Shou
08-01-2013 Muy pocas veces un autor logra atraparme como lo hace usted Señor. ¿Será que cortó mis pies y por ello me voy a quedar hurgando en sus textos un poco más? LiliumAeternus
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